Noche Blanca, en preparación espiritual para la canonización
Adoración, confesiones, rosarios y catequesis en las iglesias de Roma para los peregrinos llegados de todo el mundo
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de abril de 2014 (Zenit.org) - La Noche Blanca previa a las canonizaciones de Juan Pablo II y Juan XXIII animó las calles de Roma y llenó las iglesias de la capital. El ambiente que se palpaba era festivo, alegre y de oración. El centro de la ciudad recordaba a los días en los que miles de jóvenes acuden a la llamada de una Jornada Mundial de la Juventud.
Banderas españolas, mexicanas, argentinas, polacas, francesas.... Una gran multitud de nacionalidades representadas en la noche con la que comenzaba la preparación para este gran evento de la Iglesia.
11 iglesias de Roma estaban preparadas para acoger a los fieles toda la noche con adoración y confesiones. El centro de encuentro para los peregrinos de habla española fue la iglesia del Gesù. Reunidas estaban también allí varias comunidades del Camino Neocatecumenal que se encargaron de animar la vigilia.
Monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, pronunció una catequesis en la que recordó la llamada a la santidad e invitó a acercarse a la confesión. "Déjate querer por Dios, déjate alimentar por él, deja que Dios sacie tu sed de felicidad", exhortó el prelado. Asimismo, recordó que se podrían encontrar sacerdotes para el sacramento de la reconciliación durante todo la noche y señaló que los sacerdotes son "embajadores de Cristo e instrumentos de la reconciliación".
Tomando como ejemplo a San Pablo, el obispo recordó que "él era un enamorado de Cristo, no era un superman". San Pablo, explicó monseñor Munilla, "era un hombre como todos y cada uno de nosotros, débil, su seguridad venía de Cristo, se apoyaba en Cristo para superar sus miedos y sus complejos". De este modo indicó que "el Señor nos quiere santos", lo que no quiere decir que nos quiera perfectos en el sentido humano de la palabra. El prelado explicó a los presentes que "la condición para ser santo es aceptar mis limitaciones", añadiendo que "saber que esas debilidades forman parte del plan de Dios para santificarnos".
Pasada la media noche el ambiente en Roma era completamente de alegría y celebración. Muchos se reunían a charlar en las puertas de las iglesias, otros paseaban con cánticos y música. Y muchos otros se dirigían hacia la plaza de San Pedro para empezar a hacer fila y ser de los primeros en entrar. Una gran multitud de fieles se ubicó a ambos lados de Vía de la Conciliación, "para ver pasar mañana al Santo Padre cuado pase con el jeep y seguir la celebración en las pantallas gigantes", decían. Y otros tantos, esperaron pacientemente a las cinco de la mañana, cuando abrieron el paso para entrar en la plaza. En sacos de dormir, con esterillas y algunos con mantas y plásticos para cubrirse han pasado la noche miles de personas en los alrededores de San Pedro.
Entre los fieles se pueden ver familias, niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos en muletas o sillas de ruedas. Nada es un impedimento para participar de la canonización de estos dos grandes pontífices que desde hoy serán san Juan XXIII y san Juan Pablo II.
Banderas españolas, mexicanas, argentinas, polacas, francesas.... Una gran multitud de nacionalidades representadas en la noche con la que comenzaba la preparación para este gran evento de la Iglesia.
11 iglesias de Roma estaban preparadas para acoger a los fieles toda la noche con adoración y confesiones. El centro de encuentro para los peregrinos de habla española fue la iglesia del Gesù. Reunidas estaban también allí varias comunidades del Camino Neocatecumenal que se encargaron de animar la vigilia.
Monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, pronunció una catequesis en la que recordó la llamada a la santidad e invitó a acercarse a la confesión. "Déjate querer por Dios, déjate alimentar por él, deja que Dios sacie tu sed de felicidad", exhortó el prelado. Asimismo, recordó que se podrían encontrar sacerdotes para el sacramento de la reconciliación durante todo la noche y señaló que los sacerdotes son "embajadores de Cristo e instrumentos de la reconciliación".
