ENTREVISTA // Beau Willimon, guionista de "HOUSE OF CARDS"
"Todos somos animales políticos"
"En nuestra vida cotidiana vemos las luchas de poder dentro de las familias, entre nuestros amigos"
ROBERT ANDRÉS GÓMEZ | ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
miércoles 27 de marzo de 2013 10:02 AM
Desde que se asomó como proyecto posible, House of cards cayó como una bomba en el seno de Hollywood y la industria de la televisión. Una serie hecha exclusivamente para ser descargada de golpe, de principio a fin, sin que el espectador tuviese que esperar semana a semana para ver toda la temporada, fue una idea temeraria alentada por Netflix en su deseo de contar dentro de su plataforma con contenido exclusivo y original, sin tener que esperar por el resto de las ventanas de distribución.
House of cards recorre los laberintos más oscuros de la política en Washington. Versión de la serie homónima británica de 1990 (inspirada a su vez en la novela de Michael Dobbs), tiene al congresista Francis Underwood (Kevin Spacey) en el corazón de la trama. Este maneja desde su trinchera los hilos del poder, cual maestro titiritero.
Oscura y voraz, la serie sigue la senda de seriados como el germinal The west wing, pasando por 24, The newsroom, Scandal, Animales políticos y la aplaudida Homeland.
Dirigida por David Fincher (en sus episodios iniciales), la serie cuenta con los guiones de Kate Barnow, Sam Forman y Beau Willimon. Este último, conocedor a fondo de esos linderos políticos, y nominado al Óscar por el texto de Los idus de marzo (2011) de George Clooney, confiesa sentirse seducido por la idea que da vida al protagonista de esta serie y su ejercicio del poder.
-House of cards ha generado expectativas debido a la naturaleza de su distribución, pero también por el talento involucrado. ¿Hubo dudas a la hora de encarar el proyecto?
-En absoluto. No hubo dudas a la hora de asumir el proyecto. Hace unos tres años David Fincher y sus compañeros productores se pusieron en contacto conmigo para saber si estaba interesado en trabajar con ellos en House of cards. La política era un mundo que yo conocía bien, y eso me atrajo. Después de ver la versión de la BBC, me encantó la idea de desarrollar este malvado personaje central en el contexto americano y contemporáneo. Las buenas historias son siempre atractivas. Pero el factor más importante era trabajar con Fincher, uno de los cineastas más extraordinarios del mundo. Así que, tras conversar, estaba claro de que compartimos muchos de los mismos instintos. Ciertamente hubo las dudas habituales en el camino durante el proceso creativo. Preguntamos: ¿cómo logramos que la historia sea lo suficientemente sofisticada? ¿La escritura coincide con el talento de nuestros actores? ¿Es este el tipo de historia que se conecta con los espectadores?, etc. Pero esas son las mismas dudas que uno encuentra en todos los proyectos. Lo que queda es reconocerlas y encontrar la manera de disiparlas y seguir trabajando.
-Producir para las audiencias digitales es un reto para la industria. ¿Siente que los ojos de Hollywood siguen de cerca House of cards?
-Este nuevo método de entrega -13 episodios a la vez- ha generado un gran interés por parte de la industria, así como de los espectadores. Esto representa un nuevo paradigma. Pero ese cambio ya estaba en marcha cuando se asoció con Netflix. Los espectadores se ven cada vez más atraídos por los sistemas digitales por demanda, por la transmisión instantánea, y así sucesivamente. Si nuestro programa no hubiese sido el primero en adoptar este nuevo paradigma, otro lo habría hecho. Esta nueva posibilidad está generando cantidad de preguntas dentro de la industria de la televisión, porque nadie sabe a qué atenerse. Las reglas están cambiando. Eso es visto como una oportunidad por algunos, y una amenaza para otros.
-Al ver la serie, la expresión "animales feroces" se hace elocuente. La antigua Roma y Shakespeare también emergen en ese imaginario. ¿Cuál es la imagen que mejor define esta serie?
-El poder es el poder. Hay temas clásicos: la ambición, la arrogancia, la codicia, la traición, el deseo, en las grandes historias políticas. En esencia, la política es primitiva. Se trata de dominación, superioridad. Una persona que tiene poder sobre otras. Vemos este tipo de comportamiento en la naturaleza, en la antigua Roma, en las obras de Shakespeare. Y lo vemos en la política contemporánea. Y lo vemos en nuestra vida cotidiana: las luchas de poder dentro de las familias, entre nuestros amigos, en el lugar de trabajo. Todos somos animales políticos. Y eso es lo que hace que los temas de un drama político como este sean tan duraderos y universales.
