Lectura Tangente
Notitarde 23/02/2013 La novela se está escribiendo
Soledad Morillo Belloso (*)
Puede ser que algo de cordura se nos vuelva a instalar en el país. Que la gente normal y corriente se dé cuenta que cerrar los ojos no hace que la cruda realidad desaparezca. Que poner la música a todo volumen no genera que los ruidos se disuelvan por efecto del sonido. Que al meternos la mano en el bolsillo nos percatemos que el Gobierno se cogió en un solo día la mitad de nuestros ya muy devaluados cobres.
El Presidente llegó. Nadie confiable lo ha visto. Si no quieren cámaras en el cuarto del enfermo, pase, lo acepto. Un Gobierno medianamente sensato hubiera pedido al Cardenal Urosa que fuera a verlo y luego se convirtiera en el mejor vocero, uno de indiscutible credibilidad. Segura estoy que en su eminencia privaría el más alto nivel de respeto. Pero el odio se come a la lógica.
Creo sí que en el gobierno de Maduro hubo un destello de inteligencia. Entendieron que no podían seguir permitiendo que Chávez fuese un rehén de los Castro, siendo ellos los que hasta imponían derechos de visita. Así, nomás pudieron, lo montaron en un avión y pa' Caracas. Habrán pensado -con harta razón- que secuestrado Chávez por los cubanos, el control del diagnóstico y el pronóstico estaba en otros y no en quienes firman la chequera de un país con un Gobierno buchón y un pueblo empobrecido. Los más deteriorados por la estancia de Chávez en Cuba eran por cierto MADURO & CIA.
No sé cuál es la situación de salud del Presidente. Creo que seguramente un conjunto de médicos, venezolanos, de toda confianza e intimidad de Maduro, está evaluando la situación. Cuando esos médicos tengan el panorama más claro, informarán a Maduro y entonces habrá elementos certeros para tomar la decisión. Si Chávez está desahuciado, si ya no hay nada que hacer, la pregunta será cuánto tiempo de vida le queda. Si es poco, menos de 12 meses, estaremos en este limbo gubernamental hasta que se produzca el deceso. Si resulta que puede durar más, entonces les conviene la juramentación, legalización del gabinete, renuncia, juramento del Vicepresidente y convocatoria a elecciones. Descarto, por improbable, una recuperación total de Chávez. Y cualquier escenario contará con la bendición y legitimación del Tribunal Supremo de Justicia.
Así, todo depende del tiempo. En un sentido, Maduro quiere elecciones lo antes posible, antes que le caiga encima el lodazal de impopularidad por causa del atroz paquetazo rojo. Pero por otra parte, que el tiempo corra le permite a Nicolás asentarse en el partido como líder sucesor e instalar en la mente del electorado eso que llaman el Chavismo sin Chávez. De hecho, lo que hace unos treinta días se veía endeble, hoy no se ve para nada quebradizo. Este tiempo sin Chávez le ha permitido a Maduro adueñarse de la escena gubernamental, apropiarse de las pantallas de televisión y los micrófonos, estar en primera plana y posicionarse en la opinión pública. Entonces, es una decisión difícil y compleja la que tiene entre manos el Vicepresidente. Necesita al partido de su lado, limar asperezas y suavizar todos los callos. Y en eso ha avanzado mucho. Ahora necesita minimizar el efecto de las medidas económicas. Para eso necesita verter plata a chorros en esos programas sociales que producen rédito electoral relativamente rápido. Y lo tiene que hacer con el reloj en contra, antes que la inflación se mastique hasta el aire.
Tampoco la tiene fácil la oposición. Nada de andar por ahí creyendo en pajaritos preñados y sentenciar que esto es pan comido. No basta con declarar que de ser necesario un comicio presidencial, "estamos listos y preparados". En el imaginario popular, un candidato necesita serlo, abiertamente. Con eslogan, jingle, canciones, afiches, cuñas, chistes, frases memorables, programa de gobierno y agenda. Es decir, en campaña. Si el candidato es Capriles -y a Dios le pido que así sea- pues Henrique tiene que agarrar calle, rehacer el camino, patearse el país entero, organizar y liderar los equipos. Porque obras son amores y no alcanza con las buenas razones, máxime cuando se está en oposición y se está desafiando a un Gobierno que si bien tiene deudas monumentales, posee una cantidad astronómica de plata para meterla en un campaña hiperpopulista. Hay que destapar los recuerdos y rehacer el discurso. Y entender que con caminotearse Miranda no basta y menos ahora cuando 20 estados tienen gobernadores oficialistas que le harán la contra.
