Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 18 de octubre de 2012

Rómulo Betancourt y Hugo Chávez, para mi, comenzaron su misión de vida Venezuela con sendos golpes de Estado. Henrique Capriles no...Su liderazgo obedece a una nueva Venezuela...Hugo Chávez finaliza el ciclo de los caudillos, a Betancourt lo absolvió la historia ¿qué pasará con Hugo Chávez cuando sea estudiado objetivamente su gestión de Gobierno?

18 de Octubre 1945


  • El Golpe de Estado de 1945, conocido por sus partidarios como la Revolución de Octubre, fue un golpe de Estado en Venezuelacontra el gobierno del Presidente de la República Isaías Medina Angarita, llevado a cabo por una coalición de las Fuerzas Armadas y el partido político Acción Democrática.
    Tal como comenta el historiador Manuel Caballero, el 18 de octubre de 1945 más que una fecha es una incitación al desencadenamiento de las pasiones. Es por esto que a pesar de los años transcurridos, este acontecimiento que dividió la historia contemporánea venezolana en dos sigue y seguirá generando polémicas, al menos mientras continúen viviendo algunos de sus actores. En este sentido, uno de los aspectos más controversiales en torno a los sucesos de 1945 fue el título de «Revolución» con que los miembros de Acción Democrática bautizaron a lo que no fue más que un golpe de Estado cívico-militar, que tuvo como principales cabecillas a Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez. No obstante, aunque no se pueda afirmar que el 18 de octubre haya sido un proceso revolucionario, sí se puede aseverar que produjo la finalización de una etapa de la historia política de Venezuela iniciada el 22 de octubre de 1899 con la llegada de los Andinos al poder, y el comienzo de otra, en la que estarán presentes nuevos actores.1Más que una oposición entre democracia y dictadura, en los orígenes del 18 de octubre de 1945 se aprecia el enfrentamiento entre dos tendencias democráticas: una gradualista, caracterizada por cierta desconfianza en torno a la madurez política de la población para ejercer sus derechos políticos, representada en el Medinismo; y la otra más radical y populista, fiel creyente en las capacidades de toma de decisión de los sectores más populares de la sociedad, representada por Betancourt y sus compañeros de partido. En cuanto a Isaías Medina Angarita, tenemos que éste, una vez que accede al poder el 5 de mayo de 1941, buscó distanciarse de su mentor político, Eleazar López Contreras, constituyendo una organización partidista propia llamada Partido Democrático Venezolano (PDV), lo que indicaba además su intención de enfrentarse a sus adversarios en su propio terreno. Asimismo, trató de arrancarle algunas de sus banderas, anunciando desde noviembre de 1942 una nueva política petrolera, haciendo aprobar una Ley de Reforma Agraria, adoptando una política internacional antifascista e iniciando también una espectacular política de obras públicas. Por otro lado, aunque Medina Angarita efectuó una reforma constitucional en abril de 1945 en la cual se otorgaba el voto a los hombres analfabetos y mayores de 21 años para las elecciones parlamentarias, y también a las mujeres bajo las mismas exigencias para la elección de los miembros de los Concejos Municipales, no fue aprobada la elección del presidente de la República por medio de votación universal y directa, lo cual se convirtió en la principal arma política esgrimida en su contra por parte de la oposición.
    Por su parte, Rómulo Betancourt y el partido Acción Democrática (AD) explotaron hábilmente esta situación, haciendo de ella el más evidente símbolo de la contradicción de un gobierno que se pretendía democrático pero que en realidad era, según la opinión de Betancourt, tímidamente liberal. Paralelamente a esta situación, en el ámbito militar se estaba fraguando un movimiento que demandaba la reforma y modernización de las Fuerzas Armadas, aunque en realidad formaba parte de una pugna generacional entre los jóvenes militares de escuela, algunos con brillantes estudios en el extranjero, que veían bloqueadas sus posibilidades de ascenso a los altos mandos militares donde se encontraban enquistados los llamados generales «chopo 'e piedra», viejos jefes militares de escasa formación académica.
    En este contexto, se produjo el contacto entre los descontentos civiles y algunos sectores de las Fuerzas Armadas, gracias a los buenos oficios de Edmundo Fernández, médico caraqueño que estaba ligado familiarmente a uno de los conjurados militares y que además era amigo de Rómulo Betancourt. Una vez facilitada por Fernández la comunicación entre civiles y militares, el entonces Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez y un grupo de suboficiales se reunieron finalmente con Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, a quienes después se unieron Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa. No obstante, pese a las conversaciones llevadas a cabo entre los adecos y los jóvenes oficiales, los primeros desistieron momentáneamente de la aventura golpista al surgir la candidatura de consenso nacional de Diógenes Escalante, quien se comprometió a gobernar por dos años y reformar la Constitución, con la finalidad de establecer el sufragio universal, directo y secreto. Sin embargo, esta opción se frustra al enfermar mentalmente Escalante, ante lo cual Betancourt se niega a aceptar, en las mismas condiciones, la nueva candidatura oficial de Ángel Biaggini en septiembre de 1945. En este punto, el movimiento conspirador ya no podía detenerse.

