Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 10 de febrero de 2013

El gran reto de las sociedades, de los colectivos interesados en crecer, radica en potenciar las capacidades del individuo con el objeto de que sirva mejor a los fines del colectivo



Lectura Tangente
Notitarde 09/02/2013 

Terapia para el colectivo



Héctor Torres
No hay empresa colectiva, no hay esfuerzo grupal, por modesto que sea, que pueda escapar del vasto ámbito de la política. Hacer política conlleva, implícitamente, sumar adeptos en pos de una causa. De hecho, es la capacidad de seducir, de persuadir, lo que signa el éxito político de una actividad, al margen de sus resultados. Es por eso que todo buen líder es, en esencia, un buen político (obviamente, no se pueden invertir el orden de los factores sin alterar el producto). El líder eficaz se monta sobre el frágil equilibrio de un sistema de intereses en tensión, de potenciales y sutiles ambiciones contrapuestas que, aún halando en diferentes direcciones, se mantienen unidas por la expectativa de alcanzar el objetivo común.
Y en esa complejísima relación, en la que el líder conforma y contribuye a echar a andar la maquinaria del equipo, se encierra una cantidad de conceptos y valores que, estudiados a fondo, conformarían un código que regula, no solo la relación de los miembros del equipo entre sí, sino incluso (y especialmente) la relación de cada uno de los miembros de ese equipo consigo mismo. Como en antiguos y sabios tratados, lo micro y lo macro muestran su íntima comunión en el estudio de los equipos y sus relaciones: el individuo más equilibrado y maduro, forzosamente es el componente más óptimo en eso de hacer fluir las relaciones en el equipo. Y aquí sí cabría invertir cabalmente el orden de los factores sin alterar el producto, como sentencia la inolvidable regla matemática.

II

El gran reto de las sociedades, de los colectivos interesados en crecer, radica en potenciar las capacidades del individuo con el objeto de que sirva mejor a los fines del colectivo. Y es ése, precisamente, uno de los temas que, con claridad de exposición y estilo ameno, aborda Manuel Llorens en Terapia para el Emperador.
Manuel Llorens es psicólogo Clínico con especialización en Psicología del Deporte. Es, también, escritor. Dos poemarios (uno de ellos, Poema para un lunes bancario, ganador de la XVI Edición del Premio de Poesía Fernando Paz Castillo) y una mención del Concurso de Cuentos de Sacven, nos indican que nos encontramos ante un psicólogo con un eficiente manejo de la palabra escrita, y de un joven escritor con un agudo manejo de las teorías psicológicas en su trabajo estético. Por eso, cuando un psicólogo con ambiciones literarias nos habla del fútbol como experiencia del trabajo en colectivo, cuando ese psicólogo ha trabajado durante diez años con selecciones nacionales juveniles o equipos profesionales venezolanos y condensa sus reflexiones en torno al fútbol venezolano, entendiéndose esos apuntes como una metáfora de la sociedad que somos; cuando esos apuntes se aderezan con anécdotas de sus vivencias y reflexiones del trabajo en equipo, así como con pertinentes e ilustrativas citas, estamos ante un libro tan interesante como difícil de clasificar. ¿Manual de autoayuda? ¿Tratado de psicología? ¿Texto de ese nuevo subgénero conocido como Gerencia? ¿Volumen pionero en la psicología del fútbol? ¿Crónica del fútbol local? Nada de eso, y un poco de todo, a la vez.
III

Llorens, a partir de los apuntes de sus observaciones en torno al fútbol nacional, es decir en torno a esa metáfora que es el equipo de fútbol, nos comenta acerca de las complejidades que atravesamos para abordar el trabajo en equipo. Y sobre las peculiaridades de nuestros valores como colectivo.
El espinoso tema de los valores que ponen en marcha a los grupos no está sujeto a una fórmula global. El combustible que alimenta cada maquinaria varía según las expectativas de cada grupo, y éstas están íntimamente relacionadas con sus valores culturales. Es por esto, por ejemplo, que el concepto con el que más suele asociarse la palabra democracia en Alemania es orden; mientras que en Venezuela es libertad. Y la libertad, a trazos gruesos, suele interpretarse como disfrute, como ausencia de compromiso, como deleite ante una vida azarosa que suele ofrece más desengaños y vicisitudes que alegrías y certezas. "Creo que nuestra capacidad para la chanza es una variedad de la libertad. Nos abre a un mundo interpersonal creativo y afectuoso. Nos hace encontrar aliento en situaciones límite. Le arrebatamos a la realidad su cualidad de implacable. Nos permite reírnos frente al abismo", ensaya Llorens.

