La vida como una expresión del arte
Cuando hablamos de arte, casi de manera inmediata
nuestra mente asocia la palabra con el mundo artístico, la música, la
pintura, la literatura. El arte ha sido definido desde diferentes
disciplinas, ámbitos, rubros y contextos. Sin embargo si llevamos a cabo la
simple y cotidiana acción de buscar la palabra arte en el diccionario, nos
vamos a encontrar con la siguiente definición: “virtud, disposición o
industria para hacer alguna cosa”. La virtud alude a la actividad o fuerza de
las cosas para producir o causar sus efectos, la disposición se relaciona con
la deliberación, con el mandar lo que ha de hacerse y la industria se refiere
a la aplicación del trabajo humano a la transformación de primeras materias
hasta hacerlas útiles para la satisfacción de las necesidades.
Quiero de alguna manera llevarlos a reflexionar sobre lo que el arte significa para cada uno, si alguno asocia más la definición desde la virtud, la disposición o la industria. Simplemente siento que la mezcla de estas tres palabras nos conduce a otra palabra muy rica cuando la alcanzamos en su real dimensión real, entre comillas, porque la actitud viene acompañada de aspectos que no son reales, por lo tanto, ¡existen! Las actitudes generalmente las podemos observar en los demás (más de mí mismo), de las nuestras no somos testigos, por lo tanto generalmente también, no somos conscientes. La actitud según la Real Academia, es la postura del cuerpo humano, disposición del ánimo. Si se fijan, se repite en esta definición la palabra disposición, así es que mucha atención con ella. Desde la Psicología, Allport dijo que es una “disposición psíquica y nerviosa, organizada por la experiencia, que ejerce una influencia orientadora o dinámica sobre las reacciones del individuo frente a todos los objetos o situaciones con los que está relacionado”. Jung destacó la actitud como forma de reacción básica frente a objetos y situaciones en los dos tipos: introvertidos y extrovertidos. Desde el Método Cyclopea de Activación de la Glándula Pineal, el arte se define como la correcta expresión en el plano físico de la experiencia de percepción de la perfección creativa superior. Esta definición, dentro del mismo Método, se relaciona directamente con los Actos Creativos, que aluden a las decisiones que tomamos en cada momento de nuestras vidas, entonces entendemos que un Acto Creativo de baja frecuencia es una decisión que nos traerá consecuencias que no queremos y los de alta frecuencia, los relacionamos con afectos, servicio, solidaridad, salud, etc. Cuando los Actos Creativos se hacen conscientes es cuando el ser humano consciente también de los mismos, eleva su frecuencia vibratoria. Cuando esto sucede, ese mismo ser humano pone de manifiesto al ser creador inherente a su experiencia y finalmente comienza a crear la vida con arte. La vida se desarrolla en un constante aquí y ahora y debemos hacernos conscientes de nuestras actitudes; serán éstas las que nos lleven a generar los Actos Creativos tan importantes en nuestras creaciones, porque la actitud nace también del sentimiento, de las emociones. Actualmente toda la educación se enfoca en la acumulación de datos, los mismos no ayudan para nada en el proceso de reconocer sentimientos, emociones y actitudes, no existe una disposición a… La invitación es que por lo menos hoy, la palabra conecte con el sentimiento de aceptación y aparezca en nuestro escenario la protagonista de todas las actitudes, esa actitud que nos conducirá a desatar la cinta del regalo de la felicidad, ese estado pleno que llega de la mano de un agradecimiento puro y transparente, sentido desde lo más intrínseco de nuestra alma. Esa actitud es la actitud de agradecimiento y siempre SANA. Existen tantas cosas por las cuales agradecer: ver, oír, caminar, respirar. Para un rato, respira, repasa tu actitud de agradecimiento, haz el 1 – 2 – 3 y comienza aCREAR TU VIDA. Anni Ossandón anni.tierraluna@gmail.com |
Los Códigos en el Arte.
Las Musas, esas diosas que soplaban en los corazones de los
hombres las inspiraciones de sus más geniales obras, han sido consideradas en
la tradición del arte las autoras reales de las manifestaciones creadoras de la
humanidad. Hoy, las opiniones se dividen entre los que siguen creyendo en esas
deidades guiadoras y llevan a
cabo su magnificencia y quienes han descubierto que más allá de esas
creaciones, detrás de todos los grandes artistas hay códigos ocultos, puestos
por ellos mismos para señalar a unos pocos elegidos, ciertas claves que
descifrarían procesos históricos no revelados, así como cálices o conjuros que
traerían la inmortalidad, o al menos, algún tipo de poder para dominar al
mundo.