Tomando como ejemplo a San Pablo, el obispo recordó que "él era un enamorado de Cristo, no era un superman". San Pablo, explicó monseñor Munilla, "era un hombre como todos y cada uno de nosotros, débil, su seguridad venía de Cristo, se apoyaba en Cristo para superar sus miedos y sus complejos". De este modo indicó que "el Señor nos quiere santos", lo que no quiere decir que nos quiera perfectos en el sentido humano de la palabra. El prelado explicó a los presentes que "la condición para ser santo es aceptar mis limitaciones", añadiendo que "saber que esas debilidades forman parte del plan de Dios para santificarnos".
Pasada la media noche el ambiente en Roma era completamente de alegría y celebración. Muchos se reunían a charlar en las puertas de las iglesias, otros paseaban con cánticos y música. Y muchos otros se dirigían hacia la plaza de San Pedro para empezar a hacer fila y ser de los primeros en entrar. Una gran multitud de fieles se ubicó a ambos lados de Vía de la Conciliación, "para ver pasar mañana al Santo Padre cuado pase con el jeep y seguir la celebración en las pantallas gigantes", decían. Y otros tantos, esperaron pacientemente a las cinco de la mañana, cuando abrieron el paso para entrar en la plaza. En sacos de dormir, con esterillas y algunos con mantas y plásticos para cubrirse han pasado la noche miles de personas en los alrededores de San Pedro.
Entre los fieles se pueden ver familias, niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos en muletas o sillas de ruedas. Nada es un impedimento para participar de la canonización de estos dos grandes pontífices que desde hoy serán san Juan XXIII y san Juan Pablo II.
Inicia la misa de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II
En el día de la Divina Misericordia, y ante cientos de miles de personas, en San Pedro se vive el día de los 'cuatro papas'
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de abril de 2014 (Zenit.org) - Roma vive hoy una jornada única. Cientos de miles de personas de todas las partes del mundo se han dado cita este domingo 27 de abril para ser testigos de la canonización de dos grandes papas de la historia contemporánea: papa Roncalli y papa Wojtyla que hoy pasarán a ser san Juan XXIII y Juan Pablo II.
La vista aérea de la plaza de San Pedro permite entender la magnitud de este evento. La gran multitud que desde la noche del sábado esperaba para entrar en la plaza deja ver la magnitud del acontecimiento que hoy vive la Iglesia.
Banderas ondeaban desde todos los rincones del centro de la ciudad y muchos llevaban consigo imágenes de los pontífices que serán canonizados hoy. En pañoletas, en carteles, en la camiseta o incluso algunas peregrinas africanas llevaban unos trajes típicos con las caras de los dos papas. Cualquier lugar es bueno para mostrar la cercanía y el afecto por los futuros santos.
Son 120 las delegaciones procedentes de todo el mundo que han querido participar también de este liturgia. 24 entre jefes de Estado y reyes, 10 jefes de gobierno.
Y para el buen funcionamiento y desarrollo de la jornada, 26 voluntarios están pendientes de cada detalle, así como las 10.000 personas de las fuerzas del orden, 16 puntos médicos y 77 ambulancias disponibles para cualquier necesidad.
La Misa presidida por el Papa Francisco en la plaza de San Pedro ha dado inicio a las 10.00. Y a las 9.30 ha hecho su llegada a la plaza una de las presencias más esperadas entre los fieles, el papa emérito, Benedicto XVI ha llegado acompañado por monseñor Ganswein, su secretario y prefecto de la Casa Pontificia. El papa emérito se ha colocado a la izquierda del altar para concelebrar la eucaristía. A la llegada de papa Francisco a la plaza, se ha dirigido hacia él y se han saludado con afecto.
