Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 24 de junio de 2012

Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes y en la mirada de los niños y en las hojas secas.Jenny estaba casada y tenía dos niños sencillamente hermosos como ella. Pero Hans siguió amándola hasta la muerte, en su pipa de espuma y en la llegada del otoño y en el color de las frambuesas.

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Notitarde 23-06-12 | Simón Alberto Consalvi
Optó por las reivindicaciones de los derechos de la mujer cuando se les negaban 


Cuando en 1928 estalló el movimiento de rebelión de los estudiantes universitarios contra 
la dictadura de Juan Vicente Gómez, María Teresa Castillo andaba como la mayoría 
de ellos en los veinte años. Unos estudiantes fueron al Castillo Libertador en Puerto 
Cabello, otros a los trabajos forzados en las carreteras y algunos lograron fugarse 
al exilio. A partir de entonces nació la pasión política de María Teresa, una pasión 
que no cesó a lo largo de su vida y que merece cierta explicación, porque para ella 
la política era un ejercicio de civilidad, de controversia, de pluralidad y, sobre todo, 
una expresión de la libertad de la cultura.
El ambiente asfixiante que se creó en Venezuela después de 1928, las dificultades para 
ganarse la vida una mujer joven e independiente, impulsaron a María Teresa a viajar a 
Nueva York en busca de trabajo y de nuevos aires. Al parecer estuvo poco tiempo en la 
gran metrópoli, las candilejas deslumbran de lejos, mientras de cerca, una vez dentro del 
monstruo, todo es diferente y era preferible el regreso. Y regresa justamente en febrero 
de 1935, un año que valía la pena vivir en Venezuela porque el viejo dictador estaba 
desahuciado, y no habría poder humano que impidiera el cambio por el cual abogaban 
los jóvenes. Digo que 1935 era un año que valía la pena de vivirlo en nuestro país, y 
no lo digo como una expresión de fantasías retrospectivas, sino como constatación de 
lo que he visto y leído como lo que podríamos llamar el estallido de la primavera. Nadie 
puede detener las estaciones.
María Teresa regresa a Venezuela en enero de 1935, el mes y año en que dos amigos 
suyos, Inocente Palacios y Miguel Acosta Saignes, publican Gaceta de América, una 
revista de circulación mensual en la que, además de Palacios y Acosta, escriben 
Carlos Eduardo Frías, Ramón Díaz Sánchez, Carlos Augusto León, Carlota Toro, Eduardo 
Arcila Farías, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Guillermo Meneses. Todos amigos de María 
Teresa. Inocente escribe sobre música venezolana. Prieto Figueroa, con su obsesión 
pedagógica, titula uno de sus artículos con palabras audaces: "Disciplina y libertad en la 
escuela". Luis Álvarez Marcano sobre cine. El gran Waldo Frank le dirige un mensaje a 
los hombres y mujeres jóvenes de Venezuela a través de la Gaceta de América. Un 
mensaje de optimismo, escrito en clave. Se cuenta que María Teresa se vinculó en esta 
etapa a la música y puso todo su empeño en la organización de los conciertos del Orfeón 
Lamas. En la Gaceta de América no se habla del viejo dictador, simplemente se le da por 
muerto, y ya se vislumbraban los nuevos tiempos. Eso traducían los textos.
Finalmente muere el general el 17 de diciembre de ese año. Todo cambia, pero no todo 
quiere cambiar. María Teresa Castillo fue la primera prisionera política de esa etapa 
de transición de la dictadura a la democracia, como ella se lo relató a Isa Dobles. La 
sorprendieron repartiendo "propaganda subversiva", seguramente los manifiestos de Orve, 
la Organización Venezolana que comienza a dar los primeros pasos políticos y en torno 
a la cual confluyen jóvenes de todas las ideologías, al menos en sus primeros tiempos. 
María Teresa contó que los fines de semana recibía visitas de sus amistades, lo cual indica 
que la prisión en la jefatura civil de La Pastora no fue tan breve. Era 1936, un año clave 
en la historia de la democracia venezolana. El 14 de febrero, el pueblo en la calle, 
dijo no para siempre a quienes pretendían que con unos capotazos la gente se resignaría 
a la resurrección del gomecismo. En los papeles y manifiestos de la época el nombre de 
María Teresa Castillo testimonia su dinamismo y su compromiso, su militancia ciudadana.
La periodista
No hubo tregua desde entonces en la vida de María Teresa Castillo. La sedujo la política 
y la sedujo el periodismo. Fue reportera del diario Últimas Noticias en sus años fundacionales. 
Se graduó en la UCV en la primera promoción de periodistas que llevó el nombre de 
Leoncio Martínez. Optó por el mundo de la cultura, por las reivindicaciones de los derechos 
de la mujer en una época en que se les negaban los privilegios de la ciudadanía. Pocos 
seres humanos han vivido con la intensidad con que vivió María Teresa Castillo. 
La autenticidad 
fue el signo de su zodíaco personal. Valorar la obra que cumplió a lo largo de ochenta años no 
es tarea que pueda hacerse al calor de una nota que apenas pretende registrar que ha rendido 
sus armas y que entra en la historia como un protagonista privilegiado del mundo de 
nuestra cultura.
Asumió la presidencia del Ateneo de Caracas en 1958 y no hubo un día desde entonces que 
los venezolanos no tuvieran a mano la posibilidad de ver una gran exposición de arte, de oír 
un gran concierto o de disfrutar de una obra de teatro, de asistir a una conferencia controversial, 
al debate de las ideas y de las tendencias. Desde entonces, digo, hasta el día siniestro 
en que los hachazos de la ignorancia y los epígonos del pensamiento único, o, mejor, del 
no pensamiento, le pusieron un candado a las puertas de una institución que irradiaba 
libertad y dignificaba al ciudadano que en ella entraba en busca de los valores del espíritu.
Más temprano que tarde se establecerá el balance y la contribución de María Teresa a la 
cultura del pueblo venezolano. Y escribo la palabra pueblo porque, en el fondo, la cultura 
popular fue lo que se puso en juego, lo que se condenó a muerte. O sea, al silencio. 
El Ateneo de Caracas era la casa de la diversidad, de la discrepancia civilizada, 
de la pluralidad creadora. Del internacionalismo inteligente, el lugar donde convivían talentos
 venidos de todo el mundo. Una experiencia que figurará necesariamente en cualquier 
análisis será el Festival Internacional de Teatro que puso el nombre de Caracas 
entre las ciudades abiertas a las expresiones de la cultura.
El nombre de María Teresa Castillo y del Ateneo de Caracas están vinculados a los 
mejores momentos del arte y de la cultura en Venezuela. El Ateneo fue el escenario 
de jornadas memorables como aquellos diálogos de los grandes novelistas de América 
Latina y de España que tuvieron lugar en sus espacios cuando por aquí coincidían 
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes. El hogar de María Teresa 
Castillo y de Miguel Otero Silva fue el hogar de grandes de nuestra historia intelectual: 
Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Julio Cortázar, José Bergamín, 
Rafael Alberti, Ernesto Cardenal y Nicolás Guillén.
María Teresa solía visitar Cuba con frecuencia y fomentó el intercambio cultural entre 
la isla y nuestro país. Fue amiga personal de Fidel Castro, lo veía quizás como el 
gladiador que vengó a muchos humillados. Terminó siendo, me atrevo a escribirlo, 
una amistad no correspondida.
En el caso del personaje que acaba de irse de este mundo, hablar de cultura era hablar 
de política, y viceversa. Para ella la política era un ejercicio de libertad. Y eso era también 
para ella la cultura. Lo más apropiado que pueda decirse de María Teresa Castillo al escribir 
palabras de despedida es que fue un ser excepcional. Nos deja el legado de la sonrisa que 
la acompañó como el ser que siempre estuvo en paz con la vida, fueren cuales fueren las 
circunstancias que le deparó el destino.

