Lectura Tangente
Notitarde 12/04/2014 La venganza de Fidel
Antonio Sánchez García
"Han
tenido que renunciar a construir el socialismo en el sentido exacto del
término tal como fue inventado en el siglo XIX y aplicado en el XX. Ese
socialismo, el único auténtico, ha muerto".Jean François Revel, La Gran Mascarada.
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En un artículo de Elisabeth Burgos publicado en la Revista Zeta, de Caracas, el 21 de marzo pasado, además de analizar el efecto que podría haber causado en el propio Castro la incisiva y valiente misiva que la diputada María Corina Machado le dirigiese personalmente (http://abcblogs.abc.es/bochinche-venezolano/2012/01/31/maria-le-responde-a-fidel-castro/) adelanta un juicio que además de constituir un grave señalamiento respecto del talante del liderazgo venezolano tradicional, desvela una de las taras más nefastas de la actual situación político ideológica de Venezuela y toda la región: "El castrismo ya es parte de la estructura mental del comportamiento político del latinoamericano, de allí el milagro que significa el surgimiento en Venezuela de una generación de jóvenes libres de esa tara congénita…La rebelión ciudadana que desde febrero ha tomado las calles del país ha desplazado radicalmente las piezas del tablero y ha demostrado un hecho de suma importancia histórica. En Venezuela ha surgido una oposición que ya no es rehén del castrismo." (http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2014/04/elizabeth-burgos-el-crimen-de-maria.html).
Ambas afirmaciones: la del condicionamiento del pensamiento político latinoamericano por el castrismo y la caracterización de sus élites en calidad de "rehenes del castrismo" resultan incluso inofensivas ante una realidad cuando menos escandalosa: todos los actuales presidentes de los países de la región fueron, han sido y seguramente siguen siendo castristas. De allí que lo de rehén no alcance a expresar en su verdadera dimensión la gravedad del momento histórico político que vive la región: el dominio incontestable de la hegemonía castrista, así se haya acoplado a las circunstancias concretas y se matice en función de los datos socioeconómicos y políticos de la región. Con una salvedad de extrema importancia, que es preciso considerar para comprender la extrema gravedad de la situación de exterminio en que se encuentra Venezuela: nuestro país ha sido excluido de las "bondades" del capitalismo globalizado con el que en su vertiente más socialdemócrata los integrantes del Foro de Sao Paulo han tratado a Brasil, a Chile, a la Argentina, incluso a Bolivia y el Ecuador. Venezuela ha sido castigada por los Castro a ser sistemáticamente saqueada y destruida.
¿Cuáles ha sido las razones para ese trato discriminatorio?
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Para comprender esa exclusión de Venezuela de las bondades del capitalismo socialdemocrático con las que ex castristas militantes como Lula da Silva, Dilma Rousseff, Michelle Bachelet, Pepe Mujica, Rafael Correa e incluso Evo Morales consienten a sus países, hay que comprender en toda su magnitud otra aseveración del importante artículo de Elisabeth Burgos: "Fidel Castro es paciente en el odio y la revancha siempre termina tomándola".
Con Venezuela, ese odio y esa revancha, que le fuera servida casi bíblicamente en bandeja de plata por un militar felón que le cayó prácticamente del cielo, llamado Hugo Rafael Chávez Frías, ha tardado medio siglo, más exactamente 47 años si contamos a partir de la ominosa y apabullante derrota militar que sufrieran sus mejores y más distinguidos comandantes de élite en el teatro de operaciones de las guerrillas castristas en la Venezuela de los sesenta -Falcón y Miranda, principalmente- y que vieran escaparse con la cola entre las piernas, gravemente enfermos y al borde de la desesperación nada más y nada menos que a Arnaldo Ochoa Sánchez, posteriormente condecorado como héroe en Ogadén, elevado a la gloria como el general victorioso de todas las batallas africanas y finalmente fusilado por sus propios compañeros de guerrillas en Venezuela: Ulises Rosales del Toro y Tomás Menéndez "Tomasevich", que desembarcaran por Machurucuto el 7 de mayo de 1967 convencidos de que venían a dar un paseo y conquistarían el poder en unos pocos meses de escaramuzas con unos ejércitos tan cobardes, coruptos y decadentes como los batistianos.