Si aquí hay que convocar elecciones, el proceso electoral de julio para alcaldes y concejales puede ser "reconvertido" en uno presidencial sin mayor inconveniente técnico. Entonces el CNE está en posición ventajosa. Hallándose listo para unos comicios tan enrevesados como las municipales, los cambios que habría de hacer para un proceso presidencial serían "papita". Así que es de tontos y torpes suponer que por allí van las debilidades.
Y en el medio de todo, la Semana Santa…
A esta novela le faltan un montón de capítulos.
El Presidente llegó. Nadie confiable lo ha visto. Si no quieren cámaras en el cuarto del enfermo, pase, lo acepto. Un Gobierno medianamente sensato hubiera pedido al Cardenal Urosa que fuera a verlo y luego se convirtiera en el mejor vocero, uno de indiscutible credibilidad. Segura estoy que en su eminencia privaría el más alto nivel de respeto. Pero el odio se come a la lógica.
Creo sí que en el gobierno de Maduro hubo un destello de inteligencia. Entendieron que no podían seguir permitiendo que Chávez fuese un rehén de los Castro, siendo ellos los que hasta imponían derechos de visita. Así, nomás pudieron, lo montaron en un avión y pa' Caracas. Habrán pensado -con harta razón- que secuestrado Chávez por los cubanos, el control del diagnóstico y el pronóstico estaba en otros y no en quienes firman la chequera de un país con un Gobierno buchón y un pueblo empobrecido. Los más deteriorados por la estancia de Chávez en Cuba eran por cierto MADURO & CIA.
No sé cuál es la situación de salud del Presidente. Creo que seguramente un conjunto de médicos, venezolanos, de toda confianza e intimidad de Maduro, está evaluando la situación. Cuando esos médicos tengan el panorama más claro, informarán a Maduro y entonces habrá elementos certeros para tomar la decisión. Si Chávez está desahuciado, si ya no hay nada que hacer, la pregunta será cuánto tiempo de vida le queda. Si es poco, menos de 12 meses, estaremos en este limbo gubernamental hasta que se produzca el deceso. Si resulta que puede durar más, entonces les conviene la juramentación, legalización del gabinete, renuncia, juramento del Vicepresidente y convocatoria a elecciones. Descarto, por improbable, una recuperación total de Chávez. Y cualquier escenario contará con la bendición y legitimación del Tribunal Supremo de Justicia.
Así, todo depende del tiempo. En un sentido, Maduro quiere elecciones lo antes posible, antes que le caiga encima el lodazal de impopularidad por causa del atroz paquetazo rojo. Pero por otra parte, que el tiempo corra le permite a Nicolás asentarse en el partido como líder sucesor e instalar en la mente del electorado eso que llaman el Chavismo sin Chávez. De hecho, lo que hace unos treinta días se veía endeble, hoy no se ve para nada quebradizo. Este tiempo sin Chávez le ha permitido a Maduro adueñarse de la escena gubernamental, apropiarse de las pantallas de televisión y los micrófonos, estar en primera plana y posicionarse en la opinión pública. Entonces, es una decisión difícil y compleja la que tiene entre manos el Vicepresidente. Necesita al partido de su lado, limar asperezas y suavizar todos los callos. Y en eso ha avanzado mucho. Ahora necesita minimizar el efecto de las medidas económicas. Para eso necesita verter plata a chorros en esos programas sociales que producen rédito electoral relativamente rápido. Y lo tiene que hacer con el reloj en contra, antes que la inflación se mastique hasta el aire.
Tampoco la tiene fácil la oposición. Nada de andar por ahí creyendo en pajaritos preñados y sentenciar que esto es pan comido. No basta con declarar que de ser necesario un comicio presidencial, "estamos listos y preparados". En el imaginario popular, un candidato necesita serlo, abiertamente. Con eslogan, jingle, canciones, afiches, cuñas, chistes, frases memorables, programa de gobierno y agenda. Es decir, en campaña. Si el candidato es Capriles -y a Dios le pido que así sea- pues Henrique tiene que agarrar calle, rehacer el camino, patearse el país entero, organizar y liderar los equipos. Porque obras son amores y no alcanza con las buenas razones, máxime cuando se está en oposición y se está desafiando a un Gobierno que si bien tiene deudas monumentales, posee una cantidad astronómica de plata para meterla en un campaña hiperpopulista. Hay que destapar los recuerdos y rehacer el discurso. Y entender que con caminotearse Miranda no basta y menos ahora cuando 20 estados tienen gobernadores oficialistas que le harán la contra.
