domingo 25 de septiembre de 2011
Cultura lenta: La última tendencia mundial
Crece en el mundo el movimiento a favor de la desacel eración en todos los ámbitos de la vida. según los especialistas en nutrición, vivir –y comer– más lento ayuda a prevenir y mejorar enfermedades como la gastritis, la diabetes, la obesidad y el estrés.
Apreciar la comida, degustarla in prisa y hacer de la alimentación el primer pilar de una existencia menos opresora, son los principios del Movimiento Slow, una filosofía de vida que nació en 1987 de la mano del periodista y gastrónomo italiano Carlo Petrini. Se inició como una simple protesta contra la instalación de un fast food en un lugar de incomparable belleza: la Piazza de Spagna de Roma.
Petrini eligió al caracol como “emblema de la lentitud y amuleto contra la velocidad, la exasperación, la distracción del hombre demasiado impaciente para sentir y gustar, ávido para recordar lo que recién ha terminado de devorar”. Al ritmo de su símbolo, la nueva filosofía se extendió a otros aspectos de la vida, como el trabajo, el sexo, la medicina, la educación y la familia, y por el mundo. En la actualidad, suman unos 80.000 adeptos en más de 100 países. “La filosofía Slow consiste en un principio muy sencillo: hay que darle a cada cosa/ momento/ tarea el tiempo y la concentración que necesita y merece. Se trata de hacer las cosas bien, en vez de hacerlas rápido. De favorecer la calidad antes que la cantidad en todo. Se busca un equilibrio entre la rapidez y la lentitud. No se trata de hacerlo todo a paso de tortuga, eso sería una pesadilla tan fea como la de hacerlo todo a paso de liebre, se trata de reaprender el arte de cambiar de marchas, de hacer cada cosa a su tiempo justo”, explicó Carl Honoré, autor canadiense del best seller mundial Elogio de la Lentitud y el mayor referente internacional del Movimiento Slow. Según el escritor, “el Movimiento Slow reúne varias tendencias que ya existen desde hace tiempo (ecologismo, buen vivir y new age). Lo nuevo es que se mira, y se replantea todo, a través de la óptica del tiempo”.
ALIMENTACIÓN EN PRIMER PLANO
Las dos banderas del Movimiento Slow son el placer gastronómico, por un lado, y la reivindicación de ritmos vitales más lentos y meditados, por otro. Busca generar una conciencia colectiva de protección a la alimentación tradicional, basada en productos que reúnan tres características principales: buenos (de calidad), limpios (sostenibles y/o ecológicos) y justos (eliminación de la mano de obra esclava a través de la coproducción, un modelo agrícola menos intensivo, más limpio y en el que quedará reflejado el conocimiento gastronómico de las comunidades locales). Los cultores de la filosofía Slow buscan mejorar su calidad de vida recuperando viejos hábitos que la sociedad moderna arrasó: disminuir la rapidez en la cocina, volver a las recetas de la abuela, reencontrar el placer de la buena mesa, comer y beber lentamente, darse tiempo para saborear los alimentos, disfrutar cocinar, en convivencia con la familia y con los amigos, sin prisa y con calidad. La idea es contraponerse al espíritu del fast food y lo que éste representa como estilo de vida.
ASPECTOS POSITIVOS PARA LA SALUD
El Movimiento Slow se presenta como una reacción, y una opción, a un modo de vida poco saludable. “Estamos aprendiendo que el consumo tiene precio y lo pagamos en salud; el agotamiento, el estrés, la obesidad y todas las enfermedades del consumo se vinculan con nuestra manera de vivir; que tenemos nuestros propios tiempos internos que vale la pena atender; que cuando hacemos menos hacemos mejor; y que comer en familia, sentarse a la mesa, preparar rico y apagar el televisor tiene premio”, explican Roxana Wagmaister, licenciada en nutrición, y Carina Rudistein, psicóloga especialista en adicciones y trastornos de la alimentación.
UNA VIDA CON MÁS COLOR
“Al desacelerar, tenemos también más energía y más salud porque no estamos agobiados por estar siempre corriendo. La calidad se impone sobre la cantidad en todo. Esto se ve mucho en el trabajo donde la lentitud puede aumentar la productividad y la creatividad. Bajar el ritmo también nos da el tiempo y el espacio para meditar, reflexionar y mirarnos a nosotros mismos, conduce a una vida con más color, más textura y más profundidad”, aseguró Carl Honoré.
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