Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 4 de febrero de 2013

Para seguir la línea del descrédito que se está haciendo del ideal bolivariano en esta Revolución que se orquestó para reinvindicar la memoria del Libertador hay que comenzar por la tragedia personal que vivía cuando murió en 1830, pues en el presente año 2013 esa Revolución en su nombre es una burla y descrédito terrible a ese ideal, pues la revolución es ahora la exaltación a Fidel Castro y su proyecto imperial y sufrimos un hombre de verdadera incultura y ordinariez que de metrobusero reposero sindical pasó a ser Presidente en ausencia de Hugo Chávez.

Notitarde 17/12/2012 
Una vida intensa

A 182 años de su muerte: 

La irrespetada herencia de Bolívar


Charito Rojas
El 17 de diciembre de 1830 amaneció agitado para los presentes en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta. Simón Bolívar, el otrora hombre fuerte de la Gran Colombia, había entrado en agonía, después de 17 días de inútiles cuidados por parte del Dr. Alejandro Próspero Reverend, el médico francés que le atendió con dedicación.

Una vida intensa aunada a los sinsabores políticos de sus últimos años y las secuelas de sus jornadas en batalla, cobraron la vida del ilustre caraqueño, que vivió 47 años, 4 meses y 23 días.

Los años finales

Simón Bolívar tuvo la vida agitada de los aventureros, de los soñadores, de los conductores de naciones. Huérfano a temprana edad, careció de un hogar estable que lo apoyara y muy joven atravesó el océano hacia Europa, donde absorbió la elegancia, la mundanidad de los salones aristocráticos de España y Francia, pero también el pensamiento ilustrado, la cultura humanista y los ideales del enciclopedismo.

En plena juventud estaba involucrado en los movimientos criollos contra la corona española y a los 24 años ya era líder de la revolución independentista. Todo en su vida fue prematuro, hasta su temprano matrimonio a los 19 años y su temprana viudez, apenas 9 meses después. El resto de su existencia fue un tumulto de guerras independentistas que le llevaron a cruzar los Andes a lomo de caballo, a recorrer gran parte del continente americano, conocer a los hombres más famosos de su época. Y fue un hombre solitario, sin esposa, sin hijos y con muchas parejas ocasionales que llenaban las horas del reposo del guerrero.

Después de darles paternidad a cinco países y con expectativas de seguir trabajando en su proyecto panamericano, Bolívar estaba prematuramente envejecido, enfermo, golpeado por las traiciones. En Venezuela La Cosiata había separado a su país natal de la Gran Colombia; fuerzas de Perú invadieron a Ecuador en 1829; su gran amigo el general José María Córdova dirigió una revuelta y fue asesinado. En 1828, después del enfrentamiento con el general Santander en la Convención de Ocaña, se declaró Dictador creyendo que así podría mantener la unión de la Gran Colombia. Pero en septiembre de ese mismo año en Bogotá hubo un atentado contra su vida, del cual resultó ileso gracias a la ayuda de su compañera sentimental, Manuela Sáenz.

La expulsión de su antiguo aliado Francisco de Paula Santander de Colombia y las medidas que tomó no fueron suficientes y ante el rechazo del estamento político decidió retirarse del poder. Renuncia a la Presidencia ante el congreso constituyente, el 20 de enero de 1830. Pero ésta no fue aceptada hasta el 4 de mayo de 1830, concediéndosele una pensión de 3.000 pesos anuales.

Deseaba irse a Europa, aunque aún mantenía su sueño de liberar a Cuba y a Puerto Rico. Hasta llegó a expresar que podía reunir a sus leales en la costa colombiana, pensando en un reagrupamiento para volver al comando. Sin mayores bienes de fortuna, con un grupo de leales, Bolívar emprende camino hacia la costa caribeña de Colombia, donde abordaría un buque que lo llevaría en principio hacia las Antillas. Con ese destino incierto y la salud deteriorada, llega a Cartagena, donde recibe la terrible noticia del asesinato a los 35 años del Mariscal Antonio José de Sucre en la selva de Berruecos. La muerte de su dilecto amigo, tratado por el Libertador como un hijo y en ocasiones como un sucesor, lo devastó anímicamente. Este dolor y una salud mermada finalmente hicieron mella en su humanidad.

El testamento

Muy enfermo, llega a Santa Marta, donde aceptó la hospitalidad que le ofrecía el generoso español Joaquín de Mier, en su finca llamada San Pedro Alejandrino. Allí llegó el 1 de diciembre de 1830, pero ni la sana alimentación, el seco aire marino o los tratamientos y medicinas del Dr. Reverend mejoraron para nada al enfermo. En su diario personal el médico mencionó que el Libertador tenía “el cuerpo muy flaco y extenuado; el semblante dolorido y una inquietud de ánimo constante. La voz ronca, una tos profunda con esputos viciosos y de color verdoso”. El tratamiento aplicado era para tuberculosis y luego del deceso, la autopsia realizada por Reverend revela un padecimiento severo pulmonar.

