Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 9 de febrero de 2012

Leopoldo López en los análisis de Thaelman Urgelles

Leopoldo López en los análisis de Thaelman Urgelles


La ruta de Leopoldo López para llegar a competir hoy por la candidatura presidencial de la Unidad Democrática ha sido más larga y serpenteada que la de todos sus colegas; y aun más compleja que la que él mismo ha enfrentado con el tema de su inhabilitación electoral. Tal camino le ha exigido una enorme inversión en términos de tenacidad y esfuerzo organizativo; y también un alto precio, en términos de incomprensión por parte de muchos compatriotas. Un costo que habrá de pagar en el nuevo desafío que se ha impuesto, como trataremos de demostrar en esta entrega.

Resumen Biográfico

Leopoldo López Mendoza proviene de una familia de extensa raigambre caraqueña, cuyo lustre se remonta –por la raíz materna- a la familia de Simón Bolívar y Palacios y a Don Cristóbal Mendoza, primer presidente de nuestra naciente república en 1811. Su padre, Leopoldo López Gil, es un conocido gerente público y privado, hombre culto, dueño de una reconocida bonhomía, gourmet y sobretodo el principal ejecutor del proyecto público más productivo de la Venezuela contemporánea: el Plan de Becas Mariscal de Ayacucho. Contra toda conseja suspicaz y pese al abolengo que puedan exhibir sus apellidos, es un hecho que Leopoldo López Gil y Antonieta Mendoza de López tuvieron siempre que trabajar en sus profesiones para dar a sus hijos una educación del primer nivel.

Inició su bachillerato en el Colegio Santiago de León de Caracas y lo terminó en el prestigioso Hun School de Princeton, USA, donde también estudiaron –entre otros notables- el novelista F. Scott Fitzgerald, Elliot Roosevelt (hijo de Franklin D. y Eleanor), el actor Ethan Hawke y el empresario venezolano Lorenzo Mendoza Giménez. Su bachelor en Economía lo cursó en el Kenyon College, una pequeña y antigua universidad de Ohio, USA, que exhibe entre sus orgullos el pertenecer a las llamadas Hidden Ivies, un grupo de universidades de pequeña dimensión y bajo perfil, cuya calidad educativa se compara a la de las exclusivas Ivy League Universities.

Su hoja académica exhibe una maestría en Harvard, donde se produce su primera gran elección vocacional: su postgrado no sería el habitual Bussiness Administration de nuestros jóvenes pequeño burgueses, ni siquiera el más ambicioso Master of Financial Economics, de los chicos más aventajados. López eligió Políticas Públicas, la carrera que conduce a los cargos de gobierno, al oficio de servidor estatal, a la política.

El resto de esta biografía ha transcurrido ante los ojos de los venezolanos, con el mismo vértigo y aceleración que han tenido nuestros asuntos públicos y privados a partir de 1998. Nomás arribó al país en 1996, con una maestría bajo el brazo, encontró el auspicioso momento de un país que se aprestaba a sufrir importantes cambios socio-políticos. Y allí entró seguramente a jugar el factor colocación social, al ingresar a PDVSA en una posición profesional que pocos recién graduados obtendrían únicamente con su sobresaliente hoja académica. Al segundo año era ya –según el currículo publicado en la página Web de Voluntad Popular- asistente del Economista Jefe de la corporación.

A juzgar por su desempeño inmediato posterior en la vida pública, es indudable que el joven economista tenía la capacitación y el talento para asumir tales responsabilidades, aunque es también conocido el tipo de ayuda que se suele requerir para acelerar las carreras profesionales: aquí, en todo el mundo y muy especialmente en la Venezuela bolivariana que abriga a los más entusiastas críticos de este aspecto de la carrera de López, donde existen ministros, magistrados del TSJ, presidentes de PDVSA y sobretodo multimillonarios en dólares que lo son únicamente por ser hijos de algún camarada con pasado guerrillero.

