Los análisis de Thaelman Urgelles... Los precandidatos: Pablo Medina
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Si algo le aporta la precandidatura de Pablo Medina al proceso de elecciones primarias de la MUD, es el completar el espectro de los aspirantes con un representante de quienes estuvieron con Chávez al momento de su elección y durante los primeros años de su revolución y se han venido desprendiendo del llamado “proceso” durante estos trece años. Ese dato, que parecería poco trascendente, añade a las primarias mayor legitimidad y amplitud, tanto como la reciente presencia en ella del partido PPT -fundado por Medina- y de personalidades como el gobernador Henry Falcón o el diputado Ismael García...
...Aunque quizás no sea Pablo Medina el nombre más representativo entre los opositores ex-chavistas, por cuanto este político ha seguido, luego de su separación del “proceso”, una línea bastante distinta a la del resto de sus análogos: por haberse mantenido independiente, por haber abandonado la prédica básicamente ideológica de la izquierda y por haber tendido alianzas con sectores que no hubiesen podido ser imaginados pocos meses antes de su ruptura con la “revolución”. En tal sentido, su perfil y desempeño en el campo opositor ha sido más parecido al del abogado Herman Escarrá, algo que en su caso resulta sorpresivo debido a los antecedentes de la carrera política de Medina.
Algo de biografía
Desde su pubertad, Pablo Medina Carrasco ha dedicado su vida entera a la política. Hijo de una familia de numerosos hermanos de El Tocuyo, estado Lara, a los 14 o 15 años abandonó el hogar para incorporarse a las guerrillas que por aquellos lares comandaba el legendario Argimiro Gabaldón. Fue su primera rebelión, contra el padre autoritario que insistía en dar una formación cultural ecuménica a sus hijos a base de extremo rigor disciplinario. Los guerrilleros de aquella época recuerdan los angustiosos llamados radiales de doña María Luisa Carrasco de Medina, una mujer muy meritoria, clamando por la devolución de su niño por las guerrillas. Es justo decir que, fruto de esos difíciles años de crianza tocuyana, los hermanos Medina Carrasco se destacaron profesionalmente en las más diversas disciplinas, y algunos de ellos en la política.
Enfermo por las duras condiciones de la vida guerrillera, al pie de la montaña y dentro de ella, a los 16 años es trasladado a Barquisimeto y luego a Caracas, donde se incorpora a la actividad organizativa de la clandestina Juventud Comunista. Destaca como un joven de abnegación sin límite, dispuesto a todo tipo de sacrificios o privaciones por aquella lucha romántica que ilusionó a miles de muchachos latinoamericanos en los años 60 y 70. Como cuadro revolucionario a dedicación exclusiva, tuvo oportunidad de viajar a Moscú, donde fue enviado a los cursos de formación marxista que propiciaba la potencia comunista para sus organizaciones periféricas.
En 1970, cuando en plena “política de pacificación” del gobierno de Caldera se funda el MAS, un pequeño grupo, Pablo entre ellos, se resiste a integrarlo, atendiendo al llamado de Alfredo Maneiro, brillante dirigente revolucionario. El proyecto era construir un movimiento político distinto al PCV y al MAS, lo que Maneiro llamó “el residuo de la división”: un pequeño núcleo de militantes bastante jóvenes, entregados con fe de carbonarios a la creación de una utopía transformadora que pretendía rescatar un marxismo original que no había tenido aplicación en ninguna parte del mundo.
Su dedicación apostólica a aquel esfuerzo convierte a Medina en el hombre de mayor confianza de Maneiro, su indiscutible mano derecha. Fueron los años de su traslado a Ciudad Guayana, su ingreso solitario a trabajar en SIDOR, su encuentro con Tello Benítez y luego el hallazgo de Andrés Velásquez, cuyo fogoso liderazgo permitió a La Causa R (nombre que adquirió luego el proyecto maneirista) obtener su primer triunfo resonante en la política venezolana. Al morir prematuramente Maneiro en 1982, y luego de un breve debate entre sus desconcertados herederos, la dedicación y lealtad de Pablo Medina es recompensada con la secretaría general del movimiento.
