Rafael Luciani, teólogo venezolano
"La paz de Jesús es la de darse al pobre, no la paz del miedo"
"La Natividad es un mensaje contra la propaganda imperial que divinizaba el poder político". "Lo que él revela no es solo para cristianos o católicos, sino para todo ser humano".
Rafael Luciani advierte que "a veces metemos lo que llamamos Dios en un pote donde todo cabe y lo llamamos energía, espíritu o entidad" NICOLA ROCCO
ROBERTO GIUSTI , RAFAEL LUCIANI , TEÓLOGO VENEZOLANO | EL UNIVERSAL
domingo 21 de diciembre de 2014 12:00 AM
Jesús hijo de Dios, Jesús hombre y por lo tanto hermano del prójimo es dogma que a pesar de su naturaleza absoluta es (in) discutible. Pero Jesús, antiimperialista, dirigente social, líder político, ya es otra cosa. Rafael Luciani, teólogo venezolano y autor del bestseller "Regresar a Jesús de Nazaret", explora con aliento renovador una cuestión de vieja data.
-Es Jesús "el hijo de Dios hecho hombre, un mediador entre la humanidad y la divinidad o una entidad indefinida que, al final, no sabemos si es hombre o es Dios?
-Jesús de Nazaret es un ser humano pleno, con las condiciones de vida y desarrollo personal propias de cualquier hombre. No es una entidad indefinida, sino sujeto histórico, persona concreta, que vivió en un tiempo y en una cultura específica, como fue la judía del siglo I y bajo la opresión de los romanos. Cuando hablamos de su filiación divina, nos referimos a esa relación íntima y única que tuvo con Dios, como su Padre que lo amó y lo acogió. Y cuando hablamos de mediador, decimos que él nos revela lo mejor del ser humano y el querer de Dios. Él nos muestra el modo más humano de ser. Pero sus palabras, gestos y acciones nos dan a conocer también el modo cómo Dios, su Padre, es, piensa y lo que quiere para este mundo. Es decir, Jesús revela lo que llamamos la voluntad del Padre, que no es una especie de predestinación o conocimiento escondido que Dios tiene para cada uno, sino vivir con el mismo estilo con el que Jesús vivió: que haya pan para todos, como lo pide en el Padre Nuestro; que seamos bienaventurados al practicar la justicia, la solidaridad y apostar por el pobre, como lo anuncia en las bienaventuranzas; que podamos ser una gran familia más allá de los lazos biológicos, como le dice a su madre y hermanos cuando lo van a buscar. Esto es lo que él nos da a conocer. Pero mientras pensemos que Dios tiene una línea predestinada ya trazada para cada uno y no asumamos que ya lo mostró en Jesús, para que vivamos tan humanamente como Jesús, será muy difícil entender lo que significa que él sea el Hijo de Dios y el Mediador.
-¿No resulta el misterio de las tres divinas personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) fundidas en una sola, un recurso para justificar una suerte de politeísmo?
-En Jesús se nos revela que Dios es Padre y que él, como Hijo, está movido por el Espíritu de Dios. La Trinidad nos dice que Dios es relación, que la Unidad de los tres es posible porque respetan y potencian las diferencias de cada uno. Algo que al mundo actual le cuesta entender cuando absolutiza lo individual o lo común y no entiende que ambas realidades van juntas. A veces metemos a lo que llamamos Dios en un pote donde todo cabe y lo llamamos energía, espíritu o entidad. Algo impersonal. Pero no pensamos que la base de nuestro encuentro en la relación personal que vayamos forjando con Él. Es decir, cuando lo llamamos Padre y le hablamos como hijos que lo necesitamos; cuando le llamamos Hermano y queremos ser tan buenos como fue Jesús; cuando le llamamos Vida y queremos vivir con ese espíritu fraterno que nos levanta en medio de las dificultades. Cuando hablamos de Trinidad no nos referimos a tres entes aislados, sino a la relación que los une. Pero también lo que esto implica cuando oramos porque a cada persona se le debe tratar de forma personal y nunca impersonalmente. Algo difícil de entender si la tendencia cultural dominante olvida lo que significa el trato personal, y el hecho de que somos seres en relación y que toda relación es recíproca y diferenciadora. Nunca homóloga.