IV

Esa permanente necesidad de alegría (de afecto) suele impedirnos trabajar con esfuerzo y sacrificio en pos de un mejor futuro. Nos resulta más económico soñarlo. Produce menos esfuerzos y, por tanto, menos expectativas. Por eso, jugar lotería es más "razonable" que vivir una vida austera con miras a ahorrar para el futuro. Y ese vivir día a día, ese como vaya viniendo vamos viendo, nos conduce a la improvisación como forma de mantener la ilusión de que seguimos en el camino de nuestros objetivos, sin tanto esfuerzo, sin tanto rigor.
Y esa fe en la improvisación como norma de vida lleva, tarde o temprano, al fracaso. Al conocido fracaso. Al secretamente anhelado fracaso. A ese familiar terreno de los alegres deprimidos. Al mejor ni te cuento. Al déjame que ría para no llorar. Al yo vengo de vuelta. A nuestra idiosincrasia, a nuestros mitos, a Héctor Lavoe, a Diego Armando Maradona, a Vicente Paúl Rondón, que no soportaron convivir con las reglas del éxito. A descubrir que nuestro héroe más genuino es el Chapulín Colorado, ese tipo plagado de buenas intenciones y torpes actuaciones, más heredero del Quijote que de los infalibles héroes sajones y nipones.
La letra de esa música asevera que lo más seguro que tenemos es el fracaso. Por tanto, de nada vale prepararse para el triunfo. Por eso, cuando llega, en el mejor de los casos no lo tomamos muy en serio, y lo dilapidamos sin compasión, convencidos de que esa compañía se debió a un error de los dioses. En el peor, desconfiamos tanto de él que, ante la angustia y la inquietud que nos produce su cercanía, optamos por asesinar su posibilidad antes de que llegue.
Nuestro sentido del triunfo parece estar más ligado al momento de inspiración, al espectáculo, que al trabajo discreto y disciplinado. Necesitamos una alta dosis de reconocimiento y celebración en el camino cotidiano hacia la meta propuesta. Cuando la vida y sus variables, cuando la situación que requiere preparación, nos sobrepasa o se vuelve rutina, entonces perdemos los ingredientes vitales de nuestro sentido del triunfo: La alegría, el desplante, la pueril arrogancia. Y, además del equilibrio, en el traspié perdemos también la confianza en nosotros: Es decir, la alegría de la vida. Por ende, la libertad.
Las actuaciones, las biografías de ciertos héroes (no solo venezolanos, como ya lo mostramos), parecen concluir que el compromiso, el rigor, suelen pesarnos demasiado. La perseverancia supone prepararnos concienzudamente para el éxito. Y el riesgo implícito de anhelar largamente algo para no lograrlo, causa mucha desazón. Quita la alegría.

V

En atención a lo anterior, Llorens apunta que "lograr sostener un clima de disfrute, de juego, y hermanarlo con la capacidad de trabajar con orden y disciplina para luchar por objetivos a largo plazo es el reto para construir un equipo exitoso en Venezuela", para preguntarse, más adelante, "¿Se podrá construir un proceso serio, constante, pero al mismo tiempo creativo y alegre? Quizás hay alguna combinación valiosa que pueda servir de paradigma para las organizaciones venezolanas". En ese punto se detiene, para ensayar, a partir de sus observaciones, algunas respuestas, o acaso subrayar algunos valores que nos darán pistas para buscar en nosotros la posibilidad de hallar el camino para optimizar nuestro rendimiento como colectivo.
Una de esas pistas parece apuntar hacia la afirmación del psicoanalista D. W. Winnicott, que apela a la aceptación de la paradoja intrínseca que implica la acción de jugar: aceptar que algo es no serio y absolutamente serio al mismo tiempo. "Eso nos permite comprometernos con nuestra vida y además tolerar la incertidumbre. Asumir el peso de no saber las respuestas definitivas", sugiere Llorens.

VI

Y allí entra en juego el líder, al que el autor define como "alguien que logra ofrecer una visión. Logra proponer una meta con la cual los demás se entusiasman. Logra convocar la fantasía de los demás. Logra que los demás sueñen también con su visión". Es decir, la función del líder radica en que cada individuo adquiera el compromiso consigo mismo de encontrar su propio sueño, y que ese sueño entre en concordancia con el sueño de ese colectivo en el cual interactúa.
Y una de las herramientas más útiles para lograr esto, se encuentra en la esperanza. "El hombre esperanzado es capaz de montarse en un barco hacia un mar desconocido a intentar buscar un mundo nuevo. Sin ese tipo de atrevimiento, sin esos momentos de insensatez, la humanidad jamás hubiese crecido", concluye, no sin antes advertir que la esperanza es tan poderosa que hay que saber dosificarla. Que logra objetivos imposibles sin su compañía, pero que la esperanza sin trabajo y sin reflexión nos conduce a "caminar insensatamente una y otra vez por el mismo trayecto del laberinto".
Manteniéndose en ese tono de anécdota, apelando en ocasiones a oportunas citas literarias, con ese ambiente de inteligente pero informal conversación con el lector, siempre dentro de esa metáfora del colectivo que es el equipo de fútbol (basándose en sus apuntes del juego local, apuntando nombres y trayectorias personales), Llorens repasa ciertos conceptos como el trabajo en equipo, la competitividad, el ego, el aprendizaje para el triunfo, el aprender a sobrellevar los fracasos, entre otros.
El espíritu de su búsqueda, que no pretende ofrecer dogmáticas respuestas, ni fórmulas mágicas, se encuentra en el siguiente pasaje: "La capacidad para soñar es una habilidad psicológica elevada. La capacidad de soñar y luego transformar esas visiones en realidad es sublime. No deja de haber algo mágico y misterioso en la capacidad de transformar la esperanza en realidad". ¿Autoayuda? ¿Gerencia? ¿Tratado académico? ¿Crónica deportiva? Terapia para el emperador, sin duda alguna, elude las formas preestablecidas, y prefiere formular una invitación a reflexionar en torno a nuestros valores individuales para alcanzar objetivos comunes. Tema, por cierto, más que pertinente, urgente, en la sociedad venezolana de los albores del Siglo XXI.

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