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Tres días con sus noches tardó el Señor Presidente en abrir el oscuro
y enrevesado escondrijo de su corazón para hacernos ver su opinión
sobre el desenlace del proceso de Primarias, conocido por todos
los venezolanos desde el anochecer del mismo 12 de febrero, cuando
la Sra. María Teresa Albanes, presidenta de la Junta Electoral de la Mesa de Unidad
Democrática (MUD) anunciara por radio y televisión la victoria del gobernador
del Estado Miranda, Henrique Capriles Radonsky, por el 64,2% de los votos
escrutados, que representaron la suma de 1.900.528 electores.
En esa misma ocasión se habrá enterado de que esa apabullante victoria sobrepasaba
en más de un millón de electores –duplicándola– la cifra recogida por su inmediato
contendor, el gobernador del estado Zulia, Pablo Pérez, que solo alcanzó a los
896.070 electores. Ambos demasiado lejos de los tres otros contendientes,
como para necesitar señalarlo. Y lo que habrá sido el colmo de las sorpresas,
que ni él ni nadie podían imaginar que sucedería en una Venezuela férreamente
asida por su puño de acero, la cifra total de votantes rompía el récord mundial
en competiciones comiciales de ese género. Era la primera vez en la historia
política moderna, que ha comenzado a implementar tales mecanismos de
selección precandidatural, que se alcanzaba más del 17% del padrón electoral
absoluto y más del 30% del padrón activo. Menuda sorpresa.
No se decantaban los comentarios y análisis de tan esplendorosos resultados,
-visto que la oposición insistió en advertir que más, muchísimo más importante
que la decisión misma y el nombre del escogido era la cantidad de votantes,
pues de sus volúmenes se deducirían la temperatura del interés electoral y el punto
de arranque de una campaña que debe coronar un esfuerzo sistemático y
sostenido para poder desplazar del poder al poderosísimo régimen imperante –
cuando un hecho súbito e inesperado vino a estremecer la aparente apatía o
desinterés del entorno presidencial en un acontecimiento de tamaña dimensión.
Una orden seguramente emanada del despacho presidencial ponía a correr
a la Sra. Luisa Estela Morales, quien sirviéndose de un personaje de dudosa
procedencia infiltrado en el proceso dictó orden de amparo y ordenó el secuestro
de todas las actas y cuadernos de votación.
La vertiginosa celeridad del procedimiento no impidió su mal paso: obedeciendo
al reglamento interno, avalado jurídica y normativamente por la directiva del CNE,
que le reconoció todos sus méritos y avaló todos sus pasos, la Junta Electoral
de la MUD ya había ordenado cumplir con el protocolo y quemar la totalidad
de las bases documentales de votos y votantes.
El fantasma del desaparecido diputado Luis Tascón hacía acto de presencia protocolar.
Llegó al lugar de los hechos cuando las prendas ya eran rescoldo de las llamas.
No encontraron él ni los mensajeros de la fea señora, como en el famoso bolero,
más que cenizas. El Señor Presidente quedóse con las manos vacías.
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Fueron las uvas de la ira. La historia, que suele ocuparse de minucias y curiosidades
anecdóticas, deberá indagar la razón de la indignación presidencial al no poder
hacerse con las pruebas documentales del proceso de Primarias en cuestión.
La razón del cumplimiento del compromiso de llamaradas por parte opositora es
demasiado obvia: el temor a que un nuevo Tascón se hiciera con un nuevo archivo,
lo entregara a la policía política del régimen y a sus voraces cocodrilos.
Poniéndolo incluso a la venta en distintos formatos en el mercado de las
pulgas rojitas. De modo a disponer de un instrumento de represión y chantaje
en vistas al proceso electoral futuro. La desobediencia es como una mancha de aceite:
una vez que se derrama en grandes cantidades resulta difícilmente controlable.
No fue lo acordado por la MUD con el CNE. Lo prometido es deuda y proteger
el anonimato del votante un sacrosanto compromiso democrático.
Ello, desde los tiempos de Tocqueville. Se acordó realizar la fogata en 48 horas.
En 48 horas se la realizó.
El constitucionalismo fascista no piensa lo mismo ni está de acuerdo en
resguardar anonimatos, a no ser el de los soplones. Para Carl Schmitt,
súbitamente reflotado in partibus infidelis por el magistrado Delgado, no hay infamia
mayor que elegir, sea del modo que sea. Asqueroso liberalismo electorero y
conciliador. Pues nada puede reemplazar o ponerse en lugar del detentador
máximo de la soberana decisión: el tirano. Ni reemplazar al fundamento real de su
poder decisorio: sus apéndices. Pero aún peor que elegir, es la de hacerlo de manera
liberal, escondiéndose en un cubículo y, arrinconado, conspirando en el silencio y
la oscuridad del absoluto anonimato contra el poder establecido.