A partir de allí comienza Pablo Medina –junto al resto de los dolientes políticos de Alfredo- a correr solo por los callejones de la política. Sin la sólida formación teórica de Maneiro y sin el mundo que aquel había logrado acumular en su corta vida, ejerce su liderazgo a tientas, con su radar puesto en todo momento sobre lo que hubiese hecho o pensado el maestro en cada circunstancia. Sólo que él carecía de las herramientas que tan bien manejaba Alfredo para balancear ajustadamente los dos extremos en que solía situar su acción revolucionaria: de un lado la permanente creación de políticas imaginativas, originales y de largo plazo, sustentada en una sólida reflexión intelectual; y del otro, un gusto por la aventura, por las paradas circunstanciales que le permitiesen producir avances bruscos en la lenta tarea de procurar el poder.
Ya por esos años comenzaba a circular por los callejones de la izquierda radical el joven capitán Hugo Chávez Frías, quien conspiraba febrilmente en el ejército. Pablo Medina toma contacto con él y en esa temprana hora toma su decisión entre los extremos pendulares que tan bien manejaba Maneiro: apoyado en la principal herramienta que posee para la acción política -una indomable valentía personal- Pablo no podía elegir sino la aventura, el riesgo de la acción directa, la praxis por encima de la teoría. Para ello dio un giro fundamental al precepto que solía citar con un cierto placer: “tenemos la paciencia de las piedras…” A partir de ese 1982, la paciencia sería únicamente para preparar lentamente el estallido fulminante, o como solía citar Maneiro de Lenin: “la insurrección es un hecho de lenta preparación y rápida ejecución”.
Medina mostró una habilidad sorprendente para deshacer en pocos meses la herencia más capitalizable que les había dejado Maneiro: la candidatura en marcha de Jorge Olavarría, cuya continuación hasta las elecciones de 1983 le habría permitido a La Causa R un salto cuantitativo que sólo pudo alcanzar 5 años después. Pero con ello logró dinamitar el puente que con gran cuidado había logrado tender el líder fallecido hacia un rumbo alejado de la izquierda. Porque en la hora de su muerte, el proyecto de Maneiro consistía en conducir a aquel grupo de jóvenes hacia una retirada en orden de la izquierda, cuya lenta velocidad y extremo cuidado estaban condicionadas por el tiempo que él mismo tardaba en elaborar una nueva propuesta centrista que no tenía similares en el país. Su muerte frustró el ambicioso propósito, pronto el movimiento se escindió por el lado de quienes compartían el rumbo hacia el centro y Pablo Medina quedó con las manos más libres para ejecutar su recién asumida aproximación a la praxis política. Finalmente pudo traer al partido a varios políticos a los que había intentado, sin éxito, incorporar en vida de Maneiro, ante la oposición decidida de este; dos de ellos fueron Alí Rodriguez y Aristóbulo Iztúriz.
Durante los próximos 10 años La Causa R sufrió un crecimiento notable, bajo el liderazgo público de Andrés Velásquez y el silencioso trabajo organizativo de Pablo Medina. En 1989 Velásquez ganó (luego de derrotar un agresivo intento de fraude) la gobernación del estado Bolívar. Pero mientras este crecimiento público y “de masas” ocurría –siguiendo el camino lento y conceptual de Maneiro- Pablo conspiraba con Chávez, primero con el grupo ARMA y luego con el MBR-200 –el fast track aventurero, también de inspiración maneirista-. Si Medina no hubiese escrito y repetido esto último en libros y entrevistas no lo diríamos, porque sería una delación inadmisible.
Lo que vino es historia más conocida: los conspiradores del MBR-200 se alzan contra la Constitución en febrero de 1992; Chávez y sus seguidores son hechos presos luego de su derrota; y el intento golpista se repite en noviembre del mismo año. Aunque el presidente Carlos Andrés Pérez logra derrotar las dos intentonas, ellas desataron el nudo que mantenía atada la gobernabilidad democrática, los descontentos de todo tipo salieron a flote y finalmente dieron al traste con la presidencia de Pérez en abril de 1993, 8 meses antes de la elección del nuevo presidente que habría de reemplazarlo.
A pesar de su vinculación indirecta con los dos golpes de estado –a través de Medina y de un grupo de sus operadores más radicales- los hechos de 1992-93 permitieron a La Causa R saltar finalmente con fuerza al escenario nacional. A fines del 92, Andrés es reelecto en la gobernación de Bolívar y en diciembre de 1983 alcanza una votación tan impresionante como candidato presidencial, que muchos aun aseveran que el triunfo le fue arrebatado por una conspiración de la cúpula militar y Acción Democrática, con la aquiescencia de Rafael Caldera, ungido presidente. La Causa R obtuvo una considerable fracción parlamentaria y notable influencia política, al punto que Pablo Medina fue electo Vice-presidente de la Cámara de Diputados en 1995-96.