A las 9.00 se ha iniciado con la oración de la Coronilla de la Divina Misericordia. A las 9.30 se ha continuado con cantos en espera de que comience la eucaristía. Todo ello animado de los coros de la diócesis de Roma, Cravocia y Bérgamo, además del habitual coro en las celebraciones vaticanas, el Coro de la Capilla Sixtina.
La misa ha iniciado con el canto de las letanías de los santos, habitual en las canonizaciones como un signo de "ponernos en las manos de los santos". La celebración eucarística es presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 130-150 cardenales y unos 1000 obispos, todos ellos a la izquierda del altar. También en ese área pero más abajo en el Sagrado, estarán unos 6.000 sacerdotes. Además, en el altar han concelebrado junto al Papa 5 el cardenal Vallini -vicario de Roma-, el cardenal Stanisław Dziwisz -arzobispo de Cracovia y secretario personal de Juan Pablo II, monseñor Francesco Beschi -obispo de Bergamo-, el cardenal Sodano y el cardenal Re.
Una leve lluvia ha comenzado a caer esta mañana poco antes de iniciar la celebración eucarística, lo que no parece que sea impedimento para que los fieles vivan con intensidad la ceremonia.
La vista aérea de la plaza de San Pedro permite entender la magnitud de este evento. La gran multitud que desde la noche del sábado esperaba para entrar en la plaza deja ver la magnitud del acontecimiento que hoy vive la Iglesia.
Banderas ondeaban desde todos los rincones del centro de la ciudad y muchos llevaban consigo imágenes de los pontífices que serán canonizados hoy. En pañoletas, en carteles, en la camiseta o incluso algunas peregrinas africanas llevaban unos trajes típicos con las caras de los dos papas. Cualquier lugar es bueno para mostrar la cercanía y el afecto por los futuros santos.
Son 120 las delegaciones procedentes de todo el mundo que han querido participar también de este liturgia. 24 entre jefes de Estado y reyes, 10 jefes de gobierno.
Y para el buen funcionamiento y desarrollo de la jornada, 26 voluntarios están pendientes de cada detalle, así como las 10.000 personas de las fuerzas del orden, 16 puntos médicos y 77 ambulancias disponibles para cualquier necesidad.
La Misa presidida por el Papa Francisco en la plaza de San Pedro ha dado inicio a las 10.00. Y a las 9.30 ha hecho su llegada a la plaza una de las presencias más esperadas entre los fieles, el papa emérito, Benedicto XVI ha llegado acompañado por monseñor Ganswein, su secretario y prefecto de la Casa Pontificia. El papa emérito se ha colocado a la izquierda del altar para concelebrar la eucaristía. A la llegada de papa Francisco a la plaza, se ha dirigido hacia él y se han saludado con afecto.
A las 9.00 se ha iniciado con la oración de la Coronilla de la Divina Misericordia. A las 9.30 se ha continuado con cantos en espera de que comience la eucaristía. Todo ello animado de los coros de la diócesis de Roma, Cravocia y Bérgamo, además del habitual coro en las celebraciones vaticanas, el Coro de la Capilla Sixtina.
La misa ha iniciado con el canto de las letanías de los santos, habitual en las canonizaciones como un signo de "ponernos en las manos de los santos". La celebración eucarística es presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 130-150 cardenales y unos 1000 obispos, todos ellos a la izquierda del altar. También en ese área pero más abajo en el Sagrado, estarán unos 6.000 sacerdotes. Además, en el altar han concelebrado junto al Papa 5 el cardenal Vallini -vicario de Roma-, el cardenal Stanisław Dziwisz -arzobispo de Cracovia y secretario personal de Juan Pablo II, monseñor Francesco Beschi -obispo de Bergamo-, el cardenal Sodano y el cardenal Re.
Una leve lluvia ha comenzado a caer esta mañana poco antes de iniciar la celebración eucarística, lo que no parece que sea impedimento para que los fieles vivan con intensidad la ceremonia.
