La naturalidad del mal
El Nacional 9 DE DICIEMBRE 2014 - 00:01
“¡Sangre!”, dijo mi vecinito de cinco años señalando con su índice una mancha roja en el suelo ante su puerta. “Sí, sangre”, le dije yo, “los tiros de anoche”. Era una mancha; no un charco. De un herido; no de un muerto.
“Sangre”, han podido gritar, si no lo han hecho, al ver el chorro que brotó ante sus ojos cuando salían del colegio en La Dolorita, otros niños. Mototaxista muerto en un charco rojo.
La sangre en los ojos de los niños. ¿Cuántos la llevan ya, y cuánta acumulada, en sus retinas, como un componente natural de su paisaje familiar?
Una mancha más en el asfalto. Como las de aceite que le gotearon a un vehículo, como las de orina de un perro, como el chicle que aplastó el pie de un muchacho, como la huella roja de un tomate despachurrado. Circunstancias naturales en una calle normal de cualquier barrio, la misma que el niño recorre todos los días para ir a la escuela, para hacer un mandado o para jugar al escondido evadiendo el circular de los carros y las motos. El mal convertido en parte corriente de la cotidianidad, el que en su ordinario acontecer pierde su identidad de mal y pasa a ser un accidente cualquiera de la vida. Para los que ya somos adultos, la muerte violenta en nuestro entorno nos sorprendía como un choque, como una inesperada y brutal torcedura de la existencia, como aquello que no tenía cabida en nuestra manera de comprender el mundo. Nunca pensamos que pudiera llegar a convertirse en una parte cualquiera de lo común. Para nuestros niños –¿la mayoría?– ya lo es. Para ellos no hay mundo sin sangre derramada en la calle. Aprenden, así, a contar con ella. ¿Hasta dónde? ¿Hasta sentir que no importa mucho si ellos mismos la derraman algún día?
Me regalaron un libro, me marcaron un párrafo con una flecha. El autor, un psiquiatra acucioso, reporta una conversación con un policía que hace de taxista. Dice el agente: “Los malandros (…) cuando los vas a fusilar, cómo lloran (…) los niños son valientes; a uno que nos disparó, y por eso había que fusilarlo, no tendría doce, ni lloró ni nada, él mismo se arrodilló y puso el cuello para que le diera el tiro”.
Lo más significativo es la fría y absoluta naturalidad con que lo dice. Fusilar a malandros, lo mismo que a niños, es algo que “había que hacer”. Sobreentendida la total impunidad. ¿Cuántos como él habrá en la institución? ¿Fusilar es la orden? ¿Cuánta sangre habrá acumulado en sus ojos desde que era niño?
¿Podrán la educación, la moral cristiana, la dignidad ciudadana, por sí solas, lavar tanta sangre de los ojos de los niños?
El Nacional 10 DE DICIEMBRE 2014 - 02:02 PM
Acosan a Damas de Blanco en Cuba en marcha del día de derechos humanos
La líder del grupo, Berta Soler, no llegó al punto donde estaba convocada la manifestación
Integrantes del grupo disidente cubano "Damas de Blanco" sufrieron hoy el acoso e insultos de seguidores del Gobierno de la isla cuando intentaban congregarse en un concurrido punto de La Habana para iniciar su tradicional marcha en el Día Internacional de los Derechos Humanos, según constató Efe.
Cerca de una veintena de "Damas de Blanco" llegó al lugar en grupos pequeños, de donde fueron desalojadas e introducidas en vehículos de la policía por agentes de la seguridad, mientras varios centenares de personas afines al Gobierno les increpaban con insultos como "mercenarias" o "parásitos" y gritaban lemas revolucionarios.
La líder del grupo, Berta Soler, no llegó al punto donde estaba convocada la manifestación, aunque según declaró su hija a Efe, salió de su casa alrededor de las 09.30 hora local para dirigirse allí en transporte público junto a su marido, el también disidente del "Grupo de los 75", Ángel Moya, y de momento no sabe dónde están.
No hay comentarios:
Publicar un comentario