El 10 de diciembre de 1830 Bolívar dicta su testamento ante José Catalino Noguera, Escribano Público. Ésta fue su última voluntad:

“En nombre de Dios Todopoderoso. Amén. Yo, Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela, hijo legítimo de los señores Juan Vicente Bolívar y María Concepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad, hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte, como Católico fiel Cristiano, para estar prevenido cuando la mía me llegue con disposición testamental, bajo la invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi Testamento en la forma siguiente:

Primeramente encomiendo mi Alma a Dios nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis Albaceas, el funeral y entierro, y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, y estén prevenidas por el gobierno.

Declaro: fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijo alguno.

Declaro: que cuando contrajimos matrimonio, mi referida esposa no introdujo a él ninguna dote, ni otros bienes, y yo introduje todo cuanto heredé de mis padres.

Declaro: que no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, situadas en la Provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del Sr. Juan de Francisco Martín, vecino de Cartagena.

Declaro: que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los señores Juan de Francisco Martín y Poules y Compañía, y prevengo a mis Albaceas que estén y pasen por las cuentas que dichos Señores presenten y las satisfagan de mis bienes.

Es mi voluntad: que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nombre de aquel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto, que aún en mis últimos momentos conservo a aquella República.

Es mi voluntad: que las dos obras que me regaló mi amigo el Sr. Gral. Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón tituladas “El Contrato Social” de Rousseau y “El Arte Militar” de Montecuculi, se entreguen a la Universidad de Caracas.

Es mi voluntad: que de mis bienes se le den a mi fiel mayordomo José Palacios la cantidad de ocho mil pesos, en remuneración a sus constantes servicios.

Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen.

Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal.

Mando a mis Albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal.

Mando a mis Albaceas se den las gracias al Sr. Gral. Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coronel Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida.

Para cumplir y pagar este mi testamento y lo en él contenido, nombro por mis Albaceas testamentarios, fidei comisarios, tenedores de bienes a los Sres. Gral. Pedro Briceño Méndez, Juan de Francisco Martín, Dr. José Vargas, y el Gral. Laurencio Silva, para que de mancomún et insolidum entre en ellos, los beneficien y vendan en almoneda o fuera de ella, aunque sea pasado el año fatal de Albaceazgo, pues yo les prorrogo el demás tiempo que necesiten, con libre, franca y general administración.

Y cumplido y pagado este mi testamento y lo en él contenido instituyo y nombro por mis únicos y universales herederos en el remanente de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, futuras sucesiones en el que haya sucedido y suceder pudiere, a mis hermanas María Antonia y Juana Bolívar y a los hijos de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernando Bolívar, con prevención de que mis bienes deberán dividirse en tres partes, las dos para mis dichas hermanas, y la otra parte para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan, y disfruten con la bendición de Dios.

Y revoco, anulo, y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codicilos, poderes y memorias que antes de éste haya otorgado por escrito, de palabra o en otra forma para que no prueben ni hagan fe en juicio, ni fuera de él, salvo el que presente que ahora otorgo como mi última y deliberada voluntad, o en aquella vía y forma que más halla lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otorgo en esta hacienda San Pedro Alejandrino de la comprensión de la ciudad de Santa Marta a diez de diciembre de 1830”.

Ese mismo día emitió su última proclama pidiendo, rogando por la unión, lo cual es considerado el testamento político de Bolívar.


La hora final

Siete días después, a la una de la tarde y después de haber recibido de manos del cura de la aldea de Mamatoco los Santos Sacramentos, el Libertador Simón Bolívar murió, apenas rodeado de un pequeño grupo de sus más fieles edecanes y amigos. Con una colecta entre ellos mandaron a hacer un rústico féretro.

El cuerpo del prócer permaneció en velatorio en el edificio de la aduana del puerto, donde llegaban los curiosos y algunos familiares y amigos. Luego fue sepultado en la cripta de la familia Mier en la iglesia mayor de Santa Marta. Doce años después, el Congreso de Venezuela dispuso que los restos del Libertador fueran trasladados con toda pompa de Santa Marta a la Catedral de Caracas y luego al Panteón Nacional.

Después de una sorpresiva exhumación ordenada por el gobierno venezolano en 2010, los restos de Simón Bolívar fueron nuevamente analizados y cambiados de urna. Un nuevo edificio, adosado a la parte posterior del Panteón Nacional y cuya inauguración ha sido pospuesta en tres oportunidades, será la nueva morada del Padre de la Patria, cuyos despojos humanos y memoria histórica han resistido el usufructo y la manipulación de muchos autoproclamados “herederos” de Bolívar.


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