¿Códigos humanos o divinos?
Cuando nos enfrentamos a la elusiva sonrisa de la Gioconda de Da Vinci, o nos extasiamos en el
fresco plasmado por Miguel Ángel en la
Capilla Sixtina, el alma se impregna de algo sagrado y nos vuelve grandes y
sublimes. Entonces nos preguntamos por qué creaciones como éstas conservan su
trascendencia a través de los siglos y de los cambios históricos. E intuimos
que hay algo eterno que nos pertenece e identifica con un origen que va más
allá de nuestra propia y débil percepción de
lo insondable, donde no caben reinterpretaciones que aclaren nuestras dudas
terrestres.
En este último tiempo, la prolífica obra de Leonardo Da Vinci ha
llenado páginas y páginas de libros, estudios y medios de comunicación. Por
desgracia el motivo principal de esa atención no ha sido la magnificencia de su
obra sino la aparición de un best seller que busca en las creaciones del genio
códigos que supuestamente servirían a la faceta más oscura del hombre que se
mueve entre ambiciones y supuestos legados, orgullo e ignorancia, en lugar de
revelar la mano divina que las inspiró más allá de su propia intención, como
seguramente habría querido seguir recordado el gran maestro.
¿Qué intenciones de los hombres los llevan a buscar respuestas
misteriosas y conspirativas en estas creaciones?
Tal vez se han trastocado los valores de identificación y en
lugar de hacernos parte de la herencia de perfección creadora del hombre a la
que debe aspirar y ser, hemos puesto por delante aquellas creaciones
intermedias, donde los opuestos juegan el rol principal para enfrentarnos
constantemente a los vaivenes de nuestras propias limitaciones.
La necesidad del hombre de descifrar los códigos de su
existencia y el por qué de ella, lo hace también buscar reconocerse en quienes
pudieran tener una respuesta y ella debiera estar, en este caso, en la
capacidad de asombro que se abre para recibir la influencia e identificación en
la inspiración de lo bello y perfecto que nos llega a través del arte.
Códigos reveladores
A los códigos Da Vinci sucedieron el de Velásquez, y el de
Rembrand, entre otros. ¿Existirán también claves en la pintura de Van Gogh y su
oreja cortada, o Goya y sus monstruos de su última etapa? Seguramente, sólo hay
que saber buscarlos.
La magia espacial de M.C. Escher, o los frac tales de Jackson
Pollok, entre otros buscadores de las grandes respuestas del Universo, bien
podrían contener fórmulas matemáticas encaminadas a revelar el origen de la
vida física, la presencia de mundos paralelos, o lo insondable de las múltiples
opciones disponibles en nuestras creaciones cotidianas. Hoy, la ciencia, más allá de entender
o juzgar las obras de aquellos artistas cuyas inspiraciones los llevaron a
expresar lo invisible sin comprender cabalmente el por qué de sus
realizaciones, está confirmando sus creaciones como perteneciente a lo real de
la manifestación… frente a lo cual todo lo demás son meros resultados. ¿Sería
ese el caso de Pollok?
Como ejemplo de ello, según las investigaciones del matemático
Mandelbrot, un objeto es auto similar o auto semejante si sus partes tienen la
misma forma o estructura que el todo, aunque pueden presentarse a diferente
escala y pueden estar ligeramente deformadas. Un fractal natural es un elemento
de la naturaleza que puede ser descrito mediante la geometría fractal. Las
nubes, las montañas, las olas en el océano, el sistema circulatorio, las líneas
costeras o los copos de nieve de Koch son fractales naturales. Y va aún más
lejos, pues las propiedades atribuidas a los objetos fractales ideales, como el
detalle infinito, tienen límites con el mundo natural confirmando así la
vastedad indescubrible y sólo apenas percibida del universo en el cual estamos
inmersos.
Hokusai, artista prolífero de la era Edo, cuyas obras pueden
verse en el museo de arte de Kitakushu ha sido uno de los principales
exponentes de la teoría fractal. Cuando el sabio francés Mandelbrot define lo
que es un fractal pone como ejemplo la gran ola de Hokusai, donde encima de
ella hay otras olitas de la misma figura que de la original. El artista había
dado con la estructura fractal de la naturaleza y lo había plasmado en su obra.
No ha sido el único. Hoy son muchos los artistas que conscientemente han unido
el arte a las matemáticas del universo…pero ¿Qué fue primero?
