¿Todos somos Chávez o todos somos Trotsky?, por Natalia García Bonet
Por Prodavinci | 28 de Marzo, 2014
La frase “todos somos Chávez”, o su versión alternativa “Chávez es el pueblo”, fue utilizada en varias de las recientes elecciones presidenciales como lema significativo que prometía que cuando se votaba por Hugo Chávez, se votaba por el pueblo mismo, que al votar por el líder de la Revolución Bolivariana el pueblo elegía sus propios intereses, porque la figura de Chávez nos representaba a “todos”. Esta misma frase fue la motivación para aquel acto de juramentación simbólica, celebrado el 10 de Enero del 2013, en el que, frente a la ausencia de Chávez, miembros de “el pueblo” se juramentaron en su lugar mientras repetían el lema “Yo soy Chávez”. Para este momento, el presidente de Venezuela llevaba más de un mes sin dar declaraciones ni aparecer frente a una cámara, sólo parecía tener fuerzas para sostener el diario Granma mientras reía con sus dos hijas, porque el diario Granma, además, es comiquísimo.
La definición de quiénes eran el pueblo, de quiénes tendrían derecho a juramentarse en aquel acto, habría quedado clara gracias a las distinciones que tantas veces había hecho el presidente a lo largo de la revolución; “el pueblo” estaba conformado exclusivamente por aquellos que reconocían en Chávez a la figura del pueblo y por ende votaban por él, o por ellos mismos. Los que no votaban por Chávez, obviamente, no podían formar parte del pueblo porque no estaban eligiendo al pueblo. En definitiva, para no perdernos en tautologías sin sentido, “Chávez era el pueblo”, como decía el lema, por ende, para ser “pueblo” habría que seguir a esa suerte de hombre/colectivo que era Hugo “Pueblo” Chávez.
Durante este tiempo, sin embargo, las distinciones eran claras; existía el pueblo-Chávez que era bueno y luchador, siempre enfrentado a la economía de mercado y siempre dispuesto a proteger la soberanía nacional frente a los intereses extranjeros, mientras que los otros, los no-Chávez, eran enemigos de la patria y se les podía adjudicar cualquier nombre que los distinguiera del pueblo: oligarcas, escuálidos, majunches, fascistas, y pare usted de contar. Este segundo grupo, además de no ser pueblo, eran los culpables de todo. El paro petrolero del 2002 (el mismo que no existía mientras estaba ocurriendo y hacía a los miembros del oficialismo preguntarse constantemente con consternación, ¿qué paro?) había dado al gobierno una excusa perfecta para culpabilizar a losno-Chávez de los problemas del país, y ni hablar del golpe de estado durante ese mismo año. Losno-Chávez se ocultaban en la noche para sabotear las plantas eléctricas y así producir una ola de apagones, compraban todo lo que había en los supermercados y lo escondían en sus inmensas despensas (todos los no-Chávez tienen despensas grandísimas) para que hubiese escasez, y losno-Chávez que eran dueños de negocios, escondían la mitad de los productos para crear especulación. Estos no-Chávez fueron los Trotskys de Venezuela, o los “Bola de nieve” para los que prefieran las referencias de la granja animal de Orwell; siempre ocultos, siempre conspirando desde la oscuridad, planeando arruinarle la fiesta a aquel pueblo al que no podían pertenecer.
Sin embargo, durante el gobierno de Nicolás Maduro los no-Chávez parecen haber conseguido cómplices para conspirar. Así, la crisis económica causada por el llamado “cadivismo” parece haber sido causada por todos, no-Chávez y Chávez-pueblo por igual, y hace pocos días el Ministro para el poder popular para la alimentación, Félix Osorio, salía regañado a los usuarios de Mercal y abastos bicentenario (principalmente Chávez-pueblo) por comprar pollo y leche todos los días. Para el ministro, quien parece entender completamente la economía de cocina artesanal, si alguien tiene un negocio de comida debe hacer compras al mayor (a Osorio se le olvida que sólo los no-Chávez tienen despensas gigantes y que hay personas que necesitan las ganancias de cada día para comprar la comida que van a preparar al día siguiente) y los que no tienen negocios de comida y aun así hacen compras todos los días son unos “bachaqueros”; este término de la neo-lengua parece aplicarse a Chávez-pueblo y a no-Chávez por igual y pretende definir a las personas que hacen compras en los supermercados financiados del gobierno para revender los productos al doble del precio, o a los precios de “la calle”.
Así, en esta nueva etapa de la Revolución Bolivariana liderada por Nicolás Maduro, “los culpables somos todos”, nuevo lema que encaja perfectamente con el tono religioso que el presidente tiende a dar a todos sus discursos. La idea de que los venezolanos somos culpables porque nuestra esencia es ser desordenados y corruptos, siempre buscando oportunidades para hacer dinero sin trabajar, siempre buscando la salida fácil, explota uno de nuestros más grandes complejos históricos como país. Ese complejo que nos hace siempre compararnos con los europeos y los gringos, para decir que allí las cosas funcionan porque ellos son distintos, de alguna forma mejores que nosotros. Yo llevo poco más de un año viviendo en Londres, y cada vez que paseo por la ciudad un sábado o un domingo temprano en la mañana y veo la cantidad de basura que ha quedado en las calles, después de las fiestas de la noche anterior, pienso “que cochina es esta gente”; aun así, invariablemente, unas horas más tarde la basura es recogida y Londres vuelve a ser una ciudad limpia, una ciudad de ese mal llamado “primer mundo”. Yo no niego que hay mucho trabajo que hacer en Venezuela en términos de educación ciudadana, pero primero tenemos que admitir que uno de nuestros principales problemas es que no tenemos quien recoja la basura.
Algunas personas que pretenden una postura mediadora en el conflicto actual de Venezuela, comparten en las redes sociales una foto que dice algo así como: si quieres un mejor país no tires basura en la calle, da paso a los peatones y otras cosas por el estilo. Pienso que la idea de que nuestras acciones cotidianas puedan mejorar la situación del país tiene un poco de verdad, pero creo que también contribuye a reiterar esa idea de que estamos en esta situación porque somos un pueblo malo, incivilizado. El pueblo luchador en contra de los intereses extranjeros al que se refería Chávez, es ahora un pueblo flojo y aprovechado según el gobierno de Maduro. Hugo Chávez murió por nuestros pecados y con el murió también el pueblo honesto que merecía llamarse Chávez, ese pueblo no es ahora más que una utopía y todos los venezolanos reales deberíamos sentir vergüenza por no cumplir con esos estándares. Ahora, finalmente, parece existir algo que nos une a todos, sin importar nuestra asociación política,“todos somos culpables”, todos somos Trotsky.
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