Carta abierta a la diputada María Corina Machado
HUGO MACHÍN
| EL UNIVERSAL
domingo 6 de abril de 2014 12:00 AM
Señora diputada María Corina
Machado le escribo esta carta abierta horas después de que, en
desconocimiento de la representatividad que le fue otorgada por los
235.259 conciudadanos que la votaron en las elecciones de 2010, le fuera
negado el ingreso a la sede del Poder Legislativo de su país.
Es probable que no coincida con su pensamiento político, o su concepción administrativa de cómo debe funcionar un país, o el papel que Ud. está jugando en la historia continental, pero la democracia es una manera de vivir que cuando se ha conocido la dictadura, debe cuidársela siempre.
Un militar en actividad, que no podría ejercer simultáneamente como legislador, se abrogó impedirle ocupar su banca. Es el mismo que siendo jefe de la bancada de gobierno permitió hace 11 meses la agresión física sufrida por Ud. en el recinto parlamentario.
Ahora, también mediante la fuerza, le impide acceder a su legítima banca.
Él desconoce que en el sistema democrático, diputados y senadores reúnen la triple condición de legislar, o sea, elaborar leyes; representar a sus electores; y ser dirigente político. En estas dos últimas condiciones es que el gobierno de Panamá le ofreció a Ud. la posibilidad de dar su opinión sobre la realidad venezolana en el organismo que debería ser un ejemplo de libertad de expresión del pensamiento. Para ello utilizó la modalidad de representación alterna, prevista en el reglamento de la OEA, sin tener en cuenta que el tradicional criterio de consenso que prima en esa asamblea de países, iba a ceder ante el petróleo subsidiado; la compra de la época chavista de bonos a tasas redituables; o el expediente de las valijas con petrodólares.
La representación alterna es un mecanismo ya utilizado por Venezuela en 2009, cuando le concedió ese estatus a Patricia Rodas, canciller del entonces destituido presiente de Honduras, Manuel Zelaya.
Desde 1999 las naciones Maya y Mapuche hicieron uso de la palabra en ámbitos de la OEA, en el marco del largo proceso de negociación del "Proyecto de Declaración Americana sobre los derechos de las poblaciones indígenas".
En 1979 también Panamá cedió el estatus de delegado alterno a Miguel D' Escoto, representante de los sandinistas que entonces luchaban contra la dinastía de los Somoza en Nicaragua, en época en que los embajadores latinoamericanos de OEA representantes de dictaduras, superaban a los de países democráticos.
Es claro que su frustrada participación en la OEA no hubiera supuesto una dedicación incompatible con la de diputada a que refiere la Constitución venezolana. Como es claro que sobre su caso no hubo sentencia firme del Tribunal Supremo de Justicia de su país.
El informe de Amnistía Internacional (AI), sobre Venezuela emitido el martes 1 de abril, exime de comentar la actualidad de su país que le llevó a querer informarla en la OEA. (http://cdn.eluniversal.com//2014/04/01/Informe_Amnistia_Venezuela.pdf)
Señora diputada: usted tiene en sus manos la posibilidad de cambiar la historia. No incurra en replicar con violencia a las sistemáticas y violentas derivas verbales y de facto provenientes de los integrantes del gobierno de su país. Las palabras no modifican los hechos. Aunque cierto es que las palabras cargadas de odio que desde hace 14 años se derraman desde el poder contra un sector ciudadano en su país, sumadas a la arbitrariedad de querer imponer un sistema no querido por media ciudadanía venezolana, a la larga, han generado una espiral de violencia en la sociedad venezolana.
Usted puede, junto a millones de conciudadanos dignos, sean o no opositores del actual gobierno, darle una lección de democracia al continente. Especialmente a estos presidentes y presidentas latinoamericanos de hoy que justifican el exceso de violencia represiva ordenada desde el Palacio de Miraflores; o hacen declaraciones inocuas; o irresponsable y cínicamente, miran para el costado.
Lo de cinismo no es gratuito señora diputada: los actuales presidentes de Brasil, Chile y Uruguay, quizás deban su vida a la solidaridad que hace 40 años desde muchos gobiernos y ciudadanos se tuvo para con ellos cuando sufrían torturas y prisión. ¿Borran su propia historia?
