Hacia el despertar femenino y la protección de la Madre Tierra
La chamana chilena Luzclara Camús está en Paraná por un taller de sanación femenina. Asegura que hoy está ingresando energía femenina al planeta y propone las maneras de aprovecharla
“En este momento hay un gran despertar de lo femenino y estamos respondiendo en masa”, sostuvo la reconocida chamana chilena Luzclara Camús, líder ceremonial y terapeuta de sonidos sagrados.
De visita en Paraná, asegura que las mujeres vivieron durante miles de años en un sistema patriarcal y tuvieron que desarrollar su parte masculina para subsistir, trabajar y competir, esa es la razón por la que olvidaron su esencia femenina.
Pero hoy se vive un proceso de cambio: “Dicen los antiguos que cada dos mil y tantos años, cambia la energía que ingresa al planeta. La energía masculina (Yang) entra por la cordillera del Himalaya y la energía femenina (Yin) lo hace por la cordillera de Los Andes. Estamos en un momento en que ha entrado la energía femenina, esto no quiere decir que es exclusivamente para las mujeres, es para todos, pero son las cualidades femeninas las que están desarrollándose ahora”, consideró Luzclara.
Un ejemplo de ello es la participación que están teniendo las mujeres en la vida diaria y en cualquier evento que se realice. Incluso “en África, si están cortando los árboles, las mujeres se encadenan a los mismos para impedirlo”, señaló para evidenciar.
La experta visita hasta hoy la capital entrerriana en el marco de una actividad de sanación femenina que denomina Recuperando el Poder de la Madre Tierra, en la cual Luzclara Camus guía un taller de sanación, una ceremonia de Machitun y un temazcal de luna, actividades exclusivamente femeninas. También se convocó a los hombres que deseen sanar las heridas masculinas, para que todos tengan un espacio de sanación interior.
Las mujeres de hoy están en la búsqueda de nuevos arquetipos que las representen para poder reencontrarse con su propia sabiduría dormida desde hace siglos, recuperando saberes ancestrales que las conectan con la Madre Tierra, que les permitan generar nuevos caminos hacia la salud física, emocional y espiritual, de manera integral.
Su femenino sagrado
Luzclara se definió como una mujer chilena, dedicada a los artes chamánicos, terapista, consejera femenina y codirectora de una escuela chamánica femenina en Chile.
“Una de mis actividades principales es mi trabajo con las mujeres, emponderándolas, ayudándolas a encontrarse con su femenino sagrado y sus raíces en la tierra. Esto, a través de encuentros en círculos, ceremonias con las lunas, con las diferentes estaciones, para lograr ponerla en contacto con lo que están sucediendo en el Universo”, especificó.
Conexión con la Madre Tierra
Luzclara es líder entre las mujeres de su país y viaja por Europa, Estados Unidos y América Latina para dictar los talleres.
Su experiencia le indica que “hay una gran conexión de la mujer con la Tierra no sólo desde lo espiritual, también desde lo ecológico. Estamos respondiendo a toda la destrucción y el pillaje que nuestra Madre sufre, defendiéndola”.
Una cuestión que Luzclara recalcó, en este contexto de cambio que se está dando, es que las mujeres no mandan sus hijos a la guerra. “Ya no queremos más guerras. Desde la parte femenina siento que se viene un cambio muy grande en el planeta”.
Describiendo a la Tierra como un ser vivo, la terapista sostiene la necesidad de protegerla y limpiarla. “Tenemos que aprender a escuchar el mensaje de la Madre Tierra, que nos reclama un cambio de conciencia. No podemos hacerla pedazos, si es que queremos dejarles algo a las generaciones futuras”, aseguró.
Volver a unirse
La chilena consideró que la mujer se alejó de su ser femenino al separarse de las otras mujeres.
“Antiguamente vivíamos todas juntas en tribu, nos relacionábamos, ayudábamos y cuidábamos entre todas a los hijos. Al quedarse cada una en su casa, con su fuego propio, y relacionándose sólo con el hombre y con su familia en la vida cotidiana, llegamos a estar muy distintas y dejamos de sentirnos identificadas, entonces empezamos a dudar de nosotras mismas, empezamos a ponernos tristes, neuróticas”, señaló en calma.
Por esto consideró que lo importante ahora es volver a unirse. “De hecho los círculos femeninos se están ya reuniendo, y está pasando que nos comenzamos a identificar nuevamente, estamos comenzando a reafirmar nuestra esencia femenina porque somos todas iguales”.
Luzclara propone que las mujeres retomen el hábito de reunirse, aunque sea una vez al mes, con sus amigas y conversar sobre lo que les pasa, lo que sienten, que se congreguen para pedir por la familia y por sus seres queridos.
Luzclara llega a la capital entrerriana en días previos al XXV Encuentro Nacional de Mujeres que se llevará a cabo del 9 al 11.