Ya son santos
Juan XXIII y Juan Pablo II han sido canonizados este 27 de abril
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de abril de 2014 (Zenit.org) - "A honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santod Apósotoles Pedro y Pablo y Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocado varias veces la ayuda divina y escuchado el parecer de muchos de nuestros hermanos y el episcopado, declaramos y definimos santos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, y les escribimos en el registro de los Santos y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honorados como santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Con estas palabras, el Santo Padre Francisco ha canonizado a los dos pontífices, ante una multitud que ha expresado su alegría y devoción con un fuerte apluso.
A continuación el papa Francisco ha besado las reliquias de los dos santos.
El cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha preguntado tres veces al Papa si procedía a la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Se hace tres veces para destacar la importancia del hecho en sí. A continuación, el papa Francisco ha pronunciado la fórmula de canonización.
Los relicarios de los nuevos santos han sido colocados una mesa a la izquierda del altar. Para llevar la reliquia de Juan XXIII ha estado uno de sus sobrinos, el presidente de la Asociación Juan XXIII, y el alcalde de Bergamo y para la de Juan Pablo II estaba Floribeth Mora, mujer cuya sanación fue el milagro que ha permitido la canonización.
Ambas reliquias son de primer grado. La reliquia del "Papa Bueno" es un trozo de piel, que se extrajo en el año 2000 en la exhumación para la beatificación y del papa Wojtyla son unas gotas de su sangre.
Con estas palabras, el Santo Padre Francisco ha canonizado a los dos pontífices, ante una multitud que ha expresado su alegría y devoción con un fuerte apluso.
A continuación el papa Francisco ha besado las reliquias de los dos santos.
El cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha preguntado tres veces al Papa si procedía a la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Se hace tres veces para destacar la importancia del hecho en sí. A continuación, el papa Francisco ha pronunciado la fórmula de canonización.
Los relicarios de los nuevos santos han sido colocados una mesa a la izquierda del altar. Para llevar la reliquia de Juan XXIII ha estado uno de sus sobrinos, el presidente de la Asociación Juan XXIII, y el alcalde de Bergamo y para la de Juan Pablo II estaba Floribeth Mora, mujer cuya sanación fue el milagro que ha permitido la canonización.
Ambas reliquias son de primer grado. La reliquia del "Papa Bueno" es un trozo de piel, que se extrajo en el año 2000 en la exhumación para la beatificación y del papa Wojtyla son unas gotas de su sangre.
Francisco: Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia
Texto completo de la homilía de Santo Padre en la misa de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de abril de 2014 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la homilía del Santo Padre en la eucaristía de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.
En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.
Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, lo hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos, y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío».
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado».
Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María.
En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante». La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.
Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles, que hemos escuchado en la segunda lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.
Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guidada por el Espíritu Santo. Éste fue su gran servicio a la Iglesia y por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu.
En este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.
Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.
En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.
Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, lo hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos, y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío».
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado».
Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María.
En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante». La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.
Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles, que hemos escuchado en la segunda lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.
Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guidada por el Espíritu Santo. Éste fue su gran servicio a la Iglesia y por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu.
En este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.
Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.
Juan XXIII y Juan Pablo II elevados a los altares ante la multitud
Francisco y Benedicto XVI se saludan en la plaza de San Pedro. Casi un millón de personas en Roma testigos de la canonización
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 27 de abril de 2014 (Zenit.org) - Con la alegría que caracteriza una celebración importante, ha concluido la misa en la que Francisco ha canonizado a sus antecesores, ahora ya sí, san Juan XXIII y san Juan Pablo II. Unas 800 mil personas en la plaza, Vía de la conciliación y alrededores, y el resto en otros puntos de la ciudad- han celebrado en Roma esta fiesta de la fe.
