ENTREVISTA RODOLFO IZAGUIRRE, CRÍTICO DE CINE
"El cine venezolano sufre de epilepsia"
"El cineasta tiene que hacer una película todos los años para mantener el oficio vivo" "Me di cuenta de que (la crítica) es inútil, los críticos de cine no son los que orientan a un espectador "
Por 20 años estuvo al frente de la Cinemateca. Hoy reconoce: "Se ha desarrollado mucho, pero no se habla de cine allí..." NICOLA ROCCO
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ , RODOLFO IZAGUIRRE , CRÍTICO DE CINE | EL UNIVERSAL
lunes 14 de enero de 2013 12:00 AM
Esta semana cumplió 82 años, pero Rodolfo Izaguirre tiene la lucidez de un joven. Habla con vehemencia de su gran pasión: el cine. En plena temporada de premios de Hollywood comparte la pregunta que se ha hecho por tantos años: ¿Por qué el cine venezolano nunca figura en el Óscar? Pero además, ¿por qué con una producción que tiende a estabilizarse y aumentar, los jurados de festivales internacionales no toman en cuenta a las películas nacionales?
Esta y otras preocupaciones, como la crítica y los gustos del público local, ocupan una amena conversación en su casa, bajo la mirada atenta de su esposa, la exbailarina clásica Belén Lobo.
-¿Por qué las películas venezolanas no ganan premios, ni siquiera las nombran? Hace años que estamos preguntándonos eso y no sabemos. Lo que tenemos son conjeturas que uno hace. La primera, yo creo que el Óscar es un premio que concede la industria cinematográfica americana para premiar sus mejores películas, pero las mejores películas de la industria no son necesariamente las mejores películas estéticas, sino las que producen más dinero.
-¿Y son iguales los parámetros del Oscar que los del Globo de Oro?
-Sí. ¿Y qué se está premiando? Las películas que producen más dinero. Esa es una idea. El otro criterio es: para la concepción que tiene Hollywood del cine, una cinematografía existe cuando su volumen de producción es notoria, apreciable. Una cinematografía que produce cinco o diez películas al año, eso no existe, no hace estadística, no es para la industria una cinematografía. Argentina, México, que a veces aparecen, tienen una industria desde hace muchísimos años atrás, son reconocidos porque tienen tiempo como industria.
-Probablemente valoran el mercado también, porque Argentina y México son de los más grandes de Latinoamérica.
-De eso estamos hablando también. Pero además esos mexicanos que ganan premios es porque esas películas ya no son mexicanas: Alfonso Cuarón hace películas en Hollywood, ya no hace películas en México. Ese es otro aspecto.
-¿Desde ese punto de vista Venezuela no tendría nunca posibilidades de entrar en los Óscar?
-Ahora agrega otro factor que juega mucho allí: la geopolítica. De pronto aparece una película de Irán mencionada en el Óscar, pero es porque Irán se convierte en un interés geopolítico, porque Hollywood es un termómetro de lo que está pasando en la política americana, toda la vida. Y este país en este momento no le interesa para nada a Hollywood.
-¿Pero si ha habido momentos, no?
-¿Cómo cuáles?
-El intento de Cuba en los 60 de introducir su ideología en Venezuela o el arribo de Hugo Chávez al poder.
-Pero no había películas que hablaran de eso. Ese es otro problema del cine venezolano. ¿Los argumentos del cine venezolano le interesan a esa gente que da el Óscar? No. Por ahora Venezuela no es un país atractivo y en el caso de que pudieran haber películas postuladas, a esa gente no les interesan. Ese es un factor importantísimo, y eso no se dice, el carácter político que tiene el Óscar. Tampoco hay películas venezolanas que pudieran interesar sobre los componentes políticos que están ocurriendo hoy. A todo eso agrega entonces las propias películas, las quejas eternas: que si los guiones, las actuaciones, todo lo que se critica siempre.
-¿Y cree que eso sigue siendo así?
-Yo creo que no. Los cineastas hoy en día han aprendido la lección, y ahora manejan las nuevas tecnologías, que son complicadísimas; han abierto la temática. Antes estaban como muy reducidas al delincuente que huye por las quebradas, a las prostitutas, y la carga ideológica que había en los cineastas de antes. A pesar de la presión del Gobierno, los muchachos tratan de desembarazarse de las películas ideológicas que se hacían en los años 60, 70, 80. Y hay nuevos cineastas de mucho talento y películas que merecerían ser consideradas para el Óscar ¿Cómo no? Sin embargo, hay estas reticencias que son inexplicables.
-Apartando el Óscar. Nos quitamos la idea de ser nominados alguna vez. Pero hay festivales internacionales a los que Venezuela accede, pero no gana. ¿Qué pasa allí?
-En las primeras ediciones del Festival de La Habana Venezuela venía con muchos premios (en los 80). El problema nuestro del cine es que sufre de epilepsia. De pronto hay una cosa entusiasta, un momento de auge, se hacen 10 películas importantísimas; de pronto, un vacío, un silencio, pasan años, y vuelve... Hay una infrecuencia de las películas con el espectador, que hace que estos se desorienten, se desconcierten. El cineasta tiene que hacer una película todos los años para mantener el oficio vivo, y manejar las nuevas tecnologías. Las películas son desiguales, van y vienen. El problema de la cinedramaturgia, tiene que haber ritmo, intención, intensidad y el cineasta no se la da.
