El 31 de mayo se celebró el "Día Mundial Sin Tabaco". Según la OMS, este año los muertos por el tabaco en el mundo serían 6 millones y, en 2030, 8 millones de personas. Pero, por el abuso de drogas "duras", o "ilegales", mueren alrededor de 100.000 personas al año. Unas 50 en Holanda, y en EEUU. 31 mil según la DEA. ¿Por qué, entonces, la guerra contra las drogas sí, aunque son muy dañinas, matan menos que el tabaco? Pareciera que detrás hay mucha corrupción (políticos, jueces, policías, etc.) que vive del negocio del tráfico mientras sea ilegal: el precio de la cocaína pasó de US$ 97,71 por gramo a 164,91 entre 2007 y 2010, pese a que la pureza bajó 30%.
Dicen que hay que contabilizar las miles de personas que sufren por culpa de los drogadictos pero resulta que, de las muertes por del tabaco, 600.000 son "fumadores" pasivos. Argumentan que liberar las drogas aumentaría el consumo, pero la experiencia holandesa y portuguesa demuestra que permite un blanqueo que ayuda a la salud general. Según el presidente de México, su país tiene un alto índice de violencia debido a la lucha contra la droga (en los últimos cuatro años se produjeron más de 34.000 muertos): "Nuestro problema se originó ahí... nuestro vecino es el que más drogas en el mundo consume", dijo.
El mapa de delito global muestra que en las sociedades más libres hay más riqueza y menos delito, coherente con la teoría que dice que la violencia engendra más violencia, es decir, el monopolio estatal de la violencia ("legal") que se utiliza para prohibir las drogas, para establecer fronteras discriminando personas y mercaderías, para muchas otras regulaciones y para cobrar impuestos, provocaría la violenta respuesta de marginales.
En Islandia la tasa de homicidios anuales por cada 100.000 habitantes es de 0,00; tiene 800 policías que no portan armas y 150 prisioneros que salen los fines de semana. La tasa en Japón es de 0,44; en Noruega 0,71; Dinamarca 0,88 y Suiza 2,2. Mientras que la tasa promedio mundial es de 8, en países con una fuerte presencia estatal sube notoriamente: en México es de 14, en Colombia, a pesar de la fuerte reducción llega a 38, Jamaica 60, Honduras, El Salvador y Guatemala más de 70.
Un caso sintomático es Venezuela: a medida que aumentó la violencia ("legal") estatal (regulaciones, prohibiciones, estatizaciones forzadas, etc.) se empobreció y el delito creció. El número de homicidios se ha cuadriplicado durante la gestión Chávez (4.550 en 1998, 16.047 en 2009), 155.000 asesinados en los últimos diez años, lo que supera a muchas guerras. Según organizaciones privadas venezolanas, la tasa está cerca de 60. El 91% de los casos queda impune debido a la gran corrupción entre burócratas y fuerzas estatales incluidas los parapoliciales "escuadrones de la muerte", al punto que 43,75% de las víctimas no denuncia por temor a las represalias de los agentes del gobierno. Caracas, con una tasa superior a 140 en 2009, en América, es solo superada por Ciudad Juárez, 195.
En fin, si la tolerancia fuera infinita y no existiera la represión a las drogas, ni en las fronteras a los "ilegales" y los "contrabandistas", ni tantas regulaciones como las leyes laborales que provocan la desocupación, el aparato estatal sería mucho más pequeño reduciendo sustancialmente la presión impositiva, ergo, los evasores y la sociedad sería más rica y el delito se acercaría a cero, más aun que en Islandia.
alextagliavini@gmail.com
Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California
La violencia es como un perro rabioso, tarde o temprano muerde en la yugular a quien la promueve
Es la meta del régimen construir una sociedad socialista, o mantener el Poder a como dé lugar? Quisiéramos enumerar hechos públicos y notorios, tales como la presencia de las FARC en la frontera, que comenzó como una zona de alivio y ha terminado como un Centro de Operaciones; el grupo de tomistas de la Policía Metropolitana, asediando hace unos años la Alcaldía frente a la Plaza Bolívar; los motorizados penetrando en el Arzobispado de Caracas, los ataques a Globovisión, a la Universidad Central de Venezuela y Fedecámaras; La Piedrita, Tupamaros y otros en el 23 de Enero sectorizados y controlando territorio con cámaras y armas largas; para terminar en las cárceles, donde las confrontaciones se hacen con explosivos, granadas y armas de guerra. Todo esto es bailar "pegao" con la violencia.
Quien no está armado es un ciudadano de segunda y ya hasta en los accidentes de tránsito, los conductores se matan antes y después de una discusión. Peor aún, el Sistema Penal y la política criminal requieren de metas, presupuestos consolidados y lineamientos para funcionar en equipo: nos explicamos, es esa interrelación en la aplicación de las normas jurídicas por parte de la policía, el Ministerio Público, los tribunales y la organización penitenciaria lo que propicia los buenos resultados. Los organismos están colapsados, con pocos recursos, abandonados a su suerte y manipulados desde arriba para la represión política; por eso los niveles de reincidencia e impunidad, los centenares de miles de expedientes sin resolver, la apatía y la connivencia con el crimen organizado, que explica el tenebroso cerco de la droga a Venezuela, las secuencias delictivas exitosas y las escasas condenas que tiene en su haber la justicia.
Resultados ocultos
Los barrios están en manos de delincuentes que se mimetizan en revolucionarios, la encuesta de Victimización realizada a solicitud de la Vicepresidencia, mantiene sus resultados ocultos como un secreto de Estado y lo que ofrece el Gobierno es fijar posición, de la boca hacia afuera, sin decidirse a actuar por la calle del medio. Es inadmisible que tres ciudadanos sean torturados y mueran en la sede de Capturas de un organismo policial, sin que haya responsabilidades de la Fiscalía, Defensoría y directiva policial, mientras los medios de comunicación social resaltan el cobro de peaje para las visitas y entrega de alimentos, el retardo deliberado en los traslados y la improductividad del Sistema Penal, salvo los casos que impactan a la opinión pública.
En el socialismo radical las armas son la cotidianidad, el sicariato, los motorizados violentos y las tácticas represivas contra a la disidencia. La ley de desarme es una entelequia, porque no se aplica, y su reforma será discutida eternamente. La visión de Estado exige articular funcionalmente los organismos que luchan contra el delito, para que sean eficientes y contribuyan a la tranquilidad ciudadana. En fin, la violencia es como un perro rabioso, tarde o temprano muerde en la yugular a quien la promueve.
juanmartin@cantv.net
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