Con brigadas violentas Cuba consolidó su revolución
Armados con pistolas y palos, los colectivos cubanos mantienen la represión en la isla.
Mujeres partidarias del Gobierno participan en un acto de repudio a las Damas de Blanco (Efe)
FRANK LÓPEZ BALLESTEROS | EL UNIVERSAL
viernes 28 de febrero de 2014
Con una perfeccionada estrategia de represión que engavetó los largos arrestos, torturas y fusilamientos a opositores cubanos, el Gobierno de Raúl Castro viene aplicando cambios en los métodos con los que la seguridad del Estado logró por la fuerza consolidar la revolución.
Cuba viene recurriendo con más frecuencia a sus grupos parapoliciales, como las "Brigadas de Respuesta Rápida (BRR)", nacidas en la década de 1980 con la misión de agredir física y verbalmente a la disidencia para infundir miedo y aplacar futuros focos adversos.
Con unas 6.400 detenciones arbitrarias por motivos políticos en Cuba en 2013, el Gobierno raulista optó por arrestos de corto alcance, agresiones físicas moderadas, multas e intimidación en las calles contra opositores, que mantiene a la sociedad con el mismo sentimiento de indefensión.
En un sistema donde la lealtad era un requisito esencial y la disidencia un delito, la Cuba de Fidel Castro conformó las BRR con funcionarios de seguridad, población adepta al proceso, policías de civil, delincuentes y militantes del Partido Comunista, que estaban armados con pistolas o palos.
Con golpizas, asaltos, ataques verbales, las BRR fueron el mayor muro de contención en los años más duro de la represión de la dictadura cubana.
"Las brigadas se enfocaron en los 80 en aquellos cubanos que deseaban abandonar el país. A partir de 1990 la emprendieron contra los defensores de derechos humanos, hasta ir finalmente focalizándose en cualquier opositor o activista", escribía desde La Habana el disidente y activista cubano Antonio Rodiles.
En la actualidad, estos grupos formados en su mayoría por agentes pagados por el Ministerio del Interior, "trabajan quirúrgicamente en evitar la propagación de los focos de descontento o de libre pensamiento dentro de la población cubana", advertía el opositor, quien ha estado varias veces detenido.
Las Damas de Blanco, movimiento integrado por esposas y familiares de presos políticos, fue una de las que más sufrió acoso por parte de estos grupos en 2013, reveló la independiente Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn).
Desde que asumió el poder en julio de 2006, Raúl Castro apostó por revivir los llamados "actos de repudio" y acciones vandálicas ejecutadas por las brigadas, a diferencia de las largas condenas con las que su hermano marcó el régimen.
Linchamiento verbal
Las Brigadas de Respuesta Rápida son las ejecutoras de los "actos de repudio", que nacidos en los años 80, consistieron en hechos de agresión verbal o linchamiento.
"Esta práctica la sufrían los activistas de derechos humanos, periodistas y bibliotecarios independientes, miembros de organizaciones civiles no oficiales, entre otros", explicaba Eloy González, médico cubano exiliado en Estados Unidos, que maneja un proyecto en respaldo a la medicina.
González recuerda que era el "Gobierno a través de su policía política la que se encargaba de organizar estos actos, arreando a una turba de maleantes que se situaba al frente de las viviendas de los opositores sin que ellos pudieran salir ni entrar a sus casas por horas y a veces días".
Los brigatistas -explicaba el médico- comenzaban a gritar "¡ahí dentro están los gusanos, parece que tienen miedo, no salen, si salen los vamos a 'partir' (agredir)!".
Esta mezcla de brutalidad parapolicial ha sido exportada por Cuba durante años como parte de su aparato y estrategia de seguridad cuyo objetivo es lograr la sostenibilidad de los regímenes que atraviesan serios reclamos democráticos.
Conforme la violencia se institucionalizó, el Gobierno de los Castro propagó un discurso de unión y pacificación social -un llamado a la paz mundial-, que por años ofreció una imagen cándida de una revolución socialista, que en la actualidad tiene 87 presos políticos, como denuncia en enero la Ccdhrn.
Frlopez@eluniversal.com
Twitter: @Franchuterias
Cuba viene recurriendo con más frecuencia a sus grupos parapoliciales, como las "Brigadas de Respuesta Rápida (BRR)", nacidas en la década de 1980 con la misión de agredir física y verbalmente a la disidencia para infundir miedo y aplacar futuros focos adversos.