-House of cards parece el lado oscuro de The west wing, pero en este caso la Casa Blanca no tiene el control de la vida política. Esta idea es transgresora.
-Mucha gente asume que el Presidente de Estados Unidos ejerce un grado casi monárquico del poder. Eso no es verdad. El gobierno estadounidense está diseñado como un sistema de pesos y contrapesos de las cuales el Poder Ejecutivo es sólo una parte de tres. El poder del presidente está frenado por los Poderes Legislativo y Judicial. Él o ella no puede dictar la política unilateral. El presidente debe trabajar con el Congreso y, en menor medida, la Corte Suprema de Justicia, con el fin de gobernar. En House of cards vemos casos donde el poder del Congreso frustra el poder de la Oficina Oval.
-House of cards es una serie áspera, con personajes que se debaten entre la luz y la oscuridad. ¿Cómo se configuró ese mundo?
-Siempre supimos que debíamos adoptar un enfoque más oscuro en Washington. No es un enfoque cínico per se, sino uno realista, que no vacila a la hora de mostrar las cosas más nefastas que tienen lugar en ese mundo. Pero el tono de la serie no se estableció hasta que llegamos a la producción. Fincher creó un mundo visual específico, provocó un estilo de interpretación entre los intérpretes, y la música de Jeff Beal prestó un paisaje sonoro para todo ello. Respondí a todas estas cosas después de rodar los dos primeros episodios, de modo que el mismo tono se reflejara en los guiones posteriores en términos de la escritura.
-Kevin Spacey interpreta a un sofisticado personaje ávido de poder que no tiene reparo en dirigirse a los espectadores.
-Desde el principio sabíamos que era un dispositivo narrativo que queríamos incorporar. Así se establece una intimidad y conexión entre Francis Underwood (Spacey) y los espectadores. Y, en cierto modo, se consigue que el espectador sea cómplice de sus planes. Pensamos que el hecho de que se dirigiera al público sería a la vez dinámico y entretenido a la hora de aumentar el drama. Y eso se hace aún más especial cuando tienes a un actor tan extraordinario como Spacey.
-En defensa del personaje de Spacey, el de la esposa, Claire (Robin Wright), es aún más oscuro.
-No hago juicios sobre los personajes. No es útil para mí, al menos no a la hora de escribir. No puedo decir que un personaje es mejor que otro. Cuando escribo, debo estar en sus zapatos. Aceptar su visión del mundo y tratar de ver todo a través de sus ojos. Si los espectadores quieren comparar después la bondad o maldad de sus personajes, es su opinión. Y podrían no estar de acuerdo unos con otros.
House of cards recorre los laberintos más oscuros de la política en Washington. Versión de la serie homónima británica de 1990 (inspirada a su vez en la novela de Michael Dobbs), tiene al congresista Francis Underwood (Kevin Spacey) en el corazón de la trama. Este maneja desde su trinchera los hilos del poder, cual maestro titiritero.
Oscura y voraz, la serie sigue la senda de seriados como el germinal The west wing, pasando por 24, The newsroom, Scandal, Animales políticos y la aplaudida Homeland.
Dirigida por David Fincher (en sus episodios iniciales), la serie cuenta con los guiones de Kate Barnow, Sam Forman y Beau Willimon. Este último, conocedor a fondo de esos linderos políticos, y nominado al Óscar por el texto de Los idus de marzo (2011) de George Clooney, confiesa sentirse seducido por la idea que da vida al protagonista de esta serie y su ejercicio del poder.
-House of cards ha generado expectativas debido a la naturaleza de su distribución, pero también por el talento involucrado. ¿Hubo dudas a la hora de encarar el proyecto?
-En absoluto. No hubo dudas a la hora de asumir el proyecto. Hace unos tres años David Fincher y sus compañeros productores se pusieron en contacto conmigo para saber si estaba interesado en trabajar con ellos en House of cards. La política era un mundo que yo conocía bien, y eso me atrajo. Después de ver la versión de la BBC, me encantó la idea de desarrollar este malvado personaje central en el contexto americano y contemporáneo. Las buenas historias son siempre atractivas. Pero el factor más importante era trabajar con Fincher, uno de los cineastas más extraordinarios del mundo. Así que, tras conversar, estaba claro de que compartimos muchos de los mismos instintos. Ciertamente hubo las dudas habituales en el camino durante el proceso creativo. Preguntamos: ¿cómo logramos que la historia sea lo suficientemente sofisticada? ¿La escritura coincide con el talento de nuestros actores? ¿Es este el tipo de historia que se conecta con los espectadores?, etc. Pero esas son las mismas dudas que uno encuentra en todos los proyectos. Lo que queda es reconocerlas y encontrar la manera de disiparlas y seguir trabajando.