Durante el breve escarceo administrativo en PDVSA, ya López estaba entre los dirigentes de la Asociación Civil Primero Justicia, un activo grupo de abogados y otros profesionales que promovía iniciativas ciudadanas tendientes a mejorar la estructura institucional del país. De hecho, sin tener representantes electos a la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, presentaron un proyecto de Constitución “… del cual se nutre la Constitución actual”, según proclama ese partido hoy. Hay, en esta participación temprana de Leopoldo en PJ, otro elemento polémico, profusamente machacado en los mentideros chavistas, cual fue la contribución recibida por esta Asociación de parte de PDVSA, mientras López y su madre ejercían cargos en ella. Nunca pudieron demostrar irregularidad alguna en esa contribución, de las que siempre formaron parte de la política de responsabilidad social de la empresa y las que ella prodiga hoy escandalosamente, dentro y fuera del país.

En 1999 Primero Justicia se convierte en organización política regional, en el estado Miranda, y en las elecciones de agosto 2000 participa con varios candidatos a diputados y alcaldes. López resulta electo Alcalde de Chacao, un municipio que en el pasado había sido fértil terreno para cimentar prestigios de buena gerencia pública y asiento de una clase media pudiente que ofreció, en los años siguientes, demostraciones de la más consecuente oposición al proyecto revolucionario que comenzaba a enseñorearse sobre el país.

Leopoldo aprovecharía eficazmente su paso por el municipio venezolano más propicio para destacar como gerente eficaz y carismático. El haber coincidido su alcaldía con el quinquenio políticamente conflictivo de 2000 a 2005 le permitió además mostrarse como un político aguerrido, valiente y comprometido con las luchas democráticas que se libraron en ese período. La adecuada promoción de tales virtudes en escenarios apropiados lo hicieron acreedor de varios premios internacionales como alcalde y su pertinaz defensa ante la inhabilitación política de que fue objeto por el Contralor General lo lanzó a los escenarios noticiosos internacionales.

Leopoldo López, político

Tan intensa actividad coincidió con una turbulenta militancia en dos partidos políticos: Primero Justicia, organización que lo promovió a la alcaldía de Chacao, al que abandonó a fines de 2006 luego de un largo período de luchas internas; inmediatamente después se afilió a Un Nuevo Tiempo, partido fundado por Manuel Rosales, a quien Leopoldo había acompañado activamente en la campaña electoral presidencial de 2006 como director de movilización y participación. Durante su estadía en PJ fundó un movimiento denominado Redes Populares, con el propósito expreso de acentuar el trabajo político en los sectores populares y sindicatos, aunque en realidad no era otra cosa que su facción dentro de ese partido, la cual fue denominada, en los días previos a la ruptura, Primero Justicia Popular.

Desde el mismo momento de su afiliación a UNT, el fantasma de la disidencia marcó su militancia. Aunque su incorporación ocurrió conjuntamente con la ampliación del mismo -de un partido regional básicamente zuliano a un partido nacional al que se agregaron ex-militantes de la corriente teodorista del MAS, disidentes de AD e independientes, además de los que abandonaron PJ junto a Leopoldo- el excesivo predominio de Manuel Rosales y la pronunciada hegemonía zuliana en su estructura, ofrecían muy poco espacio para el desarrollo de una ambición como la de López. De hecho, las llamadas Redes Populares continuaron existiendo en UNT –un minipartido dentro del partido- por lo que una nueva escisión de ese grupo sólo sería cuestión de tiempo. Ello ocurrió en septiembre de 2009 y dos meses después las redes populares se convertirían, con algunos interesantes añadidos, en Voluntad Popular, movimiento que comenzó de inmediato su esfuerzo de legalización.

Así como en su éxodo de Primero Justicia dejó allí algunos de sus aliados y querencias políticas, en Un Nuevo Tiempo quedaron varios de los baluartes que lo acompañaron en la anterior aventura fraccional. Gerardo Blyde, alcalde de Baruta, y Delsa Solórzano, valiosa dirigente, entre otros, decidieron echar anclas en UNT y no seguir de nuevo al amigo en su incesante búsqueda.