Pero a esas alturas, el núcleo y la periferia de la exitosa Causa R estaban ya infestadas por el virus de la división. Los dos dobles modelos heredados de Maneiro harían eclosión: la lucha paciente con las masas vs. la aventura putschista, por una parte, y la izquierda moderada hacia el centro democrático vs. el marxismo radical y socialista, por el otro. Debemos añadir un tercer foco de conflicto, que nunca cobró patente pública pero de cuya existencia estamos seguros: la rivalidad de Pablo Medina con Andrés Velásquez por el protagonismo público que este tenía. Ya Pablo no era el organizador anónimo, estoico y paciente de su época comunista; los viajes, las posiciones institucionales y la notoriedad mediática le decían que él estaba más calificado que Velásquez para representar públicamente al movimiento. Así, el partido se divide en 1997 y Medina se va a fundar al PPT, junto con Alí Rodríguez, Aristóbulo Iztúriz y otros dirigentes, por cierto muy pocos de los que estuvieron en el proyecto inicial de Maneiro.
Cuando Chávez anuncia su candidatura presidencial para 1998, en el naciente PPT se presenta un intenso debate sobre la propuesta de apoyarlo. Era un movimiento lógico, dada la historia de alianzas y colaboración previa existente entre muchos de los dirigentes de ese partido y los militares que dieron los golpes en 1992. Sin embargo Pablo Medina se opuso, con el respaldo de un grupo minoritario. No se conocen bien las razones esgrimidas por Medina para tal rechazo, aunque hoy en día él afirma dos cosas: que su oposición fue fuerte y terminante y que la fundaba en la predicción de que Chávez se iba a convertir en un dictador y que iba a conducir al país a un desastre debido a su total ineptitud para gobernar. Hay testigos que arrojan un poco de dudas sobre ambos relatos y narran que la oposición de Pablo fue más bien tibia. En todo caso, continuó en el partido como su secretario general.
Electo para la Asamblea Constituyente de 1999, tuvo protagonismo como promotor de iniciativas acerca de desconocer la deuda externa y presidió la comisión que redactó las Disposiciones Transitorias de la nueva Constitución. En ese momento, ningún dato público hacía presagiar que, al cabo de apenas tres años, Pablo Medina rompería lazos con el gobierno y se retiraría del PPT para asumir una oposición cada vez más decidida. En el interín, tuvo una competencia fallida con su compañero de partido Aristóbulo Iztúriz por encabezar la plancha oficialista para las elecciones de la CTV.
En estos duros años, muchos han sido los partidos e individuos que han abandonado el proceso chavista para abrazar las consignas de oposición. Deserciones que vinieron por ambos flancos del amplísimo espectro político-ideológico del chavismo original: Olavarría y Escarrá por la derecha; el MAS, Miquilena y su grupo por el centro; Medina, Podemos, y ahora el PPT por la izquierda, entre muchos otros. Casi todos ellos conservaron una vecindad con las posiciones ideológicas que los llevaron al torrente “bolivariano”. Salvo Pablo Medina, quien ha descrito una insospechada línea recta hacia posiciones y aliados que lo ponen más cerca de la derecha corporativa que de sus orígenes marxistas y sindicales. Lo cual nos lleva al examen de su precandidatura para las primarias de la MUD.
¿De qué se trata la pre-candidatura de Pablo Medina?
Luego del extenso recorrido biográfico, la pre-candidatura de Pablo Medina no requiere de un análisis exhaustivo. No por irrespeto o desdén hacia su legítima aspiración, sino porque la misma posee escasa significación cuantitativa electoral, por lo menos hasta el presente y a menos que se produzca un fenómeno insospechado que modifique la relación de fuerzas vigente.
Por otra parte, la pre-candidatura de Medina ocupa un espacio político-ideológico similar al de Diego Arria, con lo cual ambos aspirantes comparten un espacio electoral que no es el más amplio y numeroso en términos de votantes potenciales. Y cuando empleamos el verbo compartir no lo hacemos gratuitamente: curiosamente Arria y Medina no se disputan ese espacio, lo comparten a gusto, como aliados, complementándose en sus funciones.
