Conviene principiar estas líneas exponiendo un criterio que defina lo que entendemos por cultura. En efecto, mucho se ha hablado y otro tanto se ha escrito para definir el término en cuestión.

El Carabobeño 11 octubre 2012

Martha Barroeta || Taller de Fantasía

Cultura, ¿para quién?

Conviene principiar estas líneas exponiendo un criterio que defina lo que entendemos por cultura. En efecto, mucho se ha hablado y otro tanto se ha escrito para definir el término en cuestión.

La cultura es una noción profundamente relacionada con las vivencias del hombre y de los pueblos. No tan sólo con sus bienes materiales. La cultura es herencia social y naturaleza humana, sueños colectivos, aspiraciones, mitos, artes, artesanía tipos de pensamiento, técnicas, folklore, relaciones entre los hombres.

No significa refinamiento ni educación elevada. La cultura no es sinónimo de educación elevada ni mucho menos de poder de adquisición de bienes de consumo. Por ej.: Un campesino analfabeta y desasistido puede ser un creador de cultura superior a un habitante de la urbe.

Ser culto, pertenecer a una cultura y acción cultural, son conceptos harto distintos de los que se vulgariza con el uso diario de esos términos.

Hoy como ayer tan sólo minorías civilizadas se interesan por la existencia cultural, viven la cultura.

Una de las tareas fundamentales de la inteligencia cultural consistiría en sobreponer a los estímulos mercantiles, valoraciones espirituales, sentido de lo gratuito, ansias de superación.

Nuestro Estado necesita de una verdadera cruzada cultural con objetivos muy concretos; podríamos proponer los siguientes: 1.- Combatir la inapropiada utilización del lenguaje; 2.- Propiciar el desarrollo orgánico de las masas populares; 3.- Encausar la rebeldía juvenil hacia metas superiores- excluyendo, claro está el mercantilismo- y; 4.-

Crear instrumentos adecuados para fomentar el desarrollo de una conciencia cultural.

La cultura nace de abajo hacia arriba. Es un producto colectivo. No puede ser impartida como la enseñanza. De allí que la verdadera y legítima función de los organismos culturales oficiales debería consistir en coordinar, alentar y propiciar lo que se produce espiritualmente en el medio social antes que competir con ello y, sobreponerse a esa expansión frágil y natural que es en definitiva el verdadero sentido en que prende la existencia de la cultura.

Nota final: Si fuéramos cultos, cada diccionario debería encabezarse con los vocablos en puras mayúsculas, tamaño gigante: Amor y respeto... Amor y respeto hacia ti y los demás, procurando mejorar constantemente nuestra persona, armonizando la materia con el espíritu.

mebarroeta@hotmail.com