Legado Del Trauma
MI HISTORIA. MI PUEBLO. UN LEGADO
Cuando mis abuelos paternos huyeron de Lublin (Polonia) en los principios germinales de la segunda guerra mundial, lo hicieron debido a las persecuciones sistemáticas a los judíos polacos que cada vez eran más graves y globalizadas en su país. Si bien desde la Alemania Nazi partía la ideología del genocidio sistematizado, esto no hubiera llegado a Polonia sin una cómoda colaboración de gran parte del pueblo polaco y sus instituciones. Lo mismo ocurrió en la esquizofrénica Austria (Cuna de la otrora intelectualidad judía europea) y en tantos otros países europeos colaboracionistas.
Mis abuelos paternos llegaron a la Argentina arriesgando sus vidas, escapando de los campos de concentración y ejecución nazis, habiendo visto y vivido el horror y el espanto, y perdiéndolo todo. Incluso la mayor parte de sus familias ejecutadas en campos de exterminio, desarmados, a mano de los cobardes y bien pertrechados soldados de Hitler.Aguantaron encerrados por meses en la bodega de un barco (no ahondaré en tantas penurias que han sobrellevado y me han transmitido en sus relatos), y al llegar al puerto, luego de transitar por el Hotel de Inmigrantes, se establecieron en Villa Luro, barrio ubicado en la entonces llamada Capital Federal. Allí nació Rubén, mi papá. Cuando mis abuelos maternos huyeron de Rusia (Odessa) a principios del siglo pasado, lo hicieron debido a las persecuciones sistemáticas a los judíos que el Zar había ordenado, y que cada vez eran más graves, sangrientas, y globalizadas. Y si bien desde la Rusia Zarista partía el horror y germen de genocidio, esto no se detuvo con la llegada del comunismo al poder. Y lo mismo ocurrió en la esquizofrénica Ucrania y tantos otros países del este europeo devenidos en comunistas.
OdessaEllos llegaron a la Argentina arriesgando sus vidas, escapando de los pogroms rusos, y perdiéndolo todo. Incluso la mayor parte de sus familias ejecutadas en las estepas rusas, desarmados, a manos los cobardes cosacos del zar. O tal vez olvidados en Siberia, cárcel helada del movimiento bolchevique naciente. La hermana menor de mi abuela, aún bebé, murió en la travesía.Aguantaron encerrados por meses en la bodega de un barco (otra vez, no ahondaré en tantas penurias que han sobrellevado y me han transmitido en sus relatos), y al llegar al puerto, luego de transitar por el Hotel de Inmigrantes, y un breve período en la Ciudad de La Plata, se establecieron en el Partido de Gral. San Martín. Provincia de Buenos Aires. Allí nació mi mamá.¡El Trastorno de Estrés Postraumático (PTSD) se habrá hecho un festín con las neuronas y los genes de mis ancestros!
Cuando mis padres se casaron, se establecieron en Villa Ballester, un pueblito tranquilo y acogedor ubicado en el partido de General San Martín.
De calles de barro. Torres grises. Parques amplios. Gente de trabajo.Villa BallesterA lo largo de mi infancia, en tal hospitalario lugar de residencia, fui a la única escuela judía de allí. Escuela Chaim Weitzman, que en los años ´70 supimos evacuar en varias ocasiones por amenaza de bomba. Aún El General Perón estaba en el poder. O lo que quedaba de él. No importa. Siempre es factible poner una bomba si la escuela es judía.No importa de qué lado venga. Puede venir de izquierda o derecha. Eso lo aprendí. El gobierno, Montoneros, o Triple A. Era como sentirme en la Europa fascista pero sin moverme de mi país. ¡Y eso que aún no existían las visitas virtuales por Internet! Vivíamos cerca de lo que fue hasta hace unos años el Liceo Militar. Yo los veía ir y venir. Ya desde niño me resultaba curioso que los ejércitos de Argentina y Chile se empilcharan con atuendos tan parecidos a los de los nazis
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Llegada mi adolescencia comprendí que debía darle más lugar a mis intuiciones. Y entonces entendí que tanto Videla como Pinochet podrían haber sido juzgados en Nüremberg, por crímenes de lesa humanidad imprescriptibles. Pero nunca este tipo de países juzgan por sí solos a sus genocidas. Está probado.Esos años fueron de mucho aprendizaje vivencial para mí. No había estado en Aushwitz, pero vivía en Villa Ballester. Una experiencia de desafío a mis herramientas de rersiliencia.Al concurrir por años al Club Deportivo San Andrés , ubicado a unas cuadras de la estación Malaver, descubrí que muchos de los nazis que habían perseguido, experimentado morbosamente, vejado, y robado a mi familia… ¡También se habían venido para acá! ¡Y ahora me perseguían y maltrataban a mí en el vestuario debido a mi orgullosa circuncidada verga! Nunca la escondí.
