Antonio Sánchez García: “Otra vez, SS Francisco”
Hay, sin duda, un giro notable en el discurso vaticano. Temo que, además de no ser ecuménico ni representativo de todos los matices que conviven al interior de la cristiandad, particularmente en América Latina, su continente natal, no coadyuve al supremo mensaje cristiano: lograr la paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y ponga en riesgo la unidad de la Iglesia.
Antonio Sánchez García
@sangarccs
Con el curso de los días y la reflexión que permite la distancia de los hechos, se reafirma mi convicción de que el Papado ha comenzado a sufrir una inflexión de incalculables proyecciones, cuyo desenlace puede tener serias incidencias sobre la legitimidad de ciertos embates en contra de la tradición liberal democrática de nuestra región.
De su primera visita a tres países de América Latina, se destaca, antes que nada, la firme determinación de Su Santidad Francisco de arbitrar en asuntos de naturaleza política estrictamente internos, y que atañen a naciones polarizadas por el influjo sobre determinante de las políticas estratégicas implementadas por el dueto Castro Lula desde el Foro de Sao Paulo. Tanto en Ecuador, como en Bolivia y Paraguay, intervino en los debates internos de las respectivas naciones avalando el curso político implementado por sus respectivos gobiernos. Que en un caso único en la historia de las relaciones entre el Vaticano y la región da por buenas acciones que escapan a la competencia papal.
Rompe con ello la naturaleza ecuménica del mensaje de la Iglesia católica. ¿Con qué derecho se inclina el Vaticano por respaldar las políticas del oficialismo en Bolivia, Ecuador y Paraguay, desestimando los derechos que les asisten a las respectivas oposiciones que, siendo tanto o más fieles a la Iglesia, se oponen a ellas? ¿Deben, en bien de la obediencia a la infalibilidad papal, plegarse a Evo Morales o a Daniel Correa? Asunto particularmente irritante para los leales y fieles devotos de la iglesia católica chilena, que además deben tolerar la buena pro papal a las reivindicaciones marítimas de Bolivia, que coliden con tratados internacionales aún vigentes. Sin duda, una falta de prudencia en asuntos de muy alta problematicidad. ¿Apoyará en un futuro no muy lejano el derecho de los guyaneses a desconocer los acuerdos vinculantes en asuntos limítrofes con Venezuela respecto del Esequibo? Inolvidable la mediación de Juan Pablo II en el diferendo chileno argentino, impidiendo que derivara en un casus belli.
El giro mencionado es tanto más problemático cuanto que muestra el influjo de la terminología y las categorizaciones marxistas en el discurso o – como bien quisieran algunos provinciales de la Compañía de Jesús en la región – “la narrativa” papal. Sin ser un católico observante ni muchísimo menos un conservador, siento un profundo respeto por las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Me parecen valores plenos de significado que han marcado el sentido moral y religioso de Occidente.
No los he encontrado en las arengas de SS Francisco. Prefiere hablar de “redistribución del ingreso”, felicitando de paso a Evo Morales por llevarlo a cabo en un lenguaje más propio del FMI o del BID que del Vaticano. Razón suficiente para que extienda sus felicitaciones a los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que prefiriendo “la redistribución del ingreso” además de saquear los bienes públicos y empeñados en su práctica populista prefirieron redistribuir – además de saquear – el ingreso antes que invertirlo en un auténtico esfuerzo por desarrollar la riqueza de su nación. ¿O es que la riqueza de las naciones ha de ser vista como deriva pecaminosa y no el único fundamento real de lo que haya o no haya que redistribuir?
Yendo aún más lejos en su invasión a campos ajenos al evangelio, SS Francisco cae en una insólita contradicción: considera arbitrariamente que el hombre no ama ni debe amar a las ideas o a las categorías, pero no sólo ideologiza y categoriza, sino que lo hace empleando conceptos puestos en circulación por el más ideologizado de los ideólogos – así pretendiera combatirlas con la praxis científico revolucionaria – Karl Marx. Así, su insólita afirmación y rechazo respecto del “fetichismo del dinero”. ¿No sabe Francisco que uno de los primeros y más fecundos pensadores en hacer uso de dicha categoría fue Marx al referirse en su escritos filosóficos de juventud, en El Capital y en su Contribución a la Crítica de la Economía Política al fetichismo de la mercancía, de la cual el dinero es la mercancía por excelencia? SS Francisco o sus más cercanos colaboradores conocerán sin duda y en profundidad Historia y Conciencia de Clase, de Georg Luckács, y sus fecundas reflexiones sobre la alienación a partir del fetichismo de las mercancías y la universalización del dinero. También presentes en Marcuse, la Escuela de Frankfurt y sin duda la universidad Patrice Lumumba, de Moscú.
