Ratzinger, un entusiasta de Vaticano II decepcionado por sus resultados
CIUDAD DEL VATICANO — Joseph Ratzinger fue uno de los más jóvenes y audaciosos expertos del Concilio Vaticano II y pasó gran parte de su vida, primero como defensor del dogma católico y luego como Papa, defendiéndolo y rectificando los que considera interpretaciones erróneas.
La decisión de convocar un "Año de la Fe", el día del 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, el 11 de octubre, marca a la vez la importancia que el Papa Benedicto XVI le da al Concilio, y la convicción de que este último no dio todos sus frutos.
Por lo tanto, según el Papa, hay que centrarse en lo esencial y dar un nuevo impulso.
El entonces joven "consultor" de 35 años, que acompañó en octubre de 1962 al cardinal Joseph Frings de Colonia al Vaticano, era un profesor de teología lleno de ideas. En esa época participó en Alemania en reflexiones sobre el divorcio y la posibilidad de que los sacerdotes se puedan casar.
Se comprometió plenamente a favor de la liturgia en lenguas vernáculas, y fue uno de los más duros críticos de la Curia y de su "actitud antimodernista".
"La fe tiene que salir de su armadura, debe enfrentarse al presente con un nuevo lenguaje, una nueva apertura", sostuvo en esa época.
Hay un "escándalo cuando bajo el pretexto de defender los derechos de Dios, defendemos sólo una determinada situación social y las posiciones de poder que se han establecido, cuando, bajo el pretexto de proteger la santidad de la fe, defendemos únicamente nuestra propia nostalgia del pasado", sostuvo más tarde, en 1966, después del Concilio.
Pero el año 1968 marcó un cambio, narrado por su amigo y colega de la época, el teólogo suizo Hans Küng: en la facultad católica de Tübingen, donde ambos enseñaban, los estudiantes interrumpían a los profesores y se burlaban de los dogmas en nombre de la revolución.
Mientras que Küng vio consecuencias positivas en esa revuelta, Ratzinger, profesor de dogmática católica, tomó entonces una posición más conservadora.
"Renovación en la continuidad"
"Rebelde Joseph, Papa Ratzinger", tituló la revista alemana Der Spiegel, para poner de relieve esa contradicción.
En 1977, Joseph Ratzinger, calificó al Concilio de "sismo y, al mismo tiempo, de crisis beneficiosa".
Llamado en 1981 por el Papa Juan Pablo II para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger, un teólogo puntilloso, refrenó a los teólogos de varios continentes, tentados por una interpretación revolucionaria de la Teología de la liberación y por diversas influencias freudianas y marxistas.
Benedicto XVI se construyó así una reputación de tener una mano de hierro cubierta por un guante de terciopelo, ya que el cardenal bávaro es siempre cortés.
Cuando Benedicto XVI fue electo Papa, todos los teólogos contestatarios expresaron su preocupación, a pesar de que el actual Papa sigue la misma línea conservadora que el popular Juan Pablo II.
Un importante debate divide a la Iglesia: ¿el Concilio "rompió" con el pasado o es una "renovación en la continuidad" que respeta dos mil años de tradición? Benedicto XVI apoya la segunda corriente.
Para Benedicto XVI, algunas derivas postconcilio, como el empobrecimiento de la catequesis, deben ser rectificadas.
Pero el Papa apoya los valores de libertad de conciencia, laicismo, respeto de las demás religiones y diálogo con el mundo moderno, adquiridos con el Concilio Vaticano II, diferenciándose así de los ultraconservadores lefebvrista.
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Julio Algañaraz
jalganaraz@clarin.com
De soldado alemán prisionero de guerra de los norteamericanos al final de la Segunda Guerra Mundial, a guardián de la ortodoxia católica durante 24 años en el papado de Juan Pablo II. De inculpable chico miembro de la juventud hitleriana a los 12 años, a líder de los conservadores de la Iglesia, bastión de la recuperación restauradora de una Europa que se "odia a sí misma" porque reniega de sus raíces cristianas. De joven teólogo rebelde que quería cambiar en sentido progresista a la Iglesia católica a Papa tradicionalista desde ayer con el programa de enfatizar la pureza doctrinaria y mantener la continuidad espiritual con el reinado de Juan Pablo II, fallecido el 2 de este mes.
La vida, la obra y las opiniones de Joseph Ratzinger, 78 años cumplidos el sábado pasado, son cristalinas. Si hay un mérito que acreditarle a este bavarés refinado, culto, plácido y simpático (Clarín almorzó dos veces en el pasado con él en la sede de los corresponsales extranjeros), es el de su honestidad personal e intelectual. Todos saben lo que piensa y su intransigencia doctrinaria, que "Rat", como también lo llaman, vive como una misión, lo lleva a actuar como un "panzerkardinal", de frente, sin titubeos.
