Un poco tarde
OSWALDO PÁEZ-PUMAR | EL UNIVERSAL
martes 27 de septiembre de 2011 02:57 PM
Llegó el nuevo comandante de la Armada a servir a la revolución, 12 años y 7 meses después que, en virtud de unas elecciones libres y sin disparar un tiro su comandante tomó posesión de la Presidencia. Algo así como que el almirante Padilla hubiera librado la Batalla del Lago después del reconocimiento de la Independencia por España.
Llegó al "puesto" tanto tiempo esperado, desde los días de cadete, brigadier y guardia marina librando batallas que debieron ser terribles pues logró desplazar nada menos que a 52 que estaban por delante. Claro que no fue a tiros como suele ocurrir en las revoluciones, sino a "jaladas" como también suele ocurrir en las roboluciones que cultivan el culto a la persona.
Su comandante lo necesita. Siente que esa cosa inasible que es el poder se comporta como el fuego fatuo y se le escapa de las manos. Allí está el almirante "rodilla en tierra o quizá en agua por ser de la marina" para defenderlo, si es preciso a tiros, para hacer resucitar el anatema formulado hace años y enterrado por quienes enfrentaron y derrotaron la invasión cubana en los años 60 "genios inéditos del arte militar que jamás han disparado un tiro sino a mansalva y sobre seguros contra su propio pueblo inerme".
Está preparado para asumir la guerra de guerrillas desde la seguridad del poder. Su vocación revolucionaria no lo llevó a la montaña para combatir al gobierno cuando era grumete y el odiado "régimen capitalista esclavista que no volverá", le ofrecía una carrera profesional, ni tampoco a la llegada de la fuerza invasora cubana, cuando quizá era capitán de corbeta o de fragata, porque el nuevo gobierno socialista le ofrecía una carrera mejor, que corona la comandancia de la Armada y el rango de Almirante que, ahora sí, son el impulso que necesitaba y no tuvo joven; y que tampoco lo llevará ni a las montañas ni a los mares del imperio; pero sí, a librar su guerrita de palabras, como lo mostró al tomar posesión del cargo. No en vano es seguidor del mayor hablador de nuestra historia.
opaezpumar@menpa.com
Llegó al "puesto" tanto tiempo esperado, desde los días de cadete, brigadier y guardia marina librando batallas que debieron ser terribles pues logró desplazar nada menos que a 52 que estaban por delante. Claro que no fue a tiros como suele ocurrir en las revoluciones, sino a "jaladas" como también suele ocurrir en las roboluciones que cultivan el culto a la persona.
Su comandante lo necesita. Siente que esa cosa inasible que es el poder se comporta como el fuego fatuo y se le escapa de las manos. Allí está el almirante "rodilla en tierra o quizá en agua por ser de la marina" para defenderlo, si es preciso a tiros, para hacer resucitar el anatema formulado hace años y enterrado por quienes enfrentaron y derrotaron la invasión cubana en los años 60 "genios inéditos del arte militar que jamás han disparado un tiro sino a mansalva y sobre seguros contra su propio pueblo inerme".
Está preparado para asumir la guerra de guerrillas desde la seguridad del poder. Su vocación revolucionaria no lo llevó a la montaña para combatir al gobierno cuando era grumete y el odiado "régimen capitalista esclavista que no volverá", le ofrecía una carrera profesional, ni tampoco a la llegada de la fuerza invasora cubana, cuando quizá era capitán de corbeta o de fragata, porque el nuevo gobierno socialista le ofrecía una carrera mejor, que corona la comandancia de la Armada y el rango de Almirante que, ahora sí, son el impulso que necesitaba y no tuvo joven; y que tampoco lo llevará ni a las montañas ni a los mares del imperio; pero sí, a librar su guerrita de palabras, como lo mostró al tomar posesión del cargo. No en vano es seguidor del mayor hablador de nuestra historia.
opaezpumar@menpa.com
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