martes 10 de mayo de 2011
el eterno retorno...
Este mundo del siglo xx también ofrecerá, a despecho de los acentuados nacionalismos, fuerte carácter internacional y cosmopolita. La industria y las comunicaciones nivelan el planeta. Como estímulo supremo, el bienestar, lo confortable, la búsqueda de unos placeres medios que cubran los cinco sentidos. Hace falta dinero, abundantes capitales para sostener los niveles en lo privado y en lo nacional. Fiebre económica, lucha por supremacías comercial e industrial. Flotas de guerra, venenos para suprimir pronto a mucha gente y aclarar las perspectivas internacionales. Sobran habitantes. No hay más que la gente inculta o pazguata que se case para aumentar la población. Los países delanteros disminuyen cada año el coeficiente de natalidad. Al mismo tiempo se va notando falta de brazos laborantes que se trasladen a las regiones menos pobladas, o para destripar la tierra, en demanda de carbón y petróleo, que encienden aún más las codicias que los hornos. La Sociedad de Naciones, caricatura de los poderes espirituales de antaño, se abstiene de lanzar excomuniones contra los países muy armados de artillería y de moneda, que machacan a pueblos pequeños e indefensos. La hostia de gracia en que comulgan todos es la libra o el dólar, que también son redondos. Ungidos con esa fe, todo el que puede peregrina frenético a través del planeta para tener el placer de comprobar que todo él es más o menos la misma cosa. Por doquiera el mismo inglés gangoso, el mismo jazz-band; la misma noticia sacude al mismo tiempo al australiano y al danés, lo que nivela los temas de conversación. Todos los pueblos pretenden ser ellos los más lindos y los mejores, pero en ninguna parte oímos que los extranjeros les hagan justicia. Se debe tal pecado -dicen- a pura ignorancia. Se organizan propagandas y hasta simulaciones. [En 1929 aparecía así el mundo.]
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Tomado del blog:
http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/americocastro/algodeedadmedia.htm
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