Estrategia de la des-información
Si analizamos en detalle el proceso de producción social de información y de reproducción-transmisión de la misma por parte del gobierno, observaremos inmediatamente que las técnicas utilizadas son de vieja data. No han inventado nada nuevo. Emplean los mismos recursos retóricos de la desinformación, entendida esta como la operación de “silenciar interesadamente la verdad de lo que ocurre por medio de diversos procedimientos retóricos”. Lo único novedoso es la utilización de manera intensiva y extensiva de las nuevas tecnologías de producción y reproducción de información. Recordemos que estamos en la sociedad de la información en donde el ecosistema comunicativo ha tenido profundas transformaciones.
Hay una clara intención de confundir información con propaganda-publicidad. Esta manipulación ya fue utilizada, se sigue empleando, en los países comunistas y en aquellos en donde el fascismo y el nazismo se quisieron imponer, de igual forma en los regímenes de facto y de corte militarista, pero también se ha hecho presente en países liberales-capitalistas. Sin embargo, hay evidentes diferencias entre lo que se hacía en unos y lo que se puede hacer en los otros no solo dentro del espacio de la información y la comunicación. El simple hecho de que existan medios de comunicación libres, instituciones públicas no acopladas al gobierno y con suficiente autonomía de ejercicio, la presencia de partidos políticos de oposición actuando públicamente y sin las trabas impuestas por el poder, la existencia de límites jurídicos a la actuación-intervención política del gobierno, respeto al pensamiento plural… marcan las diferencias que son fáciles de detectar.
El gobierno necesita hoy más que nunca, ante la explosiva crisis económica y política que tiene encima, proponer una visión de país que en la realidad no existe. Requiere una producción de piezas comunicacionales como un proceso y en eso ha estado muy activo en este tiempo. Se ha dedicado a la creación del acontecer público induciendo un conjunto de símbolos y signos en donde actores externos (por ejemplo el ex presidente Álvaro Uribe, el imperialismo capitalista y la conjura mediática extranjera) y actores internos (especialmente la oposición política, los empresarios apátridas y los medios de comunicación nacionales) serían los causantes del devenir que hoy agobia y destruye al país. La operación le resulta fácil ante la imposibilidad que tiene una buena parte de la ciudadanía de poder contrastar con otras informaciones y de seleccionar medios críticos. En tal sentido, es clara la participación activa del gobierno en la invención de lo que él dice que ocurre.
Repasemos de manera rápida algunas de las tácticas y estrategias propagandísticas, más no comunicacionales, empleadas por el gobierno en estos días. Es indudable, en primer lugar, la manipulación informativa que se hace presente en todos los medios gubernamentales y en aquellos acoplados a la agenda informativa oficial, y por supuesto en las voces más autorizadas del gobierno comenzando por el propio presidente. La manipulación es una operación que se ejerce para ocultar, sin que los receptores se percaten de ello, la situación real. Esta manipulación según Guy Durandin –especialista francés en estudios de desinformación– se lleva a cabo a través de técnicas informativas que utilizan la demonización, el esoterismo, la mentira, la omisión, la sobreinformación, la descontextualización, la analogía, la metáfora y el adjetivo disuasivo. Si repasamos las informaciones sobre desabastecimiento e inseguridad, los dos principales problemas-hoy del venezolano, veremos aplicadas esas técnicas y se nos plantea como ¿solución? unos pocos eslóganes de fácil recordación y memorización.
Otra estrategia. El intento intencional de confundir información con propaganda. La propaganda es comunicación, más no información. Ella no aporta ningún elemento sobre el hecho en sí. Emplea símbolos con el propósito de modificar y controlar la opinión e ideas, incluso los valores, de los públicos a los que se dirige. El objetivo final no es hacer análisis, interpretaciones, reflexión, sino lograr la adhesión a un punto de vista o en último término modificar una creencia. La propaganda gubernamental en nuestro contexto se ha convertido en un medio que no informa, que no es el lenguaje de la verdad, sino de la mentira. Por su parte, la información tiene que ver con la vida pública y con el funcionamiento de la democracia, en tal sentido la información debe ser valorada como un bien público. Allí están las siglas OLP –Operación Liberación de la Patria– que se propaga en todos los medios del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información, al igual que en las voces agresivas del propio presidente y su tren ejecutivo, como una manera de publicitar que sí se está combatiendo la inseguridad y la violencia. O recordemos los juicios del alcalde Jorge Rodríguez cuando nos dijo que la “inseguridad es una realidad inducida” o que “es una situación estructural de la pobreza”. Acudamos otra vez a Guy Durandin cuando nos dice: “La existencia de palabras hace creer en la existencia de cosas y la propaganda al escoger palabras que utiliza, y al repetirlas, instala en los espíritus juicios de existencia así como juicios de valor. En definitiva, se trata de la vieja receta goebbelsiana de que ‘una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Dentro de todo este des-orden que hoy reina en el país, el gobierno nos pide a través de la des-información convertida en propaganda que hagamos acto de fe porque ese des-orden no es realidad, no existe, es pura invención, es virtual. Y pensar que Nicolás Maduro empezó la terrible cadena presidencial del martes 18 de agosto, calificada por el columnista Luis García Mora de reality show, en donde se convirtió en narrador, periodista, juez… al detallarnos el asesinato y descuartizamiento de la venezolana Liliana Hergueta y luego nos presentó al asesino como un feroz opositor. ¿Cómo justificó Nicolás Maduro su actuación pública? Diciéndonos que “Chávez nos enseñó que siempre el pueblo tiene que estar informado”. Esta es la mejor prueba de la des-información disfrazando al des-orden.
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