De los nueve Papas que la Iglesia tuvo desde comienzos del siglo XX, Benedicto XVI debe ser el que más adversarios ha acumulado, sobre todo en los años del pre y pos Concilio Vaticano, del cual participó como joven teólogo junto con el también joven obispo polaco Karol Wojtyla, del cual ahora es su sucesor en el pontificado romano.
Nació en la Baja Baviera, en el pueblo de Markti am Inn, el 16 de abril de 1927, en una familia de agricultores y con un padre gendarme y maestro.
Vivió la adolescencia en la ciudad bávara de Traunstein y tras el fin de la guerra estudió hasta 1951 filosofía y teología en la Universidad de Munich y en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising. Ese año se ordenó sacerdote en Munich.
En 1953 se doctoró en teología y en 1957 era ya profesor de Dogmática y Teología Fundamental en la Escuela Superior de Freising. Su vocación docente le hizo ejercitar cargos académicos en Bonn y en Munster.
Sus próximos pasos lo llevaron al cargo de profesor en Tubinga entre 1966 y 1969, en el ateneo donde también era profesor Hans Küng, el más famoso teólogo disidente a quien más tarde, como "ministro" de Juan Pablo II para la Doctrina de la Fe, le quitó la condición de teólogo católico acusándolo prácticamente de herejía.
El cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia, lo había llevado en 1962 como joven asistente al Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, quien como Ratzinger fue elegido pontífice a la edad de 78 años.
Ironía de la vida, entonces fueron los conservadores los que se opusieron a la contribución del joven Ratzinger, considerándolo peligrosamente vecino a las posiciones progresistas. En 1977, Pablo VI lo consagró arzobispo de Colonia y ese mismo año lo creó cardenal. En 1978 participó de los Cónclaves que eligieron a Juan Pablo I y Juan Pablo II.En 1981, el Papa Wojtyla lo llamó al Vaticano para dirigir la Comisión Teológica Internacional y lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio que hace varios siglos heredó las tareas de la Santa Inquisición.
Ratzinger dijo varias veces que no se sentía "el Gran Inquisidor" de la Iglesia, mote que le pusieron disidentes y progresistas católicos que sufrieron sus latigazos doctrinarios, siempre con el respaldo de Juan Pablo II.
En los primeros años del pontificado del Wojtyla, uno de los grandes problemas era el desarrollo de la Teología de la Liberación, que tenía entre sus principales animadores al sacerdote brasileño Leonardo Boff, ex teólogo compañero de "Rat" en la revista progresista "Concilium" y hasta discípulo de sus enseñanzas de teología.
Para Juan Pablo II, la única real prioridad política en aquella época era la lucha contra el comunismo para liberar a su querida Polonia y al resto del este europeo del yugo comunista y de la URSS. Esto lo llevó a sellar una alianza con EE.UU. en la era Reagan, que pedía la línea dura en la América Central agitada por el castrismo cubano, los sandinistas de Nicaragua y la guerrilla del Salvador.
Desde las cumbres vaticanas, Ratzinger descerrajó los fúlmines de un documento sobre "algunos aspectos de la Teología de la Liberación", de agosto de 1984.La batalla duró años, pero finalmente el movimiento fue descabezado. A Boff, su ex amigo Ratzinger le impuso un año de silencio tras condenar el libro Carisma y poder , argumentando que la obra contenía "opciones capaces de poner en peligro la sana doctrina de la fe".
Julio Algañaraz
jalganaraz@clarin.com
De soldado alemán prisionero de guerra de los norteamericanos al final de la Segunda Guerra Mundial, a guardián de la ortodoxia católica durante 24 años en el papado de Juan Pablo II. De inculpable chico miembro de la juventud hitleriana a los 12 años, a líder de los conservadores de la Iglesia, bastión de la recuperación restauradora de una Europa que se "odia a sí misma" porque reniega de sus raíces cristianas. De joven teólogo rebelde que quería cambiar en sentido progresista a la Iglesia católica a Papa tradicionalista desde ayer con el programa de enfatizar la pureza doctrinaria y mantener la continuidad espiritual con el reinado de Juan Pablo II, fallecido el 2 de este mes.
