Mercurio mata a sus hijos (Francisco de Goya y Lucientes)
Suicidios en la Revolución Castrista
Cuba, la dulce tierra cantada por héroes y poetas de opuestas vertientes politicas (de Martí a García Lorca, de Ernesto Lecuona a Pablo Milanés) acuna en su vaivén de tabaco y azúcar, de sones y risas, de resoles transparentes y oscuras noches de tambor, la más cálida vertiente amatoria del continente.
Privilegiada por el Creador, su tierra fecunda no alberga ningún tipo de alimaña; allí no rugen los volcanes ni tiembla la tierra, solo de vez en cuando sopla el viento feroz de los ciclones. Pero semejante edén guarda una tradición de estirpe macabra: la inclinación al suicidio, cuya referencia emblemática es la muerte de Eddy Chibás, en 1951, en lo que Guillermo Cabrera Infante denominó una versión radial del harakiri.
El mismo Cabrera Infante, en su elocuente Mea Cuba y Reinaldo Arenas en las estremecedoras memorias de Antes que anochezca, se refieren reiteradamente a este fenómeno de la isla y testifican con perplejidad y dolor su presencia, como un último grito de resistencia, en el marco de la ya añosa Revolución Cubana.
La cronología se inicia con el vuelo suicida del comandante Camilo Cienfuegos, buscando en la tormenta, quizá, un aliento inmortal. Javier de Varona, nacido en la alta burguesía y colaborador decidido de Fidel Castro, es acusado del fracaso de aquella famosa zafra de los 10 millones, que tanto significaba para la isla. Un tiro con su arma de reglamento puso final a la mengua azucarera.
Nilsa Espín, hermana de Vilma Espín y cuñada de Raúl Castro, igualmente con su arma de reglamento, se dispara en el baño de la oficina del segundo hombre de la Revolución, al conocer el suicidio de su esposo, en algún lugar de Cuba.
Miguel Angel Quevedo, director de la conocida revista Bohemia, decide matarse en Venezuela, donde lo trajo el exilio. Dejó dicho: 'me mato porque Fidel me engañó'.
Beatriz Allende, hija de Salvador Allende, que tambien se suicido en Chile, en exilio contrario, se suicida tambien "por causas no conocidas", en La Habana, de un tiro en la sien. Su tía, Laura Allende, hermana del héroe chileno, quizá con causas más comprensibles, se lanza del piso 16 de su privilegiado apartamento en un barrio residencial de la capital habanera.
El mundo entero se conmovió con el suicidio de Haydée Santamaría, verdadero mito y heroína de la Revolución, en su oficina de Casa de las Américas; un tiro en la boca. Tendrá que pasar mucho tiempo para que podamos conocer sus razones ocultas, la ignominia del vacío.
Con un tiro en la sien acaba con su vida Oswaldo Dorticós, quien fuera presidente designado de Cuba Socialista. Otro presidente de Cuba, pero este popularmente electo, Carlos Prio Socarras y que ayudara economicamente al triunfo de la revolucion castrista, tambien se suicido en Miami.
Otro suicida a causa de la revolucion lo fue el insigne escritor Ernest Hemingway. Se quedó sin amigos a causa de la defensa que hizo de la revolución. Fidel no le dejó sacar nada de su casa, le confiscaron los regalos que lleva a su médico en Estados Unidos y le advirtieron que no podia regresar. Trato inutilmnete de hablar con Castro.
Onelio Pino, mítico capitán del buque Gramma, emblema de la Revolución, se quita tambien la vida inhalando monóxido de carbono en el garaje de su vivienda. La hermosa e inteligente Olga Andreu, mentora de escritores y cineasta en la época dorada del fidelato, se arroja a la muerte desde el 6o piso de su casa en La Habana.
Un acto suicida espectacular protagonizó el escritor Nelson Rodríguez. Rodríguez capturó un avión para tratar de huir de Cuba. Las hélices lo atraparon y sufrió un terrible traumatismo. Fue hospitalizado en Cuba durante un año y luego fusilado junto al poeta Angel López Rabí, de sólo 16 años de edad.
En condiciones turbias, jamás aclaradas, murió el poeta Luis Rogelio Noguera. Sus compañeros aún no saben si se suicidó o fue ajusticiado por la policía política de Fidel. Suicidio cometieron el narrador José Hernández, apodado Pepe el Loco, y la poetisa Martha Vignier, quien se lanzó desde el tejado de su casa.
Hay docenas de otros suicidios, desapariciones y muertes misteriosas de personas conectadas a distintos niveles con la Revolución de Fidel Castro cuyos nombres y datos haría este postingdemasiado largo. Intento de suicidio fue el del artista Jorge Oliva, quien se fue a Miami nadando en un mar turbulento e infestado de tiburones desde la playa de Guantánamo. Recuperada la vida, Oliva trastrocó la tragedia en humor: desde su exilio, envió un telegrama al poeta Nicolás Guillén, hombre de hierro del aparato estatal. Decía: 'Querido Nicolás, ¿no decías que yo era pargo? Pues bien, me fui nadando'.
Calvert Casey, un poeta reverenciado en el continente, intelectual de sensibilidad extrema, buscó en Roma el exilio y la muerte.
