España: Deja el trono el rey de corazones
La abdicación de Juan Carlos I deja paso a una nueva generación: Felipe VI
Por Nieves San Martín
MADRID, 02 de junio de 2014 (Zenit.org) - Cuando ha pasado una semana de las elecciones europeas, en las que el panorama español se ha pacificado tras una dura campaña electoral, en la que la amargura de la crisis ha exaltado mucho los ánimos, hoy, a las 10,30 de la mañana, el presidente del Consejo de Ministro de España, Mariano Rajoy, ha hecho un anuncio inédito: la renuncia a la corona del rey Juan Carlos I. A las 13 horas comparecía ante las cámaras de televisión el propio monarca para explicar los motivos de la abdicación. Entre ellos, el principal es, según sus palabras, dar paso a una nueva generación que pueda afrontar con nuevas energías los no pocos retos que tiene el país. Todos los diarios nacionales han realizado esta tarde ediciones especiales.
El hijo de don Juan de Borbón, heredero a la corona de España, tras el exilio de su padre Alfonso XIII, Juan Carlos, nació y fue bautizado en Roma en 1938 por el cardenal Pacelli, luego papa Pío XII, en plena guerra civil en España.
El mismo Pío XII firmaría con Franco el Concordato de 1953, todavía vigente, junto a los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1979, firmados, durante el gobierno de Adolfo Suárez, en el inicio de la nueva democracia española.
Aquél Concordato y los posteriores Acuerdos, actualizando unas relaciones que debían ser tamizadas por la doctrina del Concilio Vaticano II, reconocían la implantación de la Iglesia católica en la historia y en el pueblo español, como una confesión arraigada, subrayaban su derecho a la libertad religiosa, la libertad de educación, por el reconocimientos de los centros educativos católicos como centros subvencionados por el Estado, y reconocía su labor en el campo social.
Paralelamente, el Estado ha ido dando carta de ciudadanía a una serie de religiones y confesiones cristianas en España. Cada una de ellas tiene su especial acuerdo con el Estado español.
La relación del príncipe de Asturias y luego rey Juan Carlos I con la Iglesia católica, tanto en su dimensión nacional, como universal ha sido privilegiada y extremadamente cordial. Ha conocido personalmente a todos los papas posteriores a Juan Pablo I, y asistido a numerosos encuentros con ellos por diferentes motivos. Ha actuado de anfitrión con extrema delicadeza en todos los viajes que estos han realizado a España.
Todos sus hijos han sido educados en la religión católica y se han casado en el seno de la Iglesia, dado que tradicionalmente los monarcas españoles han profesado esta confesión religiosa.
Dejando el aspecto personal y familiar, el rey ha facilitado la libertad religiosa en nuestro país y ha mantenido relaciones extraordinarias con representantes máximos de otras religiones, como con el rey Hassan II de Marruecos y luego su hijo Mohamed o con el rey Hussein de Jordania y su hijo Abdalá. En sus incontables viajes, como embajador extraordinario de lo que se ha dado en llamar “la marca España”, no sólo se ha encontrado con diplomáticos o políticos, sino también con misioneros y españoles emigrantes, promoviendo el diálogo interreligioso y el respeto a los derechos humanos.
Juan Carlos I ha sido jefe de Estado durante 39 años y durante su reinado España ha vivido el periodo más largo de estabilidad, democracia parlamentaria, libertad, progreso en todos los sentidos, universalización de todos los derechos sociales y humanos. Las dos breves repúblicas que conoció la historia de España fueron especialmente desgraciadas para los españoles. La última, promovió o toleró tal serie de abusos y agresiones a la libertad religiosa, que desembocó en una cruel guerra entre hermanos. Heridas que no se han cerrado mientras los vencidos no logren el reconocimiento que tuvieron desde la primera hora los vencedores. Unos y otros defendían valores que vinieron a unirse en la Transición española.
Juan Carlos se ha encontrado siempre muy bien en Italia, donde vivieron en el exilio su padre y su abuelo, y en Portugal, donde pasó su infancia, hasta que a los diez años vino a España para prepararse a su futuro rol de príncipe de Asturias y luego rey. Tuvo que trabajarse el trono a base de ganarse el corazón de todos los españoles que hasta entonces dudaban de sus capacidades para serenar el avispero español, controlado con mano férrea por el general Francisco Franco. Trabajo facilitado por su gran capacidad para las relaciones públicas y el gran apoyo de la reina Sofía.
Desde una gran popularidad y aceptación de los españoles, la monarquía fue perdiendo puntos cuando la familia real se vio afectada por el divorcio de la hija mayor de los reyes, el escándalo del viaje del rey a Botsuana, cuando la crisis zarandeaba a los más pobres del país, y la corrupción que verá en el banquillo de los acusados a su yerno, Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, hija menor de los reyes. A todo ello se unen las sucesivas intervenciones quirúrgicas que ha sufrido el rey, tanto de tipo traumatológico, como la extirpación de un pequeño tumor en un pulmón. Circunstancias que no le han frenado en su ejercicio de la monarquía, razón por la cual, su renuncia ha tomado a los ciudadanos por sorpresa, aunque se preparaba desde enero pasado.
Sucede al rey, su hijo varón, que asumirá el trono con el nombre de Felipe VI. Una excepción, contemplada en la Constitución, y que será salvada con el nombramiento de princesa de Asturias y heredera de la corona de su hija Leonor, de ocho años.
No faltan en este momento en España las bromas de mal gusto, los chistes republicanos, algunas voces que piden un referéndum sobre la forma de Estado, propugnando una nueva república. Petición que parece absolutamente inoportuna, en medio de una crisis económica que no remonta, un 26 por ciento de paro del que la mitad son jóvenes, y las voces separatistas que vuelven a alzarse en Cataluña y País Vasco.
