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Las verdades de
la enfermedad del
Presidente Chávez
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Pocas cosas se saben de la intimidad del actual inquilino de Miraflores en los casi trece años que tiene al frente de los destinos del país. Salvo que tras haber sido un fumador empedernido dejó el cigarrillo hace unos meses mientras sigue siendo un altísimo consumidor de café negro. Igualmente su desorden alimenticio inspirado en reminiscencias de Sabaneta donde el pisillo de chigüire es una de sus predilecciones. Sus horarios, quizás por inspiración o modelaje de su mentor cubano, van a la inversa del común denominador de los mortales. Recuerden aquel ministro que confesó las llamadas a las tres de la madrugada para que se fuera de inmediato a La Casona y allí conversar del ultimo encuentro de béisbol que acababa de ver en la televisión cerca de la medianoche. Añádale a ello las angustias vivenciales, aumentadas tras los sucesos del 2002, también sugeridas por sus agentes de seguridad cubanos, de cambiar de residencia o sitio de dormir con mucha frecuencia.
Desplazamientos entre el Palacio de Miraflores, La Casona o Fuerte Tiuna han sido una constante para el comandante presidente cuya ausencia de una vida familiar estable ha de afectarlo, de alguna forma, en su salud. Las constantes gripes, de las que no ha disimulado su mucosidad en las cadenas o los Aló Presidente, han sido permanente motivo de conversación en la república bolivariana. Los médicos por él consultados siempre le han hablado de la somatización de los tantos problemas que confronta como único líder de la revolución y por ende como el único responsable de todo lo malo -y bueno- del proceso revolucionario que cada día muestra mas fallas que aciertos, mas problemas que soluciones, mas retrocesos que avances y mas divisiones que unidad.
Todos estos factores los expongo para entender lo que de repente le sucede a Hugo Rafael Chávez Frías, un ser humano como cualquiera de nosotros, al que un cuerpo cargado de abusos físicos y mentales comenzó a cobrarle su falta de atención personal. “Yo soy el único líder”, “Todo es achacable a mi pues soy el único que manda y ordena”, “Sin Chavez no hay revolución”, “La responsabilidad final es mía”, “Hagan las cosas bien pues la gente me echará la culpa a mi” y así otro centenar de frases repetidas de forma permanente en lo que son mas de 2.200 cadenas mediáticas y mas de 4.000 horas de cháchara nacional desde 1999. El mismo que ahora tiene semanas de silencio.
LOS SINTOMAS
A finales de febrero o principios de Marzo el comandante sintió problemas para orinar. De inmediato se hizo ver por un eminente médico urólogo del Hospital de Clínicas Caracas quien lo atendió en el llamado Hospitalito de Fuerte Tiuna. Fue allí el primer alerta que tuvo de su condición prostática por lo que le recomendaron tratamiento y chequeo permanente de su antígeno o PSA. Mas tarde, hacia el mes de mayo, el presidente desarrolló una “carnosidad anal” que le fue operada en el mismo Hospitalito militar.
Los galenos que lo atendieron -el mismo del HDCC y otro infectólogo-inmunólogo del Centro Médico de Caracas- le recomendaron cuidarse mucho más y llevar las cosas con mas calma por un período prudencial. Dudando de los consejos de estos profesionales (paradójico que al final estos y dos médicos mas son los que lo salvarán días mas tarde) y haciendo uso de su proverbial autosuficiencia en fase de “sabelotodo” ignoró la recomendación profesional para meterse de lleno en cadenas y movilizaciones de la Misión Vivienda y los apagones eléctricos, desesperado ante la ineficiencia de sus colaboradores, las muchas manifestaciones a lo largo y ancho del país y los otros problemas no solucionados en la docena de años del proceso.
Otro malestar, esta vez de la rodilla, lo afectó a los pocos días. Obligado por un médico traumatólogo de la clínica El Avila, recomendado por otro paciente, Ali Rodriguez, tuvo que guardar reposo ante el daño en su rotula. El médico, gran conversador, usó su simpatía personal (hasta le contó que tenia una pipa ensalmada de Rómulo Betancourt) para convencerlo de la necesidad del reposo y de cuidar su pierna. La visita del ex presidente de Brasil, Lula da Silva, anunciándole que la presidenta Rouseff lo recibiría tras haber cancelado cuatro veces su encuentro, lo hizo desplazarse a Brasilia para luego seguir a Ecuador, donde también se habían suspendido varias veces los encuentros bilaterales, y rematar en Cuba donde el dolor y malestar en su obesa humanidad, aunado a un mareo repentino cuando estaba conversando con Fidel, hizo que los médicos cubanos le hicieran un chequeo que condujo a la primera operación en suelo antillano.
De allí la primera confesión pública “del absceso” en medio del acostumbrado secreto informativo rojo rojito. Afortunado, como ha sido en toda su vida el caudillo venezolano, tuvo la suerte que el medico español que había operado hace años a su mentor Fidel estaba en La Habana para el chequeo semestral del dictador cubano
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