El periplo que en breve tiempo realizó López por dos organizaciones políticas, más su presencia de variedades asociativas semejantes a los partidos, le han granjeado una poco positiva imagen de político inestable, conflictivo y excesivamente ambicioso. Una imagen que sin duda lo está afectando en su aspiración presidencial y que amenaza por perseguirlo por mucho tiempo. En su favor hemos de decir que tal experiencia no ha sido extraña en famosas carreras políticas, incluso muy exitosas como la de Rómulo Betancourt, quien antes de fundar su definitiva Acción Democrática transitó en pocos años un áspero sendero de ensayos organizativos: PRD, Partido Comunista Costarricense, brevísima pasantía por el PC de Venezuela y luego ARDI, ORVE, PDN… El mismo Caldera tuvo una serie de militancias fallidas o experimentales –UNE, AE, MAN- antes de fundar a COPEI, y en su postrera madurez se atrevió a la tardía y fallida aventura de Convergencia.

Habría que añadir que la de Leopoldo no ha sido una mera búsqueda pragmática y personal. Aunque su camino no ha estado orientado por una clara brújula doctrinaria o programática –falencia que cabe señalar a todos los proyectos partidistas de esta década- es él quizás el único que ha intentado, con alguna seriedad y sistema, aproximar el proselitismo opositor a los sectores populares que durante 10 años fueron coto exclusivo de Chávez y sus seguidores. A semejanza de Betancourt, quien fue el primero en postular el policlasismo como fuente matricial de un gran partido de masas –desde los partidos básicamente “proletarios”, en busca de una naciente clase media- López lo intenta esta vez en sentido inverso: desde las clases alta y media hacia las clases proletarias y marginales; y desde la acción política fundada básicamente en la presencia en medios de comunicación a la acción de base, intentando penetrar los difíciles espacios custodiados celosamente por el chavismo.

Para ser ecuánimes habría que añadir que Primero Justicia muestra también algunos logros en el mismo sentido, aunque los mismos parecen más el resultado de esfuerzos localizados y personales, como el magnífico trabajo desarrollado por Carlos Ocariz en las barriadas del Municipio Sucre de Miranda.

Volviendo a Leopoldo, si bien su fundación de Voluntad Popular luce como el resultado final de una búsqueda orgánica de identidad, efectuada en el favorable marco de una alta politización de la sociedad, también es cierto que esta culminación resultó un tanto tardía en referencia al espacio político-ideológico que está quedando libre en el país; y sobretodo en la cantidad de cuadros políticos de calidad que están disponibles para acometer la creación y desarrollo de una nueva fuerza. De este modo, Voluntad Popular cuenta con los cuadros que le fueron quedando a López de sus desgajes sucesivos de PJ y UNT, más algunos valiosos dirigentes surgidos de la batalla librada por la sociedad civil entre 1999 y 2007 –el abogado Carlos Vecchio, el más notable- y ciertas organizaciones populares que se mantienen como periferia de activismo, sin una estricta vinculación militante, a partir de una peculiar estructura estatutaria que así lo admite.

Vemos entonces que el activismo mayoritario de Voluntad Popular está compuesto por militantes arrojados fuera de los partidos tradicionales por la vorágine reciente; disidentes de todo pelaje, muchos de ellos políticos profesionales que suelen medrar de las nóminas partidistas, estatales o municipales; y los que, al menor tropiezo o derrota, suelen migrar hacia oferentes partidistas más promisorios. Por ello nos tememos que -para la empresa de construir un instrumento político de perspectivas históricas, como lo fueron AD y COPEI en la segunda mitad del siglo 20- Leopoldo López no cuenta hoy con los cuadros políticos que tuvieron en su momento Betancourt y Caldera. Mucho menos con la confianza que el primero logró obtener de los intelectuales más brillantes de su tiempo: Gallegos, Picón Salas, Andrés Eloy, Pérez Alfonso, Gabaldón, Prieto Figueroa… En descargo de VP hay que observar que ninguno de los partidos actuales ha logrado interesar hasta el compromiso militante a reconocidos intelectuales venezolanos.

