La crisis del aparato cultural del Gobierno central
El Nacional, viernes 14 de junio de 2002
La atención por parte del Estado de los asuntos de la cultura nacional se remonta al sigloXIX y, en particular, al empeño de Antonio Guzmán Blanco por «modernizar» el país. Ejemplos de sus realizaciones culturales son, por sólo citar tres, la transformación urbana y arquitectónica del centro de Caracas; la Exposición Conmemorativa del Centenario del Natalicio del Libertador, en 1883, que da inicio al culto bolivariano en el país, y el contrato firmado con el maestro Martín Tovar y Tovar para la realización de la galería de próceres de la patria y los plafones del Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo.
La larga dictadura gomecista no se distinguió por hacer del Estado un actor cultural decisivo, pero esa tendencia la revirtió el sucesor López Contreras con la construcción de los museos, la creación de la Revista Nacional de Cultura, en 1939, para sólo citar dos realizaciones que dan fe de su vocación cultural. Entre los hitos posteriores esplenden el célebre Festival Folklórico del Nuevo Circo organizado por Juan Liscano, con motivo de la toma de posesión de la Presidencia por parte de Rómulo Gallegos, en 1948, y la creación del Inciba, en 1965. El último año del gobierno de Raúl Leoni arroja tres importantísimos logros culturales en los que la mano de Simón Alberto Consalvi, como presidente del Inciba, estuvo presente: la creación de Monte Ávila Editores, en abril de 1968, la fundación de la revista Imagen, en el mismo año, y la primera convocatoria del Premio Internacional de Novela «Rómulo Gallegos». Ni el primer gobierno de Caldera, ni el segundo, se distinguieron por su feracidad cultural.
El primer gobierno de Pérez es determinante para comprender el actual aparato cultural del Estado. No solo porque entonces se le encargó a Juan Liscano la creación del Conac, sino porque se crearon muchos de los entes tutelados adscritos a este instituto autónomo y, además, se inauguró la política de subsidios culturales que reciben instituciones de naturaleza privada por parte del Estado. De modo que el aparato cultural atendido presupuestariamente por el Gobierno central se conforma mayoritariamente en aquel quinquenio de la «Gran Venezuela», bien sea en su vertiente de ente tutelado o en la de subsidio. En aquellos años se fundaron la Galería de Arte Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo, hoy Sofía Imber, Fundarte, la Biblioteca Ayacucho, las orquestas nacionales juveniles, el Centro de Estudios Latinoamericanos «Rómulo Gallegos», entre otras instituciones.
En el período de Luis Herrera Campíns se concluyó el Teatro «Teresa Carreño» y el edificio que el Centro Simón Bolívar construyó para el Ateneo de Caracas, además de haberse organizado las celebraciones del Bicentenario del Natalicio del Libertador. Durante el gobierno de Jaime Lusinchi, y la presidencia del Conac de Ignacio Iribarren Borges, se produjo la primera crisis del modelo de subsidios culturales, cuando el Conac intervino desmesuradamente, según los afectados, en el radio de acción de sus subsidiados, en particular en el recordado caso de Manuel Jacobo Cartea y el Ateneo de Caracas. Aquella primera crisis ya era síntoma de algo.
Durante el segundo gobierno de Pérez el ministro Abreu adelantó una reforma del sector que le otorgó mayor autonomía a los entes tutelados, convirtiéndolos en fundaciones y alcanzó el presupuesto más alto de su historia. En 1992, el llamado sector cultura ascendió hasta 0,90 % del presupuesto nacional, acercándose al 2% recomendado por la Unesco. A partir del segundo gobierno de Caldera el porcentaje no ha hecho otra cosa que reducirse, hasta este Gobierno, en el que ha llegado a los niveles más bajos que se recuerden.
Al margen de la coyuntura actual, perfectamente previsible, dadas las características del Gobierno, lo cierto es que una de las discusiones centrales que tiene que dar el «sector cultura» del Estado es la de las fuentes de financiamiento del aparato cultural del Gobierno central. Para ello lo primero que debe clarificarse es si los entes tutelados por el Conac y algunos otros subsidiados revisten alguna importancia para los planes de desarrollo de la nación que el Gobierno contempla. Ustedes saquen sus propias conclusiones.
Si la respuesta que demos los venezolanos, al margen de la coyuntura gubernamental, es que sí queremos sostener las instituciones culturales del Estado, pues hay que buscar soluciones de inmediato para su mantenimiento, de lo contrario, continuarán languideciendo como viene ocurriendo desde hace meses. Si está situación está planteada con el barril de petróleo alrededor de 22 dólares, imagínense qué sería de ellas si estuviese alrededor de 10 dólares, como en años pasados. El tema está sobre la mesa: ¿queremos instituciones culturales públicas o no? Si la respuesta es sí, pues la manera de tratarlas no es la que este Gobierno les ha dispensado. La discusión está abierta y emprenderla es urgente. Ya hay instituciones en las que los empleados no han cobrado su sueldo en un mes, la semana que viene es posible que algunas no tengan con qué pagar la luz. ¿Nos quedamos de brazos cruzados?
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