Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 27 de junio de 2011

Un poco de historia verdadera que vale un tesoro publicado como Editorial de Notitarde por su Director


Martín de Ugalde

Laurentzi Odriozola Echegaray

Hace ya más de medio siglo. Hace sesenta años. A comienzos de los cincuentas; no me perdía un capítulo de El Fantasma del Colegio, trhiller –en esos años claro no se había inventado la palabra para esa variante que viene del video-clip, la música de Michael Jackson, pasando por el cine, hasta ese género literario que llamábamos por entonces "novela de misterio", o la novela negra— que se publicaba por entregas en la revista Edasi del Colegio San Ignacio de Caracas y que escribía Gastón Irazábal, un alumno, de los mayores, muy aventajado de los jesuitas. Y yo, del sexto para el primero, soñaba con ser como él, desde luego, escritor.

Más tarde, en segundo año de bachillerato, tuvimos como "maestrillo" –que si en el DRAE es voz que se refiere de manera despectiva al "maestro", entre los jesuitas define la actividad de vida y trabajo en una comunidad como parte la de formación del sacerdote-- a Alberto Ancízar Mendoza; quien dirigió la revista escolar y, luego de unos años en los Estados Unidos, regresó de Missouri, ya ordenado como sacerdote, con un título debajo del brazo de Master of Arts (en periodismo) por la Saint Louis University; fundó, a comienzos de los sesentas, la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas.

Entonces, decidí que era el momento y la oportunidad para abandonar a tiempo los recién comenzados y de una vez agobiantes estudios de medicina en la Universidad Central y, como ya había olvidado y enterrado mis presumidos e imposibles sueños de adolescente de ser "escritor", abrazar ahora la posibilidad de aprender el oficio –que así se llamó siempre tanto el del periodista, como el del escritor— que es también, si queremos y lo procuramos, género literario: el periodismo.

La Escuela

Todo comenzó en una de esas longevas y enormes casonas caraqueñas de techumbre con vigas de madera, tramado de caña brava y antiguas tejas rojas, tanto que serían las mismas a las que cantó el poeta Pérez Bonalde, cercanas al El Panteón, entre las esquinas de Mercedes y Mijares, que fuera, la vida está hecha de pequeños milagros, vivienda y consultorio del doctor José Gregorio Hernández, vecina pared con pared del patio de recreos del viejo colegio de los jesuitas y luego estacionamiento de la universidad. A la "escuelita", como les gusta a algunos llamarla, a mí no, se entraba subiendo por una escalera al aire libre hasta una pequeña puerta abierta, a media altura de la alta pared norte de la Universidad Católica, fundada a finales de los cincuenta en el mismo edificio donde funcionó el primer Colegio San Ignacio.

El padre Alberto Ancízar, fundador y primer director, generó el concepto académico fundacional para los estudios universitarios de unas "Ciencias de la Información" que incluirían no sólo la tradicional formación en el periodismo impreso, para reporteros y redactores profesionales del diarismo, la histórica y legendaria prensa escrita, sino con la incorporación de la formación conocimientos sobre los medios masivos audiovisuales y electrónicos de comunicación y técnicas profesionales relacionadas con el mundo de la publicidad y las relaciones públicas que ya estaban cobrando mucha importancia en un mercado profesional en expansión. Para actualizarse en las experiencias de instituciones educativas similares en otros lugares del mundo, consultó los diseños curriculares de mas de 20 escuelas de periodismo de Latinoamérica; 52 de los Estados Unidos; siete de Europa; cuatro, de países de la desaparecida Unión Soviética y, por supuesto, las dos escuela superiores que ya existían en Venezuela, en la Universidad Central y la Universidad del Zulia. Enorme trabajo que encaró durante siete años al tiempo que realizaba cursos de postgrado y un doctorado en la Universidad de Missouri.

