martes, 5 de mayo de 2015
La Evangelización
Tomado del blog "Visión Contemplativa" del padre Beda Hornung OSB
Abadía "San José". Güigüe. Estado Carabobo.
Decía el profesor Joseph Raztinger en su artículo sobre una "Iglesia de paganos que todavía se creen cristianos": Cuanto más la iglesia pone en práctica este distanciamiento, la discreción de lo cristiano, posiblemente en dirección al pequeño rebaño, de manera tanto más realista podrá y deberá reconocer su tarea en el segundo nivel, el del anuncio de la fe. Si el sacramento es aquel punto donde la iglesia se cierra, y debe cerrarse, contra la no-iglesia, entonces la palabra es la manera de extender el gesto abierto de invitación al banquete divino(Joseph Ratzinger, 1958). Ya escribí, en una entrada anterior, sobre el primer nivel, donde la iglesia se cierra, y debe cerrarse, contra la no-iglesia. Si no, engañamos a la gente al darles los sacramentos.
Veamos ahora el segundo nivel. Esto (la negación de los sacramentos a los que, de hecho, no creen) no debe llevar a un aislamiento como de una secta, sino que el cristiano pueda ser un hombre alegre entre hombres, simplemente otro hombre donde no puede ser otro cristiano. Se trata de anunciar el Evangelio, y eso, en primer término, por nuestro testimonio, por nuestra presencia.
Veo que, hoy en día, existe una confusión respecto a la evangelización. Como en los últimos años se ha puesto mucho énfasis en ella, se la menciona con más frecuencia. Pero muchas veces se refieren, de hecho, a la catequesis. Algunos no tienen clara la diferencia entre las dos. Mientras la evangelización es el anuncio básico de la buena noticia, la catequesis nos enseña cuales son, si la aceptamos, las consecuencias de esto para nuestra vida diaria. Un ejemplo: enseñamos en la catequesis los diez mandamientos. Pero, así, a secas, se quedan en el aire, y para muchos no tienen sentido. Porque se nos olvida de dar primero la buena noticia - que el antiguo testamento, sí, da - que Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de la esclavitud de Egipto. Al escuchar esta buena noticia no percibimos los mandamientos como caprichos de Dios, sino como una orientación para vivir - y seguir viviendo - en libertad. ¡Ésta es una gran diferencia!
Jesús, en el nuevo testamento, lleva esta dinámica hasta sus últimas consecuencias. No sólo proclama la buena noticia, sino que la acompaña con hechos: sana a leprosos, devuelve la vista a los ciegos, la capacidad de oír a los sordos y el habla a los mudos. Expulsa demonios, perdona pecados y resucita muertos. Saca a la gente de su aislamiento y les devuelve su libertad de comunicarse, de vivir en su ambiente. Así facilita una experiencia y establece una relación de confianza. Eso va mucho más allá de servicios caritativos - que también son necesarios. Estas experiencias abarcan toda la persona, la re-estructuran y, de esta manera, la capacitan para responder a la voluntad de Dios. Porque su motivación ya no viene impuesta desde fuera, sino que es motivada desde dentro, desde lo íntimo de su ser.
¿Quiénes son los responsables de la evangelización? Como lo eran los apóstoles en la iglesia de los primeros tiempos, así hoy en día lo son sus sucesores, los obispos y sacerdotes. Pero, a diferencia de la iglesia antigua, hoy no se bautizan sólo adultos, sino en su gran mayoría ya los niños. El clero no puede encargarse de evangelizar a todos ellos; porque los niños viven los primeros años en el seno de su familia. Es allí donde hay que transmitirles esta misma experiencia que transmitía Jesús a la gente. La experiencia de ser aceptado y querido, de ser parte de una familia, de ser perdonado, de poder confiar, de ser tomado en serio, de recibir los estímulos necesarios para desarrollar su creatividad, de poder relacionarse con Dios.
Esta tarea tan noble parece casi imposible en nuestras familias, tan frecuentemente disfuncionales. Por eso, la pastoral familiar es un punto muy importante en la actividad de la iglesia. En Venezuela tenemos los Encuentros Familiares (efv.org.ve), una pastoral que atiende a toda la familia en sus diferentes edades y situaciones. Y, como decía el Papa Benedicto XVI, no se trata de hacer proselitismo, de ganar números, sino de atender a la gente que busca, y facilitarles el encuentro con Dios. Siempre es más cómodo quedarse en el rito, y dar los sacramentos a los que lo piden - ¡por costumbre! Pero eso, con el tiempo, aleja la gente.
Quisiera hablar de unas posibilidades de evangelización que tenemos, incluso en situaciones de la vida diaria: con frecuencia, la gente nos pide que bendigamos una medalla u otro objeto religioso. Lo más fácil es dar la bendición - y salimos de eso. Pero desde hace unos años, yo pregunto a la gente para qué quieren esta bendición. Normalmente me dicen algo como "para que Dios me proteja". Les pregunto si se confiesan y comulgan. A veces reconocen que no lo hacen. Entonces les explico que un objeto religioso no es ninguna protección si no buscan la presencia de Dios en el perdón y la comunión. Como dice un salmo: en el asilo de tu presencia los escondes. Así, al menos les dejo una inquietud. Y recuerdo casos cuando alguna gente allí mismo se confesó.