Destacó la importancia del encuentro y de la organización femenina para defender sus derechos, pero recalcó que estas reuniones están impregnadas de política y no se habla de lo espiritual.
“No se habla allí de nuestras menstruaciones, de lo que nos pasa espiritualmente cuando llega la menopausia, de los rituales, de lo que sucede a la mujer cuando se convierte en madre. Falta anexarle a estos encuentros lo espiritual y corresponde a estas mujeres que están en el camino llevar estos temas”, indicó.
Un sueño le indicó el camino por transitar
Luzclara tuvo que enfermarse del riñón para empezar a sanar a otros. En el exilio que vivió en Estados Unidos desde 1973 la trataron con acupuntura y tras esa iniciación en medicina oriental se puso a estudiar la técnica de las agujas. “Durante la dictadura militar la pasé muy mal. Hice mucho trabajo político, era una revolucionaria atea. Llegó un momento en que me enfermé mucho”, relató.
De vuelta a Chile en 1981, soñó que una machi, a la que nunca había visto, le decía: “En tus manos tienes el espíritu”.
Al año siguiente dice que vio a la machi Antonia Lincolaf tal como aparecía en su sueño. En seguida la indígena mapuche la inició en técnicas de sanación con hierbas y ceremonias rituales. Además de lo que le enseñó su maestra, aprendió de chinos y tibetanos, de indígenas de Norteamérica, del Perú y la Amazonia. Cuando comprendió la completa relación entre cuerpo, emoción y espíritu, cambió su vida y no dejó de estudiar jamás. “Me di cuenta que estaba luchando por la paz, por lo tanto era una contradicción. Ahora me doy cuenta que la pasión y la dedicación es la misma, sigo siendo una revolucionaria pero las herramientas no son las mismas, son las del espíritu”, aseguró.
En Chile, donde reside permanentemente, realiza temazcales, danzas, ceremonias con tambores y sonidoterapia. Además, desde hace 25 años convoca a mujeres (y algunos hombres que se han ido acercando) a un círculo de hermanas para celebrar lo femenino. Cuando se enferma, ella misma busca salud en hierbas, piedras, naturaleza, magia, canto, danza, agua, fuego, risa, meditación, yoga y fe.
“A los 35 años tuve como un despertar a todo esto, pero siento que siempre lo supe, que hay una fuente a la que puedo ir y siempre encuentro la respuesta”.
Como consejo, Luzclara recomienda que se simplifique la vida. “Cuidemos cómo estamos viviendo, separando la basura, pasemos más tiempo en contacto con la naturaleza, con la familia, los hijos, las amistades, abramos nuestra creatividad y soñemos en poder amar, crear y compartir”, concluyó.
De visita en Paraná, asegura que las mujeres vivieron durante miles de años en un sistema patriarcal y tuvieron que desarrollar su parte masculina para subsistir, trabajar y competir, esa es la razón por la que olvidaron su esencia femenina.
Pero hoy se vive un proceso de cambio: “Dicen los antiguos que cada dos mil y tantos años, cambia la energía que ingresa al planeta. La energía masculina (Yang) entra por la cordillera del Himalaya y la energía femenina (Yin) lo hace por la cordillera de Los Andes. Estamos en un momento en que ha entrado la energía femenina, esto no quiere decir que es exclusivamente para las mujeres, es para todos, pero son las cualidades femeninas las que están desarrollándose ahora”, consideró Luzclara.
Un ejemplo de ello es la participación que están teniendo las mujeres en la vida diaria y en cualquier evento que se realice. Incluso “en África, si están cortando los árboles, las mujeres se encadenan a los mismos para impedirlo”, señaló para evidenciar.
La experta visita hasta hoy la capital entrerriana en el marco de una actividad de sanación femenina que denomina Recuperando el Poder de la Madre Tierra, en la cual Luzclara Camus guía un taller de sanación, una ceremonia de Machitun y un temazcal de luna, actividades exclusivamente femeninas. También se convocó a los hombres que deseen sanar las heridas masculinas, para que todos tengan un espacio de sanación interior.
Las mujeres de hoy están en la búsqueda de nuevos arquetipos que las representen para poder reencontrarse con su propia sabiduría dormida desde hace siglos, recuperando saberes ancestrales que las conectan con la Madre Tierra, que les permitan generar nuevos caminos hacia la salud física, emocional y espiritual, de manera integral.
Su femenino sagrado
Luzclara se definió como una mujer chilena, dedicada a los artes chamánicos, terapista, consejera femenina y codirectora de una escuela chamánica femenina en Chile.
“Una de mis actividades principales es mi trabajo con las mujeres, emponderándolas, ayudándolas a encontrarse con su femenino sagrado y sus raíces en la tierra. Esto, a través de encuentros en círculos, ceremonias con las lunas, con las diferentes estaciones, para lograr ponerla en contacto con lo que están sucediendo en el Universo”, especificó.