Sin darme entera cuenta, estaba compartiendo parte de mi vida con la descendencia de los que robaron, torturaron y ejecutaron a mis familiares en Europa. Por otro lado, el Club Atlético Chacarita Juniors, de camiseta tricolor y fundada por inmigrantes socialistas en el barrio homónimo (cercano al cementerio), recién se había establecido en nuestra barriada. Seguramente sus fundadores ni soñaban con el giro ideológico que daría el club al transplantarse a San Martín. De su barra, ahora bien brava, y embanderada con estandartes nazis, escuché cánticos diciendo que a todos los judíos nos iban a hacer jabón. Era paradójico ir a ver a Chacarita siendo judío y de Velez. Incluso los enemigos de Chacarita eran los de Atlanta, del aquel entonces barrio judío de Buenos Aires (Villa Crespo). Pero eramos del barrio. Nos quedaba cerca, y a mi viejo le gustó siempre el fútbol y el peligro. Al menos esto parece. Ahora bien. Si mi papá y yo éramos hinchas del Club Atlético Vélez Sarsfield. ¿Qué hacíamos en esa tribuna? ¿Un curso intensivo de resiliencia? ¿Aventura y supervivencia?
Todos sabemos (¡A no hacerse los boludos, argentinos!) que Bariloche, Villa Gessell, Villa General Belgrano (Córdoba) y Villa Ballester (Justo ahí eligieron mis papitos vivir) recibieron con sus brazos abiertos a las ratas genocidas que llegaban en submarinos. Con los lingotes de oro que un presidente democrático argentino y su esposa supieron luego redistribuir equitativamente. A propósito… ¿Es idea mía o las plazas argentinas vivando militares (incluidos los elegidos por el voto popular) se parecían a las plazas alemanas pobladas de fanáticos de Hitler? Pasó el tiempo, y luego de un golpe de estado, una dictadura militar argentina ordenó el genocidio sistemático de todo aquel que conspirara contra el “Ser Nacional” (Cultura inmaculada occidental y cristiana). Un plan macabro finamente organizado. Militares, políticos, diplomáticos, personal de las fuerzas de seguridad, médicos, enfermeros. y tantos otros buenos argentinos de diversas extracciones, perpretaron a conciencia un genocidio sistemático de más de 30.000 personas.Argentina 1976
Jerarcas nazis en ArgentinaY fue entonces que, en este país, elegido por mis abuelos para escapar de los campos de genocidio nazis, se establecieron campos de tortura y ejecución. Otra vez los campos de exterminio nazi. Ahora con la versión criolla.¡Otra vez!Dicen que al periodista Jacobo Timerman, secuestrado por la dictadura militar, lo trataron de modo especial por ser judío. Dicen que había un capellán del ejército, Cristian Von Wernich, que se encargaba de hacérselo saber.Von Wernich. Que extraño apellido. Sabe un poco a represor centroeuropeo, ¿No? pero este era capellán de las fuerzas armadas de Argentina. La Argentina que no vio a Eichmann, y tampoco denunció la presencia de Priebke. Y sigo… Luego atravesé pavorosamente los atentados criminales (aún hoy impunes) a la embajada de Israel y a la sede de la AMIA. En la T.V, algunos compatriotas dijeron que además de judíos había muerto gente inocente. No es raro que estos atentados hayan ocurrido en un país de tradición filo-nazi. No es obra del azar. Es “una fija”.