¿Podríamos pensar que Beethoven aplicaría intuitivamente esta
progresión en su música caracterizada por las repeticiones melódicas como el
eco de una cadencia única que se proyecta de sí misma? ¿Inspiración pura o
códigos reveladores de una poderosa influencia invisible? Por otra parte,
sabemos que el poeta chileno-alemán Mario
Markus usó conscientemente esta fórmula fractal como punto de unión entre el
arte y la ciencia. Conscientes o no de la profundidad de su obra, el caso es
que los códigos artísticos se multiplican como los fractales en el infinito del
mar de la creación. Por algo la ciencia hoy señala: El universo es un gran
holograma compuesto de infinitas partes y cada parte contiene en sí misma el
holograma entero. Y esto nos incluye también a todos nosotros como integrantes
del universo.
Lo Real es en lo Invisible
Itzhak Bentov, doctor en ciencias biomédicas, señala que lo real
existe en lo invisible e ilimitado a lo que no se puede acceder desde nuestro
campo de acción y ese “momentum” es esa desaparición en lo infinito, ilimitado,
eternamente actuante de lo desconocido. Todo
lo demás son meros resultados.
Entonces ¿Qué esconde realmente la iluminación de los grandes
creadores? ¿Qué hay realmente detrás de los códigos, Da Vinci, La Música de Mozart, los libros sagrados,… qué
encierran los cuentos tradicionales, las leyendas y toda creación inspirada?
¿Qué hace que hoy se revele a través de algunos estudiosos que la Biblia es un ordenador mutante que va mas
allá del tiempo y el espacio revelando los acontecimientos en un sinfín de
probabilidades, cuando en realidad parecen haber sido sólo textos históricos
relatados por testigos inspirados?
A pesar de que existen más de mil definiciones de Arte, hay una
que enuncia el arte de la vida, presente en todos los actos cotidianos del
hombre desde el más simple hasta las grandes obras que perduran en la sociedad
a través del tiempo: “ARTE es la correcta expresión creativa, externalizada, de
la percepción de la perfección creadora superior”. Y eso tiene que ver con el
punto de partida de la inspiración que se define mediante la intensidad del
sentimiento como agente impulsador y la atención como el punto referencial para
la manifestación.
Así se resuelve el acto creador del hombre. A veces, ignorando
esta condición primordial de inspiración, bajo la apariencia de una técnica
encantadora sólo para mostrar a veces, el paso efímero de una conducta social
donde su atención se ha fijado, y en otras ocasiones a través de las obras que
perduran e influyen en el tiempo y en la humanidad, donde su rol de expresión
conecta con los hilos de la inspiración superior, magnífica, anclada en el
origen del todo y de sí mismo. Por experiencia, el creador termina
comprendiendo que ahí donde dirige su atención es lo que inspirará su obra y por supuesto también su vida y
que su tarea es elevarla, allá donde se pierden los actos humanos para encontrarse
con la mirada de Dios.
¿Por qué una obra se hace famosa?
Toda inspiración donde el artista busca identificarse con su
dáimón, va a influir en quien participa de su creación. El ser así guiado, que es capaz
de crear una gran obra, ha revelado en si mismo esa potencia a través de alguna
facultad, aún dormida en los demás pero no por eso ausente, donde logra que
quienes participen de ella, sean capaces de reconocerse en su interpretación.
Las grandes obras, aquellas que tocan el espíritu del ser, aquellas que
permanecen fuera del tiempo y los aconteceres, las que influyen en una era
cambiando a veces el curso de la historia, se revelan cuando el autor
logra traspasar los velos
de su propia creación para tocar humildemente las cuerdas celestes del Gran
Creador perfecto, del cual es hecho a imagen y semejanza y recupera su herencia original por
ese instante supremo. Allí subyace el gran segundo argumento de toda creación
humana, sólo accesible desde
la identidad divina que somos y anhelamos recuperar.
Detrás de cada inspiración donde la atención creadora se ha
fijado en un propósito sublime (que puede ir desde escribir un cuento para
niños, o a través de esa misma u otra idea dar un mensaje social, hasta querer
extraer desde la matriz de lo inmanente la manifestación de lo absolutamente
nuevo, bello e influyente) hay un efecto que sobrepasa las leyes de expresión
física para encenderse en el fuego insustento de la gran creación original.
Una técnica extraordinaria, genera un excelente técnico o a un
excelente constructor, no hace al artista. Una inspiración magnífica con una
buena técnica es otra cosa; lo que vuelve a un ser un gran creador, es la
calidad y origen de su inspiración y su capacidad para expresarla lo más
cercana al punto cero de su extracción.
