Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

miércoles, 13 de febrero de 2013

La ausencia del Papa no conlleva el desgobierno en la Iglesia católica. Durante la sede vacante nadie ejercerá el poder espiritual del Santo Padre ni sus poderes administrativos, pero desde el momento en que Benedicto XVI abandone el Ministerio Petrino -el 28 de febrero- tres cuerpos administrarán la vida del cristianismo católico en todo el mundo, resaltaba el diario español ABC.


Tres entes administrarán el Vaticano hasta la elección papal

Benedicto XVI no desempeñará rol en liderazgo de la Iglesia tras su renuncia.

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Vista de varios edificios del Vaticano reflejados en un charco (Efe)
EL UNIVERSAL
martes 12 de febrero de 2013  09:01 AM
Ciudad de Vaticano.- Cuando el papa muere o renuncia, la Iglesia católica queda acéfala. En el llamado "régimen de sede vacante" toma el timón el colegio cardenalicio, pero sus poderes se limitan a tramitar los asuntos pendientes y organizar el cónclave encargado de elegir al sucesor. Otras funciones le están vedadas expresamente.

La ausencia del Papa no conlleva el desgobierno en la Iglesia católica. Durante la sede vacante nadie ejercerá el poder espiritual del Santo Padre ni sus poderes administrativos, pero desde el momento en que Benedicto XVI abandone el Ministerio Petrino -el 28 de febrero- tres cuerpos administrarán la vida del cristianismo católico en todo el mundo, resaltaba el diario español ABC.

En Roma, el Colegio cardenalicio mantendrá una reunión diaria en el que se adoptarán distintas decisiones relativas al gobierno de la Iglesia. La gestión de la reunión quedará a cargo del camarlengo -Tarcisio Bertone- y de tres cardenales electores escogidos por sorteo para turnos de tres días.

El camarlengo es la versión vaticana del "kamerling" o ayudante de cámara de los reyes francos, que guarda los bienes durante la transición.
En el seno de la Curia romana sólo se mantiene en el cargo el vicesecretario de Estado -o sustituto -, el responsable de Asuntos Exteriores, los nuncios y los secretarios de los dicasterios -que gestionaran los asuntos de trámite-. Por otra parte los obispos de todo el mundo -la Curia diocesana- continuarán gobernando sus diócesis.

Por otro lado, Benedicto XVI se retirará por completo de cualquier rol en el liderazgo de la Iglesia Católica después de su renuncia y no tomará parte en la elección de un sucesor, dijo el martes el portavoz del Vaticano.

"El Papa ha dicho en su declaración que usará su tiempo para orar y reflexionar y que no tendrá responsabilidad alguna en la dirección de la Iglesia ni en deberes administrativos o de Gobierno. Esto está absolutamente claro y es el sentido de la renuncia", dijo el padre Federico Lombardi a periodistas en el Vaticano, indicó Reuters.

Disposiciones claras
En su carta apostólica "Universis Dominici Gregis" (1996), el fallecido Juan Pablo II actualizó las disposiciones vaticanas que regulan el interregno y el procedimiento de elección papal, fijando hasta los menores detalles.

Inmediatamente después de la muerte o la renuncia, se precinta el despacho del papa y se sellan sus aposentos privados. Los cardenales prefectos y el cardenal secretario de Estado renuncian a sus cargos, resaltó Efe.

Para elegir al nuevo sucesor de San Pedro deberán congregarse en Roma los cardenales del mundo entero menores de 80 años, 118. El cónclave, asamblea de cardenales herméticamente cerrada (con clave = con llave), tiene lugar en la Capilla Sixtina.

Los pactos electorales están prohibidos y los purpurados, que se alojan en la Casa Santa Martha, una nueva mansión de huéspedes vaticana modernamente acondicionada en el interior del Vaticano, tienen que jurar secreto absoluto sobre las deliberaciones.

En principio, cualquier sacerdote puede ser elegido papa, pero desde hace siglos los cardenales eligen siempre a uno de los suyos. Además, la elección no podrá tener lugar por aclamación, por disposición expresa de Juan Pablo II en la carta apostólica.

El cónclave deberá convocarse no antes de 15 días y no después de veinte días desde el fallecimiento del Papa. Para preservar al máximo el sigilo de las deliberaciones, antes del cónclave la Capilla Sixtina será rastreada centímetro a centímetro por los especialistas para detectar posibles micrófonos o "espías electrónicos" ocultos.

Mientras dure la reunión, los cardenales asistentes tienen prohibido leer periódicos y ver la televisión. Tampoco podrán escribir ni recibir cartas ni hablar por teléfono.

Para la elección no hay candidatos previos. Nada más comenzar el cónclave cada cardenal escribe en una papeleta, a ser posible desfigurando la letra, el nombre de su favorito. Mediante este procedimiento, en el curso de las sucesivas votaciones van configurándose las mayorías.

Después de cada dos votaciones, las papeletas de voto se queman. El papel se mezcla con pez, una sustancia que al arder despide un intenso humo negro. Cuando los habitantes de Roma ven salir humo negro por una chimenea conectada al tubo de una estufa de la Capilla Sixtina saben que aún siguen sin papa.

Si pasados tres días aún no hay resultados, las votaciones se interrumpen por un día, como máximo, para que los cardenales puedan orar y mantener "diálogos sin compromiso" con otros purpurados. Después de 28 votaciones, ya no se exige la mayoría de dos tercios de votos, sino que bastará con la mayoría absoluta.

Inmediatamente después de ser elegido, el nuevo pontífice escoge el nombre oficial que va a usar durante su reinado y de la chimenea sale humo blanco, signo para la población de que ya hay otro Obispo de Roma. A continuación, el nuevo papa es presentado a la población desde el balcón del Vaticano con la consagrada fórmula latina "Habemus Papam" ("tenemos papa").

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