Victoria Camps y el gobierno de las emociones - YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=CgdFBipoq-s
25 jul. 2011 - Subido por Herder Editorial
Victoria Camps, catedrática de Filosofía moral y política de Universidad de Barcelona y autora de "El ...
https://www.youtube.com/watch?v=CgdFBipoq-s
25 jul. 2011 - Subido por Herder Editorial
Victoria Camps, catedrática de Filosofía moral y política de Universidad de Barcelona y autora de "El ...Emociones y sociedad vigilante
La manera de ejercer la soberanía de sentimientos sin violencia y sin rupturas
ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE | EL UNIVERSAL
lunes 22 de febrero de 2016 12:00 AM
Las emociones siempre han sido tomadas como contrarias a la racionalidad, sin embargo otra mirada nos ofrece la filósofa española Victoria Camps, en su obra El Gobierno de las Emociones, quien nos habla de una soberanía del sentimiento, ubicando a los afectos como unas fuerzas indetenibles que nos empujan a actuar racionalmente.
Desde esta perspectiva, podemos explicar mucho mejor qué pasa en Venezuela y cómo nos convertimos en una sociedad vigilante, término que el investigador y politólogo Javier Roiz acuñó para dibujar las sociedades occidentales contemporáneas. Para entender mejor cómo se forma el gobierno de sí mismo a través de los sentimientos, en nuestro mundo interno se van manifestando ciertas emociones, que por naturaleza van cambiando con el tiempo y las circunstancias. Ese Foro interno se manifiesta en cada persona, en el ciudadano y luego en la ciudad, en los espacios públicos internos y externos. Poco a poco, cada uno de los ciudadanos, aunque se sitúen en el mundo de lo privado, se convierten en actores indispensables de la sociedad vigilante. Hasta pueden actuar guardando un silencio público, visible o invisible.
Esta realidad la podemos ilustrar con el resultado de las últimas encuestas que aseguran que el 85% de los venezolanos admiten que hay sobradas razones para protestar, pero el 75% de los mismos encuestados dicen que no irían a protestar. Probablemente por miedo, por comodidad o por otra causa, pero el hecho es que no irían a protestar aun sabiendo que hay razones de sobra para hacerlo. Aquí entra perfectamente la idea de Victoria Camps. El sentimiento está allí, subyacente, probablemente en una larga cola esperando por una batería de carro, por arroz o por una medicina, actuando como una fuerza indetenible que empujará a ese ciudadano a actuar racionalmente en el futuro. A lo mejor no en una protesta de calle, tampoco en una huelga, pero seguramente sí en una próxima votación. Recordemos que en diciembre debe haber elecciones de gobernadores, que le darán a ese ciudadano, a esa sociedad vigilante, otra oportunidad para manifestar sus emociones.
Algunos analistas políticos muy prominentes se preguntan, con mucha razón, porqué el pueblo no ha protestado pese a la crisis en que vivimos. Además de que la respuesta es muy difícil de encontrar, porque existen muchas variables humanas que intervienen, pierde su importancia al fijarnos que pese a todo la sociedad vigilante continúa haciendo su trabajo. Roiz nos propone que hay períodos de vigilia y también de letargia, pero la tensión en la relación cotidiana con el poder, esa entre gobernantes y gobernados, se va desarrollando indeteniblemente hacia las soluciones de los problemas de los ciudadanos. Esos problemas de la gente nunca son los mismos problemas del poder, que por definición se considera a sí mismo omnipotente. Los problemas del pueblo siguen siendo el desabastecimiento, las colas y la delincuencia. La falta de medicinas trae consigo sufrimientos humanos indescriptibles, el hambre no sabe esperar.
Las emociones que forman parte del mundo interno de cada persona, se convierten entonces en motores que empujan a los ciudadanos a actuar racionalmente en los espacios públicos. Esa es la manera de ejercer la soberanía de sentimientos sin violencia y sin rupturas. El pueblo venezolano desde esta mirada, se puede considerar como muy maduro políticamente hablando. La libertad, la paz y la igualdad son valores profundos que compartimos y constituyen las bases duras de nuestra idiosincrasia. Esos valores, adornados con las emociones humanas, son los que nos llevarán por un camino seguro al país que todos deseamos.
alvaromont@gmail.com
@alvaromont
ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE | EL UNIVERSAL
lunes 22 de febrero de 2016 12:00 AM
Las emociones siempre han sido tomadas como contrarias a la racionalidad, sin embargo otra mirada nos ofrece la filósofa española Victoria Camps, en su obra El Gobierno de las Emociones, quien nos habla de una soberanía del sentimiento, ubicando a los afectos como unas fuerzas indetenibles que nos empujan a actuar racionalmente.
Desde esta perspectiva, podemos explicar mucho mejor qué pasa en Venezuela y cómo nos convertimos en una sociedad vigilante, término que el investigador y politólogo Javier Roiz acuñó para dibujar las sociedades occidentales contemporáneas. Para entender mejor cómo se forma el gobierno de sí mismo a través de los sentimientos, en nuestro mundo interno se van manifestando ciertas emociones, que por naturaleza van cambiando con el tiempo y las circunstancias. Ese Foro interno se manifiesta en cada persona, en el ciudadano y luego en la ciudad, en los espacios públicos internos y externos. Poco a poco, cada uno de los ciudadanos, aunque se sitúen en el mundo de lo privado, se convierten en actores indispensables de la sociedad vigilante. Hasta pueden actuar guardando un silencio público, visible o invisible.