Los códigos existen y están aquí.
En ese acceso a niveles superiores, fuera de las limitaciones de
nuestro estado, sí hay un código oculto. Pero no tiene nada que ver con los que
nos imponen los casuales descubridores de los meros resultados comprobables,
sino con la gran creación y el salto cuántico de manifestación. Ahí está ese
segundo argumento traslapado en cada libro revelando los misterios de la
existencia, en la influencia tonal de cada melodía, en la vida descifrada a
través de un poema, a través de las sensaciones profundas que despierta el
contemplar una pintura. Ahí se revela la verdad, el por qué estamos aquí, cual
es nuestro norte, las claves de cómo hacer para salir de este exilio
existencial y abrirnos a la perfección. El tema es que para acceder a leer,
ver, u oír estas claves hay que vibrar en la misma sintonía del creador, o al
menos dejarse llevar en su vuelo supremo.
¿Qué hace que a menudo escuchemos decir que un libro leído en
una época cambió la vida de alguien para siempre y re direccionó sus
decisiones, y así en distintas etapas de la existencia, tal como a nosotros
mismos nos ha pasado? ¿Fue el argumento mismo, o lo que subyacía en lo
invisible que nunca apareció a nuestra razón lo que provocó esa transformación?
Algunos de esos códigos celestiales, que revelan nuestro origen
ya han sido descifrados. Uno de ellos se encuentra en la leyenda rusa “Iván el
campesino y los tres dragones”, donde tras una aventura mágica y dramática de
tres hermanos y su lucha contra dragones para defender su pueblo, se oculta la historia del hombre
atravesando las pruebas de su existencia terrenal, sus aciertos y sus errores
creativos que lo mantienen esclavo de sí mismo. Ahí, en ese segundo argumento,
invisible al ojo humano y más real que esta vida formada y desplegada en meros
resultados, aparecen las claves de la libertad, como aplicarlas y obtener la
victoria. Es sólo el principio de esta nueva forma de ver y descubrir el arte.
Existe un enlace entre el principio creador y su imagen, el hombre, el que se
manifiesta sólo en la dimensión original de pertenencia sin poder ser
descifrado a menos que el estado de conciencia haya alcanzado la vibración de
entrada adecuada que está fuera de nuestro campo de percepción.
Tal es así que este cuento ha sido elegido como un test de
diagnóstico que junto con acertar efectivamente en los puntos débiles de los
procesos individuales mediante la redirección del argumento del cuento
soluciona aquellos resultados errados devolviendo al ser su equilibrio. Esos
códigos ocultos en la memoria de la perfección del hombre inalcanzables en la
comprensión limitada de su encierro atómico realizan el milagro.
Tal vez por esos mismos códigos ocultos al intelecto humano,
pero actuantes en el origen del ser, será que el pueblo ruso ha elegido este
cuento como la representación tradicional de su idiosincrasia, permaneciendo a
través del tiempo su representación como el telón de fondo de sus
aniversarios.
Donde quiera que indaguemos, en medio de las grandes creaciones
están las respuestas que siempre hemos buscado, pero para descifrarlas hay que
situarse a su altura, buscar primero dentro de sí donde están los peldaños que
llevan a esa fuente.
¡Faltan tantos códigos! No tan solo en la pintura, habrá que
descifrar a un Hermann Hesse y su Demián, o tal vez a Yeats y sus poemas
surgidos al despertar y en el por qué de las inspiraciones mágicas de William
Blake. En aquellos que se ocultan en determinadas frecuencias melódicas de un
Scriabin y el Poema del Fuego cuando quiso replicar aquí en la Tierra la música de las esferas, o en Debussy
y su enlace con el insondable misterio de “La Mer”. Quizás que claves puedan
existir en el segundo movimiento de la
Séptima sinfonía de Beethoven, o
en La FlautaMágica de Mozart, donde los propios artistas
nunca sospecharon el alcance de su obra. ¡A buscar entonces!, tal vez alguien
descubra por cansancio que la verdad del hombre, su propia verdad, su propia
creación maravillosa, conteniendo los códigos de la gran verdad del universo,
está simplemente en elevarse a la inspiración correcta, abriéndose al infinito
de la vida, aquella que simplemente se basa en el gran poder del AMOR, nuestra
herencia total….y a través de ella descubriremos finalmente todos los grandes
códigos de la verdad global que oculta EL ARTE…..incluyendo el ARTE de la vida.
Fresia Castro
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