El Papa a trabajores: «Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días»
Francisco se reunió en Ciudad Juárez con empresarios, sindicalistas, obreros y obreras, y llamó al diálogo: «La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar»
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO A CIUDAD JUÁREZ
«La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata», pero «Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días». En Ciudad Juárez, Papa Francisco se reúne con representantes del mundo del trabajo, empresarios y representantes de sindicatos. Había tres mil personas escuchándolo en el Colegio de Bachilleres del estado de Chihuahua, en donde fue recibido con una ola. El Papa recibió varios regalos: un conjunto de rosas de acero que representan las cinco eucaristias que celebró en esta visita pastoral a México, una canasta con productos típicos de de la región chihuahua y una tableta producida en México.
Después de haber escuchado testimonios y preguntas, el Papa dijo: «Todo lo que podamos hacer para dialogar, para encontrarnos, para buscar mejores alternativas y oportunidades es ya un logro a valorar y resaltar. Hay dos palabras que quiero subrayar: diálogo y encuentro. No cansarse de dialogar. Las guerras se van gestando de a poquito por la mudez y por los desencuentros.Obviamente que no alcanza, pero hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana».
Hablando sobre las «diversas organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales», Francisco observó: «A primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero los une una misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta tierra».
«Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes —continuó— es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que nadie se puede dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México».
«Desgraciadamente —explicó Bergoglio—, el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en sus familias». Frente a todo esto, la mejor inversión, insistió el Papa, «es crear oportunidades».
«La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar. Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días —exclamó el Papa—, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas».
Después Francisco respondió a quienes cuestionan la doctrina social de la Iglesia, diciendo: «Estos pretenden que seamos organizaciones de beneficencia o que transformemos nuestras empresas en instituciones de filantropía». «La única pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia —respondió el Papa— es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que, por diversas razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la Doctrina Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición. Cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que, en cierta manera, empieza a deteriorarse. Y esto no es en contra de nadie, sino a favor de todos».
«Cada sector —observó Bergoglio— tiene la obligación de velar por el bien del todo; todos estamos en el mismo barco. Todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación».
«¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos?», preguntó el Papa. «Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Ese es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar». E insistió con una serie de preguntas: «¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación y cambio?».
El Papa admitió: «Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo, de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Una vez me decía un viejo dirigente obrero, honesto como él solo, murió con lo que ganaba, nunca se aprovechó. Cada vez que teníamos que sentarnos a una mesa de negociación yo sabía que tenía que perder algo para que ganáramos todos. Linda esa filosofía del trabajo. Cuando se va a negociar, siempre se pierde algo, pero ganan todos. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos, esclavos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso se llama exclusión. Y así se va consolidando la cultura del descarte». Y recordó el testimonio de uno de los jóvenes que hablaron en Morelia: "Este mundo nos quita la capacidad de soñar, la capacidad de la gratuidad. Cuando el chico o la chica ve al Papá y o a la mamá solamente el fin de semana porque se va a trabajar antes que se despierte y vuelve cuando ya está dormido, esa es la cultura del descarte. Quiero invitarlos a soñar en un México donde el papá tenga tiempo para jugar con su hijo, donde la mamá tenga tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lodrar dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos".
Las palabras finales del Papa Francisco para México
CIUDAD JUÁREZ, 17 Feb. 16 / 07:47 pm (ACI).- El Papa Francisco se despide de México con estas sentidas palabras que ha dirigido a toda la nación. A continuación el texto completo de su alocución final en el país:
Señor obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Autoridades,
Señoras y Señores,
Amigos todos
Muchas gracias, Señor Obispo, por sus sentidas palabras, es el momento de dar gracias a Nuestro Señor por haberme permitido esta visita a México. La que siempre sorprende, México es una sorpresa.
No quisiera irme sin agradecer el esfuerzo de quienes han hecho posible esta peregrinación. Agradezco a todas las autoridades federales y locales, el interés y la solícita ayuda con la que han contribuido al buen desarrollo de este propósito. A su vez, quisiera agradecer de corazón a todos los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral. A tantos servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que estos días fueran una fiesta de familia, gracias. Me he sentido acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por haberme abierto las puertas de sus vidas, de su Nación.
El escritor mexicano Octavio Paz dice en su poema Hermandad:
«Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: también soy escritura
y en este mismo instante alguien me deletrea».
Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México.
La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniéndolos en la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras. Muchos hombres y mujeres a lo largo de las calles cuando pasaba levantaban sus hijos, me los mostraban. Son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos. Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer y les aseguro que por ahí en algún momento sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido.
Que María, la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas tierras, Mexico no se entiende sin Ella, siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación.
Nuevamente, muchas gracias por esta tan cálida hospitalidad mexicana.
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