No tuvieron ocasión de participar en una sola batalla de importancia: antes de que abrieran sus mochilas y prepararan sus kalaschnikof habían sido cruelmente hostigados por una selva como ellos no conocieran en Cuba, pasaron hambre y fatigas inenarrables, se los comió la gastroenteritis y la leihmaniasis y no hicieron más que escapar por los inhóspitos montes venezolanos acosados por los cazadores del ejército. No les dieron tregua ni respiros. Y en vez de ser ellos los acosadores, tal como dictan las leyes de las guerrillas, fueron ellos los acosados. Sin encontrar un campesinado que los recibiera en gloria y majestad, como se los prometiera la izquierda castrista venezolana, sino unos humildes trabajadores rurales comprometidos con su recién conquistada democracia. Vinieron por lana y salieron trasquilados. Si quiere enterarse con sus propios ojos del puesto que ocupaban todos ellos en la élite guerrera y belicista cubana, que consulte Dulces guerreros cubanos, de Norberto Fuentes. Y si el tema de la invasión de Cuba a Venezuela por Falcón y Machurucuto les interesa, que consulte La invasión de Cuba a Venezuela, de mi autoría sobre el relato del comandante guerrillero Héctor Pérez Marcano. El fiasco de los gloriosos generales de Fidel Castro en Venezuela demostró que sus recientes hazañas en la Sierra Maestra, en donde no se encuentra una serpiente venenosa ni en un serpentario, y frente a unos ejércitos corrompidos hasta la médula y desprovistos de todo respaldo nacional e internacional, estaba más cerca de la comedia que le montara Fidel Castro a los reporteros estrellas de los grandes medios norteamericanos que de la realidad de una guerra de carne y hueso, como vino a conocer por primera vez en Venezuela.
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En los primeros escarceos de intervencionismo en Venezuela, luego de su catastrófico encuentro con Rómulo Betancourt, que en un tête-à-tête celebrado en Prados del Este, a poco de que éste ganara las elecciones presidenciales, lo midió en minutos de arriba abajo y lo devolvió a La Habana con los bolsillos vacíos y el odio y la ira del despecho contenido en el rostro, sufrió una primera y colosal derrota política, entonces aliado al Partido Comunista Venezolano, que aún no comprendía la dimensión de la victoria de la democracia el 23 de enero de 1958. Quiso boicotear las elecciones presidenciales de diciembre de 1963, para empujar al caos, sembrar la violencia y asaltar el poder como ya lo intentara con sendos cuartelazos en Barcelona y Puerto Cabello. Desembarcó una tonelada de armas, que se les quedaron frías. No sólo fue un fracaso rotundo: la participación electoral superó el 90%. Venezuela se le negaba por las buenas y por las malas.
A ambas graves derrotas, la política del 63 y las militares, particularmente las de las guerrillas de los años 66 y 67, les había precedido una monumental derrota diplomática, impulsada por el mismo Rómulo Betancourt y de imponderables consecuencias históricas: el 31 de enero de 1962 en su reunión cumbre celebrada en Punta del Este, Uruguay, Cuba era expulsada de la OEA. Con el voto en contra de la misma Cuba y la abstención -vaya casualidad- de los países que hoy, con la excepción de México, constituyen el eje medular de Unasur e insisten en mediar en el conflicto que vivimos y ha sido provocada, en rigor, por la propia Cuba castrista: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México. ¿Puede alguien dudar de que en el desvencijado corazón del tirano no arda una inextinguible llamarada de odio y rencor contra el único país latinoamericano que le dio una paliza y hundió su soberbia en el fango de la derrota?
Si Fidel hubiera querido que Venezuela prosperara hasta convertirse en el paradigma perfecto del socialismo modélico, no tenía más que ordenarlo: con los trillones de dólares del petróleo, una población relativamente pequeña para un inmenso territorio atiborrado de riquezas, las fuerzas armadas postradas, todas las instituciones rendidas y un apabullante respaldo popular la Venezuela de Chávez pudo ser el único caso en el mundo en que el marxismo-leninismo-maoismo-castrismo-peronismo-guevarismo-allendismo exhibiera hospitales de lujo, escuelas y universidades computarizadas, autopistas de ensueño, urbanizaciones populares hollywoodenses, empresas mixtas boyantes, transportes dignos de la Tercera Fase, centros turísticos e industriales dignos del Primer Mundo y el logro, al cabo de milenios, de la ansiado utopía celestial sobre la tierra. Si Chile, sin una gota de petróleo, ha alcanzado los 20.000 dólares per cápita, ¿qué se lo impedía a un país dotado de las mayores reservas petrolíferas del planeta?