Nada en contra de dichas categorías y su valioso aporte al conocimiento de la sociedad moderna. Nos hemos quemado las pestañas desentrañándolas. Pero, ¿no dispone la teología cristiana de un propio y más adecuado lenguaje como para tener que sustentar su “narrativa” con préstamos ideológicos tan sobre cargados de la negatividad atea y anti cristiana de quienes consideran que “la religión es el opio de los pueblos”?
Sobran las razones para que los legos polemicen con SS Francisco y desmientan sus afirmaciones dando por buenas las políticas de Evo Morales o de Rafael Correa. No sentaría un buen precedente para el prestigio universal del Papado. Ni es función del Vaticano andar repartiendo certificados de buena conducta política, ni muchísimo menos hacerlo en países sumidos en complejas y alteradas relaciones sociales. Internas e internacionales. No imagino a éste ni a ningún gobierno chileno pidiendo la mediación vaticana para resolver su diferendo limítrofe con Bolivia. Por lo menos no mientras viva SS Francisco. Ni me imagino a los venezolanos, por sólo citar un ejemplo, pidiendo su mediación para terciar en el cruento y doloroso conflicto interno que los abruma desde hace dieciséis años. La toma de partido en asuntos estrictamente políticos, que son de estricta competencia de los hombres – al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios – empaña la legitimidad del Papado. Salvo en todo lo que atañe a la dignidad humana y a los derechos inalienables del hombre, máxima obra de la creación divina. No le escuché una sola mención al tema, tan doloroso y debatido por nosotros, los venezolanos. Tan aplastados y pervertidos por las dictaduras y tiranías del continente, como en Cuba desde hace 56 años. ¿Será tema de su anunciada visita a la isla del Dr. Castro?
Hay, sin duda, un giro notable en el discurso vaticano. Temo que, además de no ser ecuménico ni representativo de todos los matices que viven al interior de la cristiandad, no coadyuve al supremo mensaje cristiano: lograr la paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y ponga en riesgo la unidad de la Iglesia.
OTRA VEZ EL PAPA FRANCISCO ARREMETE CONTRA EL SISTEMA CAPITALISTA Y SUS "FORMAS DE ESCLAVITUD"Jueves, 01 Enero 2015
El papa Francisco renovó hoy su llamamiento para acabar con lo que denominó “formas modernas de esclavitud” en la misa que celebró en el Vaticano y en el rezo del primer Ángelus del año ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro.
El pontífice se hizo ya presente en las redes sociales antes incluso de comparecer en la basílica vaticana, puesto que envió un mensaje de Twitter en el que pidió la paz para “las personas inocentes” y “niños”.
“Muchos niños y personas inocentes sufren en el mundo. Señor, concédenos tu paz”, escribió el pontífice en su perfil de la red social, en la que tiene más de 17 millones de seguidores.
“La paz es posible y en la raíz de ella siempre está la oración”, proclamó ante los miles de personas que se congregaron para escucharle en la plaza de San Pedro.
Antes, en su homilía en la misa dedicada a la Virgen María y en la cuadragésimo octava Jornada Mundial de la Paz, el papa pidió “luchar contra las formas modernas de esclavitud”, un resumen del mensaje más amplio cuyo contenido el Vaticano ya adelantó hace unas semanas.
Condiciones de trabajo dignas
“Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud”, dijo el pontífice argentino en la Basílica de San Pedro.
El papa Bergoglio, en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, consideró que las “escasas” oportunidades de trabajo contribuyen a la aparición de formas de esclavitud moderna.
El papa dice en ese mensaje que las empresas deben ofrecer a sus empleados “condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados” y critica como forma de opresión moderna “la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse”.
Jorge Mario Bergoglio menciona como causas de la “esclavitud moderna” la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, combinadas con la falta de acceso a la educación o “con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo”.
El papa denuncia en ese mensaje que la corrupción “sucede cuando en el centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona”.
Como formas de esclavitud moderna señala a la prostitución o el tráfico de órganos y destaca que “el derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre” debe ser “reconocido en el derecho internacional como norma inderogable”.
El papa Francisco se refiere en su mensaje a los “muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente”.
Inmigrantes que “después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas” y se “ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos” o, “con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles”.
Por último, Bergoglio se refiere a “los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo” para decir que son “otras causas de la esclavitud”.
E insiste en que “muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen”.
(EFE)
Luis María Ugalde Olalde nació en Bergara-País Vasco-España el 2 de diciembre de 1938
Ha sido profesor universitario en la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela, el Instituto de Teología para Religiosos (ITER) y la Universidad del Zulia desde 1973.
