Diferencia entre “Patria” y “República”
Andrés Schafer (*) /(*) cedice.org.ve
La palabra Patria expresa una relación de pertenencia y entrega. Es también una expresión de vasallaje: Hay que someterse y amarla sin condiciones.La Patria tiene hijos, una prole que debe obediencia. Por tanto, quienes pretenden encarnarla —libertadores, generales, capitostes, comandantes y presidentes— reclaman lo propio. La palabra República es, en cambio, la expresión de las relaciones entre iguales: Hombres libres. No expresa sumisión, sino el compromiso de vivir en libertad y a la vez de común acuerdo. Pero no libertad de un opresor extranjero, sino del semejante. Libertad que implica responsabilidad plena y deberse al semejante. La República no tiene hijos, sino ciudadanos.
La Patria quiere penetrar todo: El hogar, la escuela, nuestras mentes. Exige sacrificios: Esposos e hijos han de ser ofrendados en su altar. Se nos enseña a amarla (un despropósito), se nos obliga a cantar himnos, a usar uniformes, a rendir pleitesía. La República se limita a lo público. No exige que la amemos. Solo puede enseñar valores republicanos.
En América Latina, la palabra Patria ha tenido mayor presencia que la palabra República. La sustituye, de hecho. En las guerras de independencia combatían “patriotas” y “realistas”, no “republicanos” y “realistas”. Más adelante, la Patria ha sido invariablemente la razón última para abolir la República. Porque, por definición, la Patria querrá siempre asesinar a la República.
La Patria escamotea la República a los ciudadanos estableciendo una relación clientelar: Obedece y tendrás dádivas. De esta mentalidad derivan afirmaciones como que los “ideales abstractos” de libertad o democracia no “suben cerro”, aunque tampoco, sube altos, colinas ni lomas de clase alta. Porque en nuestro país ambos son territorios privados, cerrados a lo público. Y, por lo tanto, marginales. Una acumulación de marginalidades sin lugar común de encuentro: Sin República. Pero hay algo: La Patria.
Desde el primer boom de los precios petroleros en los años setenta, la hybris patriótica se ha ido expandiendo, amorfa, alcanzando cada vez nuevas alturas. En relación inversa, el tejido conjuntivo de lo público se ha ido desintegrando hasta estallar con el delirio actual, de los cerros a las lomas, en millones de marginalidades dispersas en patriótica apoteosis clientelar que, al menor roce, se matan entre sí. No es en absoluto sorprendente el incremento vertiginoso del crimen, a pesar de la disminución de la desigualdad social, porque se ha establecido en el centro de los valores nacionales. Hinchados de fervor patrio, ¿tendremos vergüenza republicana?
Invocando a la Patria, se mata a la República. No-conciudadanos. Hace unos días, durante un atraco en una autopista perdida, la ameba voraz y asesina que es esta Patria arrojó su sombra mortal sobre una niña de cinco años que presenció el asesinato a sangre fría de sus padres. Es nuestro deber republicano defenderla, a ella y a los suyos, los otros niños. Y por eso basta de Patria. Todo proyecto político que intente derrotar esta Patria con valores de Patria será derrotado. Todo proyecto político que no sea el proyecto de volver a crear la República, es fútil. La ruta electoral sin el proyecto de República es clientelar y, por lo tanto, estéril. El proyecto de República exige valores republicanos. Y los valores exigen tiempo. Sobre todo donde ya no existen. Tienen que subir lomas, montes y cerros. El chavismo ha declarado mil veces ser la Patria. Quienes nos oponemos a él, ¿somos la República?
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