El proyecto de Fidel se redujo a apoderarse de Venezuela, exprimirle sus riquezas hasta que la vaca petrolera reventara exangüe, reducir a la miseria a sus habitantes para castrarlos humana y políticamente, malversar sus riquezas para expandir su influencia en esta postrer oleada de éxitos regionales antes de su muerte y exhalar su último suspiro con la honda, la celestial satisfacción de haberse vengado de Venezuela y los venezolanos.
La carta de María Corina debe haberlo despertado del ensueño y Elisabeth Burgos ha puesto los puntos sobre las íes: no logrará su propósito. Volverá a ser derrotado en territorio venezolano, como hace medio siglo, a pesar de que hoy todo pareciera jugar a su favor. Desde el Foro de Sao Paulo, la OEA y la Unasur hasta la ominosa complicidad de quienes fueran sus crías de juventud. Salvo la juventud venezolana y sus nuevos liderazgos. Morirá como todos los tiranos que en el mundo han sido: sin lograr convertir al mundo que lo rodea en la imagen perfecta de sus sórdidos caprichos.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs
El crimen de María Corina Machado – Por Elizabeth Burgos
La rebelión ciudadana que desde
febrero ha tomado las calles del país ha desplazado radicalmente las
piezas del tablero y ha demostrado un hecho de suma importancia
histórica. En Venezuela ha surgido una oposición que ya no es rehén del
castrismo. Eximida de esa influencia que ha permeado durante decenios el
modo de pensar y el sentir político de los venezolanos, -(todas las
tendencias políticas confundidas, lo que explica al carácter ambiguo, y
muchas veces incoherente de la oposición)- ha logrado la libertad de
rebelarse y expresar el sentimiento nacional más elemental que anima a
los ciudadanos ante la invasión de otro país que venga a imponer su ley.
La Habana no podía permanecer indiferente. El mantenimiento en el
poder de Nicolás Maduro es un asunto de sobrevivencia. Pese a la
aceleración de las negociaciones de Cuba con la Unión Europea llamadas a
poner término a la “Posición Común” que condicionaba el otorgamiento de
créditos y la apertura de una política de cooperación con la isla, al
respeto de los derechos humanos y a una apertura democrática. La
actividad diplomática desplegada por los gobiernos latinoamericanos en
pro del deconocimiento sin condiciones de la dictadura castrista, al
igual que lo ha hecho por parte de la OEA su Secretario General, José
Miguel Insulza, ha dado sus frutos diplomáticos, pero los frutos que le
den a comer a los cubanos, tardarán algún tiempo. Cuba seguirá
dependiendo de Venezuela.
La dictadura cubana está obligada a proteger el equipo que ha
puesto en el poder. Pero sería ingenuo pensar que los Castro juegan una
sola carta. Nunca lo han hecho. En todas las circunstancias
conflictivas, Fidel Castro, que es un verdadero genio en el arte del
detalle táctico, siempre tiene de reserva varias cartas bajo la manga.
Es indudable, que a los Castro les conviene más mantener en el poder a
un incondicional como Maduro. Han hecho todo lo posible. Creyeron que la
rebelión cesaría tras los certeros disparos en la cabeza.
Para el aparato cubano, es innegable que se está ante un escenario
inédito. La Habana tiene que repararse, porque llegado el caso en que la
situación se haga insostenible y exija de manera ineludible un cambio
de
escenario, Cuba puede perfectamente sacrificar a Maduro. Por
supuesto que el hecho no la tomará desprevenida: tendrá preparadas una,
dos o más cartas de recambio que ya debe estar barajando. De allí que
no sea de excluir en un futuro inmediato, ver en el escenario político
venezolano actitudes titubeantes e incomprensibles, posturas
sorprendentes, alianzas contra natura: en todos esas expresiones
bizarras, lo más seguro es que esté la mano hábil del aparato cubano;
sin excluir que quienes son objeto de la manipulación no se percaten de
ello. No sería la primera vez que lo haga, ni la última, porque
desafortunadamente al castrismo todavía le queda vida por delante en
América Latina.