En el camino de construir un partido nacional y en el mismo espacio ideológico aparente, Julio Borges y Primero Justicia le han tomado a Voluntad Popular una delantera difícil de acortar, sobretodo si en la elección primaria del 12 de febrero termina venciendo, como muchos esperan, el precandidato de ese partido. Tendría Leopoldo que crearse un espacio doctrinario y programático diferente al de PJ, algo así como desplazar definitivamente a AD del espectro político, un cometido que al parecer terminarán de cumplir Borges y sus muchachos con COPEI, este mismo año. Porque, de los demás partidos actuales sólo podría competir en ello UNT, una organización que cada vez se nos parece más a la fallida Convergencia.

Leopoldo López en las primarias

Ningún venezolano con interés en la cuestión política dudó en los años anteriores que Leopoldo López sería uno de los aspirantes a la presidencia en esta oportunidad. Incluso si la inhabilitación no hubiese sido derogada por la Corte Interamericana de DDHH, un joven y fogoso líder con su ambición no podía dejar pasar esta oportunidad para cerrar su ciclo de identificación como uno de los líderes del futuro y de consolidación de su propio partido. Esperar otros 6 años (¿o 5… o 2?) no podía estar en sus planes. Si ya hemos dicho que la fundación de su partido llegó un poco tarde, qué pasaría si dejara transcurrir un nuevo período sin asegurar su asiento y el de Voluntad Popular en la primera fila de cualquier tarima política nacional. Otro gallo cantaría si la oposición pierde en octubre con Chávez, en cuyo caso las piedras serían barajadas nuevamente; pero ese cálculo no está en los planes de ningún opositor con un mínimo de sensatez y patriotismo, y sería una bajeza de la que López está eximido de toda sospecha.

Al igual que con María Corina Machado, pensamos que Leopoldo López no cree íntimamente que puede imponerse el 12 de febrero. Aunque, como dijimos en el análisis de ella, los “quién quita” no están excluidos en estos casos, el objetivo primordial de este precandidato es utilizar la campaña de primarias para incrementar la difusión de su personalidad política entre los venezolanos de todas las regiones y avanzar en la construcción de su partido en apartados rincones del país. Un tercer objetivo pareció asomarse en una declaración que se le atribuyó en días pasados, cuando afirmó que no estaba negado a la idea de la vicepresidencia.

Sería esa una arriesgada apuesta para él: intentar la ruta de Caldera en 1958, de fortalecer, desde un papel secundario en el gobierno, a su propio partido y su imagen de estadista, para alcanzar el rol protagónico luego de 10 años, con la aquiescencia de un generoso Rómulo. Nos parece, sin embargo, enorme el peligro que un paso tal podría representar para el joven aspirante, en un contexto nutrido de competidores a futuro: Si llegare a imponerse Capriles en febrero y octubre, quedarían por allí Ocariz, Machado, o el propio Borges. Si de algo vale el consejo, le sugeriríamos que persista en la recién alcanzada autonomía, que se convierta con su propio partido en un factor decisivo de la futura transición, que pronto vendrán nuevas oportunidades donde su caudal político y carisma personal encontrarán un espacio adecuado para aguardar su turno.

Una estrategia de campaña irregular

Si hemos reconocido que la estrategia de Leopoldo López fue consistente en su ruta hacia la precandidatura, en el desarrollo de su campaña no ha sido esa una de las virtudes. Durante las primeras semanas su mensaje estuvo muy condicionado por la culpa originaria que arrastra esta precandidatura: haber insistido en lanzarse a pesar de la ambigua forma de inhabilitación dictada por el TSJ luego de la clara vía libre que le diera la CIDH. Era evidente que, en ese contexto, Leopoldo se estaba lanzando con un grueso plomo en el ala. Recordamos haber escrito en ese momento que su aspiración, así limitada, le hacía más daño que bien al proceso de primarias y a él mismo.