Reinaldo Arenas, cuya rocambolesca existencia fue un solo acto de creación al borde del suicidio, dispuso de su vida en Nueva York, cuando ya no le acosaban las persecuciones policiales, sino el fantasma del sida. Patria o muerte es el lema de la Revolución. ¿A dónde van las memorias de los disidentes, la turbia maraña de los sueños que una sociedad opresiva se empeña en ennegrecer?
El mismo Cabrera Infante, en su elocuente Mea Cuba y Reinaldo Arenas en las estremecedoras memorias de Antes que anochezca, se refieren reiteradamente a este fenómeno de la isla y testifican con perplejidad y dolor su presencia, como un último grito de resistencia, en el marco de la ya añosa Revolución Cubana.
La cronología se inicia con el vuelo suicida del comandante Camilo Cienfuegos, buscando en la tormenta, quizá, un aliento inmortal. Javier de Varona, nacido en la alta burguesía y colaborador decidido de Fidel Castro, es acusado del fracaso de aquella famosa zafra de los 10 millones, que tanto significaba para la isla. Un tiro con su arma de reglamento puso final a la mengua azucarera.
Nilsa Espín, hermana de Vilma Espín y cuñada de Raúl Castro, igualmente con su arma de reglamento, se dispara en el baño de la oficina del segundo hombre de la Revolución, al conocer el suicidio de su esposo, en algún lugar de Cuba.
Miguel Angel Quevedo, director de la conocida revista Bohemia, decide matarse en Venezuela, donde lo trajo el exilio. Dejó dicho: 'me mato porque Fidel me engañó'.
Beatriz Allende, hija de Salvador Allende, que tambien se suicido en Chile, en exilio contrario, se suicida tambien "por causas no conocidas", en La Habana, de un tiro en la sien. Su tía, Laura Allende, hermana del héroe chileno, quizá con causas más comprensibles, se lanza del piso 16 de su privilegiado apartamento en un barrio residencial de la capital habanera.
El mundo entero se conmovió con el suicidio de Haydée Santamaría, verdadero mito y heroína de la Revolución, en su oficina de Casa de las Américas; un tiro en la boca. Tendrá que pasar mucho tiempo para que podamos conocer sus razones ocultas, la ignominia del vacío.
Con un tiro en la sien acaba con su vida Oswaldo Dorticós, quien fuera presidente designado de Cuba Socialista. Otro presidente de Cuba, pero este popularmente electo, Carlos Prio Socarras y que ayudara economicamente al triunfo de la revolucion castrista, tambien se suicido en Miami.
Otro suicida a causa de la revolucion lo fue el insigne escritor Ernest Hemingway. Se quedó sin amigos a causa de la defensa que hizo de la revolución. Fidel no le dejó sacar nada de su casa, le confiscaron los regalos que lleva a su médico en Estados Unidos y le advirtieron que no podia regresar. Trato inutilmnete de hablar con Castro.
Onelio Pino, mítico capitán del buque Gramma, emblema de la Revolución, se quita tambien la vida inhalando monóxido de carbono en el garaje de su vivienda. La hermosa e inteligente Olga Andreu, mentora de escritores y cineasta en la época dorada del fidelato, se arroja a la muerte desde el 6o piso de su casa en La Habana.
Un acto suicida espectacular protagonizó el escritor Nelson Rodríguez. Rodríguez capturó un avión para tratar de huir de Cuba. Las hélices lo atraparon y sufrió un terrible traumatismo. Fue hospitalizado en Cuba durante un año y luego fusilado junto al poeta Angel López Rabí, de sólo 16 años de edad.
En condiciones turbias, jamás aclaradas, murió el poeta Luis Rogelio Noguera. Sus compañeros aún no saben si se suicidó o fue ajusticiado por la policía política de Fidel. Suicidio cometieron el narrador José Hernández, apodado Pepe el Loco, y la poetisa Martha Vignier, quien se lanzó desde el tejado de su casa.
Hay docenas de otros suicidios, desapariciones y muertes misteriosas de personas conectadas a distintos niveles con la Revolución de Fidel Castro cuyos nombres y datos haría este postingdemasiado largo. Intento de suicidio fue el del artista Jorge Oliva, quien se fue a Miami nadando en un mar turbulento e infestado de tiburones desde la playa de Guantánamo. Recuperada la vida, Oliva trastrocó la tragedia en humor: desde su exilio, envió un telegrama al poeta Nicolás Guillén, hombre de hierro del aparato estatal. Decía: 'Querido Nicolás, ¿no decías que yo era pargo? Pues bien, me fui nadando'.
Calvert Casey, un poeta reverenciado en el continente, intelectual de sensibilidad extrema, buscó en Roma el exilio y la muerte.
Reinaldo Arenas, cuya rocambolesca existencia fue un solo acto de creación al borde del suicidio, dispuso de su vida en Nueva York, cuando ya no le acosaban las persecuciones policiales, sino el fantasma del sida. Patria o muerte es el lema de la Revolución. ¿A dónde van las memorias de los disidentes, la turbia maraña de los sueños que una sociedad opresiva se empeña en ennegrecer?
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