-¿No fue Jesús un hombre extraordinario por sí mismo, al margen de la condición divina que se le atribuye?
-Ciertamente. Así lo ha reconocido siempre la teología y el magisterio de la Iglesia. El Jesús histórico, que vivió en medio de nosotros como cualquier ser humano, revela hasta dónde el hombre es capaz de realizar una humanidad excelsa y buena si se lo propone. Sus palabras, gestos y acciones son un modelo independientemente de nuestras propias creencias religiosas. Lo que él revela no es para los cristianos o los católicos, sino para todo ser humano. Él revela una condición de la existencia y la esperanza de saber que sí podemos ser buenos, pero esto pasa por humanizar nuestras relaciones. Lo que sucede es que queda la libertad, propia de lo humano, y el modo como decidamos vivir. Dependerá de las opciones, prioridades y proyectos que tengamos. Donde esté nuestro corazón, allí estarán nuestros valores. Es algo que cada quien debe preguntarse. ¿Absolutizo a la familia, al dinero, al trabajo, a la política? ¿O encuentro en el otro el valor de lo que hago, como lo hizo Jesús?
-El dogma del hijo de Dios hecho hombre, ¿no se hizo poderoso en el Renacimiento con el rescate de la condición humana (ser "natural" antes que "ser para Dios")?
-Siempre ha habido la tentativa, en ciertos discursos eclesiales, a relativizar la humanidad de Jesús. Algo que, además, es una herejía, pues el dogma afirma que es verdadera y plenamente humano. No en parte. La humanidad tiene un valor absoluto y sagrado en sí mismo, así como lo tiene la divinidad. Pero ambas condiciones existen en relación recíproca. El hombre no puede desentenderse de Dios, como Dios no puede olvidar al hombre, su creación. Esto no implica que andemos rezando todo el día. Significa que no soy plenamente humano sin una vida trascendente. Como tampoco puede serlo si me alejo de los problemas sociales y privatizo la experiencia espiritual. En Jesús Dios se encarna, asume la historia. No le huye. La hace suya y la padece hasta que lo matan.
-¿Qué significación tuvo, desde la perspectiva social y en el contexto de la dominación romana, el nacimiento de Jesús?
-Jesús nace entre el año 6 y 4 a.C., entre los meses de marzo y abril, justo antes de la muerte de Herodes El Grande. El emperador era Augusto. Luego de la muerte de Herodes la región entró en un proceso de inestabilidad sociopolítica y empobrecimiento económico, agravado por una crisis de identidad religiosa. Algo parecido a la actualidad. Muchos se preguntaban si era posible la paz en un contexto así, porque la paz del César llegó por medio de la violencia, la dominación del pueblo, el saqueo de los bienes y la esclavitud. En este contexto, las comunidades cristianas releen la Natividad de Jesús y lo entienden como el anuncio de una Buena Noticia que reafirmaba que sí es posible construir un mundo más humano donde reine la justicia y se favorezca el bienestar común. Son dos modelos de paz. Una impuesta, que se sostiene bajo el miedo, la opresión y el silencio de muchos. Y otra que ofrece Jesús, pero que pasa por asumir lo social, entregarse al pobre y al olvidado, al que ha sido engañado, hablar con él, entender sus problemas y devolverle la esperanza. Es una paz social y no individual. Pero una paz estable y sin violencia. Por eso, debemos regresar a Jesús. Leer los evangelios y no conformarnos con los sermones. ¿Sabemos qué hacía y qué decía? ¿Cuando decía algo a quién se lo decía y qué implicaba eso? ¿Sabemos que vivió en un contexto muy parecido al nuestro? Por algo lo mataron. Esta consecuencia social del Jesús histórico es lo que he tratado de exponer en mi reciente libro "Regresar a Jesús de Nazaret" y el otro que está por salir: "Al estilo de Jesús".
-¿Por qué el Hijo de Dios nace en la pobreza?