Aun esos crímenes están impunes. Este es un país sin justicia, y por ello un mamarracho productor de incertidumbre, odios y violencia.Soy conciente de vivir en un país con democracia de cartón. Autoritario hasta las pelotas. Y peligroso.Todos los días, llevo a mis hijos a la escuela judía que con mi mujer hemos elegido. Y allí están los pilotes que me recuerdan: “Siempre están en peligro”, y “¡En este país sin justicia y posibles ataques terroristas dejas a tus hijos!”. Lo asumo. Lo pienso. No dudo. Pero hay miedo. Y aún el miedo, lo aparto, y elijo darles mi identidad, de la cual me enorgullezco. Allí van e irán.¡ El Trastorno de Estrés Postraumático (PTSD) se habrá hecho un festín con las neuronas, hormonas, citoquinas y los genes ya no solo de mis bisabuelos y abuelos, sino también con los de mis padres luego, y tanto después con los de mi hermana y los míos!¿Todo esto que me han contado y yo mismo he vivido me hará más vulnerable al estrés o más resiliente? Y esto ¿Perdurará en mi descendencia? El Trastorno de Estrés Postraumático, ¿Será una marca transgeneracional entre los míos? ¿Una especie de bomba de tiempo? Resiliencia. Vulnerabilidad. Epigenética. Palabras que ya no serán propiedad privada de unos pocos.
Hay que tener por bien sabido que la resiliencia no solo nos sirve para poder resolver problemas y vivir mejor. Tiene un significado más amplio con una perspectiva diferente de la vida. El resiliente resiste y se mejora. Se fortalece y crece en función de lo sufrido.Y puede darle un nuevo sentido a su vida. Hay una capacidad global de la persona para mantener un funcionamiento efectivo frente a las adversidades del entorno.La resiliencia como concepto, es un término que proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material para recobrar su forma después de haber estado sometido a altas presiones. Por lo tanto desde las ciencias sociales podemos deducir que una persona es resiliente cuando logra sobresalir de presiones y dificultades que en su lugar otra persona no podría desarrollar. El vulnerable, en cambio, padece y se enferma. Se debilita y adolece de incapacidad para reponerse y seguir. Creo que la resiliencia ante las grandes adversidades contemporáneas, en los descendientes de aquellos sobrevivientes, prima más que la vulnerabilidad. Hay que tener mucho cuidado con la tendencia a victimizar a todo un pueblo, descalificando su potencial de sobreponerse, vencer, robustecerse, vivir, y realizar. Cometiendo además la torpeza de generalizar y no respetar la importancia de la subjetividad inigualable. No sirve para los sobrevivientes ni su descendencia, ni para el mundo en su conjunto. No debiera ser utilizado interesadamente un tema tan doloroso.Retomando con mi curso acelerado de resiliencia y supervivencia en la república argentina: ¿Sabían en la comunidad judía de mi escuela que me educaban para ser un resiliente? No lo sé. Recuerdo que de joven, en los grupos juveniles nos preguntaban “¿Javerim Jazak?” (Algo así como “¿Muchachos, Fuerza?”). Y nosotros respondíamos con la historia en nuestras espaldas pero también con nuestros corazones vivos y felices: “¡Jazak Veematz!”(“¡Sé fuerte y Valiente!”)
Y ahora, años después, como lo hiciera mi admirado Viktor Frankl, escribo. Le encuentro un sentido vital profundo a esta comunicación con ustedes. Tanto como en mi trabajo como psiquiatra. Y me siento bien. Fuerte. Convencido de estar biológicamente más preparado para la lucha que para la huida.Sin embargo hay algo que descubrí hace poco. Me generaban tristeza los countries y barrios cerrados. Y me generaba bronca no poder disfrutar de esos momentos con mis amigos ¡Y eso que siempre los visitaba para ocasiones positivas!Hasta que un día elevé la mirada, vi el muro y su alambrada, vi a los uniformados con sus atuendos, me vi encerrado entre muros, y comprendí. La tristeza no era mía. Era la de mi bisabuelo polaco, a punto de ser asesinado.