Lo de irresponsabilidad tampoco. Porque ellos- hay que decírselo claro- están arriesgando la consolidación de esta imperfecta e inequitativa democracia, pero que sin embargo tanto genocidio y violación a los derechos humanos costó a los latinoamericanos en el siglo XX.
Es una historia continental de la infamia la de los crímenes de los Duvalier, Trujillo, Pérez Jiménez, Somoza, Ubico, Castillo Armas, Stroessner, Kissinger, Nixon, Pinochet, Videla, Pinochet, Bordaberry, los hermanos Castro, y tantos más. ¿Cómo se puede no reaccionar enérgicamente cuando una democracia latinoamericana ofrece bolsones de represión y mecanismos dictatoriales?
Ud., como otros dirigentes de la oposición venezolana, tiene la responsabilidad de mantenerse en la exigencia de democracia y auténtica negociación para superar esta grave coyuntura, sin desmedro de las libertades fundamentales para su país, aunque sea en la soledad en que les han dejado los gobiernos la mayoría de los latinoamericanos.
Quien se lo pide no lo hace desde la comodidad de una vida muelle. Si bien hace 25 años que no hago política partidaria, sí la hice contra la dictadura de mi país, Uruguay, sí di mi sangre en 1973 -no es metáfora- por la Universidad de Montevideo cuando era atacada por bandas parapoliciales de la época; sí fui militante clandestino durante ocho años; si fui secuestrado, desaparecido, torturado en 1981, y preso político hasta la amnistía de 1985.
Si detallo mi peripecia, similar a la de miles de latinoamericanos de esos años, no es por ostentar supuestas credenciales, sino para ubicar desde donde le escribo esta carta a quienes, antes de reflexionar, etiquetan rápidamente a sus semejantes.
Señora diputada reciba Ud. mi respetuoso saludo y reconocimiento por su defensa ya no de la democracia en Venezuela, sino por su ejemplo de valentía que ojalá recojan los jóvenes latinoamericanos.
Hugo Machín. Periodista. Ex Vicepresidente del sindicato de la prensa uruguaya (APU-STC).Ex docente de Universidad ORT de Montevideo, Uruguay.
hugomachinfajardo@gmail.com
Es probable que no coincida con su pensamiento político, o su concepción administrativa de cómo debe funcionar un país, o el papel que Ud. está jugando en la historia continental, pero la democracia es una manera de vivir que cuando se ha conocido la dictadura, debe cuidársela siempre.
Un militar en actividad, que no podría ejercer simultáneamente como legislador, se abrogó impedirle ocupar su banca. Es el mismo que siendo jefe de la bancada de gobierno permitió hace 11 meses la agresión física sufrida por Ud. en el recinto parlamentario.
Ahora, también mediante la fuerza, le impide acceder a su legítima banca.
Él desconoce que en el sistema democrático, diputados y senadores reúnen la triple condición de legislar, o sea, elaborar leyes; representar a sus electores; y ser dirigente político. En estas dos últimas condiciones es que el gobierno de Panamá le ofreció a Ud. la posibilidad de dar su opinión sobre la realidad venezolana en el organismo que debería ser un ejemplo de libertad de expresión del pensamiento. Para ello utilizó la modalidad de representación alterna, prevista en el reglamento de la OEA, sin tener en cuenta que el tradicional criterio de consenso que prima en esa asamblea de países, iba a ceder ante el petróleo subsidiado; la compra de la época chavista de bonos a tasas redituables; o el expediente de las valijas con petrodólares.
La representación alterna es un mecanismo ya utilizado por Venezuela en 2009, cuando le concedió ese estatus a Patricia Rodas, canciller del entonces destituido presiente de Honduras, Manuel Zelaya.
Desde 1999 las naciones Maya y Mapuche hicieron uso de la palabra en ámbitos de la OEA, en el marco del largo proceso de negociación del "Proyecto de Declaración Americana sobre los derechos de las poblaciones indígenas".
