El silencio oficial
El Nacional 3 DE ENERO 2013 -
Ya pueden hablar lo que quieran y ni siquiera lo hacen: los voceros oficiales se niegan a entregarle al país una información detallada, específica y rotunda sobre las condiciones de salud del Presidente de todos los venezolanos. Quiérase o no, están en una encrucijada provocada por ellos mismos, porque han insistido tanto en la inmensidad de la presencia del mandatario nacional que hoy, en medio de este silencio o de esta mezquindad de información, el país termina por preguntarse qué es lo que realmente nos quieren esconder desde el poder.
Esta es la gran paradoja que ninguno de ellos se esperaba: que, como un acto de compasión y solidaridad con alguien enfermo en estado terminal, el país entero exigiera y estuviera a la expectativa de la salud del Presidente de todos los venezolanos, sean estos opositores o partidarios del oficialismo. Este no es un país de gente maluca, de odiosos personajes que desean el padecer de un ser humano, sino, muy al contrario, es una nación decente, solidaria con quien sufre y con quien, por encima de sus actos, merece la compasión y el apoyo.
Qué lastima que Chávez no haya inculcado a sus seguidores ese aprecio por la vida que siempre han tenido los venezolanos, el respeto por la diferencia y por la libertad de criterio. Cuando Bolívar se atrevió a decretar la guerra a muerte creó un monstruo que casi nos devora a todos, pues Boves arrasó y asesinó a centenares de venezolanos, porque se sentía con derecho a ello como respuesta a un disparate de Bolívar que autorizaba la degollina si política o militarmente alguien era sospechoso de estar en contra de la revolución de los independentistas.
Ahora volvemos a lo mismo, si seguimos al pie de la letra las declaraciones de los líderes bolivarianos. Pareciera que existe una conspiración armada para evitar que se lleve a cabo una transición hacia lo que debe ser un proceso institucional y democrático. Todos nos preguntamos a qué realmente le temen el Gobierno y el oficialismo, cuando tienen ante sí una oposición que se mantiene serena y exige, como es lógico, que se cumplan los términos establecidos en la Constitución nacional. Si no lo hiciera, como es su deber, sería cómplice de todas las artimañas y trapisondas que desde el poder se están armando para hacer de la Constitución algo parecido a un rollo de papel sanitario.
Lo más grave y peligroso es que desde el Gobierno no se dan cuenta de que cada día, con su arbitrario comportamiento, convierten la carta magna en algo desechable, y que ello le da pie a cualquiera a invalidarla a su voluntad y brutalidad.
Es necesario que se considere, sin barbaridades ideológicas, la necesidad urgente de un entendimiento, necesario y posible, para darle tranquilidad al país. El oficialismo cree tener en sus manos la inmensa capacidad de controlar la situación política. Nada menos cierto, y vale la pena que lo piensen. La situación se les puede escapar de las manos.
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