"La Opinión Pública no existe"

El 4 de octubre de 1961, se puede tomar como la fecha oficial de inicio de actividades académicas de la que en un comienzo se llamó "Escuela de Periodismo y Ciencias de Difusión" y cuya misión, según su primer Plan de Estudios, era "Crear en sus alumnos un sentido de responsabilidad al servicio de una triple lealtad: a la Libertad de Expresión; a la Nación y a la Profesión". Formación que debía formar un profesional que "sintonice todos los pensamientos, todas las instituciones y todos los hechos", para que sean presentados a la comunidad de una forma equilibrada y comprensible… Hermoso, ¿no? Nunca olvidaré una frase que, la primera vez dicha en clase inaugural por el director fundador el padre Alberto Ancízar, nos sorprendió: "La opinión pública no existe". Aprendimos así a tomar distancia de eso que ahora llaman "matriz de opinión", de esos los lugares comunes y definiciones al uso, a la moda y al gusto; y que con lo hay que lidiar de verdad en esta profesión es en todo caso, con el complejo mundo de la "opinión de los públicos", que los hay tantos como grupos de interés existan. Tiene sus bemoles. O, como diría Leopoldo Castillo, no es fácil.

Los profesores

El primer año arrancó, al menos nuestros lectores aficionados al béisbol lo entenderán, con un line-up de puros "caballos", de grandes ligas, pues. La escritora Gloria Stolk; el periodista español Antonio González; uno de los fundadores de la Asociación Venezolana de Periodistas y enciclopedia viviente, el doctor Francisco J. Avila; intelectuales de la talla de Ramón Díaz Sánchez, Ramón J.Velásquez o Augusto Mijares; periodistas venezolanos que fueron y son de leyenda como Oscar Yánez, Guillermo Álvarez Bajares o el maestro de los fotógrafos de prensa, Edmundo "El Gordo" Pérez; el diseñador gráfico de origen británico, Jimmy Teale, que sería luego presidente de la famosa agencia de publicidad Corpa; el técnico alemán en artes gráficas Hans Weisz, fundador de Fotograbado Vene y copropietario, junto al vasco Segundo Eizmendi de la imprenta Cromotip, el más afamado taller de impresión de revistas de alta calidad de la época. Todos prominentes y exitosos profesionales y empresarios del periodismo y las artes gráficas; así como destacados y respetados hombres del pensamiento y la cultura venezolana de mediados del siglo XX Sin olvidar a tres irrepetibles jesuitas y doctores como guías en las materias de conocimientos generales en filosofía, Rafael Carías; Luis María Olaso en derecho –"lo que no es torcido"— y el fundamental "cura navarrico", el polémico Manuel, Pernaud, genio y figura en las ciencias económicas.

Y solo nombraremos a estos pocos, que fueron los que iniciaron el proyecto al lado al padre Ancízar en ese el año fundador y de ese el primer curso 1961-1962, en el que no logré inscribirme. Van ya para cincuenta los años de esta escuela y sabemos, estamos seguros, que cada uno de los egresados de sus 45 promociones, si he sacado bien la cuenta (soy muy malo en matemáticas y por eso me fui por la medicina al comienzo) que se acordarán muy bien y –siempre al maestro- con cariño, de los muchos y buenos profesores que tuvieron durante su carrera.

Martín de Ugalde

Pero, es inevitable y creo que lo entenderán. Quiero hacer una excepción; solo una, para recordar al periodista y escritor, Martín de Ugalde, que fue también profesor en la primigenia escuela en la esquina de Mijares, a finales del primer año o a partir del segundo. No estoy seguro. Fue mi maestro. En especial, fuera del aula. Fue para mí consejero y, también, en el mejor y único sentido que tiene esa palabra al menos para mí, mi mentor. Mi guía ética. Exigente; también amoroso, cuasipaternal. A él le oí también una de esas frases –como la de Ancízar sobre la opinión pública-- que lo confunden a uno hasta que se te va aclarando el sentido. ¡No existe la ética periodística!, propuso en una clase, precisamente sobre la ética… ni la ética de los ingenieros, ni la médica; ni la ética de los toreros o los abogados. Existe, la ética, sin más y sin adjetivos. Si la adjetivamos podemos estar patrocinando interpretaciones más casuistas casuísticas, acomodando principios generales a la medida de los interesados según su conveniencia y comprometiendo mediante las interpretaciones, principios que son universales y trascendentes para una justa interrelación entre los seres humanos. Eso. Digo; que también, como la de Ancízar, tiene sus bemoles.

Martín, que era hombre del exilio, de la diáspora vasca de las dos postguerras, la de Franco y la de Hitler; un nacionalista bien formado, sin extremismos, racional, firme y sensato; fue ante todo periodista, graduado en la Northwestern University, incansable creador de reportajes para la revista Elite y prolífico escritor de cuentos, ganando en 1955 la X Edición del prestigioso concurso literario del diario El Nacional con un relato que llevó el título de "Un real de sueños sobre un andamio", que cuenta sobre la dura vida de los inmigrantes, sobre todo italianos, trabajadores de la construcción a finales de la década de los cuarenta. En su etapa final en Venezuela, fue director de la revista Nosotros y luego de la prestigiosa revista El Farol que editaba la petrolera Creole subsidiaria de la Standard Oil. En 1969 retornó a su tierra natal a la Euzkadi de sus ensoñaciones libertarias. No regresó.