También los pido, antes de bendecir, que hagan en voz alta una oración espontánea sobre este objeto. Muchas veces ocurre que ésta es la primera vez que alguien habla personalmente con Dios, sin recurrir a fórmulas como un loro. Son ocasiones que no debemos desperdiciar. Para terminar, una anécdota: hace unos años me pidieron que bendijera una panadería. Les dije que tenía mis condiciones. "Si, Padre, ¿cuánto es?" No, nada de dinero. Pedí que en cada dependencia el encargado orara antes de la bendición. Y así pasamos por la panadería. Al llegar a un depósito, el joven encargado se negó rotundamente a orar. "¡No creo en eso!" Como yo no cedí, fue otro quien oró. Después de una semana me enteré que, la noche siguiente a la bendición, unos muchachos entraron y hurtaron mercancía - ¡justamente en el departamento del joven encargado que no quería orar! Los que nos enteramos de este incidente, no creemos en la pava, pero nos reímos del humor de Dios.
Veamos ahora el segundo nivel. Esto (la negación de los sacramentos a los que, de hecho, no creen) no debe llevar a un aislamiento como de una secta, sino que el cristiano pueda ser un hombre alegre entre hombres, simplemente otro hombre donde no puede ser otro cristiano. Se trata de anunciar el Evangelio, y eso, en primer término, por nuestro testimonio, por nuestra presencia.
Veo que, hoy en día, existe una confusión respecto a la evangelización. Como en los últimos años se ha puesto mucho énfasis en ella, se la menciona con más frecuencia. Pero muchas veces se refieren, de hecho, a la catequesis. Algunos no tienen clara la diferencia entre las dos. Mientras la evangelización es el anuncio básico de la buena noticia, la catequesis nos enseña cuales son, si la aceptamos, las consecuencias de esto para nuestra vida diaria. Un ejemplo: enseñamos en la catequesis los diez mandamientos. Pero, así, a secas, se quedan en el aire, y para muchos no tienen sentido. Porque se nos olvida de dar primero la buena noticia - que el antiguo testamento, sí, da - que Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de la esclavitud de Egipto. Al escuchar esta buena noticia no percibimos los mandamientos como caprichos de Dios, sino como una orientación para vivir - y seguir viviendo - en libertad. ¡Ésta es una gran diferencia!
Jesús, en el nuevo testamento, lleva esta dinámica hasta sus últimas consecuencias. No sólo proclama la buena noticia, sino que la acompaña con hechos: sana a leprosos, devuelve la vista a los ciegos, la capacidad de oír a los sordos y el habla a los mudos. Expulsa demonios, perdona pecados y resucita muertos. Saca a la gente de su aislamiento y les devuelve su libertad de comunicarse, de vivir en su ambiente. Así facilita una experiencia y establece una relación de confianza. Eso va mucho más allá de servicios caritativos - que también son necesarios. Estas experiencias abarcan toda la persona, la re-estructuran y, de esta manera, la capacitan para responder a la voluntad de Dios. Porque su motivación ya no viene impuesta desde fuera, sino que es motivada desde dentro, desde lo íntimo de su ser.
¿Quiénes son los responsables de la evangelización? Como lo eran los apóstoles en la iglesia de los primeros tiempos, así hoy en día lo son sus sucesores, los obispos y sacerdotes. Pero, a diferencia de la iglesia antigua, hoy no se bautizan sólo adultos, sino en su gran mayoría ya los niños. El clero no puede encargarse de evangelizar a todos ellos; porque los niños viven los primeros años en el seno de su familia. Es allí donde hay que transmitirles esta misma experiencia que transmitía Jesús a la gente. La experiencia de ser aceptado y querido, de ser parte de una familia, de ser perdonado, de poder confiar, de ser tomado en serio, de recibir los estímulos necesarios para desarrollar su creatividad, de poder relacionarse con Dios.
Esta tarea tan noble parece casi imposible en nuestras familias, tan frecuentemente disfuncionales. Por eso, la pastoral familiar es un punto muy importante en la actividad de la iglesia. En Venezuela tenemos los Encuentros Familiares (efv.org.ve), una pastoral que atiende a toda la familia en sus diferentes edades y situaciones. Y, como decía el Papa Benedicto XVI, no se trata de hacer proselitismo, de ganar números, sino de atender a la gente que busca, y facilitarles el encuentro con Dios. Siempre es más cómodo quedarse en el rito, y dar los sacramentos a los que lo piden - ¡por costumbre! Pero eso, con el tiempo, aleja la gente.
Quisiera hablar de unas posibilidades de evangelización que tenemos, incluso en situaciones de la vida diaria: con frecuencia, la gente nos pide que bendigamos una medalla u otro objeto religioso. Lo más fácil es dar la bendición - y salimos de eso. Pero desde hace unos años, yo pregunto a la gente para qué quieren esta bendición. Normalmente me dicen algo como "para que Dios me proteja". Les pregunto si se confiesan y comulgan. A veces reconocen que no lo hacen. Entonces les explico que un objeto religioso no es ninguna protección si no buscan la presencia de Dios en el perdón y la comunión. Como dice un salmo: en el asilo de tu presencia los escondes. Así, al menos les dejo una inquietud. Y recuerdo casos cuando alguna gente allí mismo se confesó.
También los pido, antes de bendecir, que hagan en voz alta una oración espontánea sobre este objeto. Muchas veces ocurre que ésta es la primera vez que alguien habla personalmente con Dios, sin recurrir a fórmulas como un loro. Son ocasiones que no debemos desperdiciar. Para terminar, una anécdota: hace unos años me pidieron que bendijera una panadería. Les dije que tenía mis condiciones. "Si, Padre, ¿cuánto es?" No, nada de dinero. Pedí que en cada dependencia el encargado orara antes de la bendición. Y así pasamos por la panadería. Al llegar a un depósito, el joven encargado se negó rotundamente a orar. "¡No creo en eso!" Como yo no cedí, fue otro quien oró. Después de una semana me enteré que, la noche siguiente a la bendición, unos muchachos entraron y hurtaron mercancía - ¡justamente en el departamento del joven encargado que no quería orar! Los que nos enteramos de este incidente, no creemos en la pava, pero nos reímos del humor de Dios.
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