Tomás Straka: "Bolívar luchó para hacernos críticos"
"La iconografía (de los héroes) dice lo que piensa el que la pinta, pero sobre todo el que la paga" "Aquello que tiene un nivel mediocre... un nivel de calidad por debajo de lo esperado le dicen 'bolivariano' ", asegura el historiador.
A Bolívar hay que verlo en su justa medida sin religiosidad (O. Díaz)
ANA MARÍA HERNÁNDEZ G. | EL UNIVERSAL
lunes 28 de enero de 2013 07:55 AM
Dos películas están cerca de proyectarse: Libertador de Alberto Arvelo, con Edgar Ramírez como Simón Bolívar, y El hombre de las dificultades de Luis Alberto Lamata, con Roque Valero como el prócer. El año pasado le tocó el turno a la puesta en escena de la ópera Bolívar de Milhaud en el Teatro Teresa Carreño, evento que fue acompañado con la difusión de un célebre retrato digital que ha levantado no pocas ronchas.
Y aunque el país es bolivariano de hecho y de derecho, vale la pena revisar qué ocurre en torno a la iconografía de Simón Bolívar, su vigencia, uso y abuso. Para ello, el historiador Tomás Straka (Caracas, 1972), director de los posgrados en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, aclara las dudas, en particular porque se ha dedicado a examinarlo, incluso en un libro publicado en 2009, La épica del desencanto.
-¿Qué tan valorizada está la figura de Bolívar?
-Uno de los elementos emblemáticos, icónicos de la identidad venezolana, de mayor carga simbólica es, sin lugar a dudas, la imagen del Libertador. La operación historiográfica, ideológica de cambiar su imagen, alineada con la revolución, a través de los aportes y potencialidades que da la ciencia moderna, llena una aspiración que tiene desde el siglo XIX el Estado venezolano; y tuvo su más grande representante en Tito Salas, quien creó una imagen canónica del Libertador. Lo que ha ocurrido es todo un proceso de reconfigurar, no solo de reescribir la historia, sino que a través de la reescritura de la historia se propicia un discurso. En combinación con esa reescritura de la historia se crea toda una nueva simbología que evidentemente sirva de base para un nuevo proyecto político, una nueva identidad y un nuevo ciudadano.
-¿Qué tan peligroso o terrible resulta la reescritura de la historia?
-Decir peligroso o terrible es tomar posturas frente a los objetivos que esa reescritura tiene. También puede ser qué tan esperanzador. Tal vez la pregunta es ¿qué tanta eficiencia política o social tiene la reescritura de la historia? Muy grande. La historia es un elemento muy importante para moldear una identidad y valores determinados. Estos días hemos visto una especie de resemantización del 23 de Enero por parte del régimen, de la necesidad del régimen de arrebatarle a la oposición una fecha emblemática y convertirla en una fecha suya y para eso implica toda una reescritura de la historia. Este régimen es legítimo en la medida en que está ejecutando la promesa incumplida del Libertador. En Venezuela fue tremendamente eficiente, la historia patria entendida como la historia que se escribe en el siglo XIX, y uno de los maestros en esto fue Antonio Guzmán Blancio, que es el que termina de configurar, de sentar las bases del Estado y de la nacionalidad venezolana.
-Precisamente Guzmán Blanco fue, como Pablo de Tarso con el cristianismo, el fundador de la religión bolivariana, ¿Al venezolano le hace falta tener una religión política?
-Todos los países del mundo tienen una especie de religión política. La religión no significa de inmediato fanatismo o un sentido acrítico. Todo depende de cómo se viva esa religiosidad. Todos los países tienen un conjunto de valores, encarnados en distintos héroes, manifestados en determinadas circunstancias. Esto fue así por la extrema dificultad, el reto que significó compactar a los venezolanos en una sola nación, que nos sintamos todos parte de una misma comunidad.
