Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 2 de junio de 2014

A l@s Licencia@s Florencia Fuentes, Eloy Cabaña, Ana Gorrín, María Marcano Millán, Yomaira de Petit y sra. Luisa de Bencomo integrantes del extinto Departamento "Centro Bibliográfico Venezolano" de la Biblioteca Nacional caraqueña, donde fuimos formados y trabajamos para rescatar la memoria hemerobibliográfica del país, preservarla y difundirla, como un recuerdo a esos hermosos años que compartimos entre 1970-74 cuando me trasladé a Valencia para continuar mi "sueño" allí aprendido. Aqui logré publicar la Bibliografía del Estado Carabobo en dos tomos, producto de 10 años de investigación acompañada por el Prof. Rafael López Risso, la cual por intrigas y puñaladas traperas quedó en manos de unos cuantos elegidos. El comienzo feliz en 1970 concluyó en un inmenso desencanto, y más ahora que veo que el país se hundió por sus propias iniquidades y traiciones con nombre y apellido.

El centenario de un libro erudito

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Cuando Manuel Segundo Sánchez pone el punto final a su Bibliografía venezolanista, poco antes de 1914, no podía imaginar que su obra haría historia en los espacios del libro y del estudio sobre el país. La Empresa El Cojo la publicaría en Caracas, el fatídico año en que comenzaría la “Gran Guerra” para las naciones civilizadas del mundo. El público estudioso, en la apacible capital de Venezuela de aquellos días, acogería con beneplácito la aparición de este libro, cuyo subtítulo, “Contribución al conocimiento de los libros extranjeros relativos a Venezuela y sus grandes hombres, publicados o reimpresos desde el siglo XIX”, rubrica el sentido de una investigación rara y compleja: reunir las referencias de las obras que han observado al país desde la fascinación y la crítica.
Heredero de los impulsos precursores que en este arte de referir el valor de los libros tuvo la Venezuela del siglo XIX, principalmente en los nombres nobiliarios de Adolfo Frydensberg (“Materiales para la bibliografía nacional”, 1895) y de Adolfo Ernst (“Catálogo de la Biblioteca de la Universidad de Caracas”, 1875), Sánchez va a superarlos en rigor investigativo y en pulcritud descriptiva. En críptica procesión están allí también los nombres de Arístides Rojas y Manuel Landaeta Rosales, entre otros. Con veneración religiosa, los cultores posteriores de la ciencia bibliográfica van a arribar a sus aguas de sapiencia y pasión por los libros para conocer los títulos de la venezolanidad en la mirada foránea. Una suerte de relación multitemática sobre lo venezolano desde la otredad. La visión de lo que Venezuela ha sido y significa para los no venezolanos; asunto muy crucial, toda vez que al país le cuesta tanto verse desde dentro; filias y fobias de una cultura que se desmerece con rudeza y que se alaba con facilidad.
La Venezuela bibliográfica en donde prospera la obra de Manuel Segundo Sánchez lo será también en prosperidad para nuestros libros antiguos y modernos en las obras de Lisandro Alvarado, Santiago Key-Ayala, José E. Machado, Tulio Febres Cordero y Víctor Manuel Ovalles, célebres maestros en el arte y ciencia de la materia bibliográfica.
En las preciosas páginas de la Bibliografía venezolanista encontramos centenares de referencias a libros ejemplares sobre el país, auténticos faros de iluminación perdurable de la realidad natural, de la historia y la vida social y de la espiritualidad más sublime sobre lo venezolano. Libro profundamente patriótico, lo guía una pasión por los grandes hitos y nombres de la nación. También, en otra mirada, la obra es un sostenido homenaje y un repetido gesto de gratitud por aquellos estudiosos que han participado de la pasión y admiración venezolanas por el país: siempre el mejor país del mundo, lo sea o no.
Este libro erudito cuyo centenario se conmemora este año, reúne un total de 1.439 cédulas bibliográficas que, además de agotar la materia descriptiva del ejemplar bibliográfico de que trata cada una, ofrece anotaciones muy valiosas sobre los autores, el contenido y el alcance de cada libro en relación con la lectura de la parcela venezolana motivo de la pieza. Aunque la recolección del material es ardua y más compleja tarea de lo que la escueta referencia pudiera dar a entender, las notas críticas que aporta el autor como materia reflexiva devienen en la sabia contribución en que la obra se empeña. Con este modo y método de trabajo y estudio, Manuel Segundo Sánchez no solo aprovecha el saber bibliografista de su tiempo, sino que, principalmente, hará historia entre los cultivadores venideros de la disciplina y ello resulta mérito indicativo de la gran valía que este libro único viene a ofrecer. Fiesta y festejo de la mejor literatura sobre un país que ya es un abierto plural y no el claustro unitario del tiempo remoto.