El castrismo ya es parte de la estructura mental del comportamiento
político del latinoamericano, de allí el milagro que significa el
surgimiento en Venezuela de una generación de jóvenes libres de esa tara
congénita. La arremetida contra María Corina Machado es parte de ese
escenario. En un terreno como el de la oposición, bastante pobre en
ideas y sin un programa político digno de ese nombre, a la que de hecho
el poder muchas veces le ha marcado la agenda, el surgimiento de una voz
que exprese los valores que forjaron el sentimiento de pertenencia a la
nación; que al expresarse toque esas fibras profundas que mueven a los
pueblos a defender el espacio que habitan, perturba el escenario y se
hace necesario excluirla, neutralizarla.
Fidel Castro es paciente en el odio y la revancha siempre termina
tomándola. Difícilmente ha olvidado la osadía de la carta pública que le
envió María Corina Machado, en respuesta a una “Reflexión” de enero
2012 del cubano en donde alababa la “genialidad de Chávez” y reprochaba a
la parlamentaria “la dureza extrema “ con que lo increpó con frases que
“pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría” ante el “insultante
calificativo de ladrón”. La reflexión de Fidel Castro, es una muestra
de la “guataquería”, como llaman los cubanos a la adulancia más
vergonzosa. Consideró que la frase “águila no caza mosca”, era una frase
“elegante y sosegada”, a lo que MCM le responde que se trata de una
grosera manifestación dedesprecio hacia sus interlocutores, y sólo “un
déspota considera que un parlamentario elegido por el pueblo no tiene
credenciales para discutir con el presidente de su país”. Sin embargo,
al referirse al discurso pronunciado por Chávez (Informe a la Nación,
enero 2012) en la Asamblea Nacional y que dio origen a la intervención
de MCM, Fidel Castro, al tratar de alabarlo, se traiciona e incurre en
la manifestación de condescendencia más patética que pueda imaginarse,
al afirmar que “no alcanza a explicarse cómo un soldado de modesto
origen, fuera capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable
talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su
fuerza”.
Para Fidel Castro, el origen modesto no concuerda con el talento.
La reflexión de Fidel Castro, merecería un análisis de texto. No hay
desperdicio, cada palabra tiene su significado, cada frase es un mensaje
destinado a manipular. Quien es un dechado de ambos, trata a Betancourt
de vanidoso e hipócrita. A Pablo Neruda, al que insultó y trató de
agente del imperialismo, lo menciona “insigne y laureado poeta”.
En un párrafo relativo al colombiano Marulanda, vale la pena
citarlo porque expresa a cabalidad la manera cómo el pensamiento de
Castro se inspira de lo militar: a Marulanda, lo considera “valiente y
revolucionario”, pero no coincide con él en su concepción táctica, por
que según Castro dos o tres mil hombres habrían sido suficientes para
derrotar a un ejército regular convencional en Colombia; en cambio
Marulanda, organizó un ejército con “casi tantos soldados como el
adversario” y “eso es sumamente costoso y virtualmente imposible de
manejar; se torna imposible.” De lo cual se infiere, de que para
controlar los movimientos de protesta en un país eminentemente urbano
como Venezuela, es más manejable un ejército integrado por tiradores de
elite, desplazándose en motocicletas. El certero disparo en la cabeza,
revela la doctrina militar que profesa Fidel Castro: lo menos costoso y
que sea lo más eficaz.
Habituado a que jamás nadie lo haya cuestionado, la carta pública
de MCM tiene que haber significado un duro golpe al monumental
narcisismo del cubano. Ella responde punto por punto los
cuestionamientos y la versión de la historia que como de costumbre forja
el cubano. La diputada desmonta la versión ficticia que hizo Chávez en
su presentación de “un país de paz y prosperidad que no existe”. Tal vez
la frase más dura que debe haberlo herido profundamente es cuando le
recuerda al dictador cubano que intervino en Venezuela en los 60,
pretendiendo imponer un régimen como el cubano por lo que “su ataque a
Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está inscrito en la
historia: Betancourt lo derrotó a usted política y militarmente, su
reconcomio por esta fatalidad es evidente”. Le recuerda también la carta
que le envió Castro a Carlos Andrés Pérez desmarcándose del golpe de
Chávez de 1992, lo que demuestra la falta de principios del cubano.