-Todo se llama Bolívar ¿Esa exageración no lo descalifica, no lo desvaloriza, no satura a los ciudadanos?
-Los venezolanos no vamos a comenzar a sentirnos saturados de la imagen del Libertador hasta el inicio del gobierno de Hugo Chávez, cuando esta imagen comienza a ser asociada con una parcialidad determinada de la sociedad. Hay gente que ha comenzado a agarrarle rabia a Bolívar por agarrarle rabia a Chávez, con lo cual estamos con una forma de historicismo y de presentismo histórico similar al que está en la otra acera. Como el que invoca al señor que se ha muerto hace 180 años, permanentemente para todo y le da vigencia desproporcionada a las ideas de un hombre de otra época.
-¿Qué pasa entonces el día de hoy?
-El día de hoy estamos en la circunstancia de que estamos en otro momento. Los venezolanos no necesitamos de la muleta del culto de los héroes para sentirnos bien, y yo que tengo tanto contacto con los jóvenes lo percibo.
-¿Qué ve entre los jóvenes?
-Me he fijado que entre alumnos de pregrado como de posgrado incluso de bachillerato veo ese hartazgo: el pico más alto de Venezuela se llama Bolívar, la avenida más grande se llama Bolívar, la plaza principal se llama Bolívar, el mejor aeropuerto de Venezuela se llama Simón Bolívar. A todo se le pone Bolívar. Cuando Guzmán Blanco funda el primer ferrocarril en 1878, le pone Línea Bolívar. Si te pones a ver, Bolívar se asocia a la mejor realización. Pero el día de hoy, uno se encuentra, sobre todo en los jóvenes que cuando quieren subrayar lo mediocre, lo incompleto de algo lo califican de "bolivariano". Aquello que tiene un nivel mediocre, un nivel de ejecución muy limitado, un nivel de calidad por debajo de lo esperado le dicen "bolivariano".
-Es decir, de Simón Bolívar a "sin un bolívar"...
-Sí, exacto. Pero no estoy diciendo que eso sea así en todas partes. He visto también a unas personas que se niegan a darle al Libertador una valoración en su justa medida, porque una cosa es el extremo del ditirambo que nos ha castigado, pero otra cosa es quitarle a Bolívar todo su valor, que no seamos capaces de ver el grande hombre que efectivamente fue, el pensador potente, el líder de grandes dimensiones. Una cosa es reconocerle esto y otra cosa es prenderle velas.
-La iconografía no es el pensamiento...
-Se espera que la iconografía refleje el pensamiento, sobre todo la iconografía clásica. Quienes crean la iconografía del Libertador en el siglo XIX eran hombres estudiados bajo los criterios de las academias de bellas artes; y estas pinturas clásicas dejan muy pocas cosas al azar, sobre todo cuando están pintando un personaje histórico: cada cosa es una alegoría que representa algo, y la imagen debería reflejar el pensamiento. Guzmán Blanco decide decorar el Capitolio con las imágenes de los padres de la patria, una operación de carácter ideológico de alto vuelo, y decreta el encargo de sesenta retratos de padres de la patria. Eso implicaba que todo el mundo que sabía pintar en Caracas, que eran tres o cuatro, le tocó algo así como quince retratos, esa gente no trabajó ese año en otra cosa. La iconografía dice lo que piensa el que la pinta, pero sobre todo el que la paga. En los cuadros que uno ve en el Salón Elíptico, nuestros héroes suelen ser sospechosamente bien formados en su complexión física. Yo digo que Tovar y Tovar y Herrera Toro eran una especie de Osmel Sousa hacia el pasado. A Mariño, que era un hombre de mediana edad, y tenía su barriguita le hacen la liposucción en el cuadro.
-Con las versiones de Bolívar, incluso la reciente ¿está más presente o difuso en el imaginario colectivo?