Por suerte ahora estoy mas tranquilo en mi país, porque el eje Venezuela/Irán (Países que niegan el holocausto) es solo una fantasía más de mi pobre mente confusa. Y Venezuela nos gusta por su petróleo
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Factores perpetuos de estrés: el enemigo visible.Verán que aquí utilizo un humor ácido y negro, muy propio de los judíos que aprendimos a utilizarlo como modo de superar las más grandes situaciones traumáticas. Un ejemplo de resiliencia, el humor.Hoy sabemos que los patrones hereditarios no solo tienen que ver con los genes, sino también con el entorno de los primeros años de vida de nuestros ancestros. Entonces no es solo que eres lo que comes, como se decía hasta hace un tiempo, sino que eres también lo que ha comido tu madre, y porqué no que tu abuela.Pero, y esto es realmente asombroso, también dependes del estrés que hayan padecido tus antepasados. Porque existe un estrés transgeneracional.En que ambiente más o menos estresante han discurrido sus vidas tus antecesores recientes tendrá injerencia en tu vida actual. Los acontecimientos que han tenido que afrontar y de que modo han sido valorados los estresores afrontados, y como fueron resueltas tales penurias atravesadas, tendrán relevancia en tu vida.Y esto es porque las hormonas generadas en situaciones de trauma psíquico o biológico producen cambios epigenéticos transmisibles.Un ejemplo es la anomalía en la regulación del cortisol plasmático en pacientes con Estrés Postraumático y su descendencia. Yo llamo a este fenómeno “la trascendencia epigenética”. Para resignificar el término trascendencia respecto al sentido en que tradicionalmente la entendimos hasta hoy.
Mientras escribo, siento que este saber me conecta aún más con mis hijos , ya que lo que yo mismo haya experimentado en lo referente al medio ambiente con el cual interactúo tendrá algún tipo de legado en ellos y en mis propios nietos y bisnietos.Ahora nuestro saber del legado hereditario hace un giro radical, y rompiendo con las leyes centrales de la anterior prédica de la biología y genética clásicas, vamos cambiando de opinión acerca de lo que es en su conjunto la herencia.Estoy seguro de que estas impresiones científicas y humanísticas cambiarán la forma de pensar nuestra relación con cada una de las generaciones.Estoy pensando en mis familias materna y paterna y sus particulares calvarios históricos. Las graves situaciones de vida por las que debieron pasar. ¿Qué genes habrán sido silenciados o activados ante tanta situación traumática? ¿Y que vericuetos de la epigenética me habrán condicionado a ser mas o menos vulnerable a determinadas enfermedades relacionadas con esos genes epimutados?Y es justamente el conocimiento sobre la herencia multigeneracional de lo traumático lo que me lleva a compartir con ustedes algunos pasajes de la historia de mis padres, abuelos y bisabuelos. Para una buena resiliencia, nada mejor que un relato. Un darse cuenta. Una resignificación de la trascendencia. Es una costumbre judía milenaria.
Nunca digas que vas tu último camino, aunque los días azules se oculten tras cielos plomizos; todavía ha de llegar el momento soñado y resonará nuestro paso: ¡Aquí estamos! Desde el país de las nieves al de las palmeras, aquí estamos con nuestro dolor, con nuestra pena; Y donde cayera una gota de nuestra sangre brotará nuestro heroísmo, nuestro coraje. El sol de mañana dorará al nuecero hoy, y el enemigo se esfumará con el ayer, pero si demorara en aparecer el sol por generaciones, vaya como consigna esta canción.
Hirsch Glick nació en 1920 en Vilna. Comenzó su carrera literaria escribiendo en hebreo y luego pasó al idish bajo la influencia del grupo artístico-literario Iung Vilne (Joven Vilna). En el campo de concentración cercano a Vilna escribió una serie de poemas de mayor aliento que hizo llegar al ghetto de Vilna. En 1943 fue trasladado junto con los demás prisioneros al ghetto de Vilna. Allí escribió “Nunca digas”. Luchó como partisano en los bosques. Los nazis lo capturaron y fusilaron en 1944.
¿Hay mayor ejemplo de resiliencia?
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