El papa Francisco recibe a los Misioneros de la Misericordia que serán enviados mañana, a quienes se les otorgará la autoridad para perdonar los pecados reservados a la Sede Apostólica
El papa Francisco ha explicado a los Misioneros de la Misericordia, que delante de ellos, en la confesión, hay una persona ‘desnuda’. Por eso les ha pedido que no olviden: “delante de nosotros no está el pecado, sino el pecador arrepentido. Una persona “que siente el deseo de ser acogida y perdona”. Un pecador “que promete no querer alejarse más de la casa del Padre y que, con las pocas fuerzas que encuentra, quiere hacer de todo para vivir como hijo de Dios”.
El Santo Padre ha recibido esta tarde a los Misioneros de la Misericordia, antes del ‘envío’, que tendrá lugar en la misa que presidirá mañana, miércoles de ceniza. Así, ha explicado a estos 700 sacerdotes de todo el mundo a quienes se les otorgará la autoridad para perdonar los pecados reservados a la Sede Apostólica, que ser confesores según el corazón de Cristo “equivale a cubrir al pecador con la manta de la misericordia, para que no se avergüence más y pueda recuperar la alegría de la dignidad filial”.
Por tanto, ha precisado Francisco, no es con el garrote del juicio con lo que conseguiremos traer de vuelta a la oveja perdida al redil, sino con la santidad de vida que es principio de renovación y de reforma en la Iglesia. La santidad –ha explicado– se nutra de amor y se lleva sobre ella el peso de quien es más débil. Además, ha asegurado que “un misionero de la misericordia lleva sobre los propios hombre al pecador, y lo consuela con la fuerza de la compasión”. Durante su discurso, el Santo Padre ha asegurado que ser Misioneros de la Misericordia es una responsabilidad que se les confía, “porque os pide ser en primera persona testigos de la cercanía de Dios y de su modo de amar”. De este modo, les ha ofrecido algunas breves reflexiones, para que el mandato sea cumplido “de forma coherente y como una ayuda concreta” para las personas que se acercarán a ellos.
En primer lugar, el Pontífice les ha recordado que en este ministerio están llamados a expresar “la maternidad de la Iglesia”. Por ello, ha subrayado que “no podemos correr el riesgo de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que lo acoge y lo ama”. Si falla esta percepción por la rigidez –ha advertido– sería un daño grave en primer lugar para la misma fe, porque impediría al penitente verse dentro del Cuerpo de Cristo. Y también “limitaría mucho su sentirse parte de una comunidad”. Con este fin, el papa Francisco ha afirmado que “somos llamados a ser expresión viva de la Iglesi que como madre acoge a todo el que se acerca a ella, sabiendo que a través suyo entra en Cristo”. En esta misma línea, ha precisado que en el confesionario es Cristo quien acoge, escucha, perdona y da la paz. Por lo tanto, ha indicado que cualquier que sea el pecado que es confesado, “cada misionero está llamado a recordar la propia existencia de pecador y a ofrecerse humildemente como ‘canal’ de la misericordia de Dios”.
Otro aspecto importante que ha destacado Francisco el saber mirar el “deseo de perdón” presente en el corazón del penitente. Es un deseo –ha explicado– fruto de la gracia y de su acción en la vida de las personas, que permite sentir la nostalgia de Dios, de su amor y de su casa. Asimismo, el Papa ha observado que este deseo “se refuerza cuando se decide en el propio corazón cambiar de vida y no querer pecar más”.
Finalmente, ha reflexionado sobre un componente del que no se habla mucho pero que es determinante: la verguenza. Al respecto, el Pontífice ha recordado que “no es fácil ponerse delante de otro hombre, más aún sabiendo que representa a Dios, y confesar el propio pecado”. Se siente vergüenza –ha precisado– tanto por lo que se ha hecho, como por confesarlo a otro. Por eso, ha indicado que la vergüenza es un sentimiento íntimo que incide en la vida persona y requiere por parte del confesor una actitud de respeto y de aliento.
Para concluir su discurso a los Misioneros de la Misericordia, el Santo Padre les ha ofrecido el ejemplo de dos santos “ministros del perdón de Dios”, san Leopoldo y san Pío, cuyas reliquias se encuentran estos días en la Basílica de San Pedro. Y un último consejo: “cuando sintáis el peso de los pecados confesados a vosotros y el límite de vuestra persona y de vuestras palabras, confiad en la fuerza de la misericordia que va al encuentro de todos como amor que no conoce límites.