    Sucesos del 18 de octubre de 1945

    El 17 de octubre de 1945, Medina es informado de los preparativos del complot, lo cual parecía confirmar el mitin realizado el mismo día por Acción Democrática en el Nuevo Circo de Caracas, el cual constituía un virtual llamado a la insurrección. Las órdenes impartidas de acuartelar las guarniciones de Caracas y Maracay y de arrestar a tres de los cabecillas militares (Marcos Pérez Jiménez, Julio César Vargas y Horacio López Conde) desencadenan el alzamiento. En la mañana del 18 de octubre de 1945 estalla la revuelta en la Escuela Militar de La Planicie en Caracas. Por la tarde, la revuelta se había extendido en Caracas a los cuarteles de San Carlos, La Planta y Miraflores, y la guarnición de Maracay. El cuartel de San Carlos es retomado por el Gobierno, mientras se generalizan los tiroteos por las calles de Caracas. En la noche del 18 de octubre, al analizar la situación, Medina se niega a atacar la Escuela Militar por temor a provocar la muerte de los cadetes, muchos de los cuales habían sido sus alumnos años atrás. Por la mañana del 19 de octubre, las noticias de que tanto la aviación como la plaza de Maracay se encontraban en manos de los alzados y de que el Cuartel San Carlos había sido tomado por grupos de civiles insurrectos determinan la decisión de Medina de rendirse. Posteriormente, esa misma noche se constituye en Miraflores una Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, la cual inició una nueva etapa en la vida política del país y para muchos la entrada de Venezuela en el siglo XX.
    • Golpes de Estado en Venezuela
    • Elecciones en Venezuela
    • Para conocer lo que siguió después que es la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez.
    • ya hay un documental, que por cierto es el más visto en el país, hecho por Carlos Oteyza

      Sobre "Tiempos de dictadura"

      Los héroes comunes retratados por Carlos Oteyza me hicieron pensar en los de todos los días

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      MIGUEL ÁNGEL SANTOS |  EL UNIVERSAL
      domingo 9 de septiembre de 2012  12:00 AM
      Alguna vez escuché a Antonio Cova, en los días aciagos que siguieron al referéndum revocatorio de agosto 2004, resaltar las virtudes del venezolano para la resistencia y la lucha, tomando como ejemplo a los héroes de nuestra independencia. Que si somos herederos de quienes recorrieron grandes distancias a caballo con muy pocas certezas, que si lo hicieron ya no por la libertad propia sino por la de nuestros hermanos, que si por esa noble causa pasaron hambre y frío, atravesando la cordillera pobremente equipados. Recuerdo que fue en un foro en un hotel de Puerto La Cruz y también que esa tarde llovía a cántaros. Estos últimos detalles, relativamente irrelevantes, han quedado anclados en mi memoria por otra sensación, esa sí, mucho más duradera. Aquella referencia me ha resultado siempre ajena. Desde un punto de vista puramente conceptual es evidente que la gesta merece atención y a algunos les podría resultar hasta inspiradora. Pero, en mi caso, no viene asociada a ningún sentimiento de pertenencia o proximidad, al menos no más allá de los que evocarían San Martín o el mismísimo Mahatma Gandhi.

      Esa es una sensación que contrasta con el espíritu de resistencia y la inspiración que destila la película documental "Tiempos de dictadura" de Carlos Oteyza. Tengo que reconocer que al menos una fracción de esta divergencia se debe a un hecho cosmético-situacional: Los héroes de "Tiempos de dictadura"no huelen a pulpa de papel, no andaban a caballo ni exhibían patillas, ni portaban uniformes afrancesados. Más aún, algunos de ellos están detrás de mí en la cola de la entrada del cine, o más allá, en la de las cotufas, e inclusive en las butacas de unas filas más adelante ya dentro de la sala. Ahí está Isabel Carmona, luchadora política presa durante la dictadura de Pérez Jiménez, que dio a luz en la cárcel a su tercer hijo, y permaneció allí mientras los dos mayores eran cuidados por familiares. Está Américo Martín, con su sonrisa despistada, y Simón Alberto Consalvi, con una barbita de cuatro días. Aunque no los haya visto por aquí esta noche, hay también testimonios de otras figuras que nos resultan más próximas como Pompeyo Márquez o Teodoro Petkoff. Aún entre los que nos dejaron en aquella época, la memoria de Leonardo Ruiz Pineda, que se mantuvo en la clandestinidad al frente de la Dirección Nacional de AD nada menos que 42 semanas, me resulta mucho más próxima (acaso por cortesía de una amplia avenida que lleva su nombre no lejos de mi hogar en Valencia) que la de cualquier prócer.

