18 FEBRERO 2016
El papa Francisco, en algún momento durante su visita a México, sintió como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido. Lo indicó él mismo al finalizar la eucaristía celebrada en el recinto ferial de Ciudad Juárez, cuando dirigió unas palabras de despedida antes de dirigirse al aeropuerto. De este modo, el Santo Padre dio las gracias a Dios “por haberme permitido esta visita a México”.
También agradeció “el esfuerzo de quienes han hecho posible esta peregrinación”. Así como a las “autoridades federales y locales, el interés y la solícita ayuda con la que han contribuido al buen desarrollo de este propósito”. El Santo Padre agradeció de corazón “a todos los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral”. También “a tantos servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que estos días fueran una fiesta de familia, gracias”.
Asimismo, reconoció que “se ha sentido acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por abrirme las puertas de sus vidas, de su nación”.
Por todo ello, el Santo Padre sugirió que “aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México”. La noche –advirtió– nos puede parecer enorme y muy oscura. Pero en estos días ha podido ver “que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza”, “en muchos de sus testimonios, en muchos de sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza”, “muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras”. Explicó que durante los trayectos muchos hombres y mujeres le acercaban a sus hijos y aseguró: “son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos”, “son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer”.
Finalmente, el papa Francisco concluyó su viaje apostólico a México despidiéndose de los fieles congregados en el recinto ferial de Ciudad Juárez. Desde allí toma el helicóptero hasta el aeropuerto de la ciudad, donde es recibido por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y su esposa.
Después de tocar los himnos y los saludos de las delegaciones, el Pontífice sube al avión que le lleva de regreso a Roma. La llegada a la capital italiana está prevista el jueves, 18 de febrero, a las 15.15 hora local, después de doce horas de viaje.
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