En 1979 también Panamá cedió el estatus de delegado alterno a Miguel D' Escoto, representante de los sandinistas que entonces luchaban contra la dinastía de los Somoza en Nicaragua, en época en que los embajadores latinoamericanos de OEA representantes de dictaduras, superaban a los de países democráticos.
Es claro que su frustrada participación en la OEA no hubiera supuesto una dedicación incompatible con la de diputada a que refiere la Constitución venezolana. Como es claro que sobre su caso no hubo sentencia firme del Tribunal Supremo de Justicia de su país.
El informe de Amnistía Internacional (AI), sobre Venezuela emitido el martes 1 de abril, exime de comentar la actualidad de su país que le llevó a querer informarla en la OEA. (http://cdn.eluniversal.com//2014/04/01/Informe_Amnistia_Venezuela.pdf)
Señora diputada: usted tiene en sus manos la posibilidad de cambiar la historia. No incurra en replicar con violencia a las sistemáticas y violentas derivas verbales y de facto provenientes de los integrantes del gobierno de su país. Las palabras no modifican los hechos. Aunque cierto es que las palabras cargadas de odio que desde hace 14 años se derraman desde el poder contra un sector ciudadano en su país, sumadas a la arbitrariedad de querer imponer un sistema no querido por media ciudadanía venezolana, a la larga, han generado una espiral de violencia en la sociedad venezolana.
Usted puede, junto a millones de conciudadanos dignos, sean o no opositores del actual gobierno, darle una lección de democracia al continente. Especialmente a estos presidentes y presidentas latinoamericanos de hoy que justifican el exceso de violencia represiva ordenada desde el Palacio de Miraflores; o hacen declaraciones inocuas; o irresponsable y cínicamente, miran para el costado.
Lo de cinismo no es gratuito señora diputada: los actuales presidentes de Brasil, Chile y Uruguay, quizás deban su vida a la solidaridad que hace 40 años desde muchos gobiernos y ciudadanos se tuvo para con ellos cuando sufrían torturas y prisión. ¿Borran su propia historia?
Lo de irresponsabilidad tampoco. Porque ellos- hay que decírselo claro- están arriesgando la consolidación de esta imperfecta e inequitativa democracia, pero que sin embargo tanto genocidio y violación a los derechos humanos costó a los latinoamericanos en el siglo XX.
Es una historia continental de la infamia la de los crímenes de los Duvalier, Trujillo, Pérez Jiménez, Somoza, Ubico, Castillo Armas, Stroessner, Kissinger, Nixon, Pinochet, Videla, Pinochet, Bordaberry, los hermanos Castro, y tantos más. ¿Cómo se puede no reaccionar enérgicamente cuando una democracia latinoamericana ofrece bolsones de represión y mecanismos dictatoriales?
Ud., como otros dirigentes de la oposición venezolana, tiene la responsabilidad de mantenerse en la exigencia de democracia y auténtica negociación para superar esta grave coyuntura, sin desmedro de las libertades fundamentales para su país, aunque sea en la soledad en que les han dejado los gobiernos la mayoría de los latinoamericanos.
Quien se lo pide no lo hace desde la comodidad de una vida muelle. Si bien hace 25 años que no hago política partidaria, sí la hice contra la dictadura de mi país, Uruguay, sí di mi sangre en 1973 -no es metáfora- por la Universidad de Montevideo cuando era atacada por bandas parapoliciales de la época; sí fui militante clandestino durante ocho años; si fui secuestrado, desaparecido, torturado en 1981, y preso político hasta la amnistía de 1985.
Si detallo mi peripecia, similar a la de miles de latinoamericanos de esos años, no es por ostentar supuestas credenciales, sino para ubicar desde donde le escribo esta carta a quienes, antes de reflexionar, etiquetan rápidamente a sus semejantes.
Señora diputada reciba Ud. mi respetuoso saludo y reconocimiento por su defensa ya no de la democracia en Venezuela, sino por su ejemplo de valentía que ojalá recojan los jóvenes latinoamericanos.
Hugo Machín. Periodista. Ex Vicepresidente del sindicato de la prensa uruguaya (APU-STC).Ex docente de Universidad ORT de Montevideo, Uruguay.
hugomachinfajardo@gmail.com
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