La creatividad de los venezolanos
Nos vemos impedidos de crear por el exceso de obstáculos que frena la libertad de iniciativa y operatividad
OFELIA AVELLA | EL UNIVERSAL
domingo 9 de febrero de 2014 12:00 AM
Me atrevo a poner por escrito una serie de reflexiones hechas en base a lo visto, vivido y sobre todo, experimentado a raíz de ciertos contrastes con modos de vida y sistemas, muy distintos del nuestro. Cada sociedad es única, pero ahora deseo enfocarme en la nuestra, para intentar desentrañar un poco la indiscutible creatividad latente en el venezolano.
Algunos la atribuyen a nuestro ser fantasioso e imaginativo. Los sajones nos ven así, un tanto exagerados, con capacidades de asociación que rozan el absurdo -según su parecer-, pero sin duda alguna, talentosos y creativos. ¿Qué condiciones explican esta creatividad, además de esas características propias que nos confieren los genes "latinos"?
La creatividad supone la capacidad de hacer múltiples asociaciones inusuales que deriven, por lo mismo, en un producto nuevo. Lo primero que podríamos decir acerca de nosotros es que la fantasía se ve primariamente nutrida por una cotidianidad en la que abundan ya hechos insólitos, por ser, sin duda alguna, como somos. Aquí todo puede pasar y ser, al mismo tiempo, su contrario, pues "no hay una idea que no se trastoque, aquí reina una informalidad conceptual que estira los límites de los preceptos y todas esas vainas sobre las que se funda la racionalidad occidental", por ser el Caribe, como bien dice Gumersindo Salazar en "Esta gente", de Francisco Suniaga, "una dimensión que está a la mitad de camino entre la realidad objetiva y el absurdo, probablemente más cerca de este último".
Carencias
Además de nuestra insólita cotidianidad, nuestra creatividad tiene que ver con la realidad de las carencias que sufrimos. Se dice que "la necesidad es creativa" y ciertamente, nuestras dolencias pueden catalizar fuertes deseos de cambio y generar, por lo mismo, ideas para concretar iniciativas. En nuestra cotidianidad están como potencialmente contenidas miles de posibles asociaciones de términos divergentes, condición necesaria para estimular la creatividad. Todos experimentamos que las circunstancias nos fuerzan a generar algún tipo inmediato de transformación del entorno, pues entre lo atípico imperante y las carencias, la mente debe exigirse para "resolver". Las conexiones nuevas brotan, en definitiva, tanto de las situaciones no-comunes como de la necesidad, que fuerza siempre a pensar en cómo cubrirla de un modo necesariamente creativo.
Esta cotidianidad que dispone a estirar las posibilidades de asociación de términos hasta extremos inimaginables dispone, sin lugar a dudas, a la flexibilidad de mente: a una actitud de constante apertura, pues vivimos conscientes de que lo que quizás hemos planeado no ocurrirá necesariamente así. El desorden que a veces parece imperar en nuestra sociedad; la capacidad inaudita para interpretar toda ley y todo suceso; la improvisación constante a la que a veces parecemos sometidos, así como la excesiva arbitrariedad en todos los órdenes de la vida, son todas realidades que nos disponen a percibir la vida de un modo que puede parecer "mágico" a quienes viven en sociedades ordenadas y bien planificadas. Ambientes así, como los nuestros, catalizan la creatividad por la multiplicidad de contrastes a que nos vemos sometidos día a día.
Catalizar
Ahora bien, el contexto descrito puede catalizar, sin lugar a dudas, la capacidad creativa, pero, paradójicamente, también puede obstruirla, por la falta de una estructura que vehicule las potencialidades. Lo que digo no implica ninguna contradicción. Por eso, entiéndase bien que no estoy alabando un ambiente sin normas y un desorden desmedido. Sencillamente intento comprender una realidad que "es" así. El excesivo desorden, de hecho, puede mermar la creatividad, del mismo modo que puede asfixiarla un ambiente muy cuadriculado, lleno de normas y reglas. Ambos extremos pueden generar la pérdida de muchos talentos o su fuga hacia destinos más aptos, pues la inquietud creativa necesita producir un efecto, concretar, y si el ambiente lo impide, deviene la frustración. La debilidad de la norma en nuestra sociedad, nuestra capacidad de interpretarla y reinterpretarla, abre ciertamente un campo de libertad que nos impide encorsetarnos en estereotipos, pero si el desorden se vuelve ley, también será difícil crear.