¿Por qué se da esa extraña coincidencia? En nuestra opinión, porque la opción que, a dos caras, representan Arria y Medina no es propiamente electoral. Junto a Arria, Pablo Medina está ahí como encarnación del ideal de confrontación franca y eventualmente no electoral ante el gobierno, de desconfianza hacia el mecanismo electoral como vía para el cambio y en especial por la aspiración de sectores de oposición que no estarían conformes con una mera sustitución armónica y transitiva del gobierno en caso de vencer la MUD el 7 de octubre, sino que aspiran al enjuiciamiento generalizado de Chávez y sus principales jerarcas y al establecimiento de una nueva hegemonía política en el país, diferente a los partidos que ahora operan.
Dentro de un mismo proyecto estratégico, el compromiso de Pablo Medina es mayor que el Arria. Porque finalmente este ha sido siempre un agente libre de la política y por ello su aspiración tiene un componente más personal. Medina no opera así; aunque al salir del PPT no se afilió a ningún partido (ni tampoco tuvo el estado de ánimo que se requiere para construir un tercero), él es un político gregario, de organización, de equipo. Y como tal actúa, en nombre del sector que eligió su rostro para que representase una clara posición dentro del espectro opositor. En ese sentido la pre-candidatura de Medina es una opción externa a la MUD, surgida fuera de ella, con proyectos ajenos a ella y en algunas áreas francamente opuestas. Tampoco representa, como dijo Arria en el primer debate, al sector obrero o laboral; porque hace tiempo que Pablo no es un sindicalista, quizás nuca lo fue (afirmación que no lo desmerece en absoluto). Si el Partido Laboral, que prestó sus siglas para sustentar la pre-candidatura, hubiese querido una candidatura sindical ahí tiene a Froilán Barrios, su Secretario General, indiscutible figura del movimiento obrero.
El sector que respalda a Medina no es muy numeroso pero posee resortes de poder que obligan a los partidos de la MUD a tomarlos en cuenta. De hecho, lograron torcer el brazo de la Comisión Electoral en cuanto a exonerarle, prácticamente, la contribución financiera requerida para pagar las primarias. En este sector está parte del núcleo de quienes en 2002 le impusieron a los partidos políticos y al movimiento sindical el llamado paro general o paro petrolero. Un grupo donde participan personas que nunca han sido políticos en rigor, como sí lo es Pablo Medina. Que merodearon la política sin tener la paciencia y la perseverancia que se requiere para construir partidos propios; entonces se dedicaron a influir desde sus empresas, medios de comunicación y proyectos financieros, siempre buscando la figura emergente antipolítica para lograr su cometido de desplazar a los partidos reales. Así, muchos de ellos estuvieron en las breves aventuras de Renny, de Causa Común, de Olavarría, luego en el exitoso chiripero de Caldera-93… Hasta que creyeron pegarla con Chávez en 1998, en una ilusión que les duró muy poco porque el supuesto muñeco les salió respondón.
Desconocemos las razones por las que Pablo Medina sufrió una transformación tal que lo llevó desde posiciones de lucha popular e ideología izquierdista hasta aliarse con sectores de los que en su antiguo lenguaje se denominan “la plutocracia”. Pero es un hecho que ha ocurrido y por esto es el núcleo del análisis de su aspiración actual.
Si desconfían del camino electoral y no simpatizan en general con la MUD, ¿qué obtienen Pablo Medina y el grupo que lo escolta de su participación en las primarias? Logran vocería, un podio en los debates venideros, cobertura mediática y sobretodo una presencia pública destacada que sería muy necesaria en el caso de que aquí se tuerzan las cosas y el camino electoral no siga siendo el norte. Distintos observadores no descartan esta eventualidad, por vía de un agravamiento de la salud del presidente que lo retire de la contienda o de un desconocimiento del gobierno de la ruta electoral, en caso de verse en minoría evidente.
Además, les queda la posibilidad de apoyar, al final, a Diego Arria, en caso de que la prédica radical de este logre prender en un significativo número de electores de oposición y lo convierta en un polo con posibilidades de triunfo o de alcanzar una votación significativa en las primarias.
Thaelman Urgelles
Informe 21
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