Si aquí hay que convocar elecciones, el proceso electoral de julio para alcaldes y concejales puede ser "reconvertido" en uno presidencial sin mayor inconveniente técnico. Entonces el CNE está en posición ventajosa. Hallándose listo para unos comicios tan enrevesados como las municipales, los cambios que habría de hacer para un proceso presidencial serían "papita". Así que es de tontos y torpes suponer que por allí van las debilidades.
Y en el medio de todo, la Semana Santa…
A esta novela le faltan un montón de capítulos.
Lectura Tangente
Notitarde 23/02/2013 La disciplina del silencio
Víctor Maldonado
Chávez está preso de sus propias maquinaciones. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está, cómo está y si finalmente tiene conciencia suficiente como para gobernar el país. A su alrededor se ha construido una inmensa pared de eufemismos que ocultan mucho más de lo que dicen, que lo protege del escrutinio público y que permite a sus fideicomisarios el hacer y deshacer invocando su nombre y mostrando pruebas espurias de su supuesta conformidad con lo que están decidiendo. Es lo que los expertos militares llamarían una sofisticada operación psicológica que tiene como objetivos el contrarrestar cualquier posibilidad de saber la verdad, que solo ellos conocen, y el distraer la atención social para evitar que los verdaderos problemas del país sean apropiadamente considerados.
América Latina es el continente de las telenovelas dramáticas y de esos programas televisivos en los que la miseria humana se exhibe frente a un panel que supuestamente administra esa justicia que en la vida real y cotidiana de las gentes no existe o no es accesible. Por estos lares estamos acostumbrados a compensar buena parte de nuestras carencias sociales con lo que ocurre en la pantalla sin pensar que la realidad tiene mayores condiciones y profundidad que lo que puede mostrar una cámara. A veces no nos percatamos que esa falsa realidad no es otra cosa que una puesta en escena en la que la simplicidad y la banalidad se entretejen para hacer creíble una contienda en la que los villanos son de temer y los buenos siempre se muestran ingenuos y desvalidos, aunque al final sean éstos los que terminen ganando.
Por eso es fácil montar una operación psicológica. Es muy fácil partir de una mentira y comenzar a desgranar falsas evidencias allí donde se quiere colocar la atención del público. Una foto, por ejemplo, confunde a la audiencia y la pone a discutir sobre su validez, mientras que en ese mismo instante están devaluando la moneda y perdiendo el control sobre el costo de la vida. La trama continúa cuando alguien deja colar que una enfermera lo vio caminando a la entrada del hospital. Nuevamente el colectivo concentra todas sus disquisiciones en determinar si entró caminando o corriendo y cuál chaqueta y de qué color estaba usando en ese momento. Y como está concentrado en esas lides olvidan que esa semana ingresaron a las morgues de nuestras ciudades poco más de trescientos sesenta víctimas de la violencia. Al rato un mandatario suramericano anuncia que viene al país a ver a su amigo el Presidente, y entonces la gente olvida que alguna vez tuvo dudas sobre si efectivamente llegó. Todos pendientes de si Evo va o no va al hospital militar mientras que en otros centros asistenciales médicos, paramédicos y enfermos salen a las calles para protestar un servicio envilecido por las carencias, los salarios escuálidos y la inseguridad desbordada.
La cámara entonces da cuenta de una nueva solicitud al TSJ para nombrar una Junta Médica. De inmediato sale un jerarca del régimen y deja colar que en la próxima sesión de la Asamblea Nacional van a desenmascarar las sinvergüencerías de la oposición y a mostrar a esos empresarios corruptos que han dejado al país sin azúcar y papel higiénico. De nuevo la gente se olvida de lo principal y vuelve sus miradas a la continuación del circo, esta vez en la parte procaz, cuando los payasos incapacitados de provocar siquiera una sonrisa, comienzan a desnudarse para mostrar sus cuerpos deformes por los rigores de una mala vida. Mientras eso transcurre los presos políticos lucen olvidados y dejados a su propia suerte y la gente no cae en cuenta que las empresas de Guayana siguen hundiéndose en una crisis sin fin que le cuesta al fisco millardos de dólares que para colmo no tenemos.
De repente alguien comienza a referirse en tiempo pasado cuando alude al comandante. Un pequeño error en el guión, un salto emocional que puede tener consecuencias que de inmediato son contrarrestadas con una buena ráfaga de artillería populista. Sale Maduro inaugurando la era digital desde Casalta III y deja colar que Globovisión no tiene cabida en la nueva época de la televisión venezolana. Y de nuevo la gente se olvida que la pregunta originaria es otra.