La celebración que pasará a la historia como "el día de los cuatro papas" ha comenzado en torno a las 9 de la mañana, con oraciones en preparación a la eucaristía, que comenzó a las 10.00. A la llegada del papa Francisco el mundo ha sido testigo de uno de los momentos más esperados en el día de hoy, el saludo entre el Santo Padre y el papa emérito. Emoción y aplausos a la entrada de Benedicto XVI a la plaza, quien llegó a las 9.30 acompañado por monseñor Ganswein, su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia.
La canonización ha tenido lugar al inicio de la celebración eucarística, cuando el cardenal Amato preguntó en tres ocasiones al Santo Padre si procedía. Con la formula establecida, Francisco canonizó a Juan XXIII y Juan Pablo II. A continuación Francisco besó y veneró las reliquias. Los relicarios de los nuevos santos han sido colocados en una mesa a la izquierda del altar. Ambas reliquias son de primer grado: la reliquia del "Papa Bueno" es un trozo de piel, que se extrajo en el año 2000 en la exhumación para la beatificación y del papa Wojtyla unas gotas de su sangre.
Al finalizar el rito de canonización, el cardenal Amato ha realizado una acción de gracias y se ha retomado la misa en el Gloria. El Evangelio del día, ha sido cantado en latín y griego. De otras confesiones religiosas, se encontraban fieles ortodoxos, anglicanos y judíos.
La celebración eucarística ha sido presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 150 cardenales y unos 1000 obispos, todos ellos a la izquierda del altar. También en ese área, pero más abajo en el Sagrado, han estado unos 6.000 sacerdotes. En el altar, junto al Santo Padre, han concelebrado el cardenal Vallini, el cardenal Stanisław, monseñor Francesco Beschi, el cardenal Re y el cardenal Sodano.
En la homilía, el Santo Padre ha indicado que "Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús". Ha reconocido que "fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia".
Asimismo ha afirmado que "fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte".
Juan XXIII y Juan Pablo II -ha observado el Pontífice- "colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia".
Por otro lado, ha señalado que "san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo" y "Juan Pablo II fue el Papa de la familia".
Han sido 600 sacerdotes los que han distribuido la comunión a los fieles que se encontraban en la Plaza de San Pedro y en la Plaza Pío XII, 70 diáconos para dar la comunión a los concelebrantes y finalmente 200 diáconos para los fieles que estaban en Vía de la Conciliación. Y también ha llegado la comunión al Media Center del Vaticano, donde llegaron algunos sacerdotes para que los periodistas que lo desearan pudieran comulgar.
La misa ha concluido con la oración del Regina Coeli. En la introducción a la oración mariana, el Papa ha dado las gracias a todos aquellos que han hecho posible la realización de esta jornada, incluidos los medios de comunicación, gracias a los cuáles mucha gente ha podido seguir la celebración.
A continuación el Santo Padre ha comenzado a saludar a las delegaciones presentes en el Sagrado. Han sido120 las delegaciones procedentes de todo el mundo que han querido participar hoy en la canonización. De todos ellos, había 24 entre jefes de Estado y reyes, y 10 jefes de gobierno. Mientras el Papa saludaba a los miembros de las delegaciones, se ha escuchado música y cantos. Entre ellos, la canción del joven italio-argentino Odino Faccia, titulada "Busca la Paz", un reflejo de un poema de Juan Pablo II.
A las 12.45 Francisco se ha subido al papamovil, lo que ha provocado los aplausos de los peregrinos ya que sabían que el momento de verle pasar de cerca se estaba acercando. Mientras tanto las campanas de la Basílica repicaban para recordar que hoy la Iglesia está de fiesta porque dos grandes pontífices, han subido a los altares y ahora los fieles pueden venerarlos como santos.
El acceso la Basílica estará abierto desde las 14.00, para la veneración de los fieles de las tumbas de los nuevos santos. Por esta razón, hoy la Basílica de San Pedro permanecerá abierta hasta las 22.00.