La carta de MCM es un compendio del comportamiento abusivo de
Castro hacia Venezuela, de sus versiones sesgadas de la historia. Una
pieza epistolar de un raro rigor, sin retórica, ni golpes bajos. Los
golpes fuertes son las contundentes verdades que expresa. Una carta
necesaria porque todavía, pese a los acontecimientos recientes, todavía
existen medios, incluso de oposición, que persisten en hablar de la
“supuesta” intervención cubana. En una entrevista periodística a
propósito de las razones que la incitaron a escribir la carta, MCM
declara que lo hizo porque creyó que era “el momento de poner las cosas
claras y demostrarle a esos hombres autoritarios al frente de mi país,
de Venezuela y también el de Cuba, que no les tenemos miedo, que no les
bajamos la cabeza y que no vamos a tolerar más mentiras”.
“He expresado lo que siente la inmensa mayoría de los venezolanos.
Es un tema de dignidad, es un tema de soberanía y un tema de
independencia y ha llegado el momento de llamar a las cosas por su
nombre y que sepan que no les tenemos miedo”. Es por ello que esa carta
tiene un significado histórico profundo, porque abre la senda hacia la
voluntad de sobrepasar el chantaje ideológico del castrismo, a lo que
hasta ahora ningún responsable político venezolano se había atrevido o
haya tenido la iniciativa de hacerlo con ese rigor y eso tiene que
haberlo comprendido perfectamente el estamento cubano. En el momento en
que el poder castrista se percata de que el contenido de lo expresado en
la carta ha cobrado cuerpo y ha tomado la forma de una rebelión civil,
es evidente de que buscarán la manera de callarla. Vale la pena citar en
su integridad el párrafo final: “Comandante Castro, deje de intervenir
en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas
democráticas de Venezuela se lo volverán a hacer entender como hace 50
años”.
Una demostración de rigor y una conciencia firme de fidelidad a los
principio republicanos, he aquí el “crimen” que busca castigar el
presidente de la Asamblea Nacional.
*Periodista venezolana
María le responde a Fidel Castro
Publicado por Ludmila Vinogradoff el ene 31, 2012
La carta es su respuesta por haberla mencionado en las últimas “Reflexiones” que publicó Fidel la semana pasada.
Comandante Fidel Castro
La Habana, Cuba
Sr. Castro,
Me dirijo a usted en la oportunidad de responder a las alusiones que hizo de mí en sus Reflexiones sobre “La Genialidad de Chávez” del 26 de enero pasado.
Me referiré a dos aspectos de su escrito: el que se refiere a mi intervención en la Asamblea Nacional y el relativo a sus opiniones sobre la política venezolana.El presidente
Chávez intentó usar su presentación en la Asamblea para dos propósitos muy evidentes. En primer lugar, para mostrar un país de paz y prosperidad que no
existe. Venezuela, con todos sus recursos humanos y naturales, vive los embates de la pobreza, el crimen y la humillación; en segundo lugar, quiso utilizar a los diputados
de la oposición para mostrar al mundo un juego democrático que ha sido vulnerado por su gobierno, mediante el control abusivo de todas las instituciones del
Estado y la represión hacia la disidencia.
Frente a esta manipulación y la indignación que me produjo, tomé la palabra para denunciar que no existe ese país que describió Chávez y que, por el contrario,
está signado por la escasez y el racionamiento, el crimen desatado y la acción vil e impune del Estado, que roba la propiedad privada mediante la figura
de las expropiaciones. Por eso, cuando pronuncié la frase “expropiar es robar”, los venezolanos en su mayoría, sobre todo los más humildes, se sintieron expresados.
No fueron frases que pusieron a prueba, como usted dice de Chávez, “su caballerosidad y sangre fría”, sino su engaño y el teatro que escenificaba hasta
el momento de mi exposición.
Usted asegura que “solo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de ‘ladrón’ que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente
por las leyes y medidas adoptadas”. Yo dije que expropiar es robar y lo sostengo. Fue el propio presidente Chávez quien se autocalificó de “ladrón” al
asumir personalmente la responsabilidad de las expropiaciones, que son robos apenas revestidos de un barniz jurídico en el régimen actual.
Tan importante es la propiedad que después de medio siglo, Cuba, de la mano de su hermano y Presidente, la ha redescubierto en su programa de reformas.