-¿Y cómo se hace para estabilizar ese ritmo y que no sea epiléptico?
-Hay que hacer películas. Los bailarines, por ejemplo, tienen que bailar, y foguearse y hacerse la musculatura. Falta fogueo de cinedramaturgia. El problema es que el cineasta hace su película y espera que sea un éxito, que vaya a Cannes y que gane un Óscar, pero el camino que va de sus aspiraciones a la realización de éstas, pasa por el espectador y ese es un misterio. Si no le gusta a la gente tienes que hipotecar la casa, el cine te puede hacer rico o te puede arruinar. Lo que no se sabe, ni se ha estudiado, es cuál es la relación entre mi obra y los espectadores, ¿cómo se mide eso? ¿cómo se mide su reacción? ¿a dónde va el gusto?
-¿El público está conectado con lo que se llama "buen cine"? ¿Cómo se explica que Er Conde lleve dos años como la más taquillera de las venezolanas?
-Para no hablar de ese caso, Los ángeles de Charlie, el gran éxito, al lado de otras películas importantísimas. El gusto del público no se mide por el cine, midámoslo por la política: y veamos las últimas elecciones en Venezuela: ¿estamos eligiendo a quién? A un tipo que no tiene la menor idea de lo que significa el ejercicio político. El país en materia de gustos cinematográficos está mal, somos nosotros, un pequeño grupo de intelectuales, sensibles, el que puede apreciar una buena película.
-¿Y es suficiente con la crítica o hace falta influir en los programas educativos, para que eso cambie?
-Yo hice tanta crítica durante años y de pronto descubrí que la gente decía: "Esta película la recomienda Izaguirre; mejor es que veamos esta otra", entonces iban a ver Los ángeles de Charlie, y no una de Kurosawa. Me di cuenta de que es inútil, los críticos de cine no son los que orientan a un espectador.
-¿Pero eso lo dice como el producto de la decepción de tantos años o es así en todos los países y la crítica no sirve para nada?
-No sé en todos los países, pero en este no funciona. Yo entendí que la crítica era como un servicio público, una cosa de orientar, en vez de gastar tu dinero en esta película, gástala en esta, esa era la intención.
-¿Y al cineasta le sirve la crítica?
-Los cineastas odian a los críticos, es decir, el autor, cualquiera que sea, odia al tipo que le va a decir, "Tu obra no es buena". Eso no le gusta a nadie, a la gente le encanta que le digan su obra es muy buena. Yo hice muchos enemigos en el cine venezolano por eso. En una época, a Rubén Monasterios en teatro y a Rodolfo Izaguirre en el cine, que teníamos columnas en El Nacional, nos llamaban "Los mascavidrios", una ferocidad que ya hoy no haría. Por eso no hago crítica de cine, en una época fui muy duro, pero es que hay que ser duro, así sea tu amigo.
Esta y otras preocupaciones, como la crítica y los gustos del público local, ocupan una amena conversación en su casa, bajo la mirada atenta de su esposa, la exbailarina clásica Belén Lobo.
-¿Por qué las películas venezolanas no ganan premios, ni siquiera las nombran? Hace años que estamos preguntándonos eso y no sabemos. Lo que tenemos son conjeturas que uno hace. La primera, yo creo que el Óscar es un premio que concede la industria cinematográfica americana para premiar sus mejores películas, pero las mejores películas de la industria no son necesariamente las mejores películas estéticas, sino las que producen más dinero.
-¿Y son iguales los parámetros del Oscar que los del Globo de Oro?
-Sí. ¿Y qué se está premiando? Las películas que producen más dinero. Esa es una idea. El otro criterio es: para la concepción que tiene Hollywood del cine, una cinematografía existe cuando su volumen de producción es notoria, apreciable. Una cinematografía que produce cinco o diez películas al año, eso no existe, no hace estadística, no es para la industria una cinematografía. Argentina, México, que a veces aparecen, tienen una industria desde hace muchísimos años atrás, son reconocidos porque tienen tiempo como industria.
-Probablemente valoran el mercado también, porque Argentina y México son de los más grandes de Latinoamérica.
-De eso estamos hablando también. Pero además esos mexicanos que ganan premios es porque esas películas ya no son mexicanas: Alfonso Cuarón hace películas en Hollywood, ya no hace películas en México. Ese es otro aspecto.
-¿Desde ese punto de vista Venezuela no tendría nunca posibilidades de entrar en los Óscar?
-Ahora agrega otro factor que juega mucho allí: la geopolítica. De pronto aparece una película de Irán mencionada en el Óscar, pero es porque Irán se convierte en un interés geopolítico, porque Hollywood es un termómetro de lo que está pasando en la política americana, toda la vida. Y este país en este momento no le interesa para nada a Hollywood.
-¿Pero si ha habido momentos, no?
-¿Cómo cuáles?