Entonces el contenido principal de su discurso, recalcado hasta la saciedad por cuñas de radio y TV, era un desafío a quienes persistían en inhabilitarlo ambiguamente: algo así como “si el pueblo me elige no habrá fuerza en la tierra que me impida asumir la presidencia…” dicho, eso sí, de manera más confusa y dirigido sólo a los opositores más decididos y enterados de los detalles políticos. Tal desconcierto matizó también su intervención en el primer debate, donde se notó de lejos que el político seguro que es Leopoldo andaba aun buscando contenidos para su campaña y un modo eficaz para divulgarlos.

Ya en ese momento había comenzado a desplegar el eslogan que resume su propuesta programática: “La mejor Venezuela”. Al mismo tiempo, sus asesores habían decidido que el eje temático principal de la campaña debía ser la oferta de seguridad, tomando como patrón lo que dictan las encuestas acerca de ella como primer problema de los venezolanos. Este énfasis en la seguridad comenzó a ser desplegado por él en el primer debate y constituyó un casi obsesivo leit motiv durante el celebrado en Venevisión. En ese segundo intercambio López estuvo más seguro y asertivo; y el principio temático no estaba nada mal, salvo que las costuras de los estrategas fueron percibidas hasta por los más desprevenidos espectadores. Esa noche los timelines de Twitter estuvieron llenos de reproches al monotema del precandidato con la seguridad. Eso, unido a un par de infelices alusiones a la insistencia de Capriles por el tema educativo, deslució lo que fue una notable mejoría en el desempeño de Leopoldo en la segunda comparecencia.

En general, la campaña de Leopoldo López ha carecido de coherencia interna y externa. Si bien el eslogan y el tema de la seguridad tienden a ofrecer unidad conceptual, las piezas de propaganda disparan en muchas direcciones erráticas: de una de ellas, donde se presenta al candidato corriendo en shorts por sobre una serie de obstáculos que representan a la burocracia –escritorios, alcabalas… Se ha dicho que parece un comercial de bebidas para deportistas, y un comentario de Twitter añadió que si él andaba ofreciéndole ministerios a los otros precandidatos a él debían ofrecerle la cartera del deporte. Otras piezas resaltan a la juvenil pareja López-Tintori con su bella hijita, en busca de ese toque familiar que suele ser muy eficaz en las campañas que se desarrollan en países y períodos históricos normales, mas no en una circunstancia excepcionalmente perentoria y dramática como la que preside nuestra elección del 12 de febrero: un candidato capaz de derrotar a Chávez y al chavismo en octubre y hacer valer la victoria por cualquier medio, si ello fuere necesario, como muy probablemente lo será.

La campaña no ha logrado deshacer la imagen de ambicioso que Leopoldo se granjeó en su legítimo empecinamiento por hallar una identidad y espacio políticos propios. Ni siquiera lo han intentado, quizás porque tampoco creen que el problema exista. En realidad existe, y se acrecienta por la epidermis tan sensitiva que priva entre las bases opositoras, necesitadas de percibir un clima de unidad y desprendimiento que sobrepase cualquier cálculo particular.

Pero lo que ha sido, en nuestro criterio, el mayor error del precandidato ha sido su publicitada entrevista con el ex-presidente Uribe, donde se intentó atraer para López el enorme prestigio labrado por aquel con su Política de Seguridad Democrática. Respetamos a Uribe, aplaudimos la firmeza, determinación y eficiencia que desplegó para reducir a la barbarie de las FARC a una dimensión previa a la derrota; y agradeceremos eternamente la manera decidida como apoyó a nuestro sector democrático en el peor momento de la ofensiva chavista por reducir los espacios de libertad en nuestro país. Pero el intento de involucrarlo en el proceso interno de la oposición venezolana no puede ser calificado sino de un infeliz error, cuyos daños no tiene ya López tiempo de controlar. El mismo Uribe había intentado de motu propio mezclar ambos procesos políticos –por intereses de su contencioso con Juan Manuel Santos- en ocasión de la visita de un grupo de compatriotas alcaldes y gobernadores a Bogotá, un intento que resultó oportunamente desautorizado por el Coordinador de la MUD.

