La tercera corriente es la de la Teología de la Liberación desde la praxis histórica,representada principalmente por el peruano Gustavo Gutiérrez y el vasco Jon Sobrino desde El Salvador. Para esta corriente, el fin es la unidad en la comprensión global del ser humano y de la historia y, manteniéndose fiel a la Iglesia y a la tradición, utilizará el saber sociológico del análisis marxista para interpretar la realidad teológicamente desde su propio método, con sus criterios éticos y evangélicos. Sin confundir las opciones éticas con los argumentos teóricos, esta corriente concluye que la acción pastoral debe tender a la transformación radical de la sociedad latinoamericana, posibilitando la expresión directa de los oprimidos mediante su voz en la sociedad y en la Iglesia. Si bien destaca el valor de lo religioso –la fe y los símbolos de la fe– como práctica que posibilita motivaciones nuevas de compromiso social y ético, no por eso deja de ser sospechada como teología secularizada. El sujeto es el pueblo pobre como clase encarnada y el agente, las comunidades de base como sectores cristianos concientizados.
La cuarta corriente es la que Scannone denomina Teología de la Liberación desde la praxis cultural, también llamada Teología del Pueblo o Teología de la Cultura. Sus representantes directos, como ya se dijo, son los argentinos Lucio Gera y Rafael Tello. El fin de esta corriente es la inculturación de la teología como praxis cultural, y utiliza como medios la filosofía, el análisis socioestructural, el análisis histórico-cultural y el conocimiento sapiencial, en tanto sabiduría popular expresada en símbolos y su correspondiente hermenéutica. Los aportes marxistas son asumidos solo críticamente –desde el horizonte de la fe cristiana y de la cultura latinoamericana–, para la comprensión del pueblo. Sus defensores consideran la teología como una práctica cultural liberadora desde la religiosidad popular que tiene por objeto, mediante criterios históricos y no solo abstractamente éticos, influir sobre lo político, trazando socialmente la línea de la justicia entre pueblo y antipueblo. El sujeto es el pueblo, pero no como clase sino como pobre, y la historia es considerada como una historia determinada, la historia de un pueblo particular. La cultura es entendida como una cultura concreta, con un núcleo de sentido último de vida expresado en símbolos y costumbres –como aporte principal– y condensado en los pobres sin las deformaciones del saber ilustrado. La cultura es definida como un proyecto histórico común no necesariamente explicitado, manifestado en un estilo de vida, de estructuras e instituciones políticas y económicas que lo configuran o –según Scannone– lo desfiguran. El agente es el mismo pueblo como comunidad organizada. La práctica pública de la Teología del Pueblo que conoció Bergoglio se detiene hacia 1976 como consecuencia de la persecución política que comienza con las dictaduras cívico-militares en Argentina y en otros países de la región. Sin embargo, ya desde 1974 se refleja en la pastoral de Bergoglio, para quien la unidad del pueblo –como Nación– está por encima de la clase. Por eso desde entonces llama a un combate, pero a un combate espiritual, y dice que esa espiritualidad puede ser presa de tentaciones: la de los tradicionalistas, lo que llama espiritualidad de «avestruz porque lleva a esconder la cabeza»; o la de las utopías que llaman a estar en la «cresta de la ola».
Pueblo pobre y pueblo como unidad
La renovación teológica que surge en Europa en los años 50 queda plasmada en Argentina en el Documento Episcopal de San Miguel de 1969, donde se resignifican ciertas categorías de acuerdo con –y a partir de– la realidad social y política del país. Desde la década de 1970 se observa un cambio dentro del catolicismo argentino respecto a la posición de cierto sector de laicos y sacerdotes en relación con los procesos sociales. Además de los mencionados Gera y Tello, los miembros de la Coepal relacionados con la Teología del Pueblo fueron Gerardo O’Farrell, Alberto Sily, Fernando Boasso, Carmelo Giaquinta y Domingo Castagna. El influjo de estos teólogos derivó en una contaminación entre categorías teológicas y categorías políticas en ambos sectores. Los contactos son indirectos a través de movimientos como los curas villeros, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) –de quienes eran fuente ideológica–, los obispos comprometidos políticamente y publicaciones o boletines como Enlace del MSTM y Cristianismo y Revolución de Juan García Elorrio.La Teología del Pueblo –que puede reconstruirse hoy a partir de los escritos de los teólogos de la Coepal–, reinterpreta la categoría de pueblo como la parte popular del pueblo, en el sentido filosófico de particularidad encarnada que participa de lo que la teología católica llama «universalidad del Pueblo de Dios». Tomaré como ejemplo un libro casi desconocido y prácticamente inhallable que se publicó en Buenos Aires a finales de 1975, y que fue retirado completamente de las librerías en marzo de 1976 como consecuencia del golpe cívico-militar. El libro pertenece al MSTM y se titula: El pueblo. ¿Dónde está? En él se desarrollan las categorías teológicas y políticas de uno de los miembros de la Coepal, Rafael Tello, quien reconoce ser, en última instancia, el autor del texto: aunque no su redactor, sí su corrector final. El libro sostiene que «los oprimidos serán el pueblo, (…) en la medida en que pierdan vigencia y poder los opresores y sea mayor el número de los que comparten, entonces los ‘compañeros’ serán el pueblo». Asumen la expresión «compañeros», que es el modo en que se autodenominan los militantes del peronismo, el movimiento político que representa a la mayoría del sector popular, trabajador y marginal en Argentina desde el año 1945.
El MSTM presenta al pueblo como el sujeto activo del cambio, como «agente siempre idéntico y siempre nuevo en sus planteos». Refuerza este concepto al decir que en las elecciones presidenciales de 1973, donde 62% del electorado elige a Juan Domingo Perón, se manifiesta el pueblo, y que el pueblo es quien elabora valores sociales y culturales de manera universal. La Teología del Pueblo hace una diferencia entre la categoría marxista de clase proletaria y la de pueblo, pero esto no quita que el sujeto sea en la práctica el mismo: «el pueblo es el núcleo cultural hecho de profundas convicciones y aspiraciones». Para los sacerdotes del Tercer Mundo, los pobres «por ser pobres, y asalariados (…) son quienes experimentan más al desnudo la opresión (…) representan privilegiadamente a todo el pueblo y señalan las grandes pautas conforme a las cuales se podrá conquistar la libertad de todos».
La Teología del Pueblo no busca la confrontación social, sino –expresado por mí en términos de Ernesto Laclau– la articulación discursiva de las demandas sociales de los sectores populares, y para esto establece la división del campo de lo político en dos: el pueblo y el antipueblo. En esta línea podría ubicarse tanto a Tello como a Gera. Al mismo tiempo, coexiste con esta tendencia en Argentina la mencionada Teología de la Praxis Pastoral, que busca resolver el antagonismo social bajo la categoría de pueblo como unidad, sin profundizar la división social. Ambas se presentan como la tercera posición entre el marxismo y el liberalismo, alineándose políticamente con el peronismo, aunque en líneas internas diferentes. A mi modo de ver, este es el contexto teológico-político en el cual se formó y vivió Bergoglio durante 45 años y el que enmarcó la teología del actual papa Francisco.
Así, en la década de 1970, estos teólogos comenzaron a articular su discurso con el discurso político marcado por la protesta social, buscando de este modo resolver el antagonismo bajo la categoría de pueblo como unidad. Tello –a quien Bergoglio reivindica en diciembre de 2012 al prologar un libro sobre su vida y obra presentado en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires–, entiende por pueblo a los marginados de la historia que, como sujeto colectivo, asumen la resolución política con el fin de eliminar tanto a esclavos como señores.
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