La celebración que pasará a la historia como "el día de los cuatro papas" ha comenzado en torno a las 9 de la mañana, con oraciones en preparación a la eucaristía, que comenzó a las 10.00. A la llegada del papa Francisco el mundo ha sido testigo de uno de los momentos más esperados en el día de hoy, el saludo entre el Santo Padre y el papa emérito. Emoción y aplausos a la entrada de Benedicto XVI a la plaza, quien llegó a las 9.30 acompañado por monseñor Ganswein, su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia.
La canonización ha tenido lugar al inicio de la celebración eucarística, cuando el cardenal Amato preguntó en tres ocasiones al Santo Padre si procedía. Con la formula establecida, Francisco canonizó a Juan XXIII y Juan Pablo II. A continuación Francisco besó y veneró las reliquias. Los relicarios de los nuevos santos han sido colocados en una mesa a la izquierda del altar. Ambas reliquias son de primer grado: la reliquia del "Papa Bueno" es un trozo de piel, que se extrajo en el año 2000 en la exhumación para la beatificación y del papa Wojtyla unas gotas de su sangre.
Al finalizar el rito de canonización, el cardenal Amato ha realizado una acción de gracias y se ha retomado la misa en el Gloria. El Evangelio del día, ha sido cantado en latín y griego. De otras confesiones religiosas, se encontraban fieles ortodoxos, anglicanos y judíos.
La celebración eucarística ha sido presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 150 cardenales y unos 1000 obispos, todos ellos a la izquierda del altar. También en ese área, pero más abajo en el Sagrado, han estado unos 6.000 sacerdotes. En el altar, junto al Santo Padre, han concelebrado el cardenal Vallini, el cardenal Stanisław, monseñor Francesco Beschi, el cardenal Re y el cardenal Sodano.
En la homilía, el Santo Padre ha indicado que "Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús". Ha reconocido que "fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia".
Asimismo ha afirmado que "fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte".
Juan XXIII y Juan Pablo II -ha observado el Pontífice- "colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia".
Por otro lado, ha señalado que "san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo" y "Juan Pablo II fue el Papa de la familia".
Han sido 600 sacerdotes los que han distribuido la comunión a los fieles que se encontraban en la Plaza de San Pedro y en la Plaza Pío XII, 70 diáconos para dar la comunión a los concelebrantes y finalmente 200 diáconos para los fieles que estaban en Vía de la Conciliación. Y también ha llegado la comunión al Media Center del Vaticano, donde llegaron algunos sacerdotes para que los periodistas que lo desearan pudieran comulgar.
La misa ha concluido con la oración del Regina Coeli. En la introducción a la oración mariana, el Papa ha dado las gracias a todos aquellos que han hecho posible la realización de esta jornada, incluidos los medios de comunicación, gracias a los cuáles mucha gente ha podido seguir la celebración.
A continuación el Santo Padre ha comenzado a saludar a las delegaciones presentes en el Sagrado. Han sido120 las delegaciones procedentes de todo el mundo que han querido participar hoy en la canonización. De todos ellos, había 24 entre jefes de Estado y reyes, y 10 jefes de gobierno. Mientras el Papa saludaba a los miembros de las delegaciones, se ha escuchado música y cantos. Entre ellos, la canción del joven italio-argentino Odino Faccia, titulada "Busca la Paz", un reflejo de un poema de Juan Pablo II.
A las 12.45 Francisco se ha subido al papamovil, lo que ha provocado los aplausos de los peregrinos ya que sabían que el momento de verle pasar de cerca se estaba acercando. Mientras tanto las campanas de la Basílica repicaban para recordar que hoy la Iglesia está de fiesta porque dos grandes pontífices, han subido a los altares y ahora los fieles pueden venerarlos como santos.
El acceso la Basílica estará abierto desde las 14.00, para la veneración de los fieles de las tumbas de los nuevos santos. Por esta razón, hoy la Basílica de San Pedro permanecerá abierta hasta las 22.00.
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