Esta realidad la podemos ilustrar con el resultado de las últimas encuestas que aseguran que el 85% de los venezolanos admiten que hay sobradas razones para protestar, pero el 75% de los mismos encuestados dicen que no irían a protestar. Probablemente por miedo, por comodidad o por otra causa, pero el hecho es que no irían a protestar aun sabiendo que hay razones de sobra para hacerlo. Aquí entra perfectamente la idea de Victoria Camps. El sentimiento está allí, subyacente, probablemente en una larga cola esperando por una batería de carro, por arroz o por una medicina, actuando como una fuerza indetenible que empujará a ese ciudadano a actuar racionalmente en el futuro. A lo mejor no en una protesta de calle, tampoco en una huelga, pero seguramente sí en una próxima votación. Recordemos que en diciembre debe haber elecciones de gobernadores, que le darán a ese ciudadano, a esa sociedad vigilante, otra oportunidad para manifestar sus emociones.
Algunos analistas políticos muy prominentes se preguntan, con mucha razón, porqué el pueblo no ha protestado pese a la crisis en que vivimos. Además de que la respuesta es muy difícil de encontrar, porque existen muchas variables humanas que intervienen, pierde su importancia al fijarnos que pese a todo la sociedad vigilante continúa haciendo su trabajo. Roiz nos propone que hay períodos de vigilia y también de letargia, pero la tensión en la relación cotidiana con el poder, esa entre gobernantes y gobernados, se va desarrollando indeteniblemente hacia las soluciones de los problemas de los ciudadanos. Esos problemas de la gente nunca son los mismos problemas del poder, que por definición se considera a sí mismo omnipotente. Los problemas del pueblo siguen siendo el desabastecimiento, las colas y la delincuencia. La falta de medicinas trae consigo sufrimientos humanos indescriptibles, el hambre no sabe esperar.
Las emociones que forman parte del mundo interno de cada persona, se convierten entonces en motores que empujan a los ciudadanos a actuar racionalmente en los espacios públicos. Esa es la manera de ejercer la soberanía de sentimientos sin violencia y sin rupturas. El pueblo venezolano desde esta mirada, se puede considerar como muy maduro políticamente hablando. La libertad, la paz y la igualdad son valores profundos que compartimos y constituyen las bases duras de nuestra idiosincrasia. Esos valores, adornados con las emociones humanas, son los que nos llevarán por un camino seguro al país que todos deseamos.
alvaromont@gmail.com
@alvaromont
Desde esta perspectiva, podemos explicar mucho mejor qué pasa en Venezuela y cómo nos convertimos en una sociedad vigilante, término que el investigador y politólogo Javier Roiz acuñó para dibujar las sociedades occidentales contemporáneas. Para entender mejor cómo se forma el gobierno de sí mismo a través de los sentimientos, en nuestro mundo interno se van manifestando ciertas emociones, que por naturaleza van cambiando con el tiempo y las circunstancias. Ese Foro interno se manifiesta en cada persona, en el ciudadano y luego en la ciudad, en los espacios públicos internos y externos. Poco a poco, cada uno de los ciudadanos, aunque se sitúen en el mundo de lo privado, se convierten en actores indispensables de la sociedad vigilante. Hasta pueden actuar guardando un silencio público, visible o invisible.
Esta realidad la podemos ilustrar con el resultado de las últimas encuestas que aseguran que el 85% de los venezolanos admiten que hay sobradas razones para protestar, pero el 75% de los mismos encuestados dicen que no irían a protestar. Probablemente por miedo, por comodidad o por otra causa, pero el hecho es que no irían a protestar aun sabiendo que hay razones de sobra para hacerlo. Aquí entra perfectamente la idea de Victoria Camps. El sentimiento está allí, subyacente, probablemente en una larga cola esperando por una batería de carro, por arroz o por una medicina, actuando como una fuerza indetenible que empujará a ese ciudadano a actuar racionalmente en el futuro. A lo mejor no en una protesta de calle, tampoco en una huelga, pero seguramente sí en una próxima votación. Recordemos que en diciembre debe haber elecciones de gobernadores, que le darán a ese ciudadano, a esa sociedad vigilante, otra oportunidad para manifestar sus emociones.
Algunos analistas políticos muy prominentes se preguntan, con mucha razón, porqué el pueblo no ha protestado pese a la crisis en que vivimos. Además de que la respuesta es muy difícil de encontrar, porque existen muchas variables humanas que intervienen, pierde su importancia al fijarnos que pese a todo la sociedad vigilante continúa haciendo su trabajo. Roiz nos propone que hay períodos de vigilia y también de letargia, pero la tensión en la relación cotidiana con el poder, esa entre gobernantes y gobernados, se va desarrollando indeteniblemente hacia las soluciones de los problemas de los ciudadanos. Esos problemas de la gente nunca son los mismos problemas del poder, que por definición se considera a sí mismo omnipotente. Los problemas del pueblo siguen siendo el desabastecimiento, las colas y la delincuencia. La falta de medicinas trae consigo sufrimientos humanos indescriptibles, el hambre no sabe esperar.