En la UCAB, Ugalde fue Vicerrector Académico (1986-1990), y Rector (1990-2010). También fue Presidente de la Asociación de Universidades de la Compañía de Jesús de América Latina (AUSJAL) hasta el 2009. Entre otros cargos destacados, fue Director de la revista SIC (1976-1979); Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela (1979-1985). Desempeñó la Presidencia de la Conferencia de Religiosos de Venezuela (1982-1986). Además fue miembro del Consejo Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), miembro de la Comisión Presidencial para la Reforma de la Seguridad Social y Prestaciones Sociales, y miembro del Social Equity Forum del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington..
El fenómeno del papa Francisco
Llama la atención que personas bien formadas e inteligentes, a estas alturas de la vida piensen que el Papa es comunista, anarquista, o iconoclasta irreverente
Luis Ugalde, S.J.
La gente no pasa de largo frente al papa Francisco. Sin ser estrella de cine, ni máximo goleador, despierta entusiasmos. También rechazos. No es visto como el jefe de una iglesia que sólo interesa a quienes están encerrados en las cuatro paredes de su templo, porque Jesús revela la condición humana sin fronteras y el Papa nos acerca a Jesús.
Quisiera expresar en dos cuartillas lo que considero la clave humano-divina de este fenómeno en un mundo que no se resigna a su mutilación en la exitosa cultura de individualismo, posesivo y hedonista. Hay tres elementos básicos complementarios que, en cierto modo, se contraponen pero se necesitan y son constitutivos de la condición humana en sociedad; siempre en búsqueda, pues no hay, ni habrá, equilibrio estable, ni felicidad definitiva, ni paraíso terrenal, ni granja humana perfectamente organizada:
1-Una economía con eficacia productiva y distributiva basada en el desempeño diferenciado y en la productividad de cada uno. En el último cuarto de milenio se le ha llamado “capitalismo”. La Iglesia reconoce y defiende el valor de este dinamismo económico, aunque no le gusta mucho el término, pues una parte de la realidad productiva (capital) se lleva el nombre (no sólo el nombre) del todo: el trabajo y la creatividad de la empresa y de la sociedad, que es más que el capital. Pero con todos los matices y críticas, este “capitalismo” diferenciador es la única economía exitosa y no se ve otra, ni en China, ni en Rusia; pero sus valiosos éxitos generan diferencias, dividen y también excluyen.
2- Sociedad solidaria con pacto social, igualador en cuanto a derechos, deberes y oportunidades básicas dentro de un marco de bien común. Sentido humano solidario expresado en las constituciones, leyes e instituciones en las que circulan los deberes y derechos mutuamente reconocidos y los bienes sociales solidariamente construidos. En las sociedades de economía capitalista avanzada casi la mitad de lo que produce cada uno va al presupuesto común. Marco social común y público necesario para salvar la sobrevivencia y la paz e imprescindible para el éxito de cada empresa y vida humana.
Con sólo la economía capitalista, sin el complemento de la sociedad solidaria (la sociedad es mucho más rica que su economía), las sociedades terminan en exclusión, discriminación y pobreza; en definitiva en guerra interna e internacional, como ocurrió con las dos guerras y regímenes totalitarios en el primer tercio del siglo XX con una terrible destrucción en el mundo capitalista avanzado.
3- En tercer lugar la condición humana social requiere en el interior de cada uno el oxígeno espiritual del amor, que actúa constructivamente y da sentido trascendente y vida humana a todo.
Cada uno de estos tres pilares de la condición humana en sociedad tiende a la absolutización de sus medios. Jesús de Nazaret -rostro humano del radical amor de Dios- enfrenta esas absolutizaciones que esclavizan a los humanos:
A-“Nadie puede servir a dos señores, a Dios y al dinero”. Si endiosa al dinero mata al hombre, niega a Dios-amor y nos convierte en lobos.
B-“Los poderosos de este mundo dominan y esclavizan” a su gente y la convierten en instrumentos y objetos de su poder endiosado. “No ha de ser así entre ustedes”, sino que el amor mutuo convierta el poder en instrumento de servicio y el dinero en medio de vida.
C- “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”. La religión del Dios-amor nos afirma gratuitamente y nos lleva a darnos vida mutuamente en un “nosotros”, siempre en construcción. “Nadie tiene más amor que quien da la vida por otro” y la puerta de la felicidad se abre hacia fuera, saliendo hacia el “nosotros”. Pero así como el dinero y el poder político tienden a convertirse en dioses, también la religión del amor se desvirtúa y de liberadora se convierte en opresora, cuando sacraliza instrumentos y cuando las personas que la administran, dejando de ser servidores, se convierten en opresores que imponen cargas pesadas en nombre de Dios.