El Papa los capuchinos: ‘El perdón
es una semilla, una caricia de Dios’
Recordó que el gran condenador es el diablo. Y si no es posible dar la absolución a quien se acerca a confesarse, les pidió que “por favor no apaleen”
El papa Francisco presidió este martes por la mañana en la basílica de San Pedro, la santa misa junto a algunos miles de frailes menores capuchinos llegados desde todo el mundo con motivo del Jubileo de la Misericordia.
La eucaristía iniciada unos minutos antes de la hora fijada, las 7,30 de la mañana, fue celebrada en el Altar de la Confesión, a dos pasos de las reliquias de san Pío de Pietrelcina y de san Leopoldo Mandić, santos de la misericordia.
Los cuerpos de los dos santos capuchinos llegaron a la basílica de San Pedro este viernes por la tarde, y permanecen para la veneración de los fieles hasta el próximo jueves 11. Mañana, 10 de febrero, será la solemne celebración del miércoles de ceniza presidida por el Pontífice y la ceremonia del envío de unos 700 Misioneros de la Misericordia.
En su homilía de hoy el Santo Padre, que habló improvisando y de manera muy sentida, señaló “las dos actitudes” existentes, de acuerdo a las lecturas del día: una es la grandeza delante de Dios, que se expresa en la humildad del rey Salomón; y la otra es la la mezquindad que viene de la ‘precisión’ de los doctores de la ley en las pequeñas cosas olvidando las de Dios.
Recordó que la “tradición de los capuchinos es una tradición de perdón”. Y si “entre ustedes hay confesores tan buenos, es porque se sienten pecadores, y delante de la grandeza de Dios rezan pidiendo perdón”.
Y que en cambio “cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdonar, lentamente se olvida de Dios”. Así el Santo Padre les recordó que “el humilde que se siente pecador es un gran perdonador en el confesionario, el otro, como estos doctores de la ley que se sienten ‘los puros’, ‘los maestros’, solamente saben condenar”.
“Les hablo –añadió el Papa– como hermano, que en este Año de la Misericordia especialmente, el confesionario sea para perdonar. “Y si uno no puede dar la absolución” les pidió que “por favor no apaleen”.
De tal manera pidió que “quien viene a buscar consuelo, paz en su alma, encuentre a un padre que lo abraza, que le diga que ‘Dios te quiere mucho’ y que se lo haga sentir”.
Señaló que hay tantos lenguajes en la vida: el de la palabra, pero también el de los gestos. Porque si una persona se acerca al confesionario “es porque quiere cambiar. Y lo dice con el gesto de acercarse”.
“Tengan confianza en la misericordia de Dios, no caigan en el pelagianismo” dijo, porque “quien no sabe perdonar termina como estos doctores que son grandes condenadores” y “¿quién es el gran condenador? El diablo”. El Papa concluyó con una invitación: “Corazón amplio, el perdón es una semilla, una caricia de Dios”.
Homilía del papa Francisco a los capuchinos – Texto completo
El Santo Padre les invita a ser grandes perdonadores para no terminar como los ‘doctores de la ley’ que son grandes condenadores
El santo padre Francisco celebró este martes la santa la misa en la basílica de San Pedro junto a varios miles de capuchinos que han venido desde todo el mundo, con motivo del Jubileo de la Misericordia. Presentes estaban las reliquias de san Pío de Pietrelcina y de san Leopoldo Mandić.
El Papa recordó que hay dos actitudes, la de quien como Salomón se expresa en la humildad y la de los doctores de la ley que se aferran a ritos perdiendo el contenido. Invitó a perdonar como Jesús, a no ser pelagianos, a no apalear a quien se acerca porque busca el perdón de Dios. Con corazón amplio, porque el perdón es una semilla, una caricia de Dios.
A continuación el texto competo de la homilía:
“En la liturgia de hoy hay dos actitudes, una actitud de grandeza delante de Dios, que se expresa en la humildad del rey Salomón; y otra actitud, de mezquindad, que es descrita por el mismo Jesús, por cómo hacían los doctores de la ley, hacían todo preciso, pero dejaban aparte la ley para hacer sus pequeñas tradiciones de ellos.