Todas las noches, con disciplina militante se produce una cadena oficial en la que poco a poco se van fundiendo las voces y mensajes de Hugo y su supuesto sucesor, dejando la impresión que son una sola entidad y que por lo tanto la revolución continúa campante a pesar de la ausencia presidencial. Como ocurre con todas las operaciones de contrainteligencia, también en esta oportunidad se ha impuesto con tenacidad y violencia la disciplina del silencio. Nadie habla al respecto. Todos están resumidos al guión, a repetir miles de veces el mismo argumento y a intentar salvarse una vez más de una realidad que sin embargo se muestra implacable en el esfuerzo de señalarles que ellos, fuera de las cámaras, son responsables de un país destrozado, corrompido, envilecido y confiscado.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
América Latina es el continente de las telenovelas dramáticas y de esos programas televisivos en los que la miseria humana se exhibe frente a un panel que supuestamente administra esa justicia que en la vida real y cotidiana de las gentes no existe o no es accesible. Por estos lares estamos acostumbrados a compensar buena parte de nuestras carencias sociales con lo que ocurre en la pantalla sin pensar que la realidad tiene mayores condiciones y profundidad que lo que puede mostrar una cámara. A veces no nos percatamos que esa falsa realidad no es otra cosa que una puesta en escena en la que la simplicidad y la banalidad se entretejen para hacer creíble una contienda en la que los villanos son de temer y los buenos siempre se muestran ingenuos y desvalidos, aunque al final sean éstos los que terminen ganando.
Por eso es fácil montar una operación psicológica. Es muy fácil partir de una mentira y comenzar a desgranar falsas evidencias allí donde se quiere colocar la atención del público. Una foto, por ejemplo, confunde a la audiencia y la pone a discutir sobre su validez, mientras que en ese mismo instante están devaluando la moneda y perdiendo el control sobre el costo de la vida. La trama continúa cuando alguien deja colar que una enfermera lo vio caminando a la entrada del hospital. Nuevamente el colectivo concentra todas sus disquisiciones en determinar si entró caminando o corriendo y cuál chaqueta y de qué color estaba usando en ese momento. Y como está concentrado en esas lides olvidan que esa semana ingresaron a las morgues de nuestras ciudades poco más de trescientos sesenta víctimas de la violencia. Al rato un mandatario suramericano anuncia que viene al país a ver a su amigo el Presidente, y entonces la gente olvida que alguna vez tuvo dudas sobre si efectivamente llegó. Todos pendientes de si Evo va o no va al hospital militar mientras que en otros centros asistenciales médicos, paramédicos y enfermos salen a las calles para protestar un servicio envilecido por las carencias, los salarios escuálidos y la inseguridad desbordada.
La cámara entonces da cuenta de una nueva solicitud al TSJ para nombrar una Junta Médica. De inmediato sale un jerarca del régimen y deja colar que en la próxima sesión de la Asamblea Nacional van a desenmascarar las sinvergüencerías de la oposición y a mostrar a esos empresarios corruptos que han dejado al país sin azúcar y papel higiénico. De nuevo la gente se olvida de lo principal y vuelve sus miradas a la continuación del circo, esta vez en la parte procaz, cuando los payasos incapacitados de provocar siquiera una sonrisa, comienzan a desnudarse para mostrar sus cuerpos deformes por los rigores de una mala vida. Mientras eso transcurre los presos políticos lucen olvidados y dejados a su propia suerte y la gente no cae en cuenta que las empresas de Guayana siguen hundiéndose en una crisis sin fin que le cuesta al fisco millardos de dólares que para colmo no tenemos.
De repente alguien comienza a referirse en tiempo pasado cuando alude al comandante. Un pequeño error en el guión, un salto emocional que puede tener consecuencias que de inmediato son contrarrestadas con una buena ráfaga de artillería populista. Sale Maduro inaugurando la era digital desde Casalta III y deja colar que Globovisión no tiene cabida en la nueva época de la televisión venezolana. Y de nuevo la gente se olvida que la pregunta originaria es otra.
Todas las noches, con disciplina militante se produce una cadena oficial en la que poco a poco se van fundiendo las voces y mensajes de Hugo y su supuesto sucesor, dejando la impresión que son una sola entidad y que por lo tanto la revolución continúa campante a pesar de la ausencia presidencial. Como ocurre con todas las operaciones de contrainteligencia, también en esta oportunidad se ha impuesto con tenacidad y violencia la disciplina del silencio. Nadie habla al respecto. Todos están resumidos al guión, a repetir miles de veces el mismo argumento y a intentar salvarse una vez más de una realidad que sin embargo se muestra implacable en el esfuerzo de señalarles que ellos, fuera de las cámaras, son responsables de un país destrozado, corrompido, envilecido y confiscado.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
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