Orden
La genialidad precisa de disciplina, de un mínimo orden que logre insertarla en un ambiente propicio que la disponga a desarrollar sus talentos, pues si bien es cierto que a una mente creativa le ayuda un ambiente "desarreglado", no es menos cierto que necesita de un orden que la canalice. El Sistema de Orquestas es un buen ejemplo de esta relación entre la necesaria disciplina y una base real de situaciones atípicas que florecen como novedad. En cada niño que domina un instrumento se oculta un mundo de asociaciones insólitas; un pequeño contexto que experimenta cómo puede transformarse una vida cuando se le confiere un objetivo claro y estimulante por el cual valga la pena luchar. La música, la literatura y las artes, en general, remueven esa capacidad de generar conexiones inusuales, nuevas, a partir de esa realidad ya insólita que es nuestro contexto. Nutrido éste, además, de un contenido estructurado adicional, la creatividad se potencia porque se despierta aún más, se ordena y canaliza.
Los venezolanos, en fin, no tenemos necesidad de "crear condiciones" artificiales que nos estimulen a lograr esas asociaciones insólitas necesarias para generar novedades, como lo hace la compañía Google y algunas otras de publicidad, por ejemplo, cuando arma rincones o ambientes que dispongan a lograrlo. En estas sociedades son conscientes de que el creativo precisa del respeto a su "pequeño" desorden, pues un espacio de libertad, ordenado de un modo no-común (orden en medio de la diversidad, esto es, "su" desorden), dispone a establecer relaciones novedosas desde la relajación. Lo que nosotros necesitaríamos no es tanto la creación de las condiciones, como una estructura que nos ayude a disciplinarnos para rendir más, dentro de un ambiente de libertad.
Futuro
Por otra parte, en Venezuela está todo por hacer. Esta realidad nos mantiene siempre abiertos al futuro, lanzados hacia lo que vendrá y podemos lograr. Esta actitud de apertura, esta necesidad de cubrir expectativas y carencias, tanto como de resolver problemas, explica también esa motivación de crear, de inventar. No tenemos "el peso" de un pasado que frene el valor de nuestras ideas con su respetable autoridad, que mire desde la lejanía toda novedad, como puede ocurrir, a veces, a los arquitectos italianos, según me contaba un muchacho. Tanto pasado puede enseñar e inspirar, pero también puede inhibir de crear, pues se tiene la sensación de que aquello nunca podrá ser superado. En nuestra sociedad, por contraste, tan llena de necesidades y de cosas por hacer, en todos los ámbitos, el contexto se nos entrega abierto a toda posibilidad. La dificultad estriba, tristemente, en que estamos viéndonos impedidos de crear, por el exceso de obstáculos que frenan la libertad de iniciativa y de operatividad. Confío en que en virtud de nuestra creatividad, encontraremos la manera de lograr hacerlo, pues el móvil y las potencialidades también nos son dados; están latentes, esperando una mayor apertura y estructuración de los caminos que se abran a su desarrollo.
Ofeliavella@gmail.com
Algunos la atribuyen a nuestro ser fantasioso e imaginativo. Los sajones nos ven así, un tanto exagerados, con capacidades de asociación que rozan el absurdo -según su parecer-, pero sin duda alguna, talentosos y creativos. ¿Qué condiciones explican esta creatividad, además de esas características propias que nos confieren los genes "latinos"?