Balada de Hans y Jenny (Aquiles Nazoa)

Aquiles Nazoa amó a María teresa Castillo sin ser correspondido pues ésta se 
casó con Miguel Otero Silva. Para ella fue escrito este poema.

Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando Hans Christian Andersen 
a Jenny Lind, el Ruiseñor de Suecia.
Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor compartían como dos colegiales 
comparten sus almendras.
Amar a Jenny era como ir comiéndose una manzana bajo la lluvia. Era estar en el 
campo y descubrir que hoy amanecieron maduras las cerezas.
Hans solía contarle fantásticas historias del tiempo en que los témpanos eran los 
grandes osos del mar. Y cuando venía la primavera, él le cubría con silvestres 
tusílagos las trenzas.
La mirada de Jenny poblaba de dominicales colores el paisaje. Bien pudo Jenny 
Lind haber nacido en una caja de acuarelas.
Hans tenía una caja de música en el corazón, y una pipa de espuma que Jenny 
le diera.
A veces los dos salían de viaje por rumbos distintos. Pero seguían amándose en 
el encuentro de las cosas menudas de la tierra.
Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes 
y en la mirada de los niños y en las hojas secas.
Jenny reconocía y amaba a Hans en las barbas de los mendigos y en el perfume 
del pan tierno y en las más humildes monedas.
Porque el amor de Hans y Jenny era íntimo y dulce como el primer día de 
invierno en la escuela.
Jenny cantaba las antiguas baladas nórdicas con infinita tristeza.
Una vez la escucharon unos estudiantes americanos, y por la noche todos lloraron 
de ternura sobre un mapa de Suecia.Y es que cuando Jenny cantaba, era 
el amor de Hans lo que cantaba en ella.
Una vez hizo Hans un largo viaje y a los cinco años estuvo de vuelta.
Y fue a ver a Jenny y la encontró sentada, juntas las manos, en la actitud 
tranquila de una muchacha ciega.
Jenny estaba casada y tenía dos niños sencillamente hermosos como ella.
Pero Hans siguió amándola hasta la muerte, en su pipa de espuma y en la llegada 
del otoño y en el color de las frambuesas.
Y siguió Jenny amando a Hans en los ojos de los mendigos y en las más humildes 
monedas.
Porque verdaderamente, nunca fue tan hermoso el amor como cuando Hans 
Christian Andersen amó a Jenny Lind, el Ruiseñor de Suecia.
(Aquiles Nazoa, poeta venezolano)

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