-Jesús nace en la más absoluta pobreza. No una pobreza aparente o espiritual, sino real y socioeconómica. Carente de símbolos de poder o estatus: sin armas, ejércitos, propiedades. A la intemperie. El anuncio que el ángel da a los pastores acontece en medio de condiciones de vida adversas, como las que vivían los más pobres. Como las que vive la gran mayoría en nuestro país. Uno pudiera pensar que si era Dios, todopoderoso, esto solo fue un acto de humildad. Pues no. Nació así, porque asumió lo más pobre de la historia. Una familia y una cultura concreta. Nace así para revelar que la pobreza no es limitación y que en medio de las condiciones más adversas podemos llegar a ser verdaderamente humanos. El relato de la Natividad se escribe con dos sentidos. Primero, como un mensaje en contra de la propaganda imperial que divinizaba el ejercicio del poder político y ofrecía una paz ideologizada. Segundo, ponía en cuestión a los que se creían dueños de Dios, los líderes religiosos cuyas prácticas carecían de compasión e imponían pesadas cargas de llevar en las conciencias de las personas. El Dios que se hace pobre, se hace entre los pobres y como pobre. Es una gran enseñanza para nosotros y para la reconstrucción social del país.
-Jesús vino a la tierra para salvarnos, pero luego de dos mil años y ante la situación del mundo en el cual vivimos, ¿se podría afirmar que tuvo éxito?
-Jesús nunca se predicó a sí mismo ni pretendió instaurar un proyecto sociopolítico. De hecho rechazó el título de Rey cuando la gente lo proclamó (aunque la Iglesia lo venera, contradictoriamente, como rey). También rechazó el título de Mesías davídico. Ambos títulos representaban un imaginario violento donde se impondría un proyecto por la fuerza. Es lo que Pedro quería cuando Jesús lo llama Satanás, que significa "persona que divide". Él predicó el Reino de Dios, lo que el Padre, desde la creación, quiere para la humanidad. Un mundo donde las relaciones de fraternidad prevalezcan sobre los intereses propios. Por eso no podemos medir su propuesta con base al criterio de éxito o rentabilidad. Si es así, fue un fracaso, porque lo mataron. La salvación significa humanización. Se mide por la calidad humana de quien escucha, se apasiona y quiere fraternizar, como lo hizo Jesús. Si cada quien no asume un compromiso por ser mejor ser humano, entonces nunca se dará eso. Él revela que es posible, pero también que muchos no lo quieren hacer. Se necesita voluntad para cumplirlo.
-¿Por qué la Iglesia le niega a Jesús su condición de líder político?
-Jesús no lo fue. Otra cosa es que su propuesta tiene consecuencias sociales, políticas, religiosas y culturales. Él relativiza a los líderes políticos y religiosos. La salvación la coloca en la historia, no en el culto. Lo que es difícil de aceptar para muchos cristianos es que sus palabras, gestos y acciones tienen consecuencias sociales y políticas para quien lo sigue con honradez. No puedo ser cristiano sin Jesús. No hay devociones ni culto sinceros mientras no aceptamos al otro y se viva solidariamente con el pobre.
-Es Jesús "el hijo de Dios hecho hombre, un mediador entre la humanidad y la divinidad o una entidad indefinida que, al final, no sabemos si es hombre o es Dios?
-Jesús de Nazaret es un ser humano pleno, con las condiciones de vida y desarrollo personal propias de cualquier hombre. No es una entidad indefinida, sino sujeto histórico, persona concreta, que vivió en un tiempo y en una cultura específica, como fue la judía del siglo I y bajo la opresión de los romanos. Cuando hablamos de su filiación divina, nos referimos a esa relación íntima y única que tuvo con Dios, como su Padre que lo amó y lo acogió. Y cuando hablamos de mediador, decimos que él nos revela lo mejor del ser humano y el querer de Dios. Él nos muestra el modo más humano de ser. Pero sus palabras, gestos y acciones nos dan a conocer también el modo cómo Dios, su Padre, es, piensa y lo que quiere para este mundo. Es decir, Jesús revela lo que llamamos la voluntad del Padre, que no es una especie de predestinación o conocimiento escondido que Dios tiene para cada uno, sino vivir con el mismo estilo con el que Jesús vivió: que haya pan para todos, como lo pide en el Padre Nuestro; que seamos bienaventurados al practicar la justicia, la solidaridad y apostar por el pobre, como lo anuncia en las bienaventuranzas; que podamos ser una gran familia más allá de los lazos biológicos, como le dice a su madre y hermanos cuando lo van a buscar. Esto es lo que él nos da a conocer. Pero mientras pensemos que Dios tiene una línea predestinada ya trazada para cada uno y no asumamos que ya lo mostró en Jesús, para que vivamos tan humanamente como Jesús, será muy difícil entender lo que significa que él sea el Hijo de Dios y el Mediador.
