Crónicas de Facundo:El papelón de la Lucena
ASDRÚBAL AGUIAR
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La presidenta del Consejo Nacional Electoral, luego de declarar válidos los resultados de las elecciones primarias de la oposición -que le mete por el buche al régimen más de 3.000.000 de votos- y una vez como el dictador, ahora gravemente enfermo y emocionalmente desajustado, le reclama su desliz, intenta corregir tardíamente. La señora Tibisay Lucena, por lo visto, no aguanta la mala cara de su jefe político, olvida las reglas que pacta con ella la Mesa de la Unidad Democrática y las acepta, tanto como ahora prefiere desdecirse al señalar que la MUD destruye anticipadamente los cuadernos de votación. Poco le importa la dignidad de su cargo, todavía más, nada le importa su dignidad personal y de mujer agraviada por el patán de palacio.
No es un secreto a voces, antes bien es máxima de la experiencia, que el magistrado zuliano Francisco Carrasquero, miembro del Tribunal Supremo de Justicia y quien le ordena a la MUD hacerle entrega de los cuadernos donde constan los nombres y cédulas de identidad de los votantes, quienes participan de los comicios opositores, es el mismo quien le suministra al ocupante de Miraflores el registro de venezolanos y venezolanas quienes años atrás piden la revocatoria de este lacayo impenitente del imperio cubano.
Desde entonces, bajo responsabilidad de estos caballeros, quienes procuran la muerte civil de millares de compatriotas a quienes se les niega hasta la comida que venden las areperas socialistas, son elaboradas listas de la infamia y ellas se hacen hábito socialista. Pero lo cierto es que, distraído esta vez el régimen al creer que muy pocos acudirían a la cita en la que es electo Henrique Capriles Randonski, hoy candidato presidencial de la democracia, intenta a última hora descubrir a quienes considera traidores de la revolución. Mas al final no tiene más opción que reventarse por dentro como las chicharras y Carrasquero ha de tragarse su sentencia del horror. En los mentideros, por lo mismo, se dice que el Comandante Presidente vuela hasta La Habana para reponerse.
Algún amigo cuenta que se trata de otro trapo rojo del mandón de palacio, para incitar a la Venezuela que de modo manifiesto no lo quiere, para que tenga conmiseración y amague. El manido viaje, por ende, puede estar mejor animado por el jolgorio de Carnaval, pues el interfecto es quien repite sin cansancio que está curado. Pero ya se verá.
Lo cierto e inocultable es que la actuación de la Lucena revela el poco temple de los funcionarios del régimen. De modo que, no hace falta Constituyente -como la propone Diego- para espantarlos en su momento. Todos a uno se revelan como lo que son, cajas de resonancia que hacen gala de la altanería y prepotencia sólo una vez como grita y hasta tanto calla el primer ventrílocuo nacional y correlón de la comarca. No olvidemos su “épico” repliegue de La Planicie, cuando las Fuerzas Armadas institucionales se le ponen de pie y aquél abandona a la soldadesca que mueve para su aventura golpista del 4F.
La oposición democrática ha de permanecer ojos abiertos y cuando duerma mantener uno de éstos bien abierto, pues el sentimiento de humillación y la falta de sindéresis democrática en los actores de esta revolución de pacotilla los invita a la locura; y no pocos, desde ya, hacen las maletas o se disponen para darle un palo a la lámpara. Cabe, pues, firme frialdad en los líderes a quienes corresponda conducir una eventual transición o llevar el barco de la Nación hasta puerto seguro y en paz, hasta el venidero 7 de octubre y luego, hasta cuando se produzca, por las buenas o por las malas, la entrega de la silla presidencial.
Los funcionarios honestos del mismo régimen, quienes allí están por necesidad o por sus años de servicio al Estado, nada han de temer; salvo cuidar que los “tarazonas” del dictador enfermo no destruyan la documentación oficial que manejan ni se lleven de sus oficinas hasta el papel sanitario. La experiencia durante la caída es aleccionadora y el caso del ex gobernador Diosdado Cabello emblemático.
Por lo pronto y en lo inmediato cabe recordar lo que es enseñanza y comportamiento colectivo que ha de sostenerse a pie juntillas. Los demócratas han de practicar la democracia sin desviarse de ella y a todo riesgo, para no olvidar lo que son, demócratas cabales. No se trata de emular a la dictadura y menos intentar enseñarle -tardíamente- sobre las virtudes democráticas que tanto desprecian y manipulan, como lo hace, por lo visto, la actual cabeza del Poder Electoral.
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