Tampoco es verdad que, como usted asegura, Chávez “respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”,
y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.”En ese momento el presidente Chávez perdió la compostura, su manoseada frase sobre águilas y
moscas es una grosera manifestación de desprecio hacia sus interlocutores, que fue aderezada con una expresión según la cual yo no tengo “ranking”
para debatir con él. Sólo un déspota considera que un parlamentario elegido por el pueblo no tiene credenciales para discutir con el presidente de su país.
Pero en el fondo tiene razón el Presidente Chavez: él y yo estamos en niveles muy distantes en cuanto a la moral y los principios.
Lo que usted, señor Castro, elude, es que mi interpelación al presidente Chávez expresó lo que un país hastiado de un régimen autocrático quiere decirle. Estas opiniones
suyas no pasarían de ser la consabida lisonja que usted suele prodigar de tiempo en tiempo a Chávez si no fuera porque se atreve a incursionar en el debate
político venezolano, como muestra del intervencionismo sistemático de su gobierno en los asuntos internos de mi país.
Señor Castro, usted intervino en Venezuela en la década de los 60, cuando personal militar a su servicio pretendió imponer un régimen en Venezuela
como el que usted impuso en su país. Las autoridades civiles y las Fuerzas Armadas de entonces lo derrotaron a usted, del mismo modo que las democracias
latinoamericanas lo hicieron en toda la región. Su agresión causó muertes, incluyendo la de tantos jóvenes venezolanos que se hicieron ilusiones con su
revolución. Más adelante, una vez derrotado y abandonado por la Unión Soviética, los demócratas latinoamericanos le abrieron a su régimen las puertas a la comunidad
regional a condición de que iniciara un proceso de democratización. Uno de los que le facilitó ese reingreso fue el presidente Carlos Andrés Pérez, con quien usted
se solidarizó cuando ocurrió el golpe de Estado del teniente coronel Hugo Chávez. Los venezolanos recordamos la carta suya al presidente Pérez en la que le
decía: “En este momento amargo y crítico, recordamos con gratitud todo lo que has contribuido al desarrollo de las relaciones bilaterales entre nuestros
países y tu sostenida posición de comprensión y respeto hacia Cuba. Confío en que la dificultades serán superadas totalmente y se preserve el orden
constitucional, así como tu liderazgo al frente de los destinos de la hermana República de Venezuela”.
Así se desmarcaba usted del golpe de estado de Chávez y expresaba su solidaridad al entonces Presidente, cuando su interés era retornar de algún
modo a la comunidad latinoamericana debido a que los soviéticos habían dejado a su país sin oxígeno.
Sin embargo, más adelante encontraría un nuevo auxilio. Usted se prestó a darle una credencial revolucionaria a quien no habría pasado de ser uno más de los militares
golpistas de América Latina a cambio de recibir colosales recursos de nuestro país que le son negados a los ciudadanos venezolanos. Si en los 60 usted
invadió a nuestro país en contra de la voluntad de su liderazgo civil y de las FAN, ahora lo hace porque el gobierno del presidente Chávez le ha entregado
nuestra soberanía. Su ataque a Rómulo Betancourt no puede ocultar un hecho que está inscrito en la historia: Betancourt lo derrotó a usted política y militarmente,
su reconcomio por esta fatalidad es evidente.
No podía esperarse en sus consideraciones nada distinto al reconocimiento al general Henry Rangel Silva, recientemente promovido al cargo de ministro
de Defensa de Venezuela. Es un militar cuestionado nacional e internacionalmente; en el exterior por supuestos vínculos con la guerrilla y el narcotráfico;
dentro de Venezuela por haber amenazado en no reconocer el triunfo de las fuerzas democráticas en las próximas elecciones. Este oficial no representa
a los militares institucionales de Venezuela, ni la protesta mayoritaria de éstos en contra de la invasión cubana a nuestra FAN.
Usted ha invocado muchas veces como razón de su rebelión en la década de los 50 la intervención de los EEUU en su país durante más de la mitad del siglo XX.