      Eventos cruciales 

      Con base en los testimonios y una amplia selección de videos e imágenes de la época (se me ha quedado grabada la imagen de Carlos Delgado Chalbaud dentro del ataúd), acompasados por la voz de Laureano Márquez, la música más apropiada según el espíritu de cada escena y un conjunto de imágenes caricaturescas para identificar los eventos cruciales sobre los cuales no existe memoria visual, Carlos Oteyza le ha entrado de frente a una época que hasta ahora ha sido dominada por la leyenda dorada, para unos, y la leyenda negra, para otros. Aunque a ratos funge como un iluminista, alumbrando de lado y lado, la conclusión es clara y contundente: No tenemos por qué escoger entre la paz social y la libertad.

      Espejo de la época 

      Así, los testimonios se van entretejiendo y confirmando, en algunos casos; contrastando, en otros. Se forma así un espejo de la época que viene a depender de lo que en definitiva depende siempre la historia: de la confluencia de testimonios. Ese espejo no siempre arroja una imagen nítida, no siempre es uniforme, ni tampoco se presta a la conclusión fácil. Dentro del conjunto de testimonios que desfilan por la cinta hay dos lugares extremos que en mi opinión proveen el contexto a todos los demás: El del editor José Agustín Catalá (fallecido en diciembre pasado a sus 97 años) y el de la bailarina Yolanda Moreno. Ambos ilustran dos posiciones distintas, dos lugares en los que la llegada de la dictadura sorprende por azar a los protagonistas. El período de Pérez Jiménez en términos amplios (1948-1958) ocupa entre los 33 y los 43 años del editor del "Libro negro de la dictadura". Por esa osadía Catalá será sometido a las más crueles torturas, que narra con una serenidad e indiferencia que hielan la sangre. A la pregunta final responderá con la misma parsimonia: "Fueron tiempos de infamia". Y luego está Yolanda Moreno. A la incipiente bailarina la dictadura la sorprende en el colegio, su primer testimonio narra de forma divertida cómo recibieron la noticia de volver temprano a casa tras el golpe a Gallegos. Sus recuerdos están impregnados por los juegos y salidas callejeras (un espejo de la seguridad personal que forma parte de la leyenda dorada de la época), de los grandes desfiles de Carnaval ("en aquellos años el país entero se había convertido en un enorme desfile"), de las grandes fiestas navideñas que en 1952 distrajeron la atención del pueblo del fraude electoral perpetrado contra Jóvito Villalba. A la pregunta final responderá: "Fueron tiempos de arte". Este contraste es esencial tanto para el ritmo como para la honestidad de la película, y encierra una decisión esencial que todos, una que ya unos en mayor grado que otros, de forma explícita o dejándose llevar de a poco, hemos ido tomando con el paso de los años: ¿Hasta qué punto debemos sacrificar nuestros principios, nuestras opiniones, nuestro deseo de ser libres, a cambio de la tranquilidad, de la comodidad, de la protección de nuestro patrimonio? "En aquella época el que no desfilaba, aplaudía". La dictadura de Pérez Jiménez es particularmente ilustrativa de este dilema, toda vez que la feroz represión fue acompañada de una fenomenal expansión económica como producto del ingreso petrolero (como destaca la pe- lícula, Venezuela se convirtió en aquellos años en el mayor exportador de petróleo del mundo, mientras su economía se ubicaba entre las de mayor crecimiento en el planeta). Esa prosperidad económica la encarnan en la pe- lícula los emigrantes que, como mi padre, llegaron a Venezuela en la primera parte de los años cincuenta. "Fueron años de trabajo, de riqueza".

      Memoria visual 

      Este contraste tácito es un buen ejemplo de cómo Carlos Oteyza ha conseguido destilar de los testimonios y la memoria visual de aquella época, lecciones que siguen estando muy vigentes. Allí está el fracaso de las iniciativas independientes de partidos políticos diezmados y muy mal coordinados. La imagen todopoderosa que presentaba Pérez Jiménez y la desesperanza de los dirigentes políticos venezolanos tanto aquí como en el exilio hacia finales de 1957, a días de caer el régimen (Rómulo Betancourt llegaría entonces a decir que Venezuela se aproximaba hacia una nueva era gomecista, pero su testimonio no forma parte de la película). La presión sobre los empleados públicos. "En aquellos años se demostró que militarizar a los civiles era mucho más fácil que civilizar a los militares".

      Y llego así a mi reflexión final. Decía el Emperador Adriano en su carta a Marco Antonio (refiriéndose a Trajano) que "mucho nos cuesta percibir y reconocer la verdadera grandeza entre quienes coinciden con nosotros en la época y el camino". Esos héroes relativamente comunes que ha retratado Carlos Oteyza me hicieron pensar en los héroes de todos los días, en los de nuestro tiempo, en los que han sacrificado lo más valioso que tienen, a fin de cuentas sus días y su tiempo, para mantener viva esa llama que nos alumbre mientras damos nuestra particular resistencia, nuestro esfuerzo por evitar deslizarnos hacia nuevos tiempos de oscuridad. 

      @miguelsantos12

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