Aunque enfocar la materia específica del libro no tiene sentido, toda vez que cada entrada bibliográfica es única y representativa del carácter que conduce la investigación, haremos un alto en la ficha número 88, que puede ilustrar sobradamente el aporte selectivo y descriptivo de este libro de excepcionales alcances. Se ocupa del libroThe Journal of an Expedition across Venezuela and Colombia 1906-1907, que firma el celebrado arqueólogo Hiram Bingham, el descubridor de Machu Pichu en el Perú. La obra, publicada en New Haven, en 1909, relatará la exploración que hace modernamente el profesor norteamericano siguiendo la ruta andina que Bolívar recorrió en el año 1819, la celebérrima hazaña del Paso de los Andes. Además de fascinante el empeño por pisar las huellas de Bolívar en campaña tan singular, Bingham carga la historia pasada con nuevas significaciones e inaugura para el continente prácticas gemelas europeas que invitan a recorrer las rutas de muchos héroes reales o ficticios (v.g. en España, la ruta del Cid y la ruta del Quijote). La expedición, además, recorrerá los campos en donde se efectuaron las batallas independentistas de Carabobo y Boyacá. La nota de Manuel Segundo Sánchez a esta obra no hace sino potenciar el encanto de la hazaña pretérita y aumentar su fascinación por la expedición moderna. El relato es puro encantamiento de historia y ciencia: “El ilustre profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Yale, cuyas exploraciones en tierras de América son hoy famosas, quiso estudiar en el propio terreno la estupenda campaña que realizó el Libertador en 1819 y los campos de Boyacá y Carabobo, donde se libraron batallas decisivas para la emancipación de la Nueva Granada y Venezuela. En tal virtud, Bingham siguió la misma ruta de Bolívar y visitó los gloriosos sitios. Sus conclusiones son por todo extremo favorables al Libertador, a quien parangona con Aníbal y Napoleón, en sus travesías por los Alpes. Cinco meses duró la excursión de Caracas a Bogotá, y le acompañó en ella el doctor Hamilton Rice, explorador también notable. Alrededor del tema capital se encuentran interesantes datos geográficos, meteorológicos, de las costumbres y del estado de las localidades por donde atravesó”.
El principal estudioso del trabajo de Manuel Segundo Sánchez, el también bibliógrafo doctor Pedro Grases, nos ha dejado un conjunto de textos afectivos y valorativos sobre la dignidad del hombre y sobre la maestría del erudito. Lo quiere Grases formando equipo con dos de los grandes de la investigación bibliográfica continental, el chileno José Toribio Medina y el mexicano José García Icazbalceta, más por la intensidad de su trabajo que por su extensión. Lo quiere, además, en la línea de los grandes trabajadores del espíritu en Venezuela. Lo quiere Grases, finalmente, como uno de los fundadores de una disciplina que tiene al país como tema de estudio.  
Los tiempos modernos vieron crecer bajo su influencia, declarada o no, la obra de dos grandes de la bibliografía moderna en Venezuela en cuanto a la inspección de las fuentes extranjeras sobre el país: Blas Bruni Celli y Rafael Ángel Rivas Dugarte. Al primero, se le adeuda una pieza magistral: Venezuela en cinco siglos de historia (1998). Al segundo, un conjunto de trabajos de exploración de la materia venezolanista sobre temas o autores específicos, entre los que destacan Simón Bolívar en publicaciones periódicas del extranjero(1979) y Andrés Bello en publicaciones periódicas del exterior (2011). Huellas menos claras sobre el tópico venezolanista, pero no menos determinantes, pueden verse en maestros bibliógrafos como Efraín Subero (sus estudios sobre José Martí) y Horacio Jorge Becco (sus trabajos sobre Andrés Bello). Asimismo, aporta referencias muy valiosas el monumental Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano. Años 1808-1950, de Ángel Raúl Villasana, publicado en 1969, aunque su objeto central no sea exclusivamente la reseña venezolanista.
El libro, publicado luego en dos ocasiones más (1964: Banco Central de Venezuela; 1996: Banco Central de Venezuela/ Monte Ávila Editores), le granjeará a su autor muchas distinciones académicas y numerosos reconocimientos públicos. Entre otros: director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes, miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Historia, miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana de la República Argentina, miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, miembro de la Sociedad de Historia y Geografía de Honduras, Titular de la Sociedad de Americanistas de París e Individuo de Número de la venezolana Academia Nacional de la Historia.
La mejor manera de terminar este recuerdo en homenaje al libro centenario de Manuel Segundo Sánchez es invocando unas palabras tomadas de otra de sus obras, la Bibliografía de las ediciones nacionales y de las extranjeras relativas a Venezuela incompletas o truncas (1925), en cierta forma continuación de la investigación venezolanista que inaugura el año 1914. Con verdad y desilusión deja una reflexión sobre lo inconcluso en materia bibliográfica como reflejo doloroso de lo inconcluso venezolano; una enseñanza que trasciende los libros y que aproxima conclusiones crudas sobre las desazones de la labor intelectual en el país de ayer y, también, dramáticamente agudizadas, en el país de hoy. Siempre, el brillo funesto de lo inacabado a consecuencia de la hostilidad del medio: “Para nosotros los venezolanos esa lista será como doloroso recuento de ideales patrióticos incomprendidos; de aportaciones valiosas para el conocimiento de nuestra historia que la estulticia destruyó; de empeños culturales a los que fue hostil el medio; de iniciativas que no vigorizó el estímulo; de esfuerzos que no recompensó el éxito o que la muerte tronchó inmisericordemente; de nobles propósitos que la envidia impidió que culminaran. En suma, será como cifra de nuestro pasado, lleno de vicisitudes y tropiezos”.   

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