Jesús reconocía la autoridad civil, el valor de los bienes y el sentido del templo y de la ley religiosa. Pero afirmaba de tal manera al ser humano (aun el que parecía tener menos atributos, como el leproso, el pobre y el pecador) que fue rechazado por los señores auto-divinizados en las tres dimensiones. En el conflicto él dio su vida y dándola por amor fue constituido por el Padre como el Cristo Salvador, pues el Amor es más fuerte que la muerte y la sobrevive.
Si el Papa no defendiera y comunicara esto, no sería cristiano. Es lo que hace Francisco con una fuerza espiritual fresca y renovada. Al proclamar y seguir a Jesús despierta (no sólo en los católicos) enorme entusiasmo y esperanza liberadora. Pero al mismo tiempo parece inevitable la irritación y el rechazo de quienes se sienten dueños de los bienes de la tierra, de los poderes de dominio y de las mediaciones religiosas impuestas con pretensiones absolutas.
Llama la atención que personas bien formadas e inteligentes, a estas alturas de la vida piensen que el Papa es comunista, anarquista, o iconoclasta irreverente por el hecho de afirmar al pobre por encima de la dinámica del capitalismo financiero, del poder de los ejércitos y de aquellos aspectos mundanos del mundo clerical y de la Curia Romana, que alejan de Jesús de Nazaret. El peligro actual de América Latina no es el comunismo, sino el manejo inhumano del poder y del capitalismo con lo que se empuja a grandes sectores de la población desesperada a dar apoyo a dictaduras populistas y fascistas.
Creo que no hay más economía que la capitalista, pero ésta requiere controlar sus propios demonios y elevar sus virtualidades positivas para beneficiar a todos en una democracia social. Siempre gobierna una minoría, pero ningún gobierno dura cuando sólo representa los intereses de su clase, pequeño sector o partido; tienen éxito duradero cuando interpretan y asumen las necesidades del conjunto y sirven al bien común. Hace un cuarto de siglo Venezuela se embarcó en esta funesta aventura porque sus representantes de entonces se deslegitimaron. Hoy tenemos una minoría dictatorial que se enriquece a costa de la miseria de la mayoría y de la falta de libertad y dignidad humana. No puede durar este régimen deslegitimado. Contra él no conspira el imperio, sino la ineptitud y corrupción del gobierno, que siembran hambre y violencia.
Ese hedor social
No se refiere el Papa solamente a lo que ocurre dentro de sus filas. Se refiere a todos, al ser social, a la sociedad en general
Max Römer
El Papa Francisco nuevamente da una lección de moralidad y recto sentido ético. Esta semana lanzó una frase que lleva a la reflexión: Una sociedad corrupta apesta. Y sí, lleva razón. Una sociedad corrupta apesta porque las bases del ejercicio de ser ciudadano están desechas. El individuo, al ser parte de un colectivo donde los mecanismos de actuación pasan por el tamiz de la corrupción, no puede emprender las necesarias transformaciones para un adecuado clima de construcción.
Las palabras del Papa, dichas en Nápoles, donde las mafias diezman a la población por esa forma de corrupta de resolver los asuntos económicos y sociales, siempre al margen de la política (sugerimos leer el reportaje Gomorra: un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la camorra de Roberto Saviano, 2007), dan una buena pista de la nueva etapa del pontificado de Bergoglio: atacar a la corrupción.
El Papa bien lo sabe. La corrupción moral que ha afectado a las bases de la Iglesia van socavando la buena imagen de un grupo humano que desde el buen hacer del catolicismo, se ven salpicados por aquellos que ven en su acción pastoral la oportunidad de emprenderla contra las debilidades e indefensiones de los menores.
Pero, no se refiere el Papa solamente a lo que ocurre dentro de sus filas. Se refiere a todos, al ser social, a la sociedad en general. A los políticos que aprovechándose de los cargos obtenidos por la confianza depositada de sus compatriotas, se aprovechan de las arcas públicas, o de aquel que teniendo un poco de poder pretende cobrar un peaje por pasar una calle, o pasea de más en un taxi a un turista, o el pago en negro de servicios.
El Papa se refiere a las dobles morales. A esas que por una parte hablan de paz y por la otra venden armas. A esas que se quedan en el asiento de las organizaciones internacionales y son arengas antes de movilizaciones. Ese hedor social al que se refiere Bergoglio es la plataforma desde la que se ubica el líder político del Estado Vaticano: limpieza moral para una mejor sociedad.
Los rostros de los napolitanos que le escuchaban se llenaron de paz, al menos mientras duraban esas palabras. Más tarde las realidades de la pobreza que va aparejada a la corrupción rendirán sus cuentas si no es que de una buena vez por todas, se hace un ejercicio de destrucción de las armas y con ellas, los deseos de apretar el gatillo o no, a cambio de alguna prebenda económica que, a decir del poseedor de la bala, le permita salir de la pobreza, al menos, por ese día.
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