-Me imagino que está más presente a como cuando yo estudiaba bachillerato y la universidad. En los años ochenta, noventa, había una presencia de Bolívar pero no lo teníamos permanentemente en los medios de comunicación ni en el discurso político. Ahora, presencia no significa una mayor conciencia.
-¿Cómo debe verse a Bolívar entonces?
-Como lo que fue: un importantísmo personaje histórico, que tiene un pensamiento con elementos trascendentes, pero sin someternos a una actitud religiosa y acrítica frente a él. Si por algo luchó Bolívar fue para que fuéramos libres en nuestro pensamiento y para que fuéramos críticos.
Y aunque el país es bolivariano de hecho y de derecho, vale la pena revisar qué ocurre en torno a la iconografía de Simón Bolívar, su vigencia, uso y abuso. Para ello, el historiador Tomás Straka (Caracas, 1972), director de los posgrados en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello, aclara las dudas, en particular porque se ha dedicado a examinarlo, incluso en un libro publicado en 2009, La épica del desencanto.
-¿Qué tan valorizada está la figura de Bolívar?
-Uno de los elementos emblemáticos, icónicos de la identidad venezolana, de mayor carga simbólica es, sin lugar a dudas, la imagen del Libertador. La operación historiográfica, ideológica de cambiar su imagen, alineada con la revolución, a través de los aportes y potencialidades que da la ciencia moderna, llena una aspiración que tiene desde el siglo XIX el Estado venezolano; y tuvo su más grande representante en Tito Salas, quien creó una imagen canónica del Libertador. Lo que ha ocurrido es todo un proceso de reconfigurar, no solo de reescribir la historia, sino que a través de la reescritura de la historia se propicia un discurso. En combinación con esa reescritura de la historia se crea toda una nueva simbología que evidentemente sirva de base para un nuevo proyecto político, una nueva identidad y un nuevo ciudadano.
-¿Qué tan peligroso o terrible resulta la reescritura de la historia?
-Decir peligroso o terrible es tomar posturas frente a los objetivos que esa reescritura tiene. También puede ser qué tan esperanzador. Tal vez la pregunta es ¿qué tanta eficiencia política o social tiene la reescritura de la historia? Muy grande. La historia es un elemento muy importante para moldear una identidad y valores determinados. Estos días hemos visto una especie de resemantización del 23 de Enero por parte del régimen, de la necesidad del régimen de arrebatarle a la oposición una fecha emblemática y convertirla en una fecha suya y para eso implica toda una reescritura de la historia. Este régimen es legítimo en la medida en que está ejecutando la promesa incumplida del Libertador. En Venezuela fue tremendamente eficiente, la historia patria entendida como la historia que se escribe en el siglo XIX, y uno de los maestros en esto fue Antonio Guzmán Blancio, que es el que termina de configurar, de sentar las bases del Estado y de la nacionalidad venezolana.
-Precisamente Guzmán Blanco fue, como Pablo de Tarso con el cristianismo, el fundador de la religión bolivariana, ¿Al venezolano le hace falta tener una religión política?
-Todos los países del mundo tienen una especie de religión política. La religión no significa de inmediato fanatismo o un sentido acrítico. Todo depende de cómo se viva esa religiosidad. Todos los países tienen un conjunto de valores, encarnados en distintos héroes, manifestados en determinadas circunstancias. Esto fue así por la extrema dificultad, el reto que significó compactar a los venezolanos en una sola nación, que nos sintamos todos parte de una misma comunidad.
-Todo se llama Bolívar ¿Esa exageración no lo descalifica, no lo desvaloriza, no satura a los ciudadanos?
-Los venezolanos no vamos a comenzar a sentirnos saturados de la imagen del Libertador hasta el inicio del gobierno de Hugo Chávez, cuando esta imagen comienza a ser asociada con una parcialidad determinada de la sociedad. Hay gente que ha comenzado a agarrarle rabia a Bolívar por agarrarle rabia a Chávez, con lo cual estamos con una forma de historicismo y de presentismo histórico similar al que está en la otra acera. Como el que invoca al señor que se ha muerto hace 180 años, permanentemente para todo y le da vigencia desproporcionada a las ideas de un hombre de otra época.