Vuestra tradición de los capuchinos es una tradición de perdón, de dar el perdón. Entre ustedes hay muchos buenos confesores, porque se sienten pecadores, como nuestro fray Cristóbal, saben que son grandes pecadores y delante de la grandeza de Dios continuamente rezan: ‘Escucha Señor y perdona’. Y porque saben rezar, así saben perdonar.
En cambio cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdonar, lentamente se olvida de Dios, se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar.
El humilde, quien se siente pecador es un gran perdonador en el confesionario; el otro, como estos doctores de la ley que se sienten los puros, los maestros, solamente saben condenar. Pero yo les hablo como hermano, y en ustedes querría hablarle a todos los confesores, en este Año de la Misericordia especialmente: el confesionario es para perdonar. Y si uno no puede dar la absolución, por favor no los apaleen. Quien viene, viene a buscar consuelo, perdón, paz en su alma, que encuentre a un padre que lo abraza, que le diga que ‘Dios te quiere mucho’ pero que se lo haga sentir.
Me disgusta decirlo, pero cuánta gente, creo que la mayoría de nosotros lo hemos oído: ‘No voy más a confesarme porque una vez me hicieron estas preguntas, esto…’. Pero ustedes capuchinos tienen este don especial del Señor: perdonar. Y les pido, no se cansen de perdonar.
Me acuerdo de uno que conocí en mi otra diócesis, un hombre de gobierno, que acabado su tiempo, de gobierno, guardián, provincial, a los 70 años fue enviado a un santuario a confesar y tenía una cola de gente, todos, curas, fieles, ricos, pobres, todos… era un gran perdonador. Siempre encontraba el modo para perdonar o al menos de dejar esa alma en en paz con un abrazo.
Y una vez lo encontré y me dijo:
— escúchame tú que eres obispo, tú me puedes decir, yo creo que peco porque perdono mucho y me viene este escrúpulo
— ¿Y por qué?
— Porque siempre encuentro cómo perdonar.
— ¿Y qué haces cuando te sientes así?
— Voy a la capilla delante del tabernáculo y le digo al Señor: ‘Discúlpame Señor, perdóname, creo que hoy he perdonado mucho. Pero Señor, has sido tú quien me ha dado el mal ejemplo’.
— escúchame tú que eres obispo, tú me puedes decir, yo creo que peco porque perdono mucho y me viene este escrúpulo
— ¿Y por qué?
— Porque siempre encuentro cómo perdonar.
— ¿Y qué haces cuando te sientes así?
— Voy a la capilla delante del tabernáculo y le digo al Señor: ‘Discúlpame Señor, perdóname, creo que hoy he perdonado mucho. Pero Señor, has sido tú quien me ha dado el mal ejemplo’.
Sean hombres de perdón, de reconciliación, de paz. Hay muchos lenguajes en la vida, el lenguaje de la palabra, pero también el lenguaje de los gestos. Si una persona se acerca al confesionario es porque siente algo que le pesa, que quiere quitarse. Quizás no sabe cómo decirlo, pero el gesto es este. Si esta persona se acerca es porque quiere cambiar, y lo dice con el gesto de acercarse. No es necesario hacer preguntas: ¿tú?, ¿tú?…
Y si una persona viene es porque en su alma no quiere cometerlo más. Pero muchas veces no pueden, porque están condicionados por su psicología, por su vida y su situación. ‘Ad impossibilia nemo tenetur‘.
Corazón amplio. El perdón es una semilla, una caricia de Dios. Tengan confianza en la misericordia de Dios, no caigan en el pelagianismo. ‘Tú tienes que hacer esto, esto, esto….’ Ustedes tienen ese carisma de confesores, hay que retomarlo y renovarlo siempre. Sean grandes perdonadores, porque quien no sabe perdonador termina como estos doctores de la ley, que son grandes condenadores.
¿Y quién es el gran acusador en la Biblia? El diablo. O se hace el oficio de Jesús, que perdona, dando la vida y la oración, tantas horas allí sentado, como estos dos santos aquí, o haces el oficio del diablo que acusa. No logro decirles otra cosa, y en ustedes le digo a todos, a todos los sacerdotes que van a confesar. Si no se sienten capaces, sean humildes, digan ‘no, no, no… yo celebro la misa, limpio el suelo… pero no confieso porque no se hacerlo bien’. Y pidan al Señor la gracia, gracia que pido para cada uno de ustedes, para todos ustedes, para todos los confesores y también para mí”.
(Texto traducido desde el audio por ZENIT)
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