Conexión con la Madre Tierra
Luzclara es líder entre las mujeres de su país y viaja por Europa, Estados Unidos y América Latina para dictar los talleres.
Su experiencia le indica que “hay una gran conexión de la mujer con la Tierra no sólo desde lo espiritual, también desde lo ecológico. Estamos respondiendo a toda la destrucción y el pillaje que nuestra Madre sufre, defendiéndola”.
Una cuestión que Luzclara recalcó, en este contexto de cambio que se está dando, es que las mujeres no mandan sus hijos a la guerra. “Ya no queremos más guerras. Desde la parte femenina siento que se viene un cambio muy grande en el planeta”.
Describiendo a la Tierra como un ser vivo, la terapista sostiene la necesidad de protegerla y limpiarla. “Tenemos que aprender a escuchar el mensaje de la Madre Tierra, que nos reclama un cambio de conciencia. No podemos hacerla pedazos, si es que queremos dejarles algo a las generaciones futuras”, aseguró.
Volver a unirse
La chilena consideró que la mujer se alejó de su ser femenino al separarse de las otras mujeres.
“Antiguamente vivíamos todas juntas en tribu, nos relacionábamos, ayudábamos y cuidábamos entre todas a los hijos. Al quedarse cada una en su casa, con su fuego propio, y relacionándose sólo con el hombre y con su familia en la vida cotidiana, llegamos a estar muy distintas y dejamos de sentirnos identificadas, entonces empezamos a dudar de nosotras mismas, empezamos a ponernos tristes, neuróticas”, señaló en calma.
Por esto consideró que lo importante ahora es volver a unirse. “De hecho los círculos femeninos se están ya reuniendo, y está pasando que nos comenzamos a identificar nuevamente, estamos comenzando a reafirmar nuestra esencia femenina porque somos todas iguales”.
Luzclara propone que las mujeres retomen el hábito de reunirse, aunque sea una vez al mes, con sus amigas y conversar sobre lo que les pasa, lo que sienten, que se congreguen para pedir por la familia y por sus seres queridos.
Luzclara llega a la capital entrerriana en días previos al XXV Encuentro Nacional de Mujeres que se llevará a cabo del 9 al 11.
Destacó la importancia del encuentro y de la organización femenina para defender sus derechos, pero recalcó que estas reuniones están impregnadas de política y no se habla de lo espiritual.
“No se habla allí de nuestras menstruaciones, de lo que nos pasa espiritualmente cuando llega la menopausia, de los rituales, de lo que sucede a la mujer cuando se convierte en madre. Falta anexarle a estos encuentros lo espiritual y corresponde a estas mujeres que están en el camino llevar estos temas”, indicó.
Un sueño le indicó el camino por transitar
Luzclara tuvo que enfermarse del riñón para empezar a sanar a otros. En el exilio que vivió en Estados Unidos desde 1973 la trataron con acupuntura y tras esa iniciación en medicina oriental se puso a estudiar la técnica de las agujas. “Durante la dictadura militar la pasé muy mal. Hice mucho trabajo político, era una revolucionaria atea. Llegó un momento en que me enfermé mucho”, relató.
De vuelta a Chile en 1981, soñó que una machi, a la que nunca había visto, le decía: “En tus manos tienes el espíritu”.
Al año siguiente dice que vio a la machi Antonia Lincolaf tal como aparecía en su sueño. En seguida la indígena mapuche la inició en técnicas de sanación con hierbas y ceremonias rituales. Además de lo que le enseñó su maestra, aprendió de chinos y tibetanos, de indígenas de Norteamérica, del Perú y la Amazonia. Cuando comprendió la completa relación entre cuerpo, emoción y espíritu, cambió su vida y no dejó de estudiar jamás. “Me di cuenta que estaba luchando por la paz, por lo tanto era una contradicción. Ahora me doy cuenta que la pasión y la dedicación es la misma, sigo siendo una revolucionaria pero las herramientas no son las mismas, son las del espíritu”, aseguró.
En Chile, donde reside permanentemente, realiza temazcales, danzas, ceremonias con tambores y sonidoterapia. Además, desde hace 25 años convoca a mujeres (y algunos hombres que se han ido acercando) a un círculo de hermanas para celebrar lo femenino. Cuando se enferma, ella misma busca salud en hierbas, piedras, naturaleza, magia, canto, danza, agua, fuego, risa, meditación, yoga y fe.
“A los 35 años tuve como un despertar a todo esto, pero siento que siempre lo supe, que hay una fuente a la que puedo ir y siempre encuentro la respuesta”.
Como consejo, Luzclara recomienda que se simplifique la vida. “Cuidemos cómo estamos viviendo, separando la basura, pasemos más tiempo en contacto con la naturaleza, con la familia, los hijos, las amistades, abramos nuestra creatividad y soñemos en poder amar, crear y compartir”, concluyó.
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