Usted ha sido crítico de la forma en la que los soviéticos, a sus espaldas, negociaron a Cuba en el marco de la Guerra Fría. Muchos cubanos todavía resienten la
grosera participación de los soviéticos en la dirección del Estado cubano durante tres décadas. Usted, que sabe eso, podría imaginarse la indignación que produce
a los venezolanos ver a cubanos enviados por su gobierno en las más altas esferas del Estado, en las instalaciones militares, en el Palacio presidencial,
en los cuerpos de seguridad, en registros y notarías. Imagine la humillación que sienten los oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana al recibir
órdenes de extranjeros como los oficiales cubanos, quienes invaden nuestras instalaciones militares.
Venezuela ha sustituido a la Unión Soviética como sostén de Cuba, mientras aquí hay miles de refugiados que vieron sus viviendas destruirse y el gobierno no ha
hecho nada para remediarles su situación. Su gobierno recibe –que se sepa–más de 110 mil barriles diarios de nuestro petróleo en forma de regalo, supuestamente
compensado con servicios que no valen lo que cuesta producir el petróleo. Su régimen hace triangulaciones de negocios que encarecen lo que Venezuela importa
y les permiten a ustedes una grosera e innecesaria tajada de comisiones. Chávez y ustedes han logrado que lo que ha sido la tradicional amistad entre cubanos y venezolanos,
hoy esté atravesada por el resentimiento y la sospecha. Esa amistad volverá pero una vez que cese la invasión de funcionarios de su país al nuestro.
Usted invocó en su revolución la necesidad de luchar contra los cipayos que en su país propiciaron la intervención foránea durante décadas. Nosotros hoy luchamos
contra los cipayos que en Venezuela han propiciado la intervención del gobierno cubano en la dirección de nuestro Estado y nuestra sociedad.
En el futuro seremos países amigos pero jamás aceptaremos la permanencia del status-quo que les ha permitido la anexión institucional de nuestro
país al suyo. Tenga la seguridad de que mi gobierno estará comprometido con el pleno retorno de la democracia a Cuba.
Comandante Castro, deje de intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas democráticas de Venezuela se lo volverán
hacer entender como hace 50 años.
María Corina Machado
La genialidad de Chávez
Por:
Fidel Castro Ruz
El líder bolivariano fue amable y respetuoso con todos los presentes como es habitual en él. Si alguno le solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le concedía de inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había saludado amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió su informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón” que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas.
Después de cerciorarse sobre el término exacto empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.
Fue una prueba insuperable de mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable estirpe humilde, con emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo que había visto e hizo estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente, que por el estampido de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y muchos de los adversarios del Presidente.
Más de nueve horas invirtió Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que disminuyera el interés suscitado por sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por incalculable número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos problemas en extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que las ideas que deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo aquel soldado de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza.
La política para mí es el combate amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de los publicistas, que tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes, espectadores y lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como le llamen, se empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún respeto; el mismo que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de pensar.
En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos ocurridos durante más de medio siglo, y de observar cada vez con mayores elementos de juicio la azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento humano, uno aprende casi a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.
Promover una Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea. El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la realidad venezolana. En su juventud había sido miembro del Buró Político del Partido Comunista de Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina y el papel del imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de los recursos naturales del continente. No podía ignorar que en un país inmensamente rico como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema pobreza. Los materiales fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas irrebatibles de aquellas realidades.
Como tantas veces ha explicado Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor exportador de petróleo en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a principios del siglo XX intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico que entregó el país a los monopolios extranjeros. Es bien conocido que incalculables fondos salieron para engrosar el patrimonio de los monopolios y de la propia oligarquía venezolana.
A mí me basta recordar que cuando visité por primera vez a Venezuela, después del triunfo de la Revolución, para agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha, el petróleo valía apenas dos dólares el barril.
Cuando viajé después para asistir a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la “moribunda Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el barril, a pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30 desde que el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico del dólar dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con papeles. Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a la economía del imperio y exportadora neta de capital a los países desarrollados y ricos.
¿Por qué predominaron durante más de un siglo estas repugnantes realidades?
Los oficiales de las Fuerzas Armadas de América Latina tenían sus escuelas privilegiadas en Estados Unidos, donde los campeones olímpicos de las democracias los educaban en cursos especiales destinados a preservar el orden imperialista y burgués. Los golpes de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran destinados a “defender las democracias”, preservar y garantizar tan repugnante orden, en alianza con las oligarquías; si los electores sabían o no leer y escribir, si tenían o no viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso carecía de importancia siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese sostenido. Chávez explica esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él lo que ocurría en nuestros países.