Leopoldo López en afiche propagandístico

Conclusión

No cabe duda que Leopoldo López ha acumulado un significativo capital político en estos 12 años. Para ello ha tenido que superar, por méritos propios, gruesos obstáculos colocados en su camino por la perversidad oficial. Pero estos mismos años han demostrado la necesidad de ser algo pichirres, buenos administradores de tales patrimonios; hemos visto como se les han esfumado de las manos a más de uno, por errores u omisiones que en otros tiempos hubiesen resultado meras anécdotas pero que en la tensión actual se agigantan como ante una enorme lupa.

Pensamos que él, su entorno partidista y sus asesores de campaña deberán, en las próximas semanas, planear cuidadosamente cuál será su reacción pública ante la previsible victoria de uno de sus dos contendores principales: Capriles o Pérez, dos congeneracionales y ex-compañeros de partido. Cualquier asomo de mezquindad, toda leve falta de gallardía, serán interpretadas muy negativamente por el electorado opositor, muy sensible al asunto de la unidad, a la proclamada necesidad de marchar juntos, “como una sola persona”, sin grieta alguna, hacia el 7 de octubre. Con su nuevo y entusiasta partido, López deberá ser el campeón de la victoria del candidato unitario, dejando a otros el mezquino retiro a las campañas regionales (algo que no pocos derrotados harán luego del 12 de febrero, y no nos referimos a los precandidatos sino a sus partidos).

Si así actúa, pase lo que pase en octubre de 2012, Leopoldo López podrá aspirar a convertir la derrota en victoria: quedará establecido como un privilegiado prevenido al bate para las próximas elecciones presidenciales, sin contar con los eventos electorales intermedios, para los cuales no tendrá ya el pesado fardo de la inhabilitación.

Porque en él, Venezuela tiene un político con el que habrá de contar por muchos años, Dios mediante.

El milenario pulso que los hombres han sostenido por la supremacía de unos sobre otros, brindó a la historia protagonistas que destacaron por su apasionado compromiso con sus objetivos de preeminencia. Son lo que suele denominarse políticos con vocación de poder; y en la jerga que extrapola la clásica definición aristotélica, “animales políticos”.

Luego de generalizada la desaparición de monarquías y señoríos, la política tornóse ejercicio de habilidades cada vez más sofisticadas, ejercidas en los salones del poder, en la calle junto a la plebe o en los campos de batalla; contiendas en las que suelen triunfar quienes son capaces de colocar la obsesiva voluntad de poder por sobre cualquier otra mundanidad. Tal como definió Alan García a Carlos Andrés Pérez cuando lo vio actuar a en una de esas cumbres socialdemócratas: “Este no es un político común, es un purasangre de la política”.

Al voleo de la memoria se nos ocurren los nombres de Talleyrand, Napoleón III, Bismarck, Lenin, Churchill, Mao, cuya dedicación absoluta e incompartible al tema de Estado y su dominación los distinguió del resto de sus contemporáneos. En América latina podemos recordar entre otros a Haya de la Torre, Paz Estenssoro, Perón, López Pumarejo, Getulio Vargas y por supuesto Castro…

En Venezuela el primer político de esa estirpe fue Guzmán el padre, porque no siempre este tipo de luchadores obtiene el poder en cabeza propia, y porque Bolívar fue más un guerrero genial que un político a secas y a Páez la autoridad se le dio más por automatismos históricos que por un empecinamiento insobornable. En el siglo 20 tuvimos varios de estos ejemplares: Betancourt el primero, más Caldera, Pérez y por supuesto Chávez.

En la primera década de este siglo 21 hemos tenido en Venezuela un intenso y muy fluido proceso político, de cuyo tráfago emergieron numerosas cabezas con la misma velocidad con la que casi todas rodaron. Si en este contexto, y salvando las respectivas distancias, tenemos que escoger entre estos personajes a un prospecto de purasangre político, no dudamos en señalar a Leopoldo López.

Thaelman Urgelles

Thaelman Urgelles
Informe 21

No hay comentarios: