El quiebre histórico de Venezuela
Fue allí, en los 80, cuando ocurrió el punto de quiebre de Venezuela
J.F. IRIBARREN
| EL UNIVERSAL
viernes 11 de abril de 2014 12:00 AM
Recordamos muy vívidamente
algunas opiniones de destacados intelectuales criollos, salidos de la
izquierda por cierto, exponiendo ideas sobre la vocación económica de
Venezuela de cara a los retos de la década de los 80 en adelante, si no
nos falla la memoria. Invocaban una especie de división internacional
del trabajo según la cual Venezuela, siendo país petrolero, debía
dedicarse ad infinitum a producir crudos y sus derivados inmediatos y a importar todo lo demás. En una palabra, a vivir del petróleo.
Sólo en cierta medida, y ya veremos por qué, eso es lo que hemos conseguido desde la década del cincuenta del siglo pasado, hasta la concreción de aquella idea a partir de los 90 en una dramática realidad de lo que hoy somos.
Los argumentos esgrimidos en esa época no eran nada extraños, muy sencillos por lo demás. ¿Para qué producir autos si otros ya lo producen? ¿Para qué fabricar artefactos eléctricos si eso lo hacen otros países? ¿Para qué inventar aparatos electrónicos o de cualquier tipo si otros los crean? ¡Compremos, no más, con nuestro petróleo, lo que nos haga falta! Ese era el razonamiento. De allí vinieron las tristemente célebres etiquetas del "Ta'barato, dame dos" y "Permítanos pensar por Ud.".
La llave histórica del atraso
Para lograr aquel paraíso importador, el mecanismo, entre otros, fue expedito: la manipulación de la divisa. En cualquier país con vocación de grandeza, el valor de la divisa resulta la clave de todo el proceso. Con una divisa sobrevalorada entonces a Bs. 4,30 por dólar, nada de lo que produjésemos sería competitivo frente a artículos de otras latitudes. De tal manera, que ese dólar barato, desde los 80 en adelante, hizo realidad lo que algunos deseaban en forma deliberada. Sin embargo, luego del famoso viernes negro a comienzos de aquella década, hubo un repunte espiritual, un incentivo soterrado en muchos emprendedores. Pero de nuevo se sobrevaloró la moneda, para después, al entrar los 90, liberarla hasta llegar una vez más a animar la producción, asomando un potencial exportador que encendió las alarmas en el extranjero.
Por segunda vez se retuvo la divisa, en esta oportunidad sacrificando al sistema financiero arrastrado por el propio Estado venezolano a operaciones especulativas infructuosas. De esa manera, las condiciones excepcionales de Venezuela para hacerse un sólido país industrial se lanzaron por un tiempo, y sólo por un tiempo, al foso.
Energía fósil
¿Cuáles eran y aún son esas condiciones? Por un lado, su posición geográfica cercana a grandes mercados -EEUU, UE, Centro y Suramérica, además del Caribe-; y por el otro, y aquí viene lo que hicimos en principio correcto en el tercer cuarto del sigo XX, infraestructura adecuada, electricidad abundante, energía fósil para consumo interno y como palanca financiera, materias primas e industrias básicas formidables como soporte fundamental del gran desarrollo manufacturero. Pero adicionalmente hubo la política de sustitución de importaciones que nos debió dar por unos años -y sólo por unos años- un handicap, una pequeña ventaja "trampeada" en la arena in- ternacional, para acrecer nuestro músculo fabril. A la par de ello, en el mismo período, se manifestó de manera contundente la inmigración de posguerra, se saneó el ambiente y la población del país, se levantaron cuadros técnicos y científicos acordes con nuestros requerimientos y floreció la producción agropecuaria hasta recuperar tiempos perdidos en el siglo XIX y con la devastación petrolera de la primera mitad del XX.
Lo que luego no hicimos
Entrados los 80, no supimos volver a replantear al país, a visualizar la segunda etapa estratégica, tal como habíamos concebido la primera en los 40 y la ejecutamos en los 60 y los 70 con los logros referidos. Fue allí, en los 80, cuando ocurrió el punto de quiebre de Venezuela, donde comenzó a evidenciarse el problema de civilización, lo que nos faltaba y nos falta para alcanzar los niveles óptimos de ésta. Sólo necesitaba el país, entre otras cosas, que lo liberaran de las ataduras de una divisa inaceptable. Él solo, con el recurso humano y su plantaje básico de infraestructura e industria que se había forjado en dos décadas, era suficiente para prosperar y multiplicarse con su certera iniciativa, con su capacidad para depurarse de falsos emprendedores, para seleccionar los rubros de producción, que no eran otros que el industrial manufacturero en gran escala. La dirigencia política sólo tenía que reconducir al país, sin manipular, en específico, la divisa a favor de intereses extraños, no precisamente del "imperio mismo", sino de algunos que hoy, en los foros internacionales, nos han dado la espalda, cuando no estocadas mortales de difícil olvido.
