Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 4 de febrero de 2013

Si esta Revolución "bolivarista" hubiera seguido los ideales de Simón Bolívar, admirarían también a su heredero verdadero Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho y no lo juntaran a Bolívar en el combo del desprestigio y traición en que se ha vuelto esta vaina insoportable.

Notitarde 02/02/2013 
218 años del natalicio del Gran Mariscal de Ayacucho

Sucre: el verdadero heredero de Bolívar


Los personajes históricos suelen ser tratados como estampitas de sellos postales, cuadros o efigies de billetes: son hieráticos, lejanos, sin vida. Sus historias, enseñadas en los colegios, una sucesión de fechas, batallas y hechos que hay que “caletrearse” para pasar el examen. Por eso, cuando investigamos acerca de esas figuras proceras, la sorpresa es mayúscula cuando se descubre a los seres humanos, plenos de sentimientos y circunstancias, con éxitos y fallos personales y con anécdotas que los convierten en personas de carne y hueso.

Saltaremos de las páginas de la Historia de Venezuela con un personaje que hoy celebra los 218 años de su natalicio: el cumanés Antonio José de Sucre y Alcalá, conocido como el Gran Mariscal de Ayacucho y sobre todo, reconocido por Simón Bolívar y por la historia como el verdadero y único heredero del Libertador.



El aristocrático oriental

Nació en Cumaná, el 3 de febrero de 1795, hijo de una familia acomodada. Su padre, Vicente de Sucre, era militar y su madre, Manuela de Alcalá, una hermosa mujer agotada por la crianza de su numerosa prole, falleció cuando el niño Antonio José tenía solo 7 años.

Su educación le fue encomendada a su padrino y pariente, el Presbítero Antonio Patricio de Alcalá, arcediano de la Catedral de Caracas. En la capital de la provincia el joven Sucre se gradúa de ingeniero militar. En 1809, con su hermano Pedro y otros jóvenes, integró como cadete la compañía de Húsares Nobles de Fernando VII en Cumaná. Con los sucesos de 1810, la Junta de Gobierno de Cumaná lo nombra subteniente de milicias. En 1811 lo encontramos como comandante del batallón de ingenieros militares en Margarita, recibió ese año el grado de teniente, con apenas 16 años. En 1812 se halla en Barcelona, como comandante de la artillería. Allí está cuando cae la República.

Regresa a su ciudad natal, donde la importancia de su familia pesa para que el gobernador realista Emeterio Ureña le extienda un salvoconducto para irse a Trinidad. Sin embargo, no hay pruebas de que haya salido de Venezuela. En cambio, reaparece en 1813 como edecán del general margariteño Santiago Mariño. En 1814 integra el grupo llamado “los Libertadores de Oriente”, asiste a la unión de este ejército con el occidente. Es allí donde conoce a Simón Bolívar, quien queda gratamente impresionado por los conocimientos militares y la visión estratégica del joven militar cumanés.



La gloria militar

Ese año, su hermano Pedro fue fusilado en La Victoria por los realistas; y víctimas de José Tomás Boves mueren en Cumaná sus hermanos Vicente y Magdalena. En 1815, escapa de las huestes del General Pablo Morillo. Va a Cartagena de Indias, donde trabaja en la fortificación de la ciudad para defenderla del ataque de Morillo. Regresando a Venezuela, sale ileso del naufragio de su nave en el golfo de Paria.

En 1816, a los 21 años, Mariño lo nombra jefe de su Estado Mayor y lo asciende a coronel. En 1817 es comandante de la provincia de Cumaná, cuando ocurre el Congreso de Cariaco que da la suprema autoridad a Mariño. El coronel Sucre desconoce esa resolución y se traslada a Guayana, donde se pone bajo las órdenes de Bolívar, quien lo designa gobernador de la Antigua Guayana.

En 1819 fue ascendido a general de brigada. Es jefe del Estado Mayor cuando, luego de creada la República de Colombia, Bolívar firma con el general español Pablo Morillo, el 26 de noviembre de 1820, un Tratado de Armisticio, redactado por Sucre y considerado por Bolívar como “el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra”. Este tratado marcó un hito en el derecho internacional, sobre el trato respetuoso y justo al vencido.

Nombrado Jefe del ejército del Sur de Colombia, partió en 1821 para la liberación de Ecuador, participando exitosamente en las batallas de Yaguachí, Riobamba y Pichincha. Esa es la razón por la cual Antonio José de Sucre no está en Venezuela cuando la batalla final de Carabobo.

Ascendido por Bolívar a General de División parte a Perú, para luchar contra las últimas fuerzas realistas y anotarse otro éxito diplomático al reunir en Guayaquil a Simón Bolívar y al Libertador argentino José de Martín, para que éste se retire y ceda sus tropas al ejército de la Gran Colombia. Sucre está junto a Bolívar en la batalla de Junín y el 9 de diciembre de ese mismo 1824, venció al virrey La Serna en Ayacucho, acción que significó el fin del dominio español en el continente sudamericano. El congreso peruano le confiere el título de Gran Mariscal de Ayacucho.