-¿Qué pasa entonces el día de hoy?
-El día de hoy estamos en la circunstancia de que estamos en otro momento. Los venezolanos no necesitamos de la muleta del culto de los héroes para sentirnos bien, y yo que tengo tanto contacto con los jóvenes lo percibo.
-¿Qué ve entre los jóvenes?
-Me he fijado que entre alumnos de pregrado como de posgrado incluso de bachillerato veo ese hartazgo: el pico más alto de Venezuela se llama Bolívar, la avenida más grande se llama Bolívar, la plaza principal se llama Bolívar, el mejor aeropuerto de Venezuela se llama Simón Bolívar. A todo se le pone Bolívar. Cuando Guzmán Blanco funda el primer ferrocarril en 1878, le pone Línea Bolívar. Si te pones a ver, Bolívar se asocia a la mejor realización. Pero el día de hoy, uno se encuentra, sobre todo en los jóvenes que cuando quieren subrayar lo mediocre, lo incompleto de algo lo califican de "bolivariano". Aquello que tiene un nivel mediocre, un nivel de ejecución muy limitado, un nivel de calidad por debajo de lo esperado le dicen "bolivariano".
-Es decir, de Simón Bolívar a "sin un bolívar"...
-Sí, exacto. Pero no estoy diciendo que eso sea así en todas partes. He visto también a unas personas que se niegan a darle al Libertador una valoración en su justa medida, porque una cosa es el extremo del ditirambo que nos ha castigado, pero otra cosa es quitarle a Bolívar todo su valor, que no seamos capaces de ver el grande hombre que efectivamente fue, el pensador potente, el líder de grandes dimensiones. Una cosa es reconocerle esto y otra cosa es prenderle velas.
-La iconografía no es el pensamiento...
-Se espera que la iconografía refleje el pensamiento, sobre todo la iconografía clásica. Quienes crean la iconografía del Libertador en el siglo XIX eran hombres estudiados bajo los criterios de las academias de bellas artes; y estas pinturas clásicas dejan muy pocas cosas al azar, sobre todo cuando están pintando un personaje histórico: cada cosa es una alegoría que representa algo, y la imagen debería reflejar el pensamiento. Guzmán Blanco decide decorar el Capitolio con las imágenes de los padres de la patria, una operación de carácter ideológico de alto vuelo, y decreta el encargo de sesenta retratos de padres de la patria. Eso implicaba que todo el mundo que sabía pintar en Caracas, que eran tres o cuatro, le tocó algo así como quince retratos, esa gente no trabajó ese año en otra cosa. La iconografía dice lo que piensa el que la pinta, pero sobre todo el que la paga. En los cuadros que uno ve en el Salón Elíptico, nuestros héroes suelen ser sospechosamente bien formados en su complexión física. Yo digo que Tovar y Tovar y Herrera Toro eran una especie de Osmel Sousa hacia el pasado. A Mariño, que era un hombre de mediana edad, y tenía su barriguita le hacen la liposucción en el cuadro.
-Con las versiones de Bolívar, incluso la reciente ¿está más presente o difuso en el imaginario colectivo?
-Me imagino que está más presente a como cuando yo estudiaba bachillerato y la universidad. En los años ochenta, noventa, había una presencia de Bolívar pero no lo teníamos permanentemente en los medios de comunicación ni en el discurso político. Ahora, presencia no significa una mayor conciencia.
-¿Cómo debe verse a Bolívar entonces?
-Como lo que fue: un importantísmo personaje histórico, que tiene un pensamiento con elementos trascendentes, pero sin someternos a una actitud religiosa y acrítica frente a él. Si por algo luchó Bolívar fue para que fuéramos libres en nuestro pensamiento y para que fuéramos críticos.
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