Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 10 de agosto de 2015

Teología y política en el discurso del papa Francisco. ¿Dónde está el pueblo? El papa Francisco se mueve permanentemente entre lo teológico y lo político y ha logrado que, en un mundo secularizado, la teología vuelva a ser central en los medios de comunicación. Habla al pueblo en el lenguaje del pueblo, se radicaliza en la pobreza y desde allí se posiciona como un referente del debate político. Pero ¿es Francisco un teólogo de la liberación? ¿Qué significa esa teología del pobre? En este artículo se analiza la Teología del Pueblo como modalidad nacional y popular de la Teología de la Liberación, para distinguir luego entre dos categorías aparentemente opuestas dentro de la teología del obispo de Roma: la de pueblo como pobre y la de pueblo como unidad. Por último, se reflexiona sobre la diferencia entre una teología secularizada y una cultura teologizada, para situar el kairos de Francisco entre la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo.Por Emilce Cuda (V)



La Teología del Pueblo logra inspirar el resto de la teología latinoamericana con la idea de inculturación. Así, Gera fue el inspirador y redactor de los números centrales de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla sobre «evangelización de la cultura» en 1979, y Bergoglio, el de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil, en 2007 –como coordinador y destacado integrante de la comisión encargada de redactar el documento conclusivo–. A diferencia de la definición iluminista europea, la Teología del Pueblo define cultura como práctica cultural, esto es, como modo de vivir, como estilo oethos de un pueblo. La cultura se va haciendo en la práctica de un pueblo, se construye desde el pueblo y en el tiempo. La cultura no se instituye desde el saber de los iluminados. De este modo, dice Gera, «el único sujeto y agente de la historia humana es el pueblo, y el pueblo está vinculado a la historia de la salvación, ya que los signos de los tiempos se hacen presentes en sus acontecimientos».
La pobreza como kairos: peronismo y Teología del Pueblo
La idea de presente como oportunidad que afirma la Teología del Pueblo aparece en Francisco, para quien el tiempo es hoy, hoy es el momento, el kairos: «El discipulado-misionero (…) es el camino que Dios quiere para este ‘hoy’. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ‘hoy’ (…) El ‘hoy’ es lo más parecido a la eternidad; más aún: el ‘hoy’ es chispa de eternidad. En el ‘hoy’ se juega la vida eterna».
Para la Teología de la Liberación, la pobreza es el estado de anonadamiento. El pobre es aquel que logra experimentar la nada como ausencia total de ser. Es el desposeído del ser, pobre es el que no tiene vida. El documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Aparecida de 2007 establece que la evangelización es para que los pueblos pobres tengan vida y la tengan en abundancia. A mi modo de ver, la resolución de esta dialéctica, entre el ser y la nada, es el punto de desencuentro entre la Teología del Pueblo y el resto de la Teología de la Liberación. La Teología de la Liberación, en las corrientes de Gustavo Gutiérrez o Hugo Assmann, más cercanas a las categorías políticas del marxismo, ve en la realidad social y económica de la región un determinismo histórico que identifica como lugar escatológico privilegiado para aquellos que son pobres o son capaces de hacerse pobres. Por el contrario, la Teología del Pueblo ve esa misma realidad de pobreza como momento escatológico pero con esperanza en esta vida. Para esta última corriente, el ascenso de la nada al ser es posible aquí y ahora, aliviando el sufrimiento del pobre. Agudizar las contradicciones sociales para acelerar la parusía es para la Teología del Pueblo una posición marxista; por el contrario, intervenir en la realidad buscando justicia social es una posición políticamente popular que genera la esperanza de promoción total del hombre, tanto en el plano escatológico como terrenal. Esto último podría tomarse como ejemplo de un concepto de la cultura política peronista que ha sido teologizado.
La pobreza del ser –como estado de caída en la nada y del cual se libera mediante el camino del esfuerzo– forma parte de una corriente metafísica que va de Plotino a Karl Marx. La vía del ascenso hacia la liberación, como camino del exilio –desde la pobreza del ser al ser pleno–, es un camino místico, que para algunos consiste en un esfuerzo espiritual individual, interior, al estilo neoplatónico, y para otros, en un esfuerzo de clase, al estilo marxista, social y revolucionario. Esto divide las posiciones dentro del conjunto de la Teología de la Liberación latinoamericana. En Argentina, el peronismo, como tercera posición, sostuvo que la liberación de la pobreza es un proceso de movilidad social ascendente que se logra mediante el trabajo; quizás esto explique por qué, para la Teología del Pueblo, el camino del ascenso no es ni la espiritualidad, ni la revolución, sino la justicia social. Para la Teología de la Liberación, tomando las líneas desplegadas a partir de Gutiérrez y Assmann, en rasgos generales la pobreza es un lugar escatológico privilegiado para la liberación del ser. Dicho de otro modo, solo haciéndose pobre se llega al Reino de los Cielos. Para la Teología del Pueblo, en cambio, la pobreza es un lugar del cual hay que exiliarse para llegar a ser. Para esta corriente, como para el peronismo, el camino del esfuerzo, para salir de la pobreza, está en el trabajo; el trabajo dignifica. Esto explica el pedido reiterado de alegría, aun en la pobreza, como expresión de esperanza, en Francisco; expresión que no podría entenderse fuera del contexto teológico-político latinoamericano, y más especialmente, argentino. A diferencia del resto de las corrientes de la Teología de la Liberación, la Teología del Pueblo trata de intervenir culturalmente para sacar al pobre de su miseria e insertarlo en la vida. No habla entonces de liberación, sino de «liberalidad», que no es renuncia a todo lo material, ni tampoco liberalismo egoísta, sino vocación de dar lo poseído. Busca políticamente la justicia social apoyando movimientos populares nacionales en políticas públicas que promuevan el ascenso social de los sectores trabajadores. Esta idea aparece en expresiones de Bergoglio de 2010, cuando afirma que «la Argentina llegó a constituir una sociedad con movilidad social ascendente, bastante homogénea, con derechos sociales extendidos, de pleno empleo y alto consumo, con participación política electoral casi total, con una activa movilización».