Algún día se escribirá la verdadera historia que dio origen a este desastre. Muchos lo advertimos entonces, pero fue en vano ante la ceguera de una refinada, disimulada y tardía barbarie que aún se manifiesta.
pancho180348@gmail.com
Sólo en cierta medida, y ya veremos por qué, eso es lo que hemos conseguido desde la década del cincuenta del siglo pasado, hasta la concreción de aquella idea a partir de los 90 en una dramática realidad de lo que hoy somos.
Los argumentos esgrimidos en esa época no eran nada extraños, muy sencillos por lo demás. ¿Para qué producir autos si otros ya lo producen? ¿Para qué fabricar artefactos eléctricos si eso lo hacen otros países? ¿Para qué inventar aparatos electrónicos o de cualquier tipo si otros los crean? ¡Compremos, no más, con nuestro petróleo, lo que nos haga falta! Ese era el razonamiento. De allí vinieron las tristemente célebres etiquetas del "Ta'barato, dame dos" y "Permítanos pensar por Ud.".
La llave histórica del atraso
Para lograr aquel paraíso importador, el mecanismo, entre otros, fue expedito: la manipulación de la divisa. En cualquier país con vocación de grandeza, el valor de la divisa resulta la clave de todo el proceso. Con una divisa sobrevalorada entonces a Bs. 4,30 por dólar, nada de lo que produjésemos sería competitivo frente a artículos de otras latitudes. De tal manera, que ese dólar barato, desde los 80 en adelante, hizo realidad lo que algunos deseaban en forma deliberada. Sin embargo, luego del famoso viernes negro a comienzos de aquella década, hubo un repunte espiritual, un incentivo soterrado en muchos emprendedores. Pero de nuevo se sobrevaloró la moneda, para después, al entrar los 90, liberarla hasta llegar una vez más a animar la producción, asomando un potencial exportador que encendió las alarmas en el extranjero.
Por segunda vez se retuvo la divisa, en esta oportunidad sacrificando al sistema financiero arrastrado por el propio Estado venezolano a operaciones especulativas infructuosas. De esa manera, las condiciones excepcionales de Venezuela para hacerse un sólido país industrial se lanzaron por un tiempo, y sólo por un tiempo, al foso.
Energía fósil
¿Cuáles eran y aún son esas condiciones? Por un lado, su posición geográfica cercana a grandes mercados -EEUU, UE, Centro y Suramérica, además del Caribe-; y por el otro, y aquí viene lo que hicimos en principio correcto en el tercer cuarto del sigo XX, infraestructura adecuada, electricidad abundante, energía fósil para consumo interno y como palanca financiera, materias primas e industrias básicas formidables como soporte fundamental del gran desarrollo manufacturero. Pero adicionalmente hubo la política de sustitución de importaciones que nos debió dar por unos años -y sólo por unos años- un handicap, una pequeña ventaja "trampeada" en la arena in- ternacional, para acrecer nuestro músculo fabril. A la par de ello, en el mismo período, se manifestó de manera contundente la inmigración de posguerra, se saneó el ambiente y la población del país, se levantaron cuadros técnicos y científicos acordes con nuestros requerimientos y floreció la producción agropecuaria hasta recuperar tiempos perdidos en el siglo XIX y con la devastación petrolera de la primera mitad del XX.
Lo que luego no hicimos
Entrados los 80, no supimos volver a replantear al país, a visualizar la segunda etapa estratégica, tal como habíamos concebido la primera en los 40 y la ejecutamos en los 60 y los 70 con los logros referidos. Fue allí, en los 80, cuando ocurrió el punto de quiebre de Venezuela, donde comenzó a evidenciarse el problema de civilización, lo que nos faltaba y nos falta para alcanzar los niveles óptimos de ésta. Sólo necesitaba el país, entre otras cosas, que lo liberaran de las ataduras de una divisa inaceptable. Él solo, con el recurso humano y su plantaje básico de infraestructura e industria que se había forjado en dos décadas, era suficiente para prosperar y multiplicarse con su certera iniciativa, con su capacidad para depurarse de falsos emprendedores, para seleccionar los rubros de producción, que no eran otros que el industrial manufacturero en gran escala. La dirigencia política sólo tenía que reconducir al país, sin manipular, en específico, la divisa a favor de intereses extraños, no precisamente del "imperio mismo", sino de algunos que hoy, en los foros internacionales, nos han dado la espalda, cuando no estocadas mortales de difícil olvido.
Algún día se escribirá la verdadera historia que dio origen a este desastre. Muchos lo advertimos entonces, pero fue en vano ante la ceguera de una refinada, disimulada y tardía barbarie que aún se manifiesta.
pancho180348@gmail.com
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