-Producir para las audiencias digitales es un reto para la industria. ¿Siente que los ojos de Hollywood siguen de cerca House of cards?
-Este nuevo método de entrega -13 episodios a la vez- ha generado un gran interés por parte de la industria, así como de los espectadores. Esto representa un nuevo paradigma. Pero ese cambio ya estaba en marcha cuando se asoció con Netflix. Los espectadores se ven cada vez más atraídos por los sistemas digitales por demanda, por la transmisión instantánea, y así sucesivamente. Si nuestro programa no hubiese sido el primero en adoptar este nuevo paradigma, otro lo habría hecho. Esta nueva posibilidad está generando cantidad de preguntas dentro de la industria de la televisión, porque nadie sabe a qué atenerse. Las reglas están cambiando. Eso es visto como una oportunidad por algunos, y una amenaza para otros.
-Al ver la serie, la expresión "animales feroces" se hace elocuente. La antigua Roma y Shakespeare también emergen en ese imaginario. ¿Cuál es la imagen que mejor define esta serie?
-El poder es el poder. Hay temas clásicos: la ambición, la arrogancia, la codicia, la traición, el deseo, en las grandes historias políticas. En esencia, la política es primitiva. Se trata de dominación, superioridad. Una persona que tiene poder sobre otras. Vemos este tipo de comportamiento en la naturaleza, en la antigua Roma, en las obras de Shakespeare. Y lo vemos en la política contemporánea. Y lo vemos en nuestra vida cotidiana: las luchas de poder dentro de las familias, entre nuestros amigos, en el lugar de trabajo. Todos somos animales políticos. Y eso es lo que hace que los temas de un drama político como este sean tan duraderos y universales.
-House of cards parece el lado oscuro de The west wing, pero en este caso la Casa Blanca no tiene el control de la vida política. Esta idea es transgresora.
-Mucha gente asume que el Presidente de Estados Unidos ejerce un grado casi monárquico del poder. Eso no es verdad. El gobierno estadounidense está diseñado como un sistema de pesos y contrapesos de las cuales el Poder Ejecutivo es sólo una parte de tres. El poder del presidente está frenado por los Poderes Legislativo y Judicial. Él o ella no puede dictar la política unilateral. El presidente debe trabajar con el Congreso y, en menor medida, la Corte Suprema de Justicia, con el fin de gobernar. En House of cards vemos casos donde el poder del Congreso frustra el poder de la Oficina Oval.
-House of cards es una serie áspera, con personajes que se debaten entre la luz y la oscuridad. ¿Cómo se configuró ese mundo?
-Siempre supimos que debíamos adoptar un enfoque más oscuro en Washington. No es un enfoque cínico per se, sino uno realista, que no vacila a la hora de mostrar las cosas más nefastas que tienen lugar en ese mundo. Pero el tono de la serie no se estableció hasta que llegamos a la producción. Fincher creó un mundo visual específico, provocó un estilo de interpretación entre los intérpretes, y la música de Jeff Beal prestó un paisaje sonoro para todo ello. Respondí a todas estas cosas después de rodar los dos primeros episodios, de modo que el mismo tono se reflejara en los guiones posteriores en términos de la escritura.
-Kevin Spacey interpreta a un sofisticado personaje ávido de poder que no tiene reparo en dirigirse a los espectadores.
-Desde el principio sabíamos que era un dispositivo narrativo que queríamos incorporar. Así se establece una intimidad y conexión entre Francis Underwood (Spacey) y los espectadores. Y, en cierto modo, se consigue que el espectador sea cómplice de sus planes. Pensamos que el hecho de que se dirigiera al público sería a la vez dinámico y entretenido a la hora de aumentar el drama. Y eso se hace aún más especial cuando tienes a un actor tan extraordinario como Spacey.
-En defensa del personaje de Spacey, el de la esposa, Claire (Robin Wright), es aún más oscuro.
-No hago juicios sobre los personajes. No es útil para mí, al menos no a la hora de escribir. No puedo decir que un personaje es mejor que otro. Cuando escribo, debo estar en sus zapatos. Aceptar su visión del mundo y tratar de ver todo a través de sus ojos. Si los espectadores quieren comparar después la bondad o maldad de sus personajes, es su opinión. Y podrían no estar de acuerdo unos con otros.
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