Los teólogos argentinos, que en la década de 1960 habían integrado la Juventud Obrera Católica (JOC), se vinculan con el movimiento obrero. Como consecuencia de ello, la Teología del Pueblo se inclina a defender a los trabajadores, y es en el mundo del trabajo, y no en la pobreza, donde el pastor deviene teólogo. Mientras los teólogos de la liberación se insertan en el mundo de los pobres mediante las comunidades eclesiales de base, los teólogos del pueblo se insertan en el mundo de los trabajadores a través de los movimientos sindicales. La praxis teológica articula lo teórico y lo práctico en el campo de la realidad, uniendo así acción y contemplación, docencia y estudio, pastoral y teología. De este modo, tanto el saber teológico como el saber político emergen de la acción. El teólogo y el trabajador se autoproducen en la experiencia como sujetos teológicos y políticos colectivos al embarrarse en la realidad cultural del pueblo pobre trabajador. Su saber teológico será a posteriori de una praxis como sujeto colectivo, y no a priori como pretende el sujeto iluminado. La Teología del Pueblo desconoce el lugar del saber de aquel que pretende conducir como pura inteligentzia, individual o partidaria, la concientización del pueblo. Para el teólogo latinoamericano de la liberación, nadie concientiza al pueblo; por el contrario, el pueblo evangeliza al pueblo, como sostuvo Tello. Francisco, en la homilía del 28 de julio de 2013 destinada a los jóvenes, les dice que los jóvenes evangelizan a los jóvenes, y que no se preocupen por qué decir, ya que Dios los ayuda como al pequeño Isaías.
Para el MSTM, «la característica propia de la organización de pueblo para la lucha, será la de poner su confianza (…) más en un caudillo, que en las instituciones liberales». Y agrega que «la experiencia le mostró que estas eran instrumentadas en favor de la dominación; en cambio, en la lealtad de su caudillo encontraba una más verdadera y eficaz realización de sus ideales de federalismo y democracia». El pobre, para estos teólogos, es el trabajador, es decir, «el hombre concreto, de ese pueblo concreto, sometido a la fuerza del imperialismo». La Teología del Pueblo sostiene que se debe salir del lugar de la pobreza para tener una vida digna –algo que aparecerá claramente como eje en el cónclave de Aparecida, al girar en torno de la frase joánica: «Para que tengan vida» (Jn 10, 10)–, y que eso es posible con una cultura del trabajo. Esta idea es central en el pensamiento peronista que tendrá como pilar el movimiento sindical, y su modelo de sindicato único de los trabajadores como espacio privilegiado de diálogo social a través de los convenios colectivos de trabajo, del cual estuvo muy cercano Bergoglio y está cerca Francisco.
La frase de Francisco: «Salgan a la calle y hagan lío» –pronunciada en Brasil en un contexto de protestas juveniles– tiene detrás una historia teológico-política. Entre 1920 y 1930 llegan a Buenos Aires grupos marginales de trabajadores y desocupados, lo que da origen a una nueva etapa política y teológica en Argentina. Para algunos comienza una cultura popular católica y peronista. Los trabajadores son organizados por un sindicalismo nacional y popular –diferente al sindicalismo europeo socialista, comunista o anarquista–, que promueve los derechos sociales y civiles de los trabajadores como garantía del ascenso social, siempre dentro de los límites de la república democrática sustentada en principios liberales. Un sector de los teólogos asume esa realidad como lugar teológico. La Iglesia responde a esa explosión demográfica del Conurbano, y con la colaboración de la sociología desarrolla una pastoral urbana. Pero al mismo tiempo comienzan las divisiones internas. En 1955, en Río de Janeiro, se funda la Celam, y debido a las diferencias políticas que se originan con el peronismo, el último en integrarse es el episcopado argentino, que lo hace en 1957. Los temas de discusión se reflejan en las publicaciones católicas y serán incluso propuestos al debate conciliar de 1965. Esos temas son la renovación de la formación sacerdotal, la pastoral urbana, el obrero, la liturgia popular, la renuncia del obispo por edad. Este clima lleva a que los teólogos argentinos, a diferencia de los europeos, desarrollen su teología como práctica pastoral en el pueblo ya desde los años 50.
Conclusión
La relación entre teología y política, en la teología del papa Francisco, no puede identificarse plenamente con ninguna de las dos corrientes argentinas de la Teología de la Liberación. Sin embargo, sí puede verse que tanto la categoría de «unidad», proveniente de la corriente de la Teología Pastoral de Pironio, como la categoría de «pueblo», central en la Teología del Pueblo, se hallan presentes en su discurso desde siempre. Aun así, por un lado, la categoría de pueblo como unidad no impide a Francisco ver la dimensión del conflicto como algo que debe visibilizarse y no ocultarse. Por otro lado, la categoría de pueblo no parece –ni en Bergoglio ni en Francisco– definirse como categoría antagónica, sino como lugar escatológico de una liberación que comienza en el «hoy», y eso la vuelve una categoría política por la justicia. ¿Dónde está, entonces, el pueblo para Francisco? Sin duda entre los pobres. ¿Es por esto Francisco un teólogo de la liberación? La pobreza como lugar teológico es aquello que lo identifica con la Teología de la Liberación, por lo menos en tres de sus variantes, pero se diferencia en el modo de resolverla que, para el obispo de Roma, es el diálogo social y político, y de este modo el discurso de Francisco recupera la dignidad de la política y en la política.

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