Lo señala expresamente Carl Schmitt. Nada atenta mayormente contra el Estado
Total que el agavillamiento de las democracias comiciales, que a él, ideólogo cortesano,
le parece el colmo de los abusos, el voto anónimo y secreto. El voto auténticamente
"democrático", es el voto directo, a mano alzada, sobre todo si es plebiscitario.
Puesto sobre la mesa para ahorrar trámites indagatorios. Así como para aplastar
toda diferencia específica. Todos iguales, o nada.
Es una de las explicaciones. Cabe una segunda razón para la curiosidad presidencial:
comprobar con pruebas en la mano la veracidad de tamaña monstruosidad:
3 millones de votantes. Experto en fraudes y usurpador del más grande de todos ellos,
que le evitara pasar por las horcas caudinas de la revocación presidencial, no
puede imaginar que su enemigo pueda movilizar esas ingentes cantidades
sin regalar neveras, lavadoras, apartamentos, electrodomésticos, cargos,
comida o dinero. O que, en su defecto, se repartan cédulas a discreción y
se lleve a electores fantasmas a votar por carretilladas, como ha sucedido en todos
los procesos electorales de los que de esa guisa ha sabido salir con vida.
De modo que la orden habrá sido perentoria: apoderarse de los cuadernos electorales
y poner a sus escribanos a conseguir identidades, domicilios, oficios, sexo, raza,
color y militancias, de modo a descubrir el dolo o amenazar al doliente.
El asunto es no permitir que el desorden, el caos, el descontrol suman a la ciudadanía
en el reino de la libertad absoluta y el 7 de octubre se le haya escapado de las manos el
más opulento e indiscriminado de los poderes. Si bien, en prevención, al parecer las
reservas en oro ya descansan bajo la barriga de los Castro.
Le falló el intento. Tarde pió el pajarito.
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De modo que sin atender a razones de táctica y estrategia, de medición de tiempos
y cálculo de probabilidades, rompió todos los diques y se lanzó al abordaje de
las Primarias sin la suficiente cobertura ni uno solo de sus viejos y temidos paracaídas.
En primer lugar, el propio CNE, SU CNE había acordado reglas y protocolos que fueron
escrupulosamente observados. La mano aviesa de la fea señora no pudo evitarlo.
La ayuda era ejemplar, si los resultados eran "majunches". Pero con tres millones
de votantes, el descaro era como demasiado. El mal ya estaba hecho.
Como dicen los mexicanos: pues ni modo. Para llevarse de paso el cadáver de un joven
inocente, mártir de la defensa del secreto del voto.
Desde entonces no ha cesado de difamar, ofender, humillar, despotricar,
alebrestar, indignarse y montar en cóleras orientales. Inútiles y extemporáneas,
por lo demás, visto que la campaña aún no da inicio y la fortaleza del designado
supera todas las cotas imaginables. Es el tema: los demócratas venezolanos hemos
roto el récord de participación mundial en Primarias.
El entusiasmo demostrado augura un movimiento ascendente de captación d
e voluntades
y el deseo de desplazar del poder al régimen imperante parece no tener cotas
ni aparentar fatigas.
Contrastan la desesperación del Señor Presidente y sus bufones noctámbulos
con la serenidad y templanza que dominan los predios opositores.
La unidad alcanza alturas verdaderamente conmovedoras y la comunicación
de los 3 millones de electores iniciáticos con el designado es, hasta ahora,
perfecta. Sabe el Señor Presidente que en política no cuentan sino las
metáforas, las imágenes, los anhelos y las aspiraciones.
En suma: la fantasía del votante. Como en el amor, en el entusiasmo político
la adhesión es ciega. Para su fortuna, el elector no exige exámenes de solvencia
intelectual. Que si los exigiera, él mismo jamás hubiera llegado a presidente
de una agrupación gaitera.
Henrique Capriles Radonsky ha sido electo en gloria y majestad. De manera
aplastante, incuestionable, categórica. Su figura conmovida brota del fondo
emocionado del volcán en que se ha convertido el subsuelo de la Patria.
Y ese mar de banderas con que esa infatigable avanzada de muchachas y
muchachos lo saludan emocionados irá en constante, en irrefrenable aumento,
hasta cubrir el territorio entero de la Patria. Para decirlo en palabras del trovador
Silvio Rodríguez, la era parece estar pariendo un corazón.
La libertad, Sr. Presidente de la República, avanza ya a paso de vencedores. Ud.,
que ama la metáfora, lo entenderá perfectamente. Apróntese a empacar sus maletas y
poner sus asuntos en limpio. Le quedan nueve meses. Por ahora.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs
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