Sapeo milico
El Nacional 2 DE MARZO 2015 - 00:01
La delación es una conducta consustancial a la condición humana. Existe la del hampa, laboral, estudiantil, política etc. En cualquiera de sus variedades las motivaciones son diversas. Desde la simple satisfacción de practicarla, pasando por la ocasionada por miedo y por búsqueda de prebendas. En fin, es una de las muchas conductas sociales practicadas por el hombre.
En el área política este uso es aplicado consuetudinariamente desde la manera más simple e inocua a la más letal y sangrienta. Se usa en regímenes democráticos y en dictatoriales. Dentro de esta variedad ocupa un aspecto delicado el referente a la rama militar por las connotaciones particulares. En especial las relacionadas al uso de la fuerza y de las armas. Es distinta la delación de un estudiante que delata al compañero con el profesor, por copiarse en un examen, al a la de un delincuente que delata a otro ante un policía para obtener clemencia y/o beneficios procesales, o por “competencia desleal”. En el estamento militar la delación siempre está relacionada a la conjura y eventual alzamiento, ya que el objetivo fundamental es la obtención del poder político.
En la dictadura de Juan Vicente Gómez hubo diversas conjuras militares debeladas por el sapeo milico. El dictador cobró con sangre los intentos precursores de golpes de estado y no ya de revoluciones arcaicas con generales y coroneles, “chopo e’ piedra”,alzados con sus peonadas. La muerte del capitán Alvarado Franco y los hechos relacionados al alzamiento cívico militar del Cuartel San Carlos en 1928 así los demostraron.
En octubre de 1945 y por sapeo milico se detuvo al entonces mayor Marcos Pérez Jiménez. Esa detención ocasionó la revuelta victoriosa del 18 de Octubre, al dársele cumplimiento al compromiso adquirido de que si era hecho preso algún comprometido, el alzamiento debería hacerse de manera inmediata.
En el trienio 1945-1948 hubo muchas conjuras y alzamientos. Algunos denunciados mediante sapeo, otros sorpresivos y uno victorioso, el del 24 de noviembre de 1948.
En la década de 1948-1958 hubo a su vez muchas conjuras, todas abortadas por el sapeo milico. Tres militares fueron vilmente asesinados. El capitán Juan Bautista Rojas fue fusilado en el cuartel de Maturín-1° de octubre de 1952- luego del alzamiento. El capitán Wilfrido Omaña –24 de febrero 1953– fue emboscado alevosamente y cosido a disparos, luego del sapeo de un teniente que lo cito premeditadamente al sitio de la muerte y el teniente León Droz Blanco –11 de junio de 1954– fue muerto a tiros, con premeditación y por la espalda, en Colombia por un esbirro de la SN. La intentona fallida del 1° de enero de 1958 –luego que el CNE de la época, había dictaminado el triunfo dictatorial en el plebiscito celebrado15 días antes– había sido sapeada parcialmente y tomó por sorpresa al dictador. Se detuvo equivocadamente al general Hugo Fuentes en vez del comandante Hugo Trejo, ya que la SN-el Sebin de la actualidad- sabía que el jefe de la conspiración se llamaba Hugo, pero desconocía el apellido. El desenlace victorioso fue el 23 de enero. Luego de los acontecimientos, alrededor de un centenar de oficiales y suboficiales que habían sido detenidos, pasados a retiro y disponibilidad, fueron reincorporados a la FAN con todos sus derechos.
Los años 1958 a 1965 hubo conspiraciones militares y alzamientos que fueron derrotados –Carupanazo, Porteñazo, Barcelonazo y otros– el sapeo fue la modalidad determinante para la reducción de los alzados.
En 1986, luego de aparente tranquilidad cuartelaría, hubo un intento para derrocar al presidente Lusinchi mediante la movilización de tanques al MRI y el cabecilla, un Teniente Coronel, fue reducido y pasado a retiro. No hubo sapeo aunque si la falta de determinación del resto de los conjurados.
El año 1992 presentó dos conjuras y el alzamiento respectivo –4 de febrero y 27 de noviembre– cuyo sapeo no ocasionó la debelación, aunque si el intento fallido cruento, por la actitud de sobreestimación que de su peso político ostentaba el presidente Pérez.
El año 1993 desplegó una conspiración en ciernes que nunca fue abortada con detenciones, ni culminó con el alzamiento, aunque si sapeada por los milicos de entonces y quedó “in pectore” en los propiciadores y conjurados.
Desde el año 2002 a la fecha los venezolanos hemos estado informados oficialmente de una suerte de “conspiración militar en pleno desarrollo” que ha ocasionado la detención y el exilio de diversos oficiales y de civiles. Además del novedoso “alzamiento” de militares desarmados en la Plaza Altamira, en una manera muy sui generis de protesta cívica. No ha habido ningún acto de levantamiento cuartelario, aunque si la detención a granel de militares aparentemente conspiradores que han sido objeto de raros sapeos reiterativos.
Los hechos de abril de 2002 y la aparición de Carmona “El breve”, no fue propiamente producto de un golpe de estado tradicional, sino la congruencia de una masa civil en actitud de protesta ciudadana jamás vista en la historia republicana y la negativa de militares conscientes de proceder a reprimirla a sangre y fuego. Los acontecimientos y la circunstancia de que “se le solicito la renuncia, la cual aceptó” están frescos en la memoria de los compatriotas. Allí no hubo sapeo, puesto que la magnitud de la congregación popular fue un hecho notorio que desencadenó de manera previsible los eventos.
Desde el pasado año hemos constatado la detención de oficiales generales, superiores y subalternos-activos y en retiro- producto del sapeo milico. Todos sin comando de tropas y denunciados por aparentes razones fútiles, coactivas, y/o de delitos comunes. En su mayoría, producto de provocaciones e inducciones fríamente calculadas para atrapar incautos y algunas bajo la infame figura de procurar la simulación torpe de hechos punibles. La finalidad parece obvia. Aparentemente, (en febrero de 2015), un teniente coronel activo, detenido y juzgado desde el pasado año, por la Corte Marcial de la Fuerza Armada Nacional, por el delito de dilapidación de fondos de esa institución, relato su participación en reuniones conspirativas -¿Conspiraba y/o se enriquecía?-. De esa procaz declaración y quizás otras –producto de tortura y/o viveza para mitigar la pena derivada por cometer esa fechoría, que no tiene nada que ver con lo conspirativo y político- deviene el juicio incoado a Ledezma y a incoar contra Borges, Machado y compañía.
Ante el descontento popular que ya sobrepasa el rango del ochenta por ciento de los venezolanos, al régimen solo le queda la opción de cerrar la vía democrática –con maniobras, provocaciones y decisiones torticeras de órganos complacientes de la justicia- e instrumentar como su único sustento de hecho, el producto de la unión agavillada de milicos & colectivos armados, actuando todos en una especie de sociedad en “comandita simple”, anudados en urdimbre pestilente, con los poderes públicos conformados de manera irregular (Salas Constitucional, Electoral y Penal del TSJ, CNE, FGR, CGR y DP) constituyéndolos, por consecuencia, en ilegítimos.
Que este nuevo “aldabonazo” haga repensar a quienes dentro de la oposición –de manera tozuda y acomodaticia- aún consideran pertinente y viable que la solución de la Crisis Nacional, pasa por la alcabala babosa a que nos hemos referido en diversas oportunidades, para concurrir con gríngolas y nariceados a la elección parlamentaria en ciernes para otorgarle la legitimidad y apariencia democrática al régimen, que tanto la necesita a nivel nacional e internacional.
También han existido sapeos civiles en el terreno político, muy viles, que ocasionaron así mismo hechos cruentos en la historia republicana venezolana, pero será en otra ocasión cuando podamos referirnos a ellos.
Lo cierto es que en materia de delaciones y sapeos milicos, ahora con “patriotas cooperantes”, fabulados o no, se cumple el estribillo del viejo tango-bolero “la historia vuelve a repetirse”.
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