La vida, la obra y las opiniones de Joseph Ratzinger, 78 años cumplidos el sábado pasado, son cristalinas. Si hay un mérito que acreditarle a este bavarés refinado, culto, plácido y simpático (Clarín almorzó dos veces en el pasado con él en la sede de los corresponsales extranjeros), es el de su honestidad personal e intelectual. Todos saben lo que piensa y su intransigencia doctrinaria, que "Rat", como también lo llaman, vive como una misión, lo lleva a actuar como un "panzerkardinal", de frente, sin titubeos.
De los nueve Papas que la Iglesia tuvo desde comienzos del siglo XX, Benedicto XVI debe ser el que más adversarios ha acumulado, sobre todo en los años del pre y pos Concilio Vaticano, del cual participó como joven teólogo junto con el también joven obispo polaco Karol Wojtyla, del cual ahora es su sucesor en el pontificado romano.
Nació en la Baja Baviera, en el pueblo de Markti am Inn, el 16 de abril de 1927, en una familia de agricultores y con un padre gendarme y maestro.
Vivió la adolescencia en la ciudad bávara de Traunstein y tras el fin de la guerra estudió hasta 1951 filosofía y teología en la Universidad de Munich y en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising. Ese año se ordenó sacerdote en Munich.
En 1953 se doctoró en teología y en 1957 era ya profesor de Dogmática y Teología Fundamental en la Escuela Superior de Freising. Su vocación docente le hizo ejercitar cargos académicos en Bonn y en Munster.
Sus próximos pasos lo llevaron al cargo de profesor en Tubinga entre 1966 y 1969, en el ateneo donde también era profesor Hans Küng, el más famoso teólogo disidente a quien más tarde, como "ministro" de Juan Pablo II para la Doctrina de la Fe, le quitó la condición de teólogo católico acusándolo prácticamente de herejía.
El cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia, lo había llevado en 1962 como joven asistente al Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, quien como Ratzinger fue elegido pontífice a la edad de 78 años.
Ironía de la vida, entonces fueron los conservadores los que se opusieron a la contribución del joven Ratzinger, considerándolo peligrosamente vecino a las posiciones progresistas. En 1977, Pablo VI lo consagró arzobispo de Colonia y ese mismo año lo creó cardenal. En 1978 participó de los Cónclaves que eligieron a Juan Pablo I y Juan Pablo II.En 1981, el Papa Wojtyla lo llamó al Vaticano para dirigir la Comisión Teológica Internacional y lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio que hace varios siglos heredó las tareas de la Santa Inquisición.
Ratzinger dijo varias veces que no se sentía "el Gran Inquisidor" de la Iglesia, mote que le pusieron disidentes y progresistas católicos que sufrieron sus latigazos doctrinarios, siempre con el respaldo de Juan Pablo II.
En los primeros años del pontificado del Wojtyla, uno de los grandes problemas era el desarrollo de la Teología de la Liberación, que tenía entre sus principales animadores al sacerdote brasileño Leonardo Boff, ex teólogo compañero de "Rat" en la revista progresista "Concilium" y hasta discípulo de sus enseñanzas de teología.
Para Juan Pablo II, la única real prioridad política en aquella época era la lucha contra el comunismo para liberar a su querida Polonia y al resto del este europeo del yugo comunista y de la URSS. Esto lo llevó a sellar una alianza con EE.UU. en la era Reagan, que pedía la línea dura en la América Central agitada por el castrismo cubano, los sandinistas de Nicaragua y la guerrilla del Salvador.
Desde las cumbres vaticanas, Ratzinger descerrajó los fúlmines de un documento sobre "algunos aspectos de la Teología de la Liberación", de agosto de 1984.La batalla duró años, pero finalmente el movimiento fue descabezado. A Boff, su ex amigo Ratzinger le impuso un año de silencio tras condenar el libro Carisma y poder , argumentando que la obra contenía "opciones capaces de poner en peligro la sana doctrina de la fe".
La actividad de Ratzinger en defensa de la "sana doctrina", en total sintonía con Juan Pablo II, prosiguió sin desmayos. Durante el Jubileo del año 2000, la congregación para la Doctrina de la Fe emitió uno de los documentos más discutidos del papado de Karol Wojtyla, que lo leyó y suscribió. "Dominus Jesus" enfatizó las divisiones con las otras iglesias y hasta en un documento adjunto, titulado el "Gran Inquisidor", ordenó a los obispos católicos que llamaran "iglesias hermanas" a las otras religiones cristianas.
El nuevo Papa habita desde hace muchos años en el Borgo, el barrio junto al Vaticano. Varias veces confesó que tiene costum bres sencillas, que ama la música de Beethoven y que no le gusta el rock porque lo considera "expresión de pasiones primarias".
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