Pero no conforme aún, Sucre hace la campaña libertadora del Alto Perú y nombra al nuevo país Bolivia, en honor a su mentor y amigo. Le nombran Presidente Vitalicio, cargo que abandona ante las disputas con Perú, cuya Asamblea alega que el nuevo país es parte de su territorio. En un levantamiento ocurrido en Chuquisaca el 18 de abril de 1828, Sucre resultó herido.

Eran años difíciles en el que el grupo de militares venezolanos afectos a Simón Bolívar trataban de mantener el sueño de unidad continental. Sucre viajó a Bogotá en enero de 1830, donde presidió la comisión que trató de impedir la disolución de la Gran Colombia, pero el acuerdo no se logró. En la reforma constitucional aprobada, los enemigos de Bolívar ven en Sucre al sucesor y tratan de bloquearle el camino a la Presidencia o a la Vicepresidencia, condicionando el cargo a mayores de 40 años. Sucre estaba cumpliendo 35.

La herencia de Bolívar es para muchos historiadores la causa del asesinato de Antonio José de Sucre quien de seguro continuaría la visión de unidad bolivariana. Cuando a Sucre lo asesinan en el camino de regreso a Ecuador, Bolívar con gran dolor escribe: “Han derramado la sangre inocente de Abel”. Pero la expresión más cabal de la verdad de ese crimen la dijo a viva voz: “Lo han matado porque era mi sucesor”.



El enamorado Mariscal

Según su biógrafo Alfonzo Rumazo González, Antonio José de Sucre era un hombre galante y de gustos exigentes. Sus viajes y batallas por el continente le hacían un soltero itinerante, sin hogar ni familia. A los 28 años, cuando entra triunfante en Quito conoce a Mariana Carcelén de Guevara y Larrea, marquesa de Solanda, una joven aristócrata de 18 años, bella y alegre.

Sucre continúa una relación fundamentalmente epistolar con la joven, sin duda favorita en su corazón. Pero el apuesto cumanés mantiene relaciones en esos mismo años con tres damas más, una de las cuales muere en manos de su celoso marido.

Siendo Presidente de Bolivia y presionado por la familia Carcelén por el largo noviazgo, el Mariscal se casa por poder con Mariana en 1828. Meses después, llega a Quito a establecer allí su residencia familiar.

Diez meses más tarde, después de un complicado parto, nació su hija María Teresa Sucre y Carcelén. El Mariscal se sintió decepcionado de que fuese una niña y así lo expresó: “Hubiese preferido un soldado para la Patria”. Sin embargo, cuando parte para Bogotá en enero de 1830, deja un testamento a favor de su hija y excluyendo a su esposa para que la niña heredase con exclusividad todo, en previsión de un nuevo matrimonio de la madre.

El Mariscal Sucre fue asesinado el 4 de junio de 1830 en las montañas de Berruecos, Colombia. Semanas más tarde, debido a las difíciles comunicaciones de la época, su esposa recibe la trágica noticia. Sepultó los restos secretamente para librarlo de posibles profanaciones en la capilla del Palacio de El Deán, y mintió diciendo que estaban en la iglesia de San Francisco. Finalmente los escondió en el Convento del Carmen Bajo, de donde fueron recuperados en 1904 para ser trasladados a la Catedral de Quito, donde hasta hoy reposa el héroe cumanés.

Y en efecto, Mariana Carcelén se volvió a casar, apenas trece meses después de la muerte de Sucre, con el General colombiano Isidoro Barriga. Mariana, de 25 años, diría: “Con Sucre me casaron, con Barriga me casé”. Isidoro Barriga era un amigo de la familia Carcelén, que consoló a la viuda y ayudó al rescate de los restos de Sucre. Su presencia en esta historia sería irrelevante sin esta tragedia: el 15 de noviembre de 1831, a pocos meses de casado, se puso a jugar con la niña Teresa en brazos y, de pronto se le cayó del balcón al patio, muriendo la niña instantáneamente. Como el general Barriga no era un hombre violento sino más bien una persona bondadosa, se tomó el hecho como un accidente. La niña fue sepultada en la cripta de la familia Carcelén en la iglesia de San Francisco y allí acabó la saga familiar del Mariscal.



El adiós del heredero

Previendo su muerte o tal vez la de su amado mentor, el 8 de mayo de 1830 Sucre envió una carta como si se estuviera despidiendo de Bolívar, expresándole cuanto valoraba su amistad y que era eso y no el poder, lo que los unía.

Que Sucre era el heredero no solo político sino afectivo de el Libertador, lo ratifica el historiador Tomás Polanco Alcántara: “El símbolo de la continuidad de Bolívar era Antonio José de Sucre. Paulatinamente, por su talento personal, por sus dotes intelectuales y por su espíritu altivo, digno y limpio, Sucre se fue convirtiendo en el complemento indispensable de Simón Bolívar.[...] Respetado por los argentinos, los chilenos y los peruanos, admirado por los bolivianos y quiteños, sin enemigos en Venezuela y en la Nueva Granada y con todos sus antecedentes, Sucre estaba destinado a ser el natural sucesor de Bolívar”.



Charitorojas2010@hotmail.com

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