Por ser gran amigo de la familia, y sobre todo por la admiración y respeto que le profesaba mi padre, logró convencer, sobre todo a él, a mi padre, que no era nada trágico que pudiese tomar la decisión de cambiar de carrera; que pensaba que me podía ir bien con los estudios de periodismo; en fin, que me hizo la segunda, como se decía y se dice. Cinco años después, cuando recibí el título de Licenciado en Periodismo de manos del rector de la UCAB, me llevó a trabajar con él en la sección de prensa de la empresa petrolera Creole Petroleum Corporation.

"Los muchachos"

Según leemos en el trabajo Historia de la Escuela de Comunicación Social UCAB, de Emilio Piriz Pérez, asunto y datos que me constan pues aunque no pude inscribirme para ese primer curso que empezó en octubre de 1961, era y soy amigo de casi todos ellos, se inscribieron 36 alumnos, con una variedad tal de edades e intereses que por los pasillos de la vieja casona lo mismo te podías topar con un carajito jodedor, un adolescente de 16 años, que era Nelson Bocaranda y a un fraile de traje talar, coronilla y pausado andar sobre sandalias de 54 años, como el querido franciscano Cesareo Armellada de La Rivera. También con una joven de relumbrante belleza como Liana Pérez, luego modelo máxima del cine y la TV de los 70 y claro también, nunca falta, alguno que otro, más o menos, insustancial o antipático personaje; es decir, lo de siempre. De los 36 se graduaron 23 cuatro años después. De ellos, 18 caballeros y cinco hermosas damas. Me acuerdo muy bien. Nada que ver con los actuales porcentajes, que no tengo a mano comprobación estadística de ello, pero tengo entendido que de cada promoción que se gradúa actualmente, más del 80% son mujeres. La mía es la de 1967, apadrinada por el eminente filólogo jesuita Pedro Pablo Bartola, de la que también es egresado el buen amigo Eduardo Alemán Pérez, editor y director del diario El Carabobeño.

Es un honor

Va cumplir 50 años esa, la vieja escuela para periodistas que hoy se llama de Comunicación Social y que fundó Alberto Ancízar Mendoza en 1961. Hoy que se celebra el Día del Periodista, no faltará quien escriba y bien sobre el deber ser, sobre los retos, sobre las angustias, sobre la crisis y las amenazas que acosan a medios y comunicadores. Me tendrán que perdonar. Me fui por lo más fácil. Por los recuerdos de una casa en la que vivió José Gregorio Hernández y en la que se fundó la escuela de periodismo de mi alma mater caraqueña. Hoy me siento bendecido por poder seguir ejerciendo aún mi profesión desde hace 22 años en esta ciudad de Valencia y en este diario. Es un honor.

Ayer le oí decir en una entrevista por Globovisión, a esa sólida periodista y docente universitaria que es Gloria Cuenca, que la misión del comunicador hoy y ahora en nuestro país, es tener la suficiente entereza y sobre todo habilidad profesional para "poder decir lo que no quieren que se diga…" Recomendó a los jóvenes profesionales mejorar la escritura; aprovechar al máximo la riqueza de la palabra en español; no atropellarse al redactar las notas, leerse antes de cerrar la pantalla y usar la riqueza de sinónimos de nuestro idioma. Algo así dijo, recuerdo. Yo, por agregar algo, diría que leer mucho y no temer a los adjetivos, pero usarlos con precisión e inteligencia. Y, finalmente, no olvidar nunca la fórmula, aquella que no falla de sujeto, verbo y complemento. No hay otra. Vivimos en "tiempos revueltos" como dice el título de la telenovela histórica de la Televisión Española sobre amores y desencuentros durante la dictadura franquista. A ver que hacemos. Cada cual a lo suyo y hacerlo bien. Algo así me enseñaron hace muchos años en los vetustos salones de Mercedes a Mijares. No se si lo he hecho bien, pero juro que fue un honor.

Valencia, 27 de junio de 2011

Día del Periodista.

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