Las emociones que forman parte del mundo interno de cada persona, se convierten entonces en motores que empujan a los ciudadanos a actuar racionalmente en los espacios públicos. Esa es la manera de ejercer la soberanía de sentimientos sin violencia y sin rupturas. El pueblo venezolano desde esta mirada, se puede considerar como muy maduro políticamente hablando. La libertad, la paz y la igualdad son valores profundos que compartimos y constituyen las bases duras de nuestra idiosincrasia. Esos valores, adornados con las emociones humanas, son los que nos llevarán por un camino seguro al país que todos deseamos.
alvaromont@gmail.com
@alvaromont
La estrategia del poder
El poder es asimétrico y su fuente la dependencia unilateral. El poder recurre a la distracción
TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ | EL UNIVERSAL
miércoles 24 de febrero de 2016 12:00 AM
El poder recurre a diversas maneras para mantener voluntades a su servicio, tales como el uso del miedo, retiro de las recompensas o la permanente amenaza de castigo a la resistencia. El poder, visto así, es asimétrico y su fuente la dependencia unilateral.
El poder recurre a la distracción mediante el desvío de la atención de los problemas fundamentales. Para ello suele utilizar un proceso de inundación de informaciones intrascendentes, distraccionistas, que colocan a la gente alelada en temas sin importancia. Pueden crearse artificialmente problemas para ofrecer de inmediato soluciones. Puede permitirse un desbordamiento de violencia hamponil que conlleve a exigencias de dureza, aplicar procesos de degradación de las condiciones de vida para hacer aceptable la supuesta acción correctora ideologizada del poder o recurrir a la vieja frase de que son necesarios correctivos muy duros, pero absolutamente necesarios y sobre todo, la constante recurrencia a lo emocional para cortar el ejercicio racional.
Quizás sea más interesante recurrir al psicoanálisis, por aquello de buscarse una respuesta ante el dolor de existir, uno donde aparece la política que pretende elevar al sujeto en el territorio de una satisfacción de influjo simbólico que termina en un real inmutable, puesto que para el psicoanálisis la política siempre se ejerce por y para las subjetividades, lo que lo lleva a una desconfianza definitiva del campo político por su condición de semblante, uno que se basa en la represión de la verdad y en hacer pasar sus invenciones como la verdad misma. De aquí podemos concluir que todo discurso del amo del poder está en el territorio de lo inconsciente, al constituir un saber que no se sabe, lo que significa lo que hemos repetido: la verdad del discurso impuesto, lo que conlleva a algo peor, si se quiere: cuando la ideología totalitaria encuentra su límite culpa y penaliza a aquellos que no se identifican con ella.
El esloveno }i~ek habla de cómo la ideología política sólo puede construirse mediante el fantasma de la fantasía, una que no es otra cosa que un argumento que llena una imposibilidad, es decir, como una representación, lo que nos lleva a la política y al poder como espectáculo.
tlopezmelendez@cantv.net
El poder recurre a la distracción mediante el desvío de la atención de los problemas fundamentales. Para ello suele utilizar un proceso de inundación de informaciones intrascendentes, distraccionistas, que colocan a la gente alelada en temas sin importancia. Pueden crearse artificialmente problemas para ofrecer de inmediato soluciones. Puede permitirse un desbordamiento de violencia hamponil que conlleve a exigencias de dureza, aplicar procesos de degradación de las condiciones de vida para hacer aceptable la supuesta acción correctora ideologizada del poder o recurrir a la vieja frase de que son necesarios correctivos muy duros, pero absolutamente necesarios y sobre todo, la constante recurrencia a lo emocional para cortar el ejercicio racional.
Quizás sea más interesante recurrir al psicoanálisis, por aquello de buscarse una respuesta ante el dolor de existir, uno donde aparece la política que pretende elevar al sujeto en el territorio de una satisfacción de influjo simbólico que termina en un real inmutable, puesto que para el psicoanálisis la política siempre se ejerce por y para las subjetividades, lo que lo lleva a una desconfianza definitiva del campo político por su condición de semblante, uno que se basa en la represión de la verdad y en hacer pasar sus invenciones como la verdad misma. De aquí podemos concluir que todo discurso del amo del poder está en el territorio de lo inconsciente, al constituir un saber que no se sabe, lo que significa lo que hemos repetido: la verdad del discurso impuesto, lo que conlleva a algo peor, si se quiere: cuando la ideología totalitaria encuentra su límite culpa y penaliza a aquellos que no se identifican con ella.
El esloveno }i~ek habla de cómo la ideología política sólo puede construirse mediante el fantasma de la fantasía, una que no es otra cosa que un argumento que llena una imposibilidad, es decir, como una representación, lo que nos lleva a la política y al poder como espectáculo.
tlopezmelendez@cantv.net
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