Con unas 6.400 detenciones arbitrarias por motivos políticos en Cuba en 2013, el Gobierno raulista optó por arrestos de corto alcance, agresiones físicas moderadas, multas e intimidación en las calles contra opositores, que mantiene a la sociedad con el mismo sentimiento de indefensión.
En un sistema donde la lealtad era un requisito esencial y la disidencia un delito, la Cuba de Fidel Castro conformó las BRR con funcionarios de seguridad, población adepta al proceso, policías de civil, delincuentes y militantes del Partido Comunista, que estaban armados con pistolas o palos.
Con golpizas, asaltos, ataques verbales, las BRR fueron el mayor muro de contención en los años más duro de la represión de la dictadura cubana.
"Las brigadas se enfocaron en los 80 en aquellos cubanos que deseaban abandonar el país. A partir de 1990 la emprendieron contra los defensores de derechos humanos, hasta ir finalmente focalizándose en cualquier opositor o activista", escribía desde La Habana el disidente y activista cubano Antonio Rodiles.
En la actualidad, estos grupos formados en su mayoría por agentes pagados por el Ministerio del Interior, "trabajan quirúrgicamente en evitar la propagación de los focos de descontento o de libre pensamiento dentro de la población cubana", advertía el opositor, quien ha estado varias veces detenido.
Las Damas de Blanco, movimiento integrado por esposas y familiares de presos políticos, fue una de las que más sufrió acoso por parte de estos grupos en 2013, reveló la independiente Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn).
Desde que asumió el poder en julio de 2006, Raúl Castro apostó por revivir los llamados "actos de repudio" y acciones vandálicas ejecutadas por las brigadas, a diferencia de las largas condenas con las que su hermano marcó el régimen.
Linchamiento verbal
Las Brigadas de Respuesta Rápida son las ejecutoras de los "actos de repudio", que nacidos en los años 80, consistieron en hechos de agresión verbal o linchamiento.
"Esta práctica la sufrían los activistas de derechos humanos, periodistas y bibliotecarios independientes, miembros de organizaciones civiles no oficiales, entre otros", explicaba Eloy González, médico cubano exiliado en Estados Unidos, que maneja un proyecto en respaldo a la medicina.
González recuerda que era el "Gobierno a través de su policía política la que se encargaba de organizar estos actos, arreando a una turba de maleantes que se situaba al frente de las viviendas de los opositores sin que ellos pudieran salir ni entrar a sus casas por horas y a veces días".
Los brigatistas -explicaba el médico- comenzaban a gritar "¡ahí dentro están los gusanos, parece que tienen miedo, no salen, si salen los vamos a 'partir' (agredir)!".
Esta mezcla de brutalidad parapolicial ha sido exportada por Cuba durante años como parte de su aparato y estrategia de seguridad cuyo objetivo es lograr la sostenibilidad de los regímenes que atraviesan serios reclamos democráticos.
Conforme la violencia se institucionalizó, el Gobierno de los Castro propagó un discurso de unión y pacificación social -un llamado a la paz mundial-, que por años ofreció una imagen cándida de una revolución socialista, que en la actualidad tiene 87 presos políticos, como denuncia en enero la Ccdhrn.
Frlopez@eluniversal.com
Twitter: @Franchuterias
De huelgas y protestas
ARMANDO SCANNONE | EL UNIVERSAL
viernes 28 de febrero de 2014 12:00 AM
Las justas protestas estudiantiles hacen recordar las huelgas ocurridas en Polonia en 1980, -precedidas por la resistencia civil desde 1964-. En pleno verano, agobiados por la falta de pan y el aumento excesivo del precio de la carne, los obreros del astillero de Gandst, ignorando amenazas, plantearon sus reivindicaciones y formaron un comité de huelga, al cual se incorporó el obrero metalúrgico Lech Walesa.
Al extenderse la huelga, el Gobierno ofreció elevar el salario. Los obreros, con la solidaridad del pueblo, no cedieron. Finalizando el verano, fue autorizado el Sindicato Solidaridad, en el cual Walesa, católico no comunista, desempeñó el papel fundamental que le valió ser Presidente y recibir el Premio Nobel de la Paz; a pesar de que los comunistas lo señalaron como colaboracionista con el Gobierno. Esto fue, a grandes rasgos y con alguna inexactitud, lo sucedido hasta setiembre de 1981. Las intervenciones del Cardenal Karol Wojtila, futuro Juan Pablo II, y la actitud de la Sra. Tatcher y del Presidente Reagan, contribuyeron al logro de los cambios subsiguientes.