Lo que era todavía peor, el carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la explotación y el uso del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y la formación de especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible de las mismas para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo superior de subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través de mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y determina políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de torturas se trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a los que se rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y explotación.
A pesar de eso, no pocos oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas, intentaron valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de nuestras luchas por la independencia.
En Argentina, Juan Domingo Perón, oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una política independiente y de raíz obrera en su país. Un sangriento golpe militar lo derrocó, lo expulsó de su país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973. Años más tarde, bajo la égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder, asesinaron, torturaron y desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no fueron siquiera capaces de defender el país en la guerra colonial contra Argentina que Inglaterra llevó a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el esbirro Augusto Pinochet, con su cohorte de oficiales fascistas formados en la Escuela de las Américas.
En Santo Domingo, el Coronel Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco Alvarado; en Panamá, el General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y oficiales que sacrificaron sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las conductas traidoras personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias tiranías de Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los militares revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados en detalles, y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos educados en política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.
Sin embargo, hay que ver hasta donde son capaces de llegar por los senderos de la revolución hombres de tendencia honesta, que repudian la injusticia y el crimen.
Venezuela constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los militares revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón Bolívar.
Chávez, un militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente inagotable de inspiración, Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos [...] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad…”
“… de Bolívar -dijo- se puede hablar con una montaña por tribuna [...] o con un manojo de pueblos libres en el puño…”
“… lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía.”
Más de medio siglo después el insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar un poema que Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:
“Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
‘Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’.”
Pero el líder bolivariano no se limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas no se hacen esperar. Los países caribeños de habla inglesa, a los que modernos y lujosos buques cruceros yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en sus hoteles, restaurantes y centros de recreación, no pocas veces de propiedad extranjera pero que al menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela el combustible suministrado por ese país con facilidades especiales de pago, cuando el barril alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.
El pequeño Estado de Nicaragua, patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la Agencia Central de Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de ser rescatado de una prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por drogas que costó miles de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha recibido el apoyo solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la historia de este hemisferio.
El ruinoso Acuerdo de Libre Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina, como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo es, sino también en un gigantesco mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.
Los automóviles de uso y otros bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como los campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece, jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas están perdiendo ya la vida cada año.
No es posible analizar la Revolución Bolivariana sin tomar en cuenta estas realidades.
Las fuerzas armadas, en tales circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y desgastadoras guerras.
Honduras no es un país industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor de drogas, sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por violencia a causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una importante base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos. Lo que allí ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el dantesco cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir. Entre ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra muy distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.
Aludiendo a la misteriosa computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a partir del ataque organizado y suministrado por ellos en pleno territorio ecuatoriano, que asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes latinoamericanos desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de estupefacientes del mundo: Estados Unidos.
Nunca hablé con Marulanda, pero sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a conocerlo bien. Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre valiente y revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no coincidía con él en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres habrían sido más que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a un ejército regular convencional. Su error era concebir un ejército revolucionario armado con casi tantos soldados como el adversario. Eso era sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar.
Hoy la tecnología ha cambiado muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha también cambian. De hecho el enfrentamiento de las fuerzas convencionales, entre potencias que poseen el arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que poseer los conocimientos de Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos para comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar el planeta.
A pesar de todo, sostengo el deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre, buscar soluciones que le permitan una existencia más razonada y digna.
Desde que conocí a Chávez, ya en la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del gobierno de Pastrana, siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y facilitó las reuniones entre el gobierno y los revolucionarios colombianos que tuvieron por sede a Cuba, entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y no una rendición.
No recuerdo haber escuchado nunca a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la paz, ni tampoco mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él aprecia particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela y todos se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y el pueblo de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.
Deseo expresar mi solidaridad y estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas, y recién designado Ministro para la Defensa de la República Bolivariana. Tuve el honor de conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en Cuba. Pude apreciar en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez modesto. Escuché su discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.
Dirigió la organización del desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza militar latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros ejércitos hermanos.
Los yankis nada tienen que ver con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.
Es sumamente injusto criticar a Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas que allí se exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a un país hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar por los senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador, “…la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.
Todo nos une más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han impuesto durante 200 años.
Fidel Castro Ruz
Enero 25 de 2012
8 y 32 p.m.
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