Felipe VI será el rey más preparado de la historia de España. Ha estudiado en un colegio privado primero, en una universidad pública después. Ha pasado un año en cada una de las armas del Ejército y ha hecho un máster en Estados Unidos. Tiene un carácter menos bromista y extrovertido que el de su padre pero no le falta facilidad para unas relaciones públicas ganadas a base de estudio, madurez, y su trabajo de representación de su padres en grandes actos internacionales en los últimos años.
El hijo de don Juan de Borbón, heredero a la corona de España, tras el exilio de su padre Alfonso XIII, Juan Carlos, nació y fue bautizado en Roma en 1938 por el cardenal Pacelli, luego papa Pío XII, en plena guerra civil en España.
El mismo Pío XII firmaría con Franco el Concordato de 1953, todavía vigente, junto a los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1979, firmados, durante el gobierno de Adolfo Suárez, en el inicio de la nueva democracia española.
Aquél Concordato y los posteriores Acuerdos, actualizando unas relaciones que debían ser tamizadas por la doctrina del Concilio Vaticano II, reconocían la implantación de la Iglesia católica en la historia y en el pueblo español, como una confesión arraigada, subrayaban su derecho a la libertad religiosa, la libertad de educación, por el reconocimientos de los centros educativos católicos como centros subvencionados por el Estado, y reconocía su labor en el campo social.
Paralelamente, el Estado ha ido dando carta de ciudadanía a una serie de religiones y confesiones cristianas en España. Cada una de ellas tiene su especial acuerdo con el Estado español.
La relación del príncipe de Asturias y luego rey Juan Carlos I con la Iglesia católica, tanto en su dimensión nacional, como universal ha sido privilegiada y extremadamente cordial. Ha conocido personalmente a todos los papas posteriores a Juan Pablo I, y asistido a numerosos encuentros con ellos por diferentes motivos. Ha actuado de anfitrión con extrema delicadeza en todos los viajes que estos han realizado a España.
Todos sus hijos han sido educados en la religión católica y se han casado en el seno de la Iglesia, dado que tradicionalmente los monarcas españoles han profesado esta confesión religiosa.
Dejando el aspecto personal y familiar, el rey ha facilitado la libertad religiosa en nuestro país y ha mantenido relaciones extraordinarias con representantes máximos de otras religiones, como con el rey Hassan II de Marruecos y luego su hijo Mohamed o con el rey Hussein de Jordania y su hijo Abdalá. En sus incontables viajes, como embajador extraordinario de lo que se ha dado en llamar “la marca España”, no sólo se ha encontrado con diplomáticos o políticos, sino también con misioneros y españoles emigrantes, promoviendo el diálogo interreligioso y el respeto a los derechos humanos.
Juan Carlos I ha sido jefe de Estado durante 39 años y durante su reinado España ha vivido el periodo más largo de estabilidad, democracia parlamentaria, libertad, progreso en todos los sentidos, universalización de todos los derechos sociales y humanos. Las dos breves repúblicas que conoció la historia de España fueron especialmente desgraciadas para los españoles. La última, promovió o toleró tal serie de abusos y agresiones a la libertad religiosa, que desembocó en una cruel guerra entre hermanos. Heridas que no se han cerrado mientras los vencidos no logren el reconocimiento que tuvieron desde la primera hora los vencedores. Unos y otros defendían valores que vinieron a unirse en la Transición española.
Juan Carlos se ha encontrado siempre muy bien en Italia, donde vivieron en el exilio su padre y su abuelo, y en Portugal, donde pasó su infancia, hasta que a los diez años vino a España para prepararse a su futuro rol de príncipe de Asturias y luego rey. Tuvo que trabajarse el trono a base de ganarse el corazón de todos los españoles que hasta entonces dudaban de sus capacidades para serenar el avispero español, controlado con mano férrea por el general Francisco Franco. Trabajo facilitado por su gran capacidad para las relaciones públicas y el gran apoyo de la reina Sofía.
Desde una gran popularidad y aceptación de los españoles, la monarquía fue perdiendo puntos cuando la familia real se vio afectada por el divorcio de la hija mayor de los reyes, el escándalo del viaje del rey a Botsuana, cuando la crisis zarandeaba a los más pobres del país, y la corrupción que verá en el banquillo de los acusados a su yerno, Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, hija menor de los reyes. A todo ello se unen las sucesivas intervenciones quirúrgicas que ha sufrido el rey, tanto de tipo traumatológico, como la extirpación de un pequeño tumor en un pulmón. Circunstancias que no le han frenado en su ejercicio de la monarquía, razón por la cual, su renuncia ha tomado a los ciudadanos por sorpresa, aunque se preparaba desde enero pasado.
Sucede al rey, su hijo varón, que asumirá el trono con el nombre de Felipe VI. Una excepción, contemplada en la Constitución, y que será salvada con el nombramiento de princesa de Asturias y heredera de la corona de su hija Leonor, de ocho años.
No faltan en este momento en España las bromas de mal gusto, los chistes republicanos, algunas voces que piden un referéndum sobre la forma de Estado, propugnando una nueva república. Petición que parece absolutamente inoportuna, en medio de una crisis económica que no remonta, un 26 por ciento de paro del que la mitad son jóvenes, y las voces separatistas que vuelven a alzarse en Cataluña y País Vasco.
Felipe VI será el rey más preparado de la historia de España. Ha estudiado en un colegio privado primero, en una universidad pública después. Ha pasado un año en cada una de las armas del Ejército y ha hecho un máster en Estados Unidos. Tiene un carácter menos bromista y extrovertido que el de su padre pero no le falta facilidad para unas relaciones públicas ganadas a base de estudio, madurez, y su trabajo de representación de su padres en grandes actos internacionales en los últimos años.
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