-¿No resulta el misterio de las tres divinas personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) fundidas en una sola, un recurso para justificar una suerte de politeísmo?
-En Jesús se nos revela que Dios es Padre y que él, como Hijo, está movido por el Espíritu de Dios. La Trinidad nos dice que Dios es relación, que la Unidad de los tres es posible porque respetan y potencian las diferencias de cada uno. Algo que al mundo actual le cuesta entender cuando absolutiza lo individual o lo común y no entiende que ambas realidades van juntas. A veces metemos a lo que llamamos Dios en un pote donde todo cabe y lo llamamos energía, espíritu o entidad. Algo impersonal. Pero no pensamos que la base de nuestro encuentro en la relación personal que vayamos forjando con Él. Es decir, cuando lo llamamos Padre y le hablamos como hijos que lo necesitamos; cuando le llamamos Hermano y queremos ser tan buenos como fue Jesús; cuando le llamamos Vida y queremos vivir con ese espíritu fraterno que nos levanta en medio de las dificultades. Cuando hablamos de Trinidad no nos referimos a tres entes aislados, sino a la relación que los une. Pero también lo que esto implica cuando oramos porque a cada persona se le debe tratar de forma personal y nunca impersonalmente. Algo difícil de entender si la tendencia cultural dominante olvida lo que significa el trato personal, y el hecho de que somos seres en relación y que toda relación es recíproca y diferenciadora. Nunca homóloga.
-¿No fue Jesús un hombre extraordinario por sí mismo, al margen de la condición divina que se le atribuye?
-Ciertamente. Así lo ha reconocido siempre la teología y el magisterio de la Iglesia. El Jesús histórico, que vivió en medio de nosotros como cualquier ser humano, revela hasta dónde el hombre es capaz de realizar una humanidad excelsa y buena si se lo propone. Sus palabras, gestos y acciones son un modelo independientemente de nuestras propias creencias religiosas. Lo que él revela no es para los cristianos o los católicos, sino para todo ser humano. Él revela una condición de la existencia y la esperanza de saber que sí podemos ser buenos, pero esto pasa por humanizar nuestras relaciones. Lo que sucede es que queda la libertad, propia de lo humano, y el modo como decidamos vivir. Dependerá de las opciones, prioridades y proyectos que tengamos. Donde esté nuestro corazón, allí estarán nuestros valores. Es algo que cada quien debe preguntarse. ¿Absolutizo a la familia, al dinero, al trabajo, a la política? ¿O encuentro en el otro el valor de lo que hago, como lo hizo Jesús?
-El dogma del hijo de Dios hecho hombre, ¿no se hizo poderoso en el Renacimiento con el rescate de la condición humana (ser "natural" antes que "ser para Dios")?
-Siempre ha habido la tentativa, en ciertos discursos eclesiales, a relativizar la humanidad de Jesús. Algo que, además, es una herejía, pues el dogma afirma que es verdadera y plenamente humano. No en parte. La humanidad tiene un valor absoluto y sagrado en sí mismo, así como lo tiene la divinidad. Pero ambas condiciones existen en relación recíproca. El hombre no puede desentenderse de Dios, como Dios no puede olvidar al hombre, su creación. Esto no implica que andemos rezando todo el día. Significa que no soy plenamente humano sin una vida trascendente. Como tampoco puede serlo si me alejo de los problemas sociales y privatizo la experiencia espiritual. En Jesús Dios se encarna, asume la historia. No le huye. La hace suya y la padece hasta que lo matan.
-¿Qué significación tuvo, desde la perspectiva social y en el contexto de la dominación romana, el nacimiento de Jesús?