-El intento de Cuba en los 60 de introducir su ideología en Venezuela o el arribo de Hugo Chávez al poder.
-Pero no había películas que hablaran de eso. Ese es otro problema del cine venezolano. ¿Los argumentos del cine venezolano le interesan a esa gente que da el Óscar? No. Por ahora Venezuela no es un país atractivo y en el caso de que pudieran haber películas postuladas, a esa gente no les interesan. Ese es un factor importantísimo, y eso no se dice, el carácter político que tiene el Óscar. Tampoco hay películas venezolanas que pudieran interesar sobre los componentes políticos que están ocurriendo hoy. A todo eso agrega entonces las propias películas, las quejas eternas: que si los guiones, las actuaciones, todo lo que se critica siempre.
-¿Y cree que eso sigue siendo así?
-Yo creo que no. Los cineastas hoy en día han aprendido la lección, y ahora manejan las nuevas tecnologías, que son complicadísimas; han abierto la temática. Antes estaban como muy reducidas al delincuente que huye por las quebradas, a las prostitutas, y la carga ideológica que había en los cineastas de antes. A pesar de la presión del Gobierno, los muchachos tratan de desembarazarse de las películas ideológicas que se hacían en los años 60, 70, 80. Y hay nuevos cineastas de mucho talento y películas que merecerían ser consideradas para el Óscar ¿Cómo no? Sin embargo, hay estas reticencias que son inexplicables.
-Apartando el Óscar. Nos quitamos la idea de ser nominados alguna vez. Pero hay festivales internacionales a los que Venezuela accede, pero no gana. ¿Qué pasa allí?
-En las primeras ediciones del Festival de La Habana Venezuela venía con muchos premios (en los 80). El problema nuestro del cine es que sufre de epilepsia. De pronto hay una cosa entusiasta, un momento de auge, se hacen 10 películas importantísimas; de pronto, un vacío, un silencio, pasan años, y vuelve... Hay una infrecuencia de las películas con el espectador, que hace que estos se desorienten, se desconcierten. El cineasta tiene que hacer una película todos los años para mantener el oficio vivo, y manejar las nuevas tecnologías. Las películas son desiguales, van y vienen. El problema de la cinedramaturgia, tiene que haber ritmo, intención, intensidad y el cineasta no se la da.
-¿Y cómo se hace para estabilizar ese ritmo y que no sea epiléptico?
-Hay que hacer películas. Los bailarines, por ejemplo, tienen que bailar, y foguearse y hacerse la musculatura. Falta fogueo de cinedramaturgia. El problema es que el cineasta hace su película y espera que sea un éxito, que vaya a Cannes y que gane un Óscar, pero el camino que va de sus aspiraciones a la realización de éstas, pasa por el espectador y ese es un misterio. Si no le gusta a la gente tienes que hipotecar la casa, el cine te puede hacer rico o te puede arruinar. Lo que no se sabe, ni se ha estudiado, es cuál es la relación entre mi obra y los espectadores, ¿cómo se mide eso? ¿cómo se mide su reacción? ¿a dónde va el gusto?
-¿El público está conectado con lo que se llama "buen cine"? ¿Cómo se explica que Er Conde lleve dos años como la más taquillera de las venezolanas?
-Para no hablar de ese caso, Los ángeles de Charlie, el gran éxito, al lado de otras películas importantísimas. El gusto del público no se mide por el cine, midámoslo por la política: y veamos las últimas elecciones en Venezuela: ¿estamos eligiendo a quién? A un tipo que no tiene la menor idea de lo que significa el ejercicio político. El país en materia de gustos cinematográficos está mal, somos nosotros, un pequeño grupo de intelectuales, sensibles, el que puede apreciar una buena película.
-¿Y es suficiente con la crítica o hace falta influir en los programas educativos, para que eso cambie?
-Yo hice tanta crítica durante años y de pronto descubrí que la gente decía: "Esta película la recomienda Izaguirre; mejor es que veamos esta otra", entonces iban a ver Los ángeles de Charlie, y no una de Kurosawa. Me di cuenta de que es inútil, los críticos de cine no son los que orientan a un espectador.
-¿Pero eso lo dice como el producto de la decepción de tantos años o es así en todos los países y la crítica no sirve para nada?
-No sé en todos los países, pero en este no funciona. Yo entendí que la crítica era como un servicio público, una cosa de orientar, en vez de gastar tu dinero en esta película, gástala en esta, esa era la intención.
-¿Y al cineasta le sirve la crítica?
-Los cineastas odian a los críticos, es decir, el autor, cualquiera que sea, odia al tipo que le va a decir, "Tu obra no es buena". Eso no le gusta a nadie, a la gente le encanta que le digan su obra es muy buena. Yo hice muchos enemigos en el cine venezolano por eso. En una época, a Rubén Monasterios en teatro y a Rodolfo Izaguirre en el cine, que teníamos columnas en El Nacional, nos llamaban "Los mascavidrios", una ferocidad que ya hoy no haría. Por eso no hago crítica de cine, en una época fui muy duro, pero es que hay que ser duro, así sea tu amigo.
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