La creatividad supone la capacidad de hacer múltiples asociaciones inusuales que deriven, por lo mismo, en un producto nuevo. Lo primero que podríamos decir acerca de nosotros es que la fantasía se ve primariamente nutrida por una cotidianidad en la que abundan ya hechos insólitos, por ser, sin duda alguna, como somos. Aquí todo puede pasar y ser, al mismo tiempo, su contrario, pues "no hay una idea que no se trastoque, aquí reina una informalidad conceptual que estira los límites de los preceptos y todas esas vainas sobre las que se funda la racionalidad occidental", por ser el Caribe, como bien dice Gumersindo Salazar en "Esta gente", de Francisco Suniaga, "una dimensión que está a la mitad de camino entre la realidad objetiva y el absurdo, probablemente más cerca de este último".
Carencias
Además de nuestra insólita cotidianidad, nuestra creatividad tiene que ver con la realidad de las carencias que sufrimos. Se dice que "la necesidad es creativa" y ciertamente, nuestras dolencias pueden catalizar fuertes deseos de cambio y generar, por lo mismo, ideas para concretar iniciativas. En nuestra cotidianidad están como potencialmente contenidas miles de posibles asociaciones de términos divergentes, condición necesaria para estimular la creatividad. Todos experimentamos que las circunstancias nos fuerzan a generar algún tipo inmediato de transformación del entorno, pues entre lo atípico imperante y las carencias, la mente debe exigirse para "resolver". Las conexiones nuevas brotan, en definitiva, tanto de las situaciones no-comunes como de la necesidad, que fuerza siempre a pensar en cómo cubrirla de un modo necesariamente creativo.
Esta cotidianidad que dispone a estirar las posibilidades de asociación de términos hasta extremos inimaginables dispone, sin lugar a dudas, a la flexibilidad de mente: a una actitud de constante apertura, pues vivimos conscientes de que lo que quizás hemos planeado no ocurrirá necesariamente así. El desorden que a veces parece imperar en nuestra sociedad; la capacidad inaudita para interpretar toda ley y todo suceso; la improvisación constante a la que a veces parecemos sometidos, así como la excesiva arbitrariedad en todos los órdenes de la vida, son todas realidades que nos disponen a percibir la vida de un modo que puede parecer "mágico" a quienes viven en sociedades ordenadas y bien planificadas. Ambientes así, como los nuestros, catalizan la creatividad por la multiplicidad de contrastes a que nos vemos sometidos día a día.
Catalizar
Ahora bien, el contexto descrito puede catalizar, sin lugar a dudas, la capacidad creativa, pero, paradójicamente, también puede obstruirla, por la falta de una estructura que vehicule las potencialidades. Lo que digo no implica ninguna contradicción. Por eso, entiéndase bien que no estoy alabando un ambiente sin normas y un desorden desmedido. Sencillamente intento comprender una realidad que "es" así. El excesivo desorden, de hecho, puede mermar la creatividad, del mismo modo que puede asfixiarla un ambiente muy cuadriculado, lleno de normas y reglas. Ambos extremos pueden generar la pérdida de muchos talentos o su fuga hacia destinos más aptos, pues la inquietud creativa necesita producir un efecto, concretar, y si el ambiente lo impide, deviene la frustración. La debilidad de la norma en nuestra sociedad, nuestra capacidad de interpretarla y reinterpretarla, abre ciertamente un campo de libertad que nos impide encorsetarnos en estereotipos, pero si el desorden se vuelve ley, también será difícil crear.
Orden
La genialidad precisa de disciplina, de un mínimo orden que logre insertarla en un ambiente propicio que la disponga a desarrollar sus talentos, pues si bien es cierto que a una mente creativa le ayuda un ambiente "desarreglado", no es menos cierto que necesita de un orden que la canalice. El Sistema de Orquestas es un buen ejemplo de esta relación entre la necesaria disciplina y una base real de situaciones atípicas que florecen como novedad. En cada niño que domina un instrumento se oculta un mundo de asociaciones insólitas; un pequeño contexto que experimenta cómo puede transformarse una vida cuando se le confiere un objetivo claro y estimulante por el cual valga la pena luchar. La música, la literatura y las artes, en general, remueven esa capacidad de generar conexiones inusuales, nuevas, a partir de esa realidad ya insólita que es nuestro contexto. Nutrido éste, además, de un contenido estructurado adicional, la creatividad se potencia porque se despierta aún más, se ordena y canaliza.