-Jesús nace entre el año 6 y 4 a.C., entre los meses de marzo y abril, justo antes de la muerte de Herodes El Grande. El emperador era Augusto. Luego de la muerte de Herodes la región entró en un proceso de inestabilidad sociopolítica y empobrecimiento económico, agravado por una crisis de identidad religiosa. Algo parecido a la actualidad. Muchos se preguntaban si era posible la paz en un contexto así, porque la paz del César llegó por medio de la violencia, la dominación del pueblo, el saqueo de los bienes y la esclavitud. En este contexto, las comunidades cristianas releen la Natividad de Jesús y lo entienden como el anuncio de una Buena Noticia que reafirmaba que sí es posible construir un mundo más humano donde reine la justicia y se favorezca el bienestar común. Son dos modelos de paz. Una impuesta, que se sostiene bajo el miedo, la opresión y el silencio de muchos. Y otra que ofrece Jesús, pero que pasa por asumir lo social, entregarse al pobre y al olvidado, al que ha sido engañado, hablar con él, entender sus problemas y devolverle la esperanza. Es una paz social y no individual. Pero una paz estable y sin violencia. Por eso, debemos regresar a Jesús. Leer los evangelios y no conformarnos con los sermones. ¿Sabemos qué hacía y qué decía? ¿Cuando decía algo a quién se lo decía y qué implicaba eso? ¿Sabemos que vivió en un contexto muy parecido al nuestro? Por algo lo mataron. Esta consecuencia social del Jesús histórico es lo que he tratado de exponer en mi reciente libro "Regresar a Jesús de Nazaret" y el otro que está por salir: "Al estilo de Jesús".
-¿Por qué el Hijo de Dios nace en la pobreza?
-Jesús nace en la más absoluta pobreza. No una pobreza aparente o espiritual, sino real y socioeconómica. Carente de símbolos de poder o estatus: sin armas, ejércitos, propiedades. A la intemperie. El anuncio que el ángel da a los pastores acontece en medio de condiciones de vida adversas, como las que vivían los más pobres. Como las que vive la gran mayoría en nuestro país. Uno pudiera pensar que si era Dios, todopoderoso, esto solo fue un acto de humildad. Pues no. Nació así, porque asumió lo más pobre de la historia. Una familia y una cultura concreta. Nace así para revelar que la pobreza no es limitación y que en medio de las condiciones más adversas podemos llegar a ser verdaderamente humanos. El relato de la Natividad se escribe con dos sentidos. Primero, como un mensaje en contra de la propaganda imperial que divinizaba el ejercicio del poder político y ofrecía una paz ideologizada. Segundo, ponía en cuestión a los que se creían dueños de Dios, los líderes religiosos cuyas prácticas carecían de compasión e imponían pesadas cargas de llevar en las conciencias de las personas. El Dios que se hace pobre, se hace entre los pobres y como pobre. Es una gran enseñanza para nosotros y para la reconstrucción social del país.
-Jesús vino a la tierra para salvarnos, pero luego de dos mil años y ante la situación del mundo en el cual vivimos, ¿se podría afirmar que tuvo éxito?
-Jesús nunca se predicó a sí mismo ni pretendió instaurar un proyecto sociopolítico. De hecho rechazó el título de Rey cuando la gente lo proclamó (aunque la Iglesia lo venera, contradictoriamente, como rey). También rechazó el título de Mesías davídico. Ambos títulos representaban un imaginario violento donde se impondría un proyecto por la fuerza. Es lo que Pedro quería cuando Jesús lo llama Satanás, que significa "persona que divide". Él predicó el Reino de Dios, lo que el Padre, desde la creación, quiere para la humanidad. Un mundo donde las relaciones de fraternidad prevalezcan sobre los intereses propios. Por eso no podemos medir su propuesta con base al criterio de éxito o rentabilidad. Si es así, fue un fracaso, porque lo mataron. La salvación significa humanización. Se mide por la calidad humana de quien escucha, se apasiona y quiere fraternizar, como lo hizo Jesús. Si cada quien no asume un compromiso por ser mejor ser humano, entonces nunca se dará eso. Él revela que es posible, pero también que muchos no lo quieren hacer. Se necesita voluntad para cumplirlo.
-¿Por qué la Iglesia le niega a Jesús su condición de líder político?
-Jesús no lo fue. Otra cosa es que su propuesta tiene consecuencias sociales, políticas, religiosas y culturales. Él relativiza a los líderes políticos y religiosos. La salvación la coloca en la historia, no en el culto. Lo que es difícil de aceptar para muchos cristianos es que sus palabras, gestos y acciones tienen consecuencias sociales y políticas para quien lo sigue con honradez. No puedo ser cristiano sin Jesús. No hay devociones ni culto sinceros mientras no aceptamos al otro y se viva solidariamente con el pobre.
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