El proceso guarda similitud con el actual movimiento estudiantil. Éste ha pasado de manifestarse en las universidades como genuinamente estudiantil, sin intervención de políticos, a ser nacional, con el apoyo, solamente, de María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López; pero conservando su carácter original.
Las reivindicaciones estudiantiles no sólo son negadas por el Gobierno, sino reprimidos con ensañamiento y acusados falsamente. El movimiento estudiantil ha respondido ampliando sus reivindicaciones, incluyendo unas de alcance nacional. Ante semejante firmeza el Gobierno ha reculado en algunas áreas, pero procurando, infructuosamente, desarticularlo y debilitarlo.
La MUD se incorporó al movimiento convocando una marcha "Por la Vida y por la Paz", sin referencia directa al movimiento estudiantil. Simultáneamente, el Gobierno movilizó su clientela, también "Por la Paz"; y luego el Presidente ha convocado una reunión "Por la Paz", también los motorizados, con el propósito de distraer respecto de los objetivos del movimiento genuinamente estudiantil y ciudadano; al mismo tiempo que se agita el fantasma de una eventual guerra civil cuya posibilidad es y será rechazada por toda la sociedad.
Aunque ardua, cabe esperar que la lucha estudiantil y ciudadana no será prolongada. Igualmente cabe esperar que la firmeza del movimiento detendrá la escalada de violencia gubernamental, haciendo posible que un eventual diálogo sea respondiendo civilizadamente a las demandas estudiantiles y en condiciones equitativas. De otra manera sería pedir obediencia y sumisión bajo amenaza de la violencia que ya ha costado más de una docena de vidas, más de un centenar de heridos y casi medio millar de detenidos maltratados con saña. ¿Podrá el Gobierno llegar a entender que el verdadero gobierno radica en el pueblo, quien lo delega en sus representantes, pero conservando el derecho de vigilar su desempeño y de corregirlos cuando se desmandan?
ascannone@gmail.com
Al extenderse la huelga, el Gobierno ofreció elevar el salario. Los obreros, con la solidaridad del pueblo, no cedieron. Finalizando el verano, fue autorizado el Sindicato Solidaridad, en el cual Walesa, católico no comunista, desempeñó el papel fundamental que le valió ser Presidente y recibir el Premio Nobel de la Paz; a pesar de que los comunistas lo señalaron como colaboracionista con el Gobierno. Esto fue, a grandes rasgos y con alguna inexactitud, lo sucedido hasta setiembre de 1981. Las intervenciones del Cardenal Karol Wojtila, futuro Juan Pablo II, y la actitud de la Sra. Tatcher y del Presidente Reagan, contribuyeron al logro de los cambios subsiguientes.
El proceso guarda similitud con el actual movimiento estudiantil. Éste ha pasado de manifestarse en las universidades como genuinamente estudiantil, sin intervención de políticos, a ser nacional, con el apoyo, solamente, de María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López; pero conservando su carácter original.
Las reivindicaciones estudiantiles no sólo son negadas por el Gobierno, sino reprimidos con ensañamiento y acusados falsamente. El movimiento estudiantil ha respondido ampliando sus reivindicaciones, incluyendo unas de alcance nacional. Ante semejante firmeza el Gobierno ha reculado en algunas áreas, pero procurando, infructuosamente, desarticularlo y debilitarlo.
La MUD se incorporó al movimiento convocando una marcha "Por la Vida y por la Paz", sin referencia directa al movimiento estudiantil. Simultáneamente, el Gobierno movilizó su clientela, también "Por la Paz"; y luego el Presidente ha convocado una reunión "Por la Paz", también los motorizados, con el propósito de distraer respecto de los objetivos del movimiento genuinamente estudiantil y ciudadano; al mismo tiempo que se agita el fantasma de una eventual guerra civil cuya posibilidad es y será rechazada por toda la sociedad.
Aunque ardua, cabe esperar que la lucha estudiantil y ciudadana no será prolongada. Igualmente cabe esperar que la firmeza del movimiento detendrá la escalada de violencia gubernamental, haciendo posible que un eventual diálogo sea respondiendo civilizadamente a las demandas estudiantiles y en condiciones equitativas. De otra manera sería pedir obediencia y sumisión bajo amenaza de la violencia que ya ha costado más de una docena de vidas, más de un centenar de heridos y casi medio millar de detenidos maltratados con saña. ¿Podrá el Gobierno llegar a entender que el verdadero gobierno radica en el pueblo, quien lo delega en sus representantes, pero conservando el derecho de vigilar su desempeño y de corregirlos cuando se desmandan?
ascannone@gmail.com
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