Los venezolanos, en fin, no tenemos necesidad de "crear condiciones" artificiales que nos estimulen a lograr esas asociaciones insólitas necesarias para generar novedades, como lo hace la compañía Google y algunas otras de publicidad, por ejemplo, cuando arma rincones o ambientes que dispongan a lograrlo. En estas sociedades son conscientes de que el creativo precisa del respeto a su "pequeño" desorden, pues un espacio de libertad, ordenado de un modo no-común (orden en medio de la diversidad, esto es, "su" desorden), dispone a establecer relaciones novedosas desde la relajación. Lo que nosotros necesitaríamos no es tanto la creación de las condiciones, como una estructura que nos ayude a disciplinarnos para rendir más, dentro de un ambiente de libertad.
Futuro
Por otra parte, en Venezuela está todo por hacer. Esta realidad nos mantiene siempre abiertos al futuro, lanzados hacia lo que vendrá y podemos lograr. Esta actitud de apertura, esta necesidad de cubrir expectativas y carencias, tanto como de resolver problemas, explica también esa motivación de crear, de inventar. No tenemos "el peso" de un pasado que frene el valor de nuestras ideas con su respetable autoridad, que mire desde la lejanía toda novedad, como puede ocurrir, a veces, a los arquitectos italianos, según me contaba un muchacho. Tanto pasado puede enseñar e inspirar, pero también puede inhibir de crear, pues se tiene la sensación de que aquello nunca podrá ser superado. En nuestra sociedad, por contraste, tan llena de necesidades y de cosas por hacer, en todos los ámbitos, el contexto se nos entrega abierto a toda posibilidad. La dificultad estriba, tristemente, en que estamos viéndonos impedidos de crear, por el exceso de obstáculos que frenan la libertad de iniciativa y de operatividad. Confío en que en virtud de nuestra creatividad, encontraremos la manera de lograr hacerlo, pues el móvil y las potencialidades también nos son dados; están latentes, esperando una mayor apertura y estructuración de los caminos que se abran a su desarrollo.
Ofeliavella@gmail.com
Adoptaron a Venezuela como su país
Frank Briceño Fortique, Luis Eladio Pérez, embajador de Colombia; Andrés Boesner y la autora Faitha Nahmens FOTOS MAYTE NAVARRO SERRANO
MAYTE NAVARRO | EL UNIVERSAL
lunes 3 de febrero de 2014
Colombia y Venezuela 20 testimonios es el título del libro coeditado por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana y la Fundación Cultural Colombo Venezolana. Su presentación tuvo lugar en la Librería El Buscón, siendo invitado especial el embajador de Colombia, Luis Eladio Pérez. Encabezó el acto, el presidente de la fundación Frank Briceño Fortique, quien junto a Andrés Boesner hizo una introducción a la obra y comentó la importancia de esta publicación escrita por Faitha Nahmens, quien en un encuentro con 20 colombianos que eligieron a Venezuela como su país, revela como dos naciones mantienen un hermandad más allá del quehacer diplomático.
Rafael Arráiz Lucca y Alfredo Chacón, presentadores y venezolanos profundamente vinculados a Colombia se refirieron a esos puntos en común que involucra lo geográfico y lo histórico, a la hermandad de dos países con familias binacionales y al homenaje que se rinde a los entrevistados, comprometidos con Venezuela.
Mariahé Pabón se refirió a la autora y a sus impecables textos donde retrata a cada protagonista y rinde honores a tantos otros colombianos.
Rafael Arráiz Lucca y Alfredo Chacón, presentadores y venezolanos profundamente vinculados a Colombia se refirieron a esos puntos en común que involucra lo geográfico y lo histórico, a la hermandad de dos países con familias binacionales y al homenaje que se rinde a los entrevistados, comprometidos con Venezuela.
Mariahé Pabón se refirió a la autora y a sus impecables